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Full text of "Ricardo Pou Fernando Mañe Garzon 2013 Jose Máximo Carafi"

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Ricardo Poij Ferrari 
Fernando Mané Garzón 


Primer Decano uruguayo y organizador de la 
nueva Facultad de Medicina de Montevideo 



José Máximo Carafí 

( 1853 - 1895 ) 



Ricardo Poli Ferrari 
Fernando Mané Garzón 


José Máximo Carafí 

(1853 - 1895 ) 

Primer decano uruguayo y 

ORGANIZADOR DE LA NUEVA FACULTAD 

de Medicina de Montevideo 





Plus-ultrA 


EDICIONES 


Montevideo 

2013 



Plus-ultrA 

EDICIONES 

ISBN: 978-9974-99-070-8 
Primera edición - Mayo de 2013 

JOSÉ MÁXIMO CARAFÍ (1853 -1895) 

Primer decano uruguayo y organizador de la nueva Facultad de Medicina de Montevideo 


© Ricardo Pou Ferrari / Fernando Mañé Garzón 

Queda hecho el depósito que ordena la ley 
Impreso en Uruguay - 2013 
Tradinco S.A. 

Minas 1367 - Montevideo. 


Queda prohibida la reproducción parcial o total de este libro, por medio de cualquier proceso re- 
prográfico o fónico, especialmente por fotocopia, microfilme, offset o mimeógrafo o cualquier otro 
medio mecánico o electrónico, total o parcial del presente ejemplar, con o sin finalidad de lucro, sin 
la autorización del autor. 

Diseño de portada y armado: Augusto Giussi 



Dedicatoria 

A nuestros amigos y compañeros, integrantes 
de la Sociedad Uruguaya de Historia de la 
Medicina, grupo de valiosos investigadores, que 
tanto han aportado a lo largo de cuarenta años 
de vida de esta corporación. 




Agradecimientos 


Al Dr. Antonio Turnes, que ha tenido la gentileza de corrergir 
el original, aportando sugerencias de valor. 


Al Profesor Dr. José Enrique Pons, que nos ha brindado su 
constante aliento y nos ha hecho el honor de escribir el Proemio. 


Al Dr. Juan Ignacio Gil Pérez, que ha leído el original, su¬ 
mando interesantes ideas y observaciones. 


A la Sra. Lecticia Oliveira, que ha contribuido a la investiga¬ 
ción bibliográfica y a las correcciones del manuscrito. 


A los funcionarios del Departamento de Historia de la Medicina 
y de las Bibliotecas de la Facultad de Medicina de Montevideo y 
de la Facultad de Ciencias Médicas de Buenos Aires. 


A los técnicos de la Biblioteca del Sindicato Médico del Uruguay, 
de la Biblioteca Nacional, del Archivo de la Curia Eclesiástica y 
del Archivo general de la Nación. 


A los técnicos de los Archives Nationales de France y de los Archives 
de la Ville de Montpellier. 


Al Sr. Augusto Giussi, que con notableprofesionalidad ha con¬ 
tribuido a la edición de este libro. 




Proemio 


Dr. Antonio Turnes 


L a Facultad de Medicina de Montevideo, fundada en 1875, 
comenzó con tímidos pasos, profesores y decanos extran¬ 
jeros, iniciando sus actividades en 1876. A 138 años de 
aquel inicio, no se ha jerarquizado aún la preclara figura 
de José Máximo Carafí, nuestro primer Decano oriental. Su papel 
en la transformación de la Casa de Estudios no ha sido justipre¬ 
ciado por la historiografía médica nacional. De ahí la necesidad y 
justificación de dedicarle este estudio. Fue un católico militante, 
comprometido con los cambios de la modernidad, en un ambiente 
dominado por el positivismo materialista, en el esplendor del libre 
pensamiento, que pretendió modificar las raíces de nuestra cultura, 
sobre todo en materia cívica, educativa y sanitaria. 

Tan poca importancia se le brindó, que ni siquiera se hizo cons¬ 
tar su nombre correcto de José Máximo, confundiéndolo como José 
María. Como tal figura aún en publicaciones oficiales de la propia 
Facultad desde comienzos del siglo XX. 

Su formación europea, realizada en Barcelona, Montpellier y 
París le forjaron disciplina y metodología de trabajo que no co¬ 
nocía de anarquías ni renunciamientos. Estaba entre los mejores y 


IX 



• Proemio • 


pudiendo haber tenido un destino profesional excelente en París, 
eligió volver al país para contribuir con sus conocimientos al desa¬ 
rrollo de la Medicina nacional. 

Hizo su razón de ser la enseñanza de la Medicina y el cumpli¬ 
miento de sus funciones como Decano e integrante de diversas cor¬ 
poraciones de alto servicio público, en lo educativo y en lo sanita¬ 
rio, renunciando a formar familia o generar patrimonio. La muerte 
lo sorprendió en 1895 a los 42 años y pasarían más de 25 hasta que 
comenzaran a reconocérsele sus importantes méritos. 

Al frente del Decanato, como lo expresó claramente Piaggio 
Garzón: 


Carafípuso “orden en el caos”de ese ambiente de imprevisión 
y de desorden, alentando un anhelo legítimo de grandeza y tratan¬ 
do de poner en acción sus mejores aptitudes. Tuvo así una certera 
intuitiva visión de las futuras proyecciones de nuestra Facultad. 
Fue un reformador y un orientador. 

Al despedir sus restos en nombre de los Profesores de la Facultad, 
Américo Ricaldoni, señaló: 

[... ] Lo que la Facultad de Medicina pierde, lo dirá mil veces 
mejor ese viejo edificio en el que el doctor Carafí se ha movido 
hasta ayer con extraordinaria actividad. En él se encuentra su sala 
de disección ante cuya puerta, el ciprés se inclinará gimiendo, -en 
él se encuentran los laboratorios, los libros y las mismas Salas por él 
prestigiadas... Id a esa Escuela y preguntad hoy, preguntad dentro 
de cien años, desde cuándo comenzó a ser digna, la sencilla inscrip¬ 
ción que ostenta a su frente, y en todo momento oiréis decir, que 
ha sido desde que su decanato fue ocupado por el Dr. Carafí [...] 
Espíritu reformador, era un erudito, era un convencido. Se podía 
discutirle, pero no se podía dejar de admirarle [...] Había algo 
que daba un sello especial a su carácter, y era su cuidado en escoger 
siempre el sendero más difícil y sobre él marchaba, con alientos de 
gigante, buscando las espinas y alejándose de las flores, que sólo 
ahora, porque ya no está en su voluntad apartarlas podrán dormir 
en paz sobre su tumba. 

Entre las decisiones adoptadas en el homenaje postumo de 
1921, estuvo la de distinguir con su nombre una sala hospitalaria. 


X 



• Antonio Turnes • 


Pasaron casi 90 años y todavía la resolución permanece incumpli¬ 
da. 

En ocasión de colocarse la piedra fundamental del nuevo edi¬ 
ficio de la Facultad de Medicina, el 22 de octubre de 1904, en 
presencia del entonces Presidente de la República don José Batlle 
y Ordóñez, ministros y autoridades universitarias, manifestó el 
Rector de la Universidad, Dr. Eduardo Acevedo: 

Ha conquistado en buena lucha la Facultad de Medicina el 
hermoso edificio cuya piedra fundamental venimos a colocar hoy 
con toda solemnidad. 

Fueron bien modestos sus comienzos. Nació en un rincón de 
aquella vieja casa de la Iglesia de los Ejercicios, que durante medio 
siglo sirvió de cuna a las más grandes intelectualidades del país en 
la carrera del Derecho, la única carrera liberal que la Universidad 
ofrecía a la juventud estudiosa. 

Vencidas las dificultades del período de prueba en que actua¬ 
ron factores entusiastas como el doctor Jurkowskiy el doctor Suñer, 
catedráticos de Anatomía y de Fisiología, tomó un incremento con¬ 
siderable bajo la organización severa e inteligente del decanato del 
malogrado doctor Carafí, que continuaron más tarde los doctores 
Regules y Scoseria. 

La nueva Facultad se abrió rápidamente camino; su pobla¬ 
ción escolar aumentó fuertemente; sus clases se ensancharon con 
tal energía, que después de algunos años de lucha vigorosa por el 
espacio, absorbieron todo el viejo edificio de la calle Maciel, expul¬ 
sando a la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, y a la sección 
de Estudios Secundarios, que tuvieron que buscar nuevo escenario, 
y convirtiendo en salas de experimentación y de trabajo el local 
contiguo destinado al servicio de culto católico. [...]” 1 

El testimonio de sus discípulos, manifestado veintiséis años 
después de su fallecimiento, permite revelar con nitidez, cómo su 
actuación fue olvidada sin brindársele el reconocimiento que su ca¬ 
pacidad, esfuerzo y aporte seguramente merecían. 


i 


La Facultad de Medicina de Montevideo: 1875-1915. Memoria presentada por el 
Decano Doctor Manuel Quíntela. Montevideo, Tipografía Moderna, 1915: 106- 


108 . 


XI 



• Proemio • 


Debieron pasar más de cinco lustros de su muerte para que, en 
1921, un homenaje del que participaron numerosas figuras, diera a 
conocer el recuerdo de sus relevantes méritos. 

Dijo en la oportunidad el Dr. José Mainginou: 2 

El Consejo Nacional de Higiene consideró un deber ineludi¬ 
ble adherirse a este merecido homenaje —acto de justicia póstuma- 
no sólo porque el doctor Carafíformó parte del antiguo Consejo de 
Higiene Pública, aportando el valioso y desinteresado contingente 
de su labor y de su vasta ilustración a la causa de la defensa sani¬ 
taria del país, sino también porque fue una figura descollante, de 
relieves propios, que se destacó en su medio y en su época con los 
rasgos característicos de los varones ilustres. 

Véase que este orador se refiere a un acto de justicia postuma, 
cuando no había parientes ni discípulos que lo reclamaran, sino 
como expresión surgida de un espontáneo y libre examen de con¬ 
ciencia. Continuó Mainginou: 

Varón benemérito, porque fue un abnegado que sacrificó su 
tranquilidad y su reposo al ideal que perseguía: crear una Escuela 
de Medicina digna de su país y en armonía con el desarrollo cul¬ 
tural de la época. 

Yo, que tuve la fortuna de ser su discípulo, deformar parte del 
primer grupo de estudiantes con que el doctor Carafí inaugurara 
sus clases en la vieja Facultad, puedo afirmar —y con ello afirmo 
una verdad que bien la conocen algunos de los que me escuchan- 
que la obra realizada por el inolvidable maestro desaparecido, fue 
fecunda en bienes. 

A continuación brinda el fundamento de la obra de Carafí en 
la reforma de la vieja Facultad de Medicina. Describe allí la realidad 
que este Decano debió enfrentar: 

Labor fatigosa y proficua, misión altamente patriótica, fue la 
que como decano y profesor se impuso el doctor Carafí, alforjar, 
con las ruinas de la vieja Facultad, una Escuela de medicina. 

A fines de 1884, la Facultad de Medicina estaba en plena 
bancarrota. 


2 Cantón, Elíseo. Historia de la Medicina en el Río de la Plata, 3: 356-358. 


XII 



• Antonio Turnes • 


Sin dirección técnica, sin orientación definida, falta de profe¬ 
sores, y sin medios de enseñanza. 

Tal era, señores, la situación en que halló la Facultad el doctor 
Carafí, cuando a ella ingresó como profesor y tomó su dirección. 

Eran menester los talentos de una mentalidad superior, las 
energías de un carácter inquebrantable, la firmeza de una volun¬ 
tad dispuesta al sacrificio y toda la abnegación de un apostolado, 
para acometer, como acometió, resuelto, el doctor Carafí, su obra 
redentora. 

¡Cuántos esfuerzos generosos puso al servicio de su tarea ar¬ 
dua y enojosa! ¡Cuántos propósitos nobles impulsaron su corazón 
abierto al amor y a la justicia, y movieron su alma austera y severa, 
pero siempre justa! Sufrió las amarguras de la diatriba; sufrió las 
ingratitudes de sus contemporáneos y gustó resignado el acíbar de 
la impopularidad. 

El destino ha querido así, sin duda, darnos en ese ejemplo de 
una existencia tan útil como infortunada, tan pura como laboriosa 
y fecunda, una lección viva que muestre de lo que es capaz el amor 
a las causas grandes y “aliente, en la escabrosa senda del deber, a los 
que marchan tras sus huellas luminosas [...]. ” 

Labró las piedras sillares, y, más afortunado que Sísifio, al¬ 
canzó a llevarlas a los muros de la escuela que él creara y de la 
cual había de surgir la actual Facultad de Medicina que honra 
a la República por los prestigios de su ciencia y la cultura de sus 
maestros. 

Otro alumno directo, el Dr. Augusto Turenne, 3 en la misma 
ocasión, a nombre del Sindicato Médico del Uruguay y del Club 
Médico, daría también su testimonio: 

El doctor Carafí, muerto oscura e injustamente, ha necesitado 
casi un tercio de siglo para que se alzara la voz justiciera que le 
colocará entre las figuras de un pasado borroso para los jóvenes de 
hoy, pero en el que surge nimbado de luz para los que vivimos la 
Edad heroica de nuestra Facultad. 

Turenne, que había alcanzando las más altas distinciones aca¬ 
démicas, habla también de justicia. Justicia distributiva y de la voz 

3 Cantón, Elíseo. Historia de la Medicina en el Río de la Plata, 3: 354-356. 


XIII 



• Proemio • 


justiciera que le colocará (a Carafí) entre las figuras de un pasado 
borroso. Y da las coordenadas de esa aparición de Carafí en la his¬ 
toria de la Facultad de Medicina fundada en 1875, cuyo Decanato 
asumió nueve años después, en 1884, siendo su octavo Decano y el 
primero oriental: 4 

La aparición del doctor José M. Carafí en nuestro medio fue 
casi un anacronismo. Inteligente, culto, poseedor de una ilustración 
médica poco común y muy superior a la de sus contemporáneos 
profesionales, moldeado su cerebro en esa admirable Escuela de 
Montpellier, perfeccionado su saber en la entonces incomparable de 
París, su vida y su acción tenían que desentonar en Montevideo. 

Señorial y distinguido en sus maneras, pulcro y atildado en el 
vestir, era su exterioridad fiel reflejo de una vida interior que debía 
molestar a los que encubrían con desgaire que quería parecer bo¬ 
hemio una gran proporción de incultura y de bravia, casi salvaje, 
resistencia a los halagos de la civilización. 

Surgido de un ambiente de orden y refinamiento el espectᬠ
culo de nuestra Facultad, debió serle doloroso y despertar en él, 
con ansia patriótica, el invencible deseo de encauzar energías y 
capacidades que veía perderse en el rutinario ejercicio profesional o 
esterilizarse en las fáciles molicies de una vida sin freno. 

Y haciendo uso de sus inclinaciones artísticas, afirma Turenne 
este simbolismo: 

Su ingreso a una cátedra de Facultad fue una pincelada de 
luz sobre un fondo mezquinamente pardo. 


4 Según informa el sitio Web de la Facultad de Medicina de la Universidad de la Repú¬ 
blica, los primeros Decanos fueron: 

I o . Dr. Francisco Suñery Capdevila: 1876-1877. 

2°. Dr. Julio Jurkowski: 1877-1878. 

3 o . Dr. Antonio Serratosa: 1879-1880. 

4 o . Dr. Eduardo Kemmerich: 1878-1879. 

5 o . Dr. Juan Crispo Brandis: 1880-1881. 

6 o . Dr. Guillermo Leopold: 1881-1882. 

7 o . Dr. José Pugnalini [sic]: 1882-1883. 

8 o . Dr. José Máximo Carafí: 1884-1887. 

Ref.: http://www.fmed.edu.uy/institucional/rese%C3%B1a-institucional/ 
rese%C3%Bla-institucional (Consultada 14.02.2013). 


XIV 



• Antonio Turnes • 


Lejos de mí la idea de empequeñecer la obra de los constructo¬ 
res de nuestra Facultad, su acción modesta, pero hondamente senti¬ 
da, su incansable fe en los destinos de la Institución apenas nacida, 
sin que ninguna hada benéfica hubiera derramado venturas ni 
siquiera adelantado presagios favorables en las tablas cronológicas 
de su Historia. 

El reconocimiento tardío a Carafí que se hace en el homenaje, 
no priva a Turenne de reconocer sus méritos a los fundadores, pero 
vuelve a subrayar el valor de los aportes de José Máximo Carafí. 
Como algo que daba nueva luz a una Casa de Estudios que no mar¬ 
chaba por buen camino: 

Pero el respeto, la veneración, la gratitud que debemos a nues¬ 
tros precursores no debe llevarnos a desconocer que casi por vez 
primera con el doctor Carafí, un verdadero profesor, dictó cursos 
magistrales e incorporó los resultados de su labor y de su observa¬ 
ción al acervo mental de sus alumnos. 

Ascendiendo al alto sitial de Decano, Carafí no podía encon¬ 
trar sino resistencias. Ni profesores ni estudiantes estaban acostum¬ 
brados al orden ni preparados al respeto de las disciplinas cientí¬ 
ficas. 

Aquel hombre, que tan a menudo hablaba de París, tenía que 
chocar con los que hadan gala de un misoneísmo muy charrúa. 

Dura fue la lucha e incompletos los resultados. Aún recuerdo 
la violencia de la campaña que provocó la imposibilidad de su 
reelección. Me sonrojo al pensar en los excesos con que mis compa¬ 
ñeros festejaron su victoria. 

Victoria, sí, como las victorias de Pirro; esos mismos que 
transmitían como tradición oral, nunca documentada, la versión 
de las injusticias del Decano Carafí, llevaban en sí el germen que 
su acción habrá sembrado. 

Destaca este orador que los detractores serían quienes adop¬ 
tarían luego la orientación que este Decano había diseñado. Esa 
justamente sería la distinción que le ubicaría en la Historia: 

Ellos, sus más crueles detractores, serían más tarde los vectores 
de una orientación que su muerte prematura le impidió realizar. 


XV 



• Proemio • 


pero que tal vez en las horas postreras de su vida se le apareció como 
el legítimo galardón que la posteridad habría de discernirle. 

Y aquí aparece el señalamiento de su calidad de gran reforma¬ 
dor y profesional modélico: 

Si como Profesor y como Decano José M. Carafífue un refor¬ 
mador, como profesional fue un modelo. Duros son los tiempos y 
de prueba para la Etica Médica. Factores encontrados, rachas de 
anarquía moral, amarguras y dificultades envuelven con demasia¬ 
da violencia en sus vórtices al médico de hoy. 

Justo y necesario es que a menudo, con energía, con intensa 
convicción de la importancia de los “imponderables”, destaquemos 
en plena luz la figura noble y desinteresada de los que supieron 
mantener enhiesto el penacho gallardo de la probidad profesional. 

José M. Carafí fue el prototipo del médico integral; su in¬ 
teligencia, su cultura, su honradez acrisolada, fueron puestas al 
servicio de la sociedad en la que desarrolló sus actividades con tal 
altruismo, con tal abnegación, que bien podemos invocar sus ca¬ 
racterísticas para incorporarlo a la falange desaparecida de nues¬ 
tros más preclaros antecesores. 

Por esta razón el Sindicato y el Club Médico se adhirieron sin 
restricciones al homenaje proyectado. 

El doctor José M. Carafí, al caer vencido por la muerte, me¬ 
reció, por su inmaculada vida, por su actuación profesoral, por el 
fermento de renovación científica que aportó al país, el homenaje 
unánime y espontáneo aunque tardío de sus contemporáneos. 

El orador señala que el tiempo viene a remediar la injusticia, 
con la distancia que permite los juicios desapasionados: 

Con el alejamiento, que permite apreciar fríamente a los 
hombres, con el desapasionamiento, que da base a los juicios im¬ 
parciales, hoy el Cuerpo Médico Nacional celebra un acto de repa¬ 
ración al colega desaparecido. 

Respetuoso alumno del doctor Carafí, desarmado entonces y 
casi solitario adversario de sus enemigos, cumplo hoy una deuda 
que contraje conmigo mismo en aquellas épocas turbulentas. [...] 


XVI 



• Antonio Turnes • 


El propio Augusto Turenne, en la conmemoración de los 60 
años de la fundación de la Facultad de Medicina, 5 insistiría con 
más fuerza aún en los mismos conceptos sobre Carafí, parango¬ 
nándolo con otros Decanos, también orientales, para valorar mejor 
su influencia en el destino a largo plazo de la Casa de Estudios. 6 
Habían pasado ya 40 años de la muerte de aquel Decano ilustrí- 
simo. Veamos lo que afirmaba entonces Turenne, uno de nuestros 
primeros historiadores de la Medicina nacional: 

Alfredo Vásquez Acevedo imprimió a la organización univer¬ 
sitaria un sello que aún conserva y que ojalá perdure. Gran amigo 
de la Facultad de Medicina y de sus hombres descollantes, le ma¬ 
nifestó siempre su gran simpatía y le prestó siempre el apoyo de su 
indiscutible influencia. 

Los Decanos a que me refiero dieron su sello personal al cargo 
que desempeñaron. José María Carafí, Decano de 1884 a 1887, 
era un personaje que constituía una excepción en su tiempo y para 
el medio de la Facultad. Tan atildado en el vestir, como en el gesto 
y la palabra, se había formado en la Facultad de Medicina de 
Montpelliery había adquirido, con una robusta ciencia médica, el 
culto de las Humanidades, secular en esa Facultad. Traía al país el 
espíritu de orden, la noción de jerarquía, el deseo de superación y 
todo eso chocó contra costumbres inveteradas, contra un bohemis- 
mo que se creía inseparable de la condición de estudiante. 

Merece especial señalamiento, algunas características de José 
Máximo Carafí: 


Su severidad — que todos llamaban injusticia — era el expo¬ 
nente de su mentalidad de hombre deseoso de desempeñar una fun¬ 
ción, no de ocupar un puesto. Su Decanato fue un período de lucha 
cruenta contra los estudiantes, que no le perdonaban ni siquiera la 

5 Los orígenes de la Facultad de Medicina. En: Anales de la Facilitadde Medicina, Tomo 
XXI - Año 1936, Nros. 1, 2 y 3; http://www.smu.org.uy/dpmc/hmed/historia/arti- 
culos/origenes_fmed.pdf (Consultada el 2.02.2013) 

6 Turenne, había sido Decano, Profesor de Obstetricia, fundador del Club Médico y 
del Sindicato Médico del Uruguay en 1920 y el precursor de la Obstetricia Social Cf. 
Pou Ferrari, R. Su formación postgraduada en París y el hecho de ser hijo de padre 
francés, brinda a su testimonio un matiz especial. A la distancia se valoran mejor las 
trayectorias. Por eso en esta nueva mención, que con catorce años de distancia separa 
del homenaje de 1921, se reiteran y profundizan conceptos que señalan la justicia 
necesaria para corregir un olvido histórico a reparar. 


XVII 



• Proemio • 


manera seca, pero culta, con que formulaba sus observaciones. Fue 
un gran Decano, y porque quiso serlo en su época, cayó arrollado 
por la injusta oposición de los estudiantes de entonces. ¡Cuántas ve¬ 
ces he oído, años después, apreciarlo mejor por algunos de aquellos 
que le habían preparado una ruidosa despedida, verdadera broma 
de gauchos! Aún le veo abandonar el Decanato entre dos filas de 
estudiantes, sereno, grave, pronto, sin embargo, a la valiente reac¬ 
ción personal, al menor asomo de insolencia. No hubiera sido la 
primera vez que demostrara su contextura moral. Los estudiantes 
vociferaron... después que hubo arrancado el coche que lo alejaba 
del cargo, que había honrado con su acción. ¡Anónima cobardía de 
las muchedumbres! 

Alzado sobre el pavés por los estudiantes, cuya simpatía se 
había captado desde los tiempos de la Sociedad Universitaria y a 
cuya mentalidad se acercaba más que Carafí, Elias Regules ocupó 
el Decanato desde 1889 hasta 1898, después de un breve e incoloro 
Decanato del Dr. Visca, epicúreo, amable y “nonchalant”, que no 
dio a sus funciones lo que podía esperarse de su talento indiscutible. 
Desde poco antes del Decanato de Regules, las Cátedras se multi¬ 
plican, empiezan a asomar los Profesores que culminarán en los al¬ 
bores del siglo XX: Soca, Pouey, Vidal y Fuentes, Morelli, Scoseria, 
Navarro, Arrizabalaga, Etchepare, Ricaldoni, Isola, Cajfera... 

Por iniciativa de Morelli y de Scoseria se obtiene en 1895 
la creación del Instituto de Higiene, el primero de una serie que 
sería completada más tarde y que debieron ser fecundos focos de 
investigación. [...] 

Entre los Decanos de la época, señala Turenne con precisión, 
los que a su juicio fueron los dos más destacados, como reformado¬ 
res de la Facultad de Medicina: Carafí y Scoseria. Ambos con per¬ 
sonalidades, formaciones filosóficas y concepciones diferentes, pero 
unidos por un mismo compromiso con el impulso a una Facultad 
llamada a los mejores destinos. 

En resumen: 

Este libro es producto de una exhaustiva investigación de mu¬ 
chos años realizada por los autores dentro y fuera de fronteras. 
Aportando algunos rasgos de la rica personalidad, médica y do¬ 
cente, con una producción científica excepcional para la época, de 


XVIII 



• Antonio Turnes • 


nuestro primer Decano oriental y el octavo desde la fundación de 
la Facultad de Medicina de Montevideo. Un médico que cambió 
la historia de nuestra educación médica, amplificando con ello la 
jerarquía de nuestra Escuela de Medicina en la región y el mundo 
en las décadas siguientes. Esta prístina figura vivió breve pero inten¬ 
samente, dejando obra de trascendente proyección futura, general¬ 
mente ignorada. 

Profesores y Decanos de la Facultad de Medicina han existi¬ 
do muchos. Algunos de ellos destacan por imprimir su sello con 
cambios trascendentes: planes de estudio, brillantez de su docen¬ 
cia clínica, valor de sus aportes al ordenamiento en el crecimiento 
e incremento de valor de la Facultad como agente cultural; pro¬ 
mover la construcción de edificios y organización de los mismos. 
Otros lo fueron por las soluciones que aportaron para superar los 
grandes desafíos de la organización. Otros aún tuvieron actuaciones 
discretas o fueron producto de circunstancias políticas, figuras de 
transición o transacción. Pero muy escasos fueron los que merecen 
recordarse con unción y reconocimiento por la magnitud de sus 
aportes y la valentía de haber encarado reformas tan fundamentales 
como trascendentes. 

Entre ellos, en un lugar muy destacado, se sitúa José Máximo 
Carafí, nuestro primer Decano oriental. Que en tiempos fermén¬ 
tales supo encauzar con cimientos muy firmes el desarrollo y creci¬ 
miento de la Facultad de Medicina. 

Como ha escrito Nicholas Murray Butler (1862-1947) 7 : “Tan 
solo hay tres grupos de personas: los que hacen que las cosas pasen, los 
que miran las cosas que pasan y los que preguntan qué pasó. ” José 
Máximo Carafí estuvo, sin duda, entre los primeros. 

Esta obra le hace justicia: queda plenamente verificado que él 
fue una figura singular: esclarecido, ilustre, y digno de admiración 
y respeto. 


7 Nicholas Murray Butler fue un filósofo y educador, que se desempeñó como Pre¬ 
sidente de la Columbia University, de Nueva York, entre 1902 y 1945. Recibió el 
Premio Nobel de la Paz en 1931. 


XIX 




Capítulo I 


Introducción 


[Historia es] la técnica de la conversación y la 
amistad con los muertos [...] Sólo es lo que tiene 
que ser cuando consigue entender a un hombre 
de otro tiempo mejor que él mismo se ha enten¬ 
dido [...] pero no se puede lograr esto si no se 
descubren los últimos supuestos desde los cuales el 
antepasado vivió y en que, de puro serle eviden¬ 
tes, no podía reparar. Por tanto, para entenderlo 
como él se entendía, no hay más remedio que 
entenderlo mejor. 

José Ortega y Gasset 1 


C on el presente ensayo proseguimos la serie de trabajos 
previos publicados a lo largo de muchos años por varios 
colegas miembros de la Sociedad Uruguaya de Historia 
de la Medicina, en procura de elaborar una crónica de 
la Medicina nacional a punto de partida de las biografías de sus 
principales figuras. Si bien es ésta sólo una de las formas posibles de 
encararlo, entendemos que con ella se suman evidencias y reflexio- 

1 Ortega y Gasset, J. Veldzquez (1946), Madrid, Espasa Calpe, colección Austral, 
1963:52-53. 


1 



• José Máximo Carafí • 


nes que luego, entretejidas con las provenientes de disciplinas tales 
como la historia general, la sociología, la economía, etc., formarán 
un cuerpo de doctrina, a la vez sólido y actual. 

La biografía es siempre parcial, porta una contradicción en sí 
misma: pintar el retrato de alguien a quien sólo conocemos por 
referencias. Salvo que se disponga versiones directas de tipo auto¬ 
biográfico o epistolar, la imagen del biografiado sufre distorsiones, 
lo que debe tenerse en cuenta a la hora de elaborar o estudiar este 
tipo de trabajos en los cuales hay elementos de distinta fiabilidad. 
Las sentencias fomuladas como verídicas están influidas por la parte 
que el historiador toma en la crónica que narra. En suma, que en 
historia la objetividad es, a menudo, una utopía. 

Nos separa un siglo y cuarto de la muerte de Carafí. La realidad 
ha cambiado radicalmente. Los datos acerca de su persona se han 
ido borrando en la bruma cada vez más espesa del olvido; no dispo¬ 
nemos siquiera de aquellos provenientes de la tradición familiar, ya 
que murió célibe y sin descendencia. Subsisten escasos testimonios 
de circunstancia, muchos de los cuales se citan mutuamente (como 
en un juego de espejos), por lo que más que desentrañar su efigie, 
la deforman todavía más. 

¿Por qué hemos considerado interesante el abordaje de esta 
investigación biográfica? Detrás de Carafí está nada menos que el 
inicio de la nueva Facultad de Medicina (luego del período que po¬ 
dríamos llamar fundacional), institución que ha dado origen, hasta 
el momento, a toda la tradición nacional en la materia. Antes del 
suyo, sólo hubieron esfuerzos desordenados por trasmitir un pro¬ 
grama de magros conocimientos a un menudo grupo de alumnos, 
sin una base científica rigurosa, alejados de la realidad clínica y cu¬ 
yo principal propósito fue otorgar títulos de doctor en Medicina y 
Cirugía, para llenar un vacío del que padecía nuestra Universidad 
durante su primer cuarto de siglo de existencia, y también la cultura 
uruguaya. Podría decirse que Carafí fue el verdadero organizador 
de la enseñanza de la Medicina (con los matices que veremos en el 
curso de la obra), quien, munido del sustento legal necesario (Ley 


2 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 



Orgánica del 14 de julio de 1885), pudo erguirse como auténtico 
Decano, aún cuando contaba apenas con treinta años de edad. 

¿Qué notas hacen de Carafí un elemento de singular impor¬ 
tancia? Tuvo una completa formación profesional gestada en tres 
capitales europeas de primera línea: Barcelona, Montpellier y París. 
Fue el segundo oriental (lo precedió Pedro Visca) en desempeñarse 
como Interne Titulaire des Hópitaux et des Hospices de París, modo 
óptimo de asentar la teoría en el terreno firme de la realidad se¬ 
gún la mentalidad fisioclínica vigente. Fue el primero en elaborar 
y presentar trabajos de investigación médica ante una comunidad 
tan reputada y exigente como era la francesa, aportes que tuvieron 
cierta repercusión internacional. En otras palabras, transplantó a 
Montevideo diversos aspectos del espíritu universitario que había 
abrevado en los medios europeos. 

¿Cuáles fueron los rasgos que hicieron de él una excepción (casi 
una rareza) en nuestro medio en la segunda mitad del siglo XIX? 


3 



• José Máximo Carafí • 


Con la excepción de Ferreira, Vilardebó, Muñoz, Vidal, Méndez 
y Visca entre los orientales y de algunos extranjeros, la que aquí 
actuaba era una comunidad médica heterogénea, deficiente en 
mentalidad sistemática. Eran frecuentes los enfrentamientos de sus 
integrantes a través de la prensa -verdaderas guerras médicas-, las 
rencillas entre grupos según sus nacionalidades, las disputas por el 
liderazgo asistencial y la posición social o política. Carafí fue una 
rara avis por su ya mencionada completa formación europea, por 
no haber desarrollado tarea asistencial hospitalaria ni privada no¬ 
toria que hiciera de él un competidor de sus colegas, habiéndose 
dedicado, preferente aunque no exclusivamente a acciones docentes 
y administrativas; por fin, pero no lo menos importante, porque 
perteneció al grupo de los laicos católicos, una minoría dentro de 
los profesionales e intelectuales uruguayos. 

En consecuencia, son varias las incógnitas a develar con esta 
investigación, entre ellas: 

¿Cuál fue el real aporte de Carafí a la reforma de la educa¬ 
ción médica, más allá de la que jugó dentro del impulso global que 
Alfredo Vásquez Acevedo insufló al conjunto de la Universidad a 
partir de 1884? 

¿Hubo motivos ocultos que motivaron su alejamiento del 
Decanato de la Facultad de Medicina en circunstancias harto hos¬ 
tiles? 

¿Por qué su recuerdo quedó a tal punto opacado que casi no se 
recuerda su nombre? 

¿Qué papel desempeñó desde las distintas jerarquías adminis¬ 
trativas que ocupó? y si fueron importantes, ¿por qué nunca alcanzó 
(ni siquiera como candidato) el Rectorado de la Universidad? 

¿Qué importancia tuvo en la Medicina nacional, aparte del 
Decanato? 

¿Qué jerarquía tuvo su obra científica, que damos a conocer 
por primera vez en este ensayo? 


4 



Capítulo II 


Orígenes familiares 


B ien sabemos que no puede admitirse la herencia de los 
caracteres adquiridos, pero el ámbito familiar del cual al¬ 
guien proviene ciertamente condiciona su mentalidad en 
cuanto a creencias, ambiciones, afinidades y directrices 
vocacionales. Interesa por eso hacer una breve síntesis introductoria 
acerca de la genealogía de Carafí. La misma contriburá a demostrar 
-tal como lo ha señalado uno de nosotros (F.M.G.)- que nues¬ 
tros primeros médicos pertenecieron, casi todos, a familias de cier¬ 
to rango, aunque fueran descendientes, luego de lapsos variables, 
de inmigrantes europeos. El estudio de estos últimos ha mostrado 
que a veces fueron grupos de élite, -como los ha calificado Juan 
A. Oddone, 2 no bien alcanzaba un cierto nivel económico, daban 
prioridad a la educación de sus hijos, a quienes enviaban a Europa 
para adquirir allí los conocimientos y aptitudes que pudieran hacer 
de ellos futuros personajes de relieve. 

José Máximo Carafí y Zás nació en Montevideo el 15 de abril 
de 1853. Era hijo del matrimonio formado por el catalán Ramón 
Carafí y Pey y la oriental Laura Matilde Zás Días, consagrado en la 
Catedral Metropolitana el 23 de febrero de 1852. 3 

La madre, oriunda de Montevideo, era hija de José Encarnación 
Zás y González (Montevideo, 1814- Id., 1879), que se había des- 

2 Oddone, J. A. La emancipación en el río de la Plata, Montevideo, Ed. de la Banda 
oriental, 1966. 

3 Ver Partida de Nacimiento en Anexo Documental N°1. 


5 



• José Máximo Carafí • 


empeñado como Oficial Mayor, secretario de la Comisión de 
Caridad, Diputado, Alcalde Ordinario de Montevideo y miembro 
de la Asamblea de Notables (durante el Sitio Grande). En 1836 ha¬ 
bía casado con Manuela Guiomar Días Noble (o Nobre), oriunda 
de Cerro Largo e hija del portugués Joaquín Ignacio Días y de la 
oriental Isabel María Noble (o Nobre). José Encarnación era hijo, a 
su vez, de José Encarnación de Zás y Pérez (Montevideo, 1797-Id., 
1866), único oriental de los siete hijos (los demás eran españoles) de 
Buenaventura de Zás y Carbia (£ Montevideo, 1837), oriundo de 
Vedra (La Coruña, España), llegado a esta capital en 1794 tras ser 
convocado por su padre, Gabriel de Zás y de Villa, de igual proce¬ 
dencia, establecido en Montevideo con anterioridad a 1782 y donde 
falleció en 1806. Este último era casado con Benita Pérez, también 
nacida en Vedra 4 y alcanzó una holgada posición económica. 

El padre, Ramón Carafí y Pey era natural de Barcelona, hijo de 
Gaspar Carafí Tórrelas (hijo de José Carafí Tarrida y de Francisca 
Tórrelas Madrides) y de la también catalana Antonia Pey Escriú (hija 
de José Pey Plá y Margarita Escriú Torradelas). Emigró a Montevideo 
en 1842, por invitación de sus tíos, ambos solteros, los comerciantes 
José y Ramón Carafí Tórrelas, quienes vivieron primero en Buenos 
Aires, pero que figuran asentados ya en Montevideo en el censo de 
1823. 5 6 7 8 9 El recién llegado formó parte del Ejército Nacional: el 18 
de julio de 1844 (durante la Guerra y el Sitio Grande) fue ascen¬ 
dido de Ayudante 2 o a Teniente 1 ° de la Compañía de Volteadores. 
6 Más tarde fundó en Montevideo un Instituto hidro-aéreo-terápico, 
en la calle Cerrito entre Maciel y Pérez Castellano (distante una 
cuadra y media del Hospital de Caridad). Dicho centro se asoció 
posteriormente al Instituto Dosimétrico de París. 7 8 9 Esa modalidad 


4 Goldaracena, R. El libro de los Linajes, Montevideo, 2: 277-286 y Basso Hansen, 
Lucía En respuesta a Felicia Elilaria, Montevideo, 1992. 

5 Censo de Montevideo del año 1823, Tesis de la Facultad de Humanidades, 2010. 

6 Estado Mayor General del Ejército. Sección “Historia y Archivo”. Historia del Ejérci¬ 
to Nacional, Boletín Histórico, Mayo-agosto, 1952, n° 54-55: 147. 

7 Brazeiro Diez, H. Historia de la Hidroterapia en el Uruguay , S.S.U.H.M, 1980; 2: 40. 

8 Burggraeve, A. Livre d’or de la Médecine Dosimétrique, Paris, Ed. á l’Institut dosimé- 
trique, 1886: figura una adhesión de Ramón Carafí y una carta de Francisco Antoni- 
no Vidal. 

9 En 1888, el empresario y abogado español Emilio Reus (1848-1891) comenzó la 
construcción de un edificio, actualmente sede del Museo de Arte Precolombino e 
Indígena, sito en 25 de mayo 279, con la finalidad de albergar un establecimiento 


6 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


terapéutica se había puesto muy en boga en Europa durante el si¬ 
glo XIX. Quienes la practicaban no eran por lo general médicos 
sino que actuaban en vinculación con estos profesionales quienes 
los proveían de enfermos. En algunos casos los responsables practi¬ 
caban también la homeopatía, de la que había brotado la medicina 
dosimétrica en el siglo XIX. El principal representante de ésta úl¬ 
tima doctrina fue el belga Adolphe Burggraeve (1806-1901), que 
la difundió a través de institutos, conferencias y revistas. Tenía por 
principio utilizar los simples en pequeñas dosis repetidas (general¬ 
mente como gránulos). Entre los montevideanos que adoptaron la 
homeopatía -exclusiva o conjuntamente con la alopatía- estaban 
Florentino Ortega (graduado de Médico en París en 1876), Víctor 
Rappaz (de nacionalidad suiza) y Ramón Valdez García, el único 
catedrático de Homeopatía en la Facultad, designado en febrero de 
1882, que no ejerció su docencia más que por espacio de algunas 
clases a causa de los desórdenes protagonizados por los alumnos, 10 
hasta que finalmente la cátedra fue suprimida. 11 Otra figura contro¬ 
vertida pero de gran notoriedad fue Monseñor Santiago Estrázulas 
y Lamas, quien aparte de presbítero, político y masón, practicó la 
homeopatía, razón por la que fue acusado de ejercicio ilegal de la 
Medicina. Ramón Carafí, sin duda un médico frustrado, publicó 
en Buenos Aires un artículo (que más tarde reeditó en Montevideo) 
acerca de la absorción cutánea . 12 Dicho trabajo pone en evidencia el 
nivel de preparación del autor, que fue un estudioso autodidacta; al 
mismo tiempo, su lectura resulta interesante porque versa sobre un 
tema de real interés fisiológico y terapéutico. 


médico hidro-termo-terápico. Fue proyectado por los arquitectos-ingenieros alema¬ 
nes Parcus y Siegerist, contando con una gran piscina de aguas calientes, biblioteca, 
salón de fumar y restorante, entre otras comodidades. Quedó casi concluido en 1893, 
pero nunca llegó a inaugurarse debido a la crisis financiera del 90. 

10 Turenne, A. Historia de la Facultad de Medicina de Montevideo. Vida, pasión y 
muerte de la cátedra de homeopatía. Arch UrugMed CirEsp, 1946, 28 (1-2): 425-455 
y 576-597. 

11 Buño, W. La cátedra de Homeopatía de la Facultad de Medicina, Noticias, SMU 
1975; 116-117: 4y 118-119: 6. 

12 Carafí, Ramón. La absorción cutánea. Rev Med Quir Buenos Aires, 1875; 12: 276- 
283. 


7 



• José Máximo Carafí • 


ABSORCION CUTANEA 


EL D*. RAMOS CARAri 

mima ai muiuntOTo nMft*UK*-nurK# w 

Í4 Amom U mí «• w t4*b 4# i«»Uwu* 

na Jiitlwiu m «4 tfui <1* L* hMto*. A* w4a* **■» ****' 
IÍM iwMtttkl* (anlfvliflAt \*t tMf>A itM. Muhl**)* M ***** 
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rtflfill A» !«Mt<aCaM, M U* i ¡*r»!•< q«r ** H** «* , *A* 

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itirMf U Wi o i-.s i' • 4e f t nm turki». »»j*k»»i* 


En 1892, junto con Joaquín Canabal, redactó un Manual de 
Termometría Médica, 13 destinado a la divulgación. 

Los hijos del matrimonio Carafí-Zás fueron: Arcadio (casado 
con Concepción Areta Platero), José Máximo (soltero), Arturo (sol¬ 
tero), Ramón (casado con Sara Arredondo Areoso), Consuelo (ca¬ 
sada con Juan F. Furtado) y Laura (casada con Juan Miguel Castells 
Montestruch). Las vinculaciones con otros linajes uruguayos, tanto 
por los antepasados Zás como por los descendientes del matrimo¬ 
nio, fueron numerosas. 14 


13 Carafí, R. y Canabal, J. Manual de Termometría médica o guía para las familias en la 
asistencia de los enfermos febriles, Montevideo, 1882. 

14 La esposa de Gabriel de Zás y González era sobrina de Juana Grandal, esposa de 
Antonio Lenguas; Manuela Guiomar Días era hermana de Juana, esposa de Fran¬ 
cisco Araúcho (1794-1863); Laura Matilde Zás era cuñada de Gustavo Jacobsen (el 
sueco cuyo sonado sepelio determinó la secularización de los cementerios durante 
el gobierno de Bernardo P. Berro), de Salvador Ramos (uno de los fundadores de la 
Asociación Rural), de José Alvarez de Navía y Durán de la Calle (emparentado con 
los Tomkinson-Navía, uno de ellos casado con una Lafone Quevedo) y de Marceli¬ 
na Martínez Durán (de quien descienden los Zás-Penino, Zás-Allende, Zás-Thode, 
Larravide-Zás, Zás-Paz, Hughes-Zás, etc.). 




■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 



Laura Carafí Zás de Castells 


9 



Capítulo III 


Infancia y juventud 


Primera intervención médica del joven Carafí como 

PRACTICANTE DURANTE LA REVOLUCIÓN DE LAS LANZAS 


P or lo que acabamos de reseñar, es de suponer que las dos 
ramas familiares estuvieron relacionadas al gobierno de la 
Defensa y al Partido Colorado. 15 Sin embargo, no existen 
documentos que permitan asegurar la adhesión de nuestro 
biografiado a dicha ideología política, dentro de la cual surgieron 
y desaparecieron, en el curso de pocos años, varias tendencias, por 
lo que no es fácil seguir los complicados meandros de su evolución 
histórica ni la de sus participantes. Los Carafí-Zás formaban parte 
del incipiente patriciado uruguayo, ya que si bien el padre era inmi¬ 
grante catalán, su familia, lo mismo que la de su esposa, integraron 
el grupo más notorio de nuestra población, tanto económica como 
culturalmente, desde tiempos previos a la independencia. 


15 Caso similar fue el de Francisco Bauzá (1849-1899), coetáneo e ideológicamente muy 
próximo a José Máximo, nacido durante el Sitio Grande, de familia también colorada 
y católica y que, años después, se incorporó al laicado militante de esta confesión. 


11 



• José Máximo Carafí • 


Dice el médico historiador de la Medicina Walter Piaggio 
Garzón: 

Carafí se educó en un hogar de heredado señorío, vaciado en 
el molde antiguo y creció bajo la disciplina austera de sus padres en 
un ambiente cristiano. Poco es lo que podríamos aportar sobre sus 
años jóvenes a no ser, la preferencia por los estudios bio-filosóficos 
y de humanidades . 16 

Recibió su formación primaria y secundaria en el Colegio de los 
Padres Escolapios, fundado en Montevideo en 1836 por el Presbítero 
Pedro Giralt (Cataluña, 1799- Montevideo, 1879), quien había 
integrado a esa empresa pedagógica a sus colegas Francisco Mata, 
Santiago Llobeteras y Antonio Masramón, todos ellos catalanes. 
Este centro de enseñanza alcanzó gran prestigio y en él se educaron 
los hijos de las principales familias uruguayas. Giralt tuvo una larga 
trayectoria docente e ideológica. Fue profesor de latín y adjunto de 
teología en la Universidad Mayor, más tarde se aproximó al positi¬ 
vismo, participando de la fundación del Club Universitario (1868) 
y del Ateneo del Uruguay (1877); finalmente dejó el sacerdocio y se 
afilió a la masonería. No perteneció Carafí a ninguna de las insti¬ 
tuciones que acabamos de mencionar, ni tampoco se involucró -al 
menos durante su juventud- en las encendidas discusiones entre 
espiritualistas, católicos y positivistas, iniciadas hacia 1870 y que 
duraron por espacio de casi dos décadas. 17 

José Máximo finalizó el primer año de bachillerado en agosto de 
1869. 18 Desconocemos por qué no lo completó en Montevideo, ha¬ 
ciendo un paréntesis de más de un semestre previo a su viaje. Sintió 
una precoz inclinación por la medicina y fue así que 1870, con 17 
años, formó parte en calidad de practicante del grupo médico que 
respaldaba al Ejército gubernista, en ocasión del levantamiento ar- 

16 Piaggio Garzón, W. Nuestra Facultad de Medicina en su primera época. Los ini¬ 
ciadores. Evocación de la gran figura médica del Profesor Carafí, El Día Med Urug, 
1946; 159: 467, 469, 487, 489-492. En: S. Burgués Roca y J. Gil Pérez (eds): Walter 
Piaggio Garzón (1889-1954). Pediatra, docente universitario y escritor. Ses. Soc Urug 
Hist Med 1989; 11: 1-86. 

17 Ardao, Arturo. Esplritualismo y positivismo en el Uruguay, Montevideo, Asoc Est De¬ 
recho ed, 1950. 

18 Ver: Certificado del 6.IX.869, que figura en la ficha de inscripción en la Facultad de 
Medicina de París; Capítulo VII y Anexo Documental N° 4. 


12 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


mado del General Timoteo Aparicio (1814-1882) contra el gobier¬ 
no constitucional de su colega el Presidente General Lorenzo Batlle 
y Grau (1810-1887), iniciado en marzo de 1870. Esta contienda 
duró hasta 1872 (para entonces Carafí hacía más de un año que 
estaba en Europa). Es conocida como la Revolución de las Lanzas , 
ya que fue el último enfrentamiento armado al estilo de los que ha¬ 
bían tenido lugar durante la patria vieja , antes que se introdujeran 
los rifles Remington o similares. Si bien no existía una Sanidad del 
Ejército, el Cirujano Mayor, Germán Segura Villademoros (1839- 
1901), designado como tal el año anterior cuando recién retornaba 
de Buenos Aires con el título obtenido en la Facultad de Medicina 
de dicha ciudad, sólo hizo espaciadas salidas a campaña como par¬ 
te de la escolta presidencial, siendo reemplazado en oportunidades 
por el doctor Eusebio Gerona. 19 20 En alguna de esas expediciones, 
así como en las salas del Hospital de Caridad, asistiría Carafí a los 
heridos y ayudaría a los cirujanos cuando efectuaban curaciones, 
amputaciones, etc. 


19 Eusebio Gerona y Boy actuó luego como Médico de Policía en Salto, sucediendo 
a Apollon de Mirbeck y más tarde en Maldonado, departamento en el cual la to¬ 
ponimia recuerda su nombre: Paso Gerona. Había nacido en Mallorca, estudió en 
Barcelona y Madrid, revalidando su título ante el Consejo de Higiene Pública el 22 de 
febrero de 1853 (Fernando Mañé Garzón: Apollon de Mirbeck [1808-1891]), 

20 El Ejército revolucionario tuvo como Cirujano al Doctor Pedro Capdehourat (1803- 
1880). 


13 




Capítulo IV 


Viaje a Barcelona y 

CULMINACIÓN DEL BACHILLERATO 

E n febrero de 1871, Carafí partió rumbo a la Ciudad Condal 
para proseguir sus estudios. Su contemporáneo y amigo, 
Joaquín de Salterain (1856-1926) había emprendido viaje 
el año anterior con el mismo destino y propósito, pero 
pronto debió regresar por motivos de salud. También en 1871, re¬ 
tornaba al Uruguay Pedro Visca (1840-1912), procedente de París, 
donde había obtenido el doctorado en Medicina y Cirugía. 21 

Auspiciando ese viaje, los padres de Carafí pretendían ofrecerle 
la garantía de una buena formación académica, en premio a su pre¬ 
cocidad y diligencia, al par que evitarle riesgos -que de hecho ya ha¬ 
bía corrido-, a consecuencia de la inestable situación socio política 
que vivía nuestro país. La misma trayectoria que ahora emprendía 
Carafí la había recorrido, medio siglo antes, Teodoro M. Vilardebó 
(1803-1857), 22 también hijo de un catalán. Con destino similar 
irían posteriormente otros jóvenes retoños de inmigrantes de buena 
posición. Podemos conjeturar que el padre de José Máximo con- 

21 Mañé Garzón, F. Pedro Visca. Fundador de la Clínica médica en el Uruguay , Montevi¬ 
deo, 1983. 

22 Mañé Garzón, F. Teodoro M. Vilardebó. Primer médico uruguayo. Montevideo, Acad 
Nac Med, 1989. 


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• José Máximo Carafí • 


servara vinculaciones familiares y de amistad en Barcelona, las que 
habrán brindado acogida al joven estudiante. 

Luego del derrocamiento de la reina Isabel II (1833-1904) en 
1868 se convocaron las Cortes constituyentes , reunidas a partir del 
15 de enero del año siguiente. El texto Constitucional por éstas 
elaborado es tenido por muchos historiadores como la primera 
Constitución democrática del Reino de España que consagraba el su¬ 
fragio universal, el derecho de reunión, la libertad de imprenta y de 
culto, al tiempo que proclamaba la soberanía nacional, indicando 
que todos los poderes del Estado surgían de la Nación española, cu¬ 
ya forma de gobierno sería la monarquía parlamentaria , dando un 
gran papel a las Cortes, auténticas representantes del pueblo. Esta 
Ley fundamental estuvo en vigencia hasta 1876. 

Se iniciaba así el conocido como sexenio liberal , período en que 
florecieron, impulsadas por dicha ideología, ciencias y artes, lo que 
dio lugar a la fundación de Academias, Escuelas y Facultades de 
diferente jerarquía. Amadeo I de Saboya (1845-1890), apodado el 
Rey Caballero , ocupó el trono de España en enero 1871 por elección 
parlamentaria, del que fue depuesto en febrero 1873. Entretanto, en 
1872 estallaba la tercera guerra carlista que se prolongó hasta 1876, a 
raíz de la cual ocurrieron enfrentamientos con participación de mi¬ 
litares, trabajadores, intelectuales y estudiantes, a los que Barcelona 
no fue ajena. En febrero de 1873 se instauró la Primera República 
Española , que perduró hasta el golpe de Estado del General Manuel 
Pavía (1827-1895), perpetrado el 3 de enero de 1874 y que con¬ 
dujo a la restauración borbónica con el ascenso al trono de Alfonso 
XII (1857-1885). La usurpación del poder por la fuerza fue seguida 
de una feroz persecución, razón por la cual los más comprometidos 
de los republicanos debieron emigrar a América. Fue así que desem¬ 
barcaron en Uruguay algunos de notoria jerarquía intelectual, co¬ 
mo fue el caso del médico catalán Dr. Francisco Suñer y Capdevila 
(1842-1916), que en 1876 sería el primer Decano y Profesor de 
Fisiología de la Facultad de Medicina de Montevideo. 23 


23 También arribaron al Uruguay en esas condiciones, el bisabuelo de R.P.F., don Juan 
Pou y Cardoner, Licenciado en Letras en Gerona y su hermano José, Licenciado en 


16 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


Esta circunstancia harto difícil que se vivía en España pudo 
haber sido una de las razones para que Carafí decidiera proseguir 
sus estudios en Montpellier, sin perjuicio que también lo atrajera el 
gran prestigio de las instituciones de enseñanza médica francesas. 

El Instituto de Segunda Enseñanza de Barcelona donde Carafí 
cursó el fin de su Bachillerato (conocido como Instituto Jaime 
Balmes ) fue fundado en 1845 bajo la égida de la Iglesia Católica. 
Como sucedió en casi todas las provincias españolas, los primeros 
de tales colegios fueron naciendo, en el período entre 1836 y 1857, 
sobre la base de escuelas o seminarios preexistentes, mucho más an¬ 
tiguos. En ese último año se promulgó la llamada Ley Moyano , que 
sentó las bases administrativas de dichos centros de educación. 

Para tener una idea de la importancia del Instituto Balmes, con¬ 
signamos que el número de sus alumnos superaba los 350 y que 
prestigiosos intelectuales integraban su elenco profesoral. 

Como se aprecia en el texto que inmediatamente comentaremos, 
el Bachillerato constaba de dos años, de los que Carafí cursó sólo el 
último. De acuerdo al programa vigente, no había diferencia según 
la orientación del estudiante en caso de ingresar a la Universidad. 
Incluía tanto humanidades (latinidad, poética y retórica, psicología, 
lógica y ética, historia universal y española, idioma francés) como 
ciencias (matemáticas, ciencias naturales, geografía, fisiología e hi¬ 
giene), con un franco predominio de las primeras. No se enseñaba 
religión, a consecuencia del liberalismo imperante en esa época, que 
fue ganando la mentalidad de la élite intelectual española. 

Vayamos a la versión del periódico barcelonés La Imprenta, del 
3 de octubre de 1871: 

El domingo último [primero de octubre] tuvo lugar el acto 
de inaugurar solemnemente la apertura del curso escolar de 1871 
a 1872 [en el Instituto de Segunda Enseñanza]. Para esta cere¬ 
monia se había habilitado una de las salas del local que ocupa el 
Instituto. [En] la testera se hallaban, además del señor Director, 
los Catedráticos del Instituto, el M. I. señor presidente de esta aca- 


Medicina y Cirugía en la Facultad de Barcelona; ambos se radicaron en Colonia del 
Sacramento. 


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• José Máximo Carafí • 


demia Marcelino Rodríguez-Arango [1817-1902, magistrado 
progresista], el diputado Ensebio Jover [y Marquet, 1839-1919] 
y el alcalde como representante del Ayuntamiento. El nuevo direc¬ 
tor, dando una prueba de la deferencia que le merece la prensa, 
además de haber dirigido una atenta invitación a los periódicos de 
Barcelona, tuvo la galantería de señalar puestos distinguidos a los 
representantes de los diarios de esta capital que asistieron a la cere¬ 
monia. El señor don José Ortega y Espinos [1815-1876, latinista 
y escritor, fue director del Instituto en el período 1871-1875; 
no tenía relación de parentesco con el filósofo José Ortega y 
Gasset] se ocupó en su discurso de la historia de los Institutos de 
Segunda Enseñanza 24 , examinando los diversos criterios que han 
primado en las regiones oficiales para dirigir la misma, y después 
de leer una serie de datos estadísticos de interés para la enseñanza, 
concluyó dando sanos y provechosos consejos a los escolares. Al ter¬ 
minar, una salva de aplausos premió el trabajo del señor Ortega. 

A continuación, da cuenta de la entrega de premios: 

Pasóse luego a la distribución de diplomas a los alumnos que 
ganaron las oposiciones el año anterior, siendo los siguientes: don 
Francisco Senat e Izquierdo y Gustavo Puigy Girau en el primer 
curso de latinidad. En este premio obtuvo accésit don Guillermo 
Lleó y Moy [luego, Oficial de Ingenieros]. En el segundo curso de 
latinidad, don Felipe Fort y don Joaquín Marsillach y Lleonart 
[1853-1885, futuro crítico musical, profundo conocedor de la 
obra de Richard Wagner]; accésit: don Agustín Foniolsy Anglada. 
En retórica y poética, don José Carafí y Zas, don Juan Freixas 
y Abreu, don José Martí y Coll y don Enrique Puigy Villasau; 
en geografía, don Amadeo Aguirre y Hernández, el ya citado don 
José Carafí y Zas, don Luis Martorell, don Juan López y Martí 
y don Guillermo Lleó y Moy; en historia universal, don Joaquín 
Marsillach y Lleonart, don Antonio Martínez y González y don 
Agustín Cantó y Más; en historia de España, don Agustín Cantó y 
Más, don José Senat e Izquierdo, VicenteVizay Martí, don Antonio 
Piñoly Perramón, don José Llorens y Rius; en psicología, lógica y 
ética, don José Carafí y Zas; en matemáticas (primer curso) don 
Eduardo Agustíy Saladrigas, habiendo obtenido accésit don José 


24 Ortega y Espinos, José Discurso inaugural leído el día I o de octubre de 1871 en el Ins¬ 
tituto Provincial de Segunda Enseñanza de Barcelona en el Acto Solemne de la apertura 
del curso académico de 1871-1872, Barcelona, Imp. Tomás Gorchs, 1871. Las negritas 
son nuestras. 


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■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


Domenech; en matemáticas (segundo curso), don Baltasar Pons y 
Pía y accésit don Manuel Sastre y Abricio; en historia natural, don 
José Ors y Rosal [futuro abogado, padre del escritor Eugenio 
d’Ors], don Felipe Margarity Coll [1855-1938, en años poste¬ 
riores Licenciado en Medicina y Cirugía en Barcelona, con des¬ 
tacada actuación como cirujano pediátrico] y don José Carafíy 
Zás; en Jisiologia e higiene, el nombrado don José Carafíy Zds; 
en francés, don Juan Homsy Homs, y el premio extraordinario de 
la sección de letras, don Antonio Navarro y Contreras, no habién¬ 
dose adjudicado el correspondiente a ciencias. El alumno don José 
Carafíy Zás obtuvo cinco distintos premios; al recoger el último 
fue saludado con una salva de aplausos. Luego después se repartió 
entre los asistentes la memoria que se había acabado de leerF 

Carafí culminó así el Bachillerato a comienzos de octubre de 
1871 con notable desempeño, quedando en condiciones reglamen¬ 
tarias de ingresar a la Facultad de Medicina. Lo propio sucedió con 
algunos condiscípulos que llegarían a ser figuras prominentes de la 
vida cultural catalana. Véase que entre ellos no figura Joaquín de 
Salterain, a la sazón en Barcelona, porque seguía sus estudios en los 
Escolapios. 


25 La Imprenta, 1871, Año I, N° 36, martes 3 de octubre de 1871: 809-811. Los nom¬ 
bres en negrita son nuestros. 


19 




Capítulo V 


Estudios de Medicina en la 
Facultad de Barcelona 

A comienzos de 1872, José Máximo inició su carrera en la 
Facultad de Medicina de la Universidad de Barcelona. 
Dos datos interesantes a consignar al respecto: en ese 
año también debuta en los estudios médicos la primera 
mujer que pisó las aulas universitarias en España, Elena Maseras 
(1852-1900), licenciada en 1882 y que se dedicó a la enseñan¬ 
za. También hacía lo propio en la Facultad de Letras, Marcelino 
Menéndez y Pelayo (1856-1912), que permanecería en Barcelona 
por espacio de dos años, a los que más tarde evocó como “ los más 
provechosos de su carrera universitaria”. Otro hecho a tener presente 
es que en 1877 -luego de permanecer cierto tiempo en Buenos 
Aires- ingresó a aquella Facultad el uruguayo Isabelino Bosch (1854- 
1924?), que obtuvo más tarde el doctorado en Madrid, revalidán¬ 
dolo en Montevideo en abril de 1883, donde tuvo notoria actua¬ 
ción como médico militar, miembro del Consejo de Higiene Pública 
y primer profesor de Clínica obstétrica de nuestra Facultad. 26 En 
1878 también ingresaba en la misma Casa de Estudios, Francisco 

26 Previamente a su inscripción en Barcelona, se suscitó un incidente a raíz del no re¬ 
conocimiento de los documentos presentados referentes a los estudios secundarios 
realizados por Bosch en Montevideo, lo que motivó intercambio de notas entre los 
Ministerios de Relaciones Exteriores de los dos países. 


21 



• José Máximo Carafí • 


Soca (1856?-1922), quien luego terminó la carrera en Montevideo 
(1883), para cursarla otra vez íntegramente en París (1884-1888). 
Este último sería, con el paso de los años, profesor de Clínica de 
Niños, catedrático de Clínica Médica, Rector de la Universidad y 
político. 

En 1872 la Universidad de la Ciudad Condal se trasladó a 
su nuevo edificio, especialmente construido al efecto, que el año 
anterior había albergado la Exposición Catalana. Los cursos de la 
Facultad de Medicina se desarrollaban en el antiquísimo Hospital 
de la Santa Cruz y San Pablo. 

Ejercía entonces el Rectorado el Presbítero D. Antonio Bergés 
y el Vice-Rectorado, el médico D. Francisco de Paula Folch. El 
Decanato de Medicina era ocupado por el farmacéutico D. Antonio 
Sánchez Comendador y Pagnucci, actuando D. Fructuoso Plans 
como Secretario. El elenco profesoral estaba integrado por un des¬ 
tacado grupo de profesionales, casi todos pertenecientes a la genera¬ 
ción nacida y formada en la primera mitad del siglo XIX. 27 

El número de estudiantes de Medicina durante los años que 
nos ocupan eran los que se indican a continuación: 

1870- 1871: 1039 

1871- 1872: 1243 

1872- 1873: 1284 28 

Como puede apreciarse, la Universidad de Barcelona era una 
institución de gran importancia, en la que los aspirantes a médicos 
prevalecían netamente sobre los de otras carreras. Sin embargo, allí 
sólo se concedía el título de Licenciado en Medicina y Cirugía; 
el Doctorado únicamente podía obtenerse en Madrid luego de se¬ 
guir ciertos cursos, rendir los exámenes respectivos y defender una 
Tesis. 


27 Ver Anexo Documental N° 2. 

28 Siguán, Miguel. Textos y Documentos. La Universidad de Barcelona, Barcelona, 1872 


22 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 



En Anatomía (primer curso) Carafí fue alumno de José 
de Letamendi y Manjarrés (Barcelona, 1828- Madrid, 1898), 
quien, luego de desempeñarse como catedrático de esa materia 
en Barcelona durante veintiún años (desde 1857 a 1878), pasó a 
serlo de Patología Médica en Madrid, donde llegó a Decano. Nos 
explayarermos sobre la personalidad de Letamendi, tan rica como 
controvertida. Habiendo estudiado filosofía con Francisco Javier 
Llorens i Barba (1820-1872), Letamendi se hizo médico y cirujano 
con destacada práctica y decidida y valiente participación en opor¬ 
tunidad de epidemias. En 1866 pronunció la oración inaugural del 
Instituto Médico (especie de centro libre de estudios médicos), fun¬ 
dado por su amigo, el positivista e iniciador de la psiquiatría espa¬ 
ñola, José Giné y Partagás (1836-1903); en esa oportunidad sentó 
una concepción antropológica propia, el dualismo real. A partir de 
entonces, se fue planteando un antagonismo entre tal ideología y 
el evolucionismo defendido por el Decano matritense Pedro Mata 
(1811-1877). Fallecido éste, Letamendi se presentó al concurso de 
Patología Médica en la Capital del Reino, para lo cual publicó un 
Plan de reforma de la Patología general y su Clínica. Tuvo entonces 
profundas diferencias filosóficas con varios colegas, a causa de su 


23 


• José Máximo Carafí • 


conservadurismo. 29 Aparte “de cirujano y, como vimos, filósofo, fue 
organizador de la enseñanza y artista: en literatura cultivó el género 
de los que le hacían sentir y pensar; en música, Wagner y Motzart le 
cautivaban; en medicina, Hipócrates y él. ” 30 En su Canon perpetuo de 
la práctica médica, para uso de estudiantes y aún de médicos jóvenes, 
agregó un apéndice con 830 aforismos cuya originalidad y vera¬ 
cidad son para tener muy en cuenta aún hoy en día. No escapó a 
su gran ingenio la redacción de los Elementos de lexicología griega, 
con aplicaciones al vocabulario técnico médico (1881). También 
fue Senador del Reino, situación desde la que produjo numerosos 
proyectos vinculados con la medicina legal, aspectos sociales de su 
profesión, etc. Cabe agregar su producción como compositor mu¬ 
sical, autor de doce obras, incluyendo una Misa de Réquiem, de 
1887. “ También se hizo admirar como pintor [con prodigiosa faci¬ 
lidad dibujaba los órganos y representaba los diversos tejidos utili¬ 
zando lápices de distintos colores], pero no paraban aquí sus aptitu¬ 
des pictóricas, sino que ejecutó también cuadros al óleo sobre asuntos 
de Anatomía, que figuraron dignamente en la Exposición Universal 
de París de 1867, siendo elogiados por cirujanos tan eminentes como 
los Dres. Nélaton y Tardieu [... ] Estos excelentes cuadros figuran hoy 
en el Museo Anatómico de la Universidad de Barcelona [...] Pintó, 
además, un gran lienzo de 24 metros cuadrados, explicativo de sus con¬ 
ferencias acerca del Origen de la escritura [...] que cedió luego a los PP. 
Agustinos del EscorialC 31 

Importa señalar también que Carafí fue alumno del catedrᬠ
tico de Anatomía II, Carlos de Silóniz Ortiz (Cádiz, 1818-Barce- 
lona, 1898), gravitante figura de la Medicina española. Luego de 
graduarse en su ciudad natal, hizo varias pasantías en París entre 
1840 y 1843, fecha ésta última en que se trasladó definitivamente 
a Barcelona. Precozmente, en 1857, publicó un libro titulado Del 
Microscopio en su Aplicación Diagnóstica, por lo que puede ser con¬ 
siderado como el precursor en su país de la teoría celular, que re- 

29 Cardoner Planas, A. Algo más acerca de Letamendi. An Med Cir, 1969; 49 (215): 
381-387. 

30 Serra y Bennasar, G. bosquejo Biográfico. En: José de Letamendi: Prolegómenos , Ma¬ 
drid, 1897: 12. 

31 Ibídem: 52-53. 


24 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


cién surgiría con la publicación de la Cellularpathologie de Rudolph 
Virchow (1821-1902), cuya primera edición alemana apareció en 
1858. Entre 1857 y 1862, Silóniz visitó varias veces los centros mé¬ 
dicos de París y Londres. De especial significación es su Tratado de 
Anatomía , que recoge las lecciones correspondientes a los cursos de 
1868-1869 y 1869-1870, al que incorpora la embriología y la ana¬ 
tomía comparada. 32 Es probable que este libro haya servido como 
texto de estudio a nuestro biografiado, aunque también recurriría 
al de Philibert-Constant Sappey (1810-1896), 33 que nos consta que 
empleaba como guía para el dictado de sus cursos en Montevideo. 

Es posible que Silóniz despertara en Carafí la admiración por la 
Medicina francesa y lo alentara en su proyecto de proseguir los es¬ 
tudios al norte de los Pirineos. No cabe duda que recibió de él una 
buena formación anatómica, con un cariz embriológico, histológi¬ 
co y fisiológico. Este último encare ha sido recordado por algunos 
de quienes fueron alumnos de Carafí como uno de los rasgos de su 
enseñanza, de la cual no han quedado apuntes ni publicaciones. 


32 Silóniz Ortíz, C. Primer Curso de Anatomía Descriptiva y General o Tratado de Anato¬ 
mía. Esquelotología, Miología, Esplacnología, Barcelona, Imp. del Diario de Barcelona. 
Lecciones dadas en el año escolar 1868-1869, Barcelona, Imp del Diario de Barcelona, 
1870 y Segundo curso de Anatomía Descriptiva y General. Angiología, estesiología. Em¬ 
briología, Anatomía General. Lecciones dadas en el año escolar de 1869 a 1870, Barce¬ 
lona, Imp. del Diario de Barcelona, 1874 (2 a Ed.). 

33 35 Sappey, Philibert-Constant: Traité d’anatomie descriptive. Paris, A. Delahaye éd, 
1867-1873, 4 vols. 


25 




Capítulo VI 


Continuación de los estudios 

MÉDICOS EN MoNTPELLIER 

Ayudante de Anatomía y de 
Medicina operatoria 


E n noviembre de 1873, Carafí se matriculó en la Facultad 
de Medicina de Montpellier, con los documentos de revᬠ
lida autorizados por el consulado en Marsella. Rindió el 
primer examen en dicha Facultad el 13 de noviembre de 
1873 y el último, antes de trasladarse a París, el 28 de julio de 1874. 
Permaneció en Montpellier por espacio de dos semestres. 

Dichos datos constan en el expediente académico de esa 
ciudad: 34 


Noms des Eleves, lieu de leur naissance et domicile de leurs 
parents: Carafí, Joseph Máxime, né a Montevideo, Uruguay, 
le 13 avril 1853, S/pére: Directeur d’un Etablis.H Titre d’ad- 

mission: Certification d’origine . detix Diplomes frangais 

délivrés a Marseille le 6-9-1873.// Renseignement sur les ins- 
criptions: Huit inscriptions alloués par decisión Mar[ sei] lie 
du 13 novembre 1873prises le2\ [ilegible] ...9: nov[cm}bre 

34 Ver Anexo Documental N° 3. 


27 




• José Máximo Carafí • 


1873, 10: janvier 1874, 11: avril 1874, 12: juillet 1874. 
Délivré un certificat le 16-8-1874/ Examens de fin d’année: 
1, 2: dispenses par décision Mlle. du 13 juillet 1873. 3:28 
Juillet 1874. Bien Satisfais[ant /. 35 

Se desempeñó, como lo consigna en la lista de títulos que apa¬ 
recen al pie de su nombre en la tesis de París, primero como Eléve de 
l’Ecole Pratique de Dissection y luego, en 1874 y por concurso, como 
Eléve de Médecine opératoire, etapa inicial -como en nuestro medio- 
de la carrera docente. 36 Si bien las cátedras tenían diferentes profe¬ 
sores, tanto anatomía normal (descriptiva y topográfica), anatomía 
patológica, medicina operatoria e histología se enseñaban todas en 
el ámbito de la Eco le Pratique. La penúltima de las ellas fue una dis¬ 
ciplina con larga tradición en Francia, de cuyos Colléges de chirurgie 
surgieron los primeros y notables cirujanos, casi todos con notoria 
actuación en el campo de batalla. Con las reformas introducidas lue¬ 
go de la Revolución, Medicina y Cirugía quedaron definitivamente 
fusionadas, hecho de singular importancia en su evolución futura. 

Carafí se inició, en consecuencia, en la materia que sería la suya 
en Montevideo, según la modalidad de la docencia junto al cadáver, 
en cierto modo paralela a la enseñanza al pie de la cama del enfermo. 

La cátedra de Anatomía estaba a cargo del cirujano Justin 
Benoit (1813-1893) a partir de 1850. La de Medicina operato¬ 
ria fue profesada, con posterioridad a 1869, por Etienne-Frédéric 
Buisson (1813-1884), quien alcanzó el Decanato de la Facultad en 
1878, jerarquía en la que desarrolló una memorable gestión. 

El período comprendido entre 1800 y 1927 -que incluye la 
corta actuación montpelleriana de Carafí- ha sido catalogado de 
glorioso por los historiadores de la Anatomía en dicha Facultad. La 
enseñanza de la misma se remontaba a 1340 con Guy de Chauliac 
(1300-1368); tenía, por consiguiente, una tradición varias veces se¬ 
cular. La creación de la Cátedra de Anatomía y del Conservatorio de 
Anatomía en 1794 coincidió con el establecimiento del Prosectorado 

35 Université Montpellier 1- Archives de l’UFR de Médecine de Montpellier. Répertoire 
des inscripts, 1869-1884. Lo destacado en negrita está manuscrito en el certificado. 

36 El disector existió en Montevideo desde el inicio de la cátedra de Anatomía (1876), 
quizás por el influjo montpelleriano ejercido por Jurkowski. 


28 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


(1794-1902), a lo que en 1811 se sumó la inauguración de la Eco le 
Pratique d’Anatomie et de Chirurgie. En un proceso casi simultáneo 
con el que tuvo lugar en París, ese año se iniciaron los Ayudantes 
de Anatomía, cuya función recién fue reglamentada en 1854. La 
Anatomía se independizó de la Cirugía en 1824. 37 Las condiciones 
edilicias en que se realizaban los estudios prácticos fueron preca¬ 
rias hasta 1868. Las disecciones tenían lugar en la sacristía de la 
Catedral, que comunicaba con la galería del claustro vecino, utiliza¬ 
da por los estudiantes para realizar los ejercicios cadavéricos. A par¬ 
tir de esa fecha, el departamento de Ciencias Morfológicas se amplió 
hacia terrenos vecinos, lo que permitió incrementar de 30 a 150 el 
número de alumnos. La decisiva intervención de la Municipalidad 
hizo posible, durante el año escolar 1871-1872, edificar un nuevo 
pabellón anatómico “ con 12 mesas, unas de mármol, otras de cedro re¬ 
cubiertas de cobre', acondicionadas de modo que los “fluidosfueran 
eliminados por cañerías de plomo ” y con un espacio de separación 
entre ellas suficiente como para que los alumnos trabajaran con co¬ 
modidad. Durante dicho período, no sólo actuaron e investigaron 
allí anatomistas puros sino también cirujanos como Joseph-Casimir 
Grynfelt (1840-1913), Pierre-Michel Jacquemet (1824-1897), 
Paul-Dieudonné-Armand Sabatier (1834-1910) y Amédée Courty. 

Hemos localizado a Carafí en Montpellier en abril de 1874 
cumpliendo funciones de alumno de la Clínica de Amédée Courty 
(1819-1886), famoso cirujano y protoginecólogo, autor de un tra¬ 
tado sobre enfermedades del útero y sus anexos 38 y precursor en 
Lrancia en el empleo del método antiséptico, al igual que de la 
laparotomía ( ovariotomía ), ambas técnicas aprendidas como con¬ 
secuencia de su precoz y prolongada vinculación con los cirujanos 
ingleses. Dice Félix-Anatole Le Double (1843-1913) 39 en su Tesis 

37 Bonnel, Fran^ois. L’Anatomie a Montpellier: un enseignement prestigieux. De la dis- 
section a l’anatomie virtuelle. www.tomolis.com/anatomie/anatomiedissection.php 
(Consultado el 23.1.2013). 

38 Courty, A. Traitépratique des maladies de l’utérus et de ses annexes contenant un appen- 
dice sur les maladies du vagin et de la vulve, París, P. Asselin éd, 1866. 

39 Fue externo (1871) e interno (1873) en Tours, doctorándose en París con esta Tesis 
en 1876. Ese mismo año se trasladó como cirujano al hospital de Tours, donde actuó 
hasta 1885, en que, nombrado profesor de Anatomía, se dedicó a la enseñanza e 
investigación en esta materia. Es autor de una biografía de Rabelais (1899). También 


29 



• José Máximo Carafí • 


parisina de 1876, refiriéndose al procedimiento de Courty para el 
cierre quirúrgico o kleisis (del griego kLsigsk;, cerrado) de los geni¬ 
tales externos femeninos en casos de fístulas urinarias: 

Debemos el conocimiento de este procedimiento a una obser¬ 
vación que M. Carafí, antiguo alumno del Sr. Courty, hoy externo 
en nuestro servicio [se refiere al de París, en donde Le Double 
actuaba como Interno al momento de preparar su tesis de doc¬ 
torado] , ha tenido la amabilidad de comunicarnos y que reprodu¬ 
cimos textualmente. 40 

La publicación está fechada como dijimos en 1876, mientras 
la observación del “Caso III de oclusión de la vagina, tomado en el 
Servicio del profesor Courty, por M. Carafí, alumno del servicio” es de 
1874. Se refiere a una mujer ingresada en el Hótel-Dieu Saint-Eloy 
de Montpellier, 41 Sala Sainte Marie, cama 5, en abril de ese año, 
que fue operada el 20 del mismo mes y dada de alta, completamente 
curada, hacia fines de mayo. 42 


Unas pocas palabras acerca de la vinculación de la Facultad de 
Montpellier con los profesionales de Montevideo. Que sepamos, 
sólo dos médicos -de los tantos que ejercieron en esta capital- pasa¬ 
ron por aquélla. El primero fue Adolphe-Louis Brunel (1810-1871) 
quien luego de cursar estudios en la Escuela de Medicina Naval de 
Brest, presentó su tesis de doctorado en Montpellier en 1838. El 
otro fue Julio Jurkowski (1834-1913), refugiado polaco que ac¬ 
tuó como primer profesor de Anatomía de nuestra Facultad entre 
1876 y 1884 (antecesor directo de Carafí en la cátedra), segundo 
Decano de la Facultad en 1877 y Vice-Rector de la Universidad 


se lo considera como uno de los fundadores de los estudios sistemáticos en materia de 
paleopatología. 

40 Le Double, Anatole Du Kleisis génital etprincipalement de l’occlusion vaginale et vulvaire 
dans les fistoles uro-génitales, Paris, A. Delahaye et comp., Libraires-éditeurs, 1876 : 80- 
81. La Observation de Carafí la transcribimos íntegramente en el Capítulo IX. 

41 En dicho hospital, denominado Saint-Eloy luego de la Révolution, actuaron celebri¬ 
dades tales como Raymond Vieussens (1635-1715) y Fran^ois Lapeyronie (1678- 
1747). Ubicado en la rué de la Blanquerie, luego rué de l’Université, fue abandonado 
en 1890. 

42 Bien podríamos considerar a ésta como la primera contribución directa de Carafí a la 
bibliografía médica francesa. 


30 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


durante 1881. Según Walter Piaggio Garzón, Jurkowski “había sido 
preparador del Prof. Jean Charles Roget, 43 catedrático de Histología de 
Montpellier, y por motivos políticos se había visto obligado a salir de 
Francia. ” 44 

En un trabajo muy bien documentado titulado Las tesis mé¬ 
dicas montpellerianas impresas en los siglos XVII, XVIII y XIX, refe¬ 
rido específicamente a las elaboradas por estudiantes americanos, 
publicado por el prestigioso médico historiador contemporáneo 
Louis Dulieu, queda demostrado que ningún uruguayo recibió allí 
su título en ese largo período; en cambio sí lo hicieron 3 argenti¬ 
nos, 1 boliviano, 27 brasileños (la mayoría provenía de Lisboa), 12 
procedentes de la Guayana francesa, 5 de la holandesa, 1 peruano 
y 3 venezolanos. 45 


43 Charles-Maríe-Benjamin Roget (1824-1904), profesor de Fisiología en Montpellier a 
partir de 1860, hizo sus principales aportes en la fisiología microscópica de la contrac¬ 
tilidad de los capilares, las terminaciones nerviosas y el ojo. A partir de 1878, luego de 
la muerte de Claude Bernard, se creó una segunda cátedra de Fisiología en el Musée 
d’Histoire Naturelle de París, que Roget ocupó hasta 1893. 

44 Piaggio Garzón, W. op cit, 1946. 

45 Dulieu, Louis. Aper^u sur les relations entre FAmérique et l’Ecole de Médecine de 
Montpellier : Les théses médicales montpelléraines imprimées aux XVIIéme, XVIIIéme 
et XlXéme siécles. Rev Hist Scien, 1976 ; 29 (3) : 223-242. 


31 




Capítulo VII 


Establecimiento de Carafí 
en París 

Externo e Interno Provisorio 
de los Hospitales 


A mediados de 1874 Carafí se trasladó a la meca , como 
llamaban entonces a la Facultad de Medicina de París 
los estudiantes y profesionales del mundo entero que a 
ella acudían. La Tercera República ya llevaba un lustro de 
existencia y el país se recuperaba de la crisis socio-política y econó¬ 
mica ocasionada por la derrota sufrida frente a Prusia en Sedan. 

Cursaban allí sus estudios dos orientales más que trabaron rela¬ 
ción con Carafí: Florentino Ortega, que presentó su tesis en 1876 q6 
y Juan L. Héguy, que hizo lo propio en 1880. 47 Otros dos arribaron 
a París en este año: Eugenio Piaggio 48 y Enrique Figari. 49 


46 Ortega, Florentin De l’influence qu’exercent la grossesse, racconchement et l’allaitement 
sur la phthisie pulmonaire et réciproquement, París, Derenne éd, 1876. Ver también: 
Pou Ferrari, R. Tesis de París de Florentino Ortega, 1876. Ses Soc Urug Hist Med, V, 
XXIX: 204-209. 

47 ELéguy, Jean L. Etude sur le lichen planus. París, A. Parent imp, 1880. 

48 Piaggio, Eugéne. Sur une nouvelle théorie du phénoméne respiratoire de Cheyne-Stokes , 
París, Davy éd, 1884. 

49 Figari, Henry. Qaelques considérations sur l’hématocéle rétro-utérin, París, Davy éd, 
1884. 


33 



• José Máximo Carafí • 


Para tener una idea de la jerarquía de la Facultad parisina: 

Entre 1872y 1889, se confirieron 5.971 diplomas, reparti¬ 
dos de la siguiente forma: Doctor: 4.589; Ojficier de Santé: 109; 
Parteras de primera clase: 1.216y de segunda clase: 58. Para el 
primer título se requerían 9 pruebas, para el segundo, 5, para el 
tercero y el cuarto, 1 prueba, siendo el total de exámenes tomados 
en el período antedicho de 43.1157° 

La ley del 19 ventóse del año XI (10 de marzo de 1803) instauró 
las Escuelas de Medicina. Tenían dos niveles: los Docteurs , egresados 
de aquellas que en 1808 se convertirían en Facultades y cuyo título 
confería el derecho a ejercer la medicina y la cirugía en todo el te¬ 
rritorio metropolitano y las colonias y los Ojficiers de Santé , quienes 
practicaban una medicina restringida, luego de estudios más breves. 
El primero se obtenía con cuatro años de estudios, cinco exámenes 
y una tesis en francés o latín. Para lograr el segundo, los aspirantes 
tenían las siguientes opciones: tres años de cursos en una Escuela 
(luego Facultad) de Medicina, cinco en un hospital civil o militar o 
seis junto a un Doctor en calidad de aprendices; luego debían apro¬ 
bar un examen ante un jurado departamental, lo que los habilitaba 
al ejercicio de sus tareas en el territorio de la misma jurisdicción en 
la que habían finalizado sus estudios. 

Recién por un decreto de 1878 se instituyó un año de estudios 
preparatorios para los aspirantes a la carrera médica, consagrado a 
trabajos prácticos de física, química y ciencias naturales. 

Como requisito para ingresar a cualquiera de las Facultades de 
Medicina, era necesario: pagar los derechos (admisión, exámenes, 
tesis y para uso de la Biblioteca), presentar la partida de nacimien¬ 
to, un certificado de haber finalizado exitosamente el bachillerato y 
una carta del padre o apoderado (dando cuenta de las condiciones 
morales del aspirante). 51 Cumplidos estos trámites, se otorgaba una 
tarjeta o laissez-passer. 


50 Gréart.O. L’enseignementsupérieura París en 1881. https://docs.google.com/viewer?a=v 
&q=cache:HfFMRZ3SQeUJ:www.asmp.fr/travaux/communications/1882%2520_ 
Greard_EnseignSup.pdf, (Consulta: 18 de setiembre de 2012). 

51 En el caso de Carafí, tanto en Montpellier como en París, fue firmado por Mr. La- 
fourcade, que vivía en la rué Bezunce, no lejos de la Gare Saint-Lazare; ¿se trataría de 


34 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


En tiempos de Carafí, se dictaban unas 110 horas semanales 
de clase. 52 La mayoría eran cursos magistrales-, unos permanentes (en 
las clínicas hospitalarias), de duración anual y otros semestrales -de 
invierno y de verano- que comprendían el resto de las materias. A 
los anteriores, se agregaban los dictados privadamente (< enseñanza 
libre ) que versaban sobre asignaturas especiales. Eran muy concu¬ 
rridos por estudiantes y médicos extranjeros. Algunos se desarrolla¬ 
ban en dependencias de la Facultad, otros en edificios particulares. 
Todos eran pagos y con cupo limitado de asistentes. Con el adve¬ 
nimiento de la Tercera República en 1871, este tipo de docencia 
libre se fue extinguiendo, ya que el ánimo de las nuevas autoridades 
era dar iguales posibilidades a todos. Dicho ideal no se cumpliría 
ni aún así, puesto que persistieron las viejas familias médicas -por 
sangre o política- así como las recomendaciones para los concursos 
-de Interno en adelante- y los grupos afines por ideologías políticas, 
filosóficas o confesionales. 

La asistencia a las clínicas suponía seguir la visita del profesor 
a las salas. Terminada la misma, todos se trasladaban al anfiteatro 
anexo, en el que el patrón se explayaba sobre algunos de los casos más 
interesantes. Los maestros de la escuela médica francesa enseñaron 
la importancia del seguimiento de los internados con la finalidad 
de comprobar los caracteres específicos que la entidad morbosa pre¬ 
sentaba en cada caso, la adecuación de la terapéutica a la situación 
individual y -más que nada- los hallazgos de la necropsia si ocurría 
-como era frecuente- el deceso, luego de una internación por lo 
general prolongada. También formaban parte del entrenamiento: 
el aprendizaje de las técnicas de vendaje, el empleo de aparatos y 
la observación de operaciones. Muy importante, dado el abarrota¬ 
miento que había en los hospitales durante las mañanas, era poder 
asistir a la contra-visita o visita vespertina , a cargo del titular, alguno 
de sus ayudantes o de los internos y que era la oportunidad para 
que los alumnos pudieran hacer sus observaciones en forma directa 
y personal. 


una “pensión ’? 

52 Gréart, O. op.cit. 


35 



• José Máximo Carafí • 


El trato con los profesores no era nada fluido. Estos adoptaban 
aire solemne, usaban toga y sombrero para dictar las clases y tomar 
exámenes; sólo sus directos colaboradores podían acercarse a ellos. 
Existió una costumbre que se mantuvo hasta la segunda mitad del 
siglo XX y de la que los autores fueron testigos presenciales durante 
sus estudios en la capital francesa, que consistía en avisar diaria¬ 
mente la llegada del patrón por el toque de una campana, de forma 
que los miembros del equipo tuvieran tiempo de colocarse en fila, 
mientras aquél les daba la mano al pasar, uno por uno. 

El gran problema de la enseñanza de la medicina en París era 
el elevado número de estudiantes (cerca de tres mil en total), que 
se agolpaban en las clínicas de más renombre o en las que esta¬ 
ban situadas en la proximidad de la Facultad, como era el caso del 
Hópital des Cliniques (ubicado frente al edificio principal), la Pitié 
(a pocas manzanas de éste) o el Hótel-Dieu (a media hora de camino 
a pie). De ahí que fuera necesario intaurar (a partir de 1802) los 
concursos de Externos e Internos. Cada año ingresaban unos 100 de 
los primeros y de 35 a 40 de los últimos. Aquellos duraban un año 
en el cargo, estos permancían dos. Había un total de 200 Externos 
y 120 Internos , repartidos entre los 15 hospitales parisinos. En con¬ 
secuencia, sólo 1 de cada 4 estudiantes alcanzaba esas posiciones, 
mientras los restantes egresaban con limitadas aptitudes prácticas. 
Como complemento del externado , también estaban los ¿leves bé- 
névoles y los stagiaires, todos honorarios y que permanecían en sus 
cargos durante un año. El salario de los Internos era de 500 francos 
anuales, además de la ventaja que significaba alimentarse y alojarse 
en el hospital. 

Los Externos realizaban vendajes, curaciones e intervenciones 
quirúrgicas menores, además de poner al día las historias clínicas. 
Los Internos ingresaban a los pacientes, controlaban su evolución 
y vigilaban la correcta administración de la terapéutica. También 
ayudaban al profesor en las intervenciones y llevaban a cabo las au¬ 
topsias. Por la noche, estando de guardia, asistían las emergencias, 
sustituyendo al médico o al cirujano, incluso si se trataba de practi¬ 
car operaciones quirúrgicas. 


36 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


Algunos historiadores han destacado dos caracteres de la ense¬ 
ñanza médica francesa en el siglo XIX que parece del caso enfatizar: 
la escasa importancia que se otorgaba al tratamiento en relación al 
despliegue de la semiología con fines diagnósticos . 53 

En Francia -en comparación con Inglaterra, por ejemplo- se 
puso énfasis en la base base científica del aprendizaje clínico, en 
especial la fisiopatología experimental, cuyos cursos en el College 
de France eran muy concurridos. A eso se agregó la instalación de 
laboratorios anexos a casi todos los Servicios clínicos, los que inclu¬ 
yeron la realización de técnicas micrográficas y bacteriológicas. Esta 
estrecha asociación de la clínica y el laboratorio (clínico y experi¬ 
mental) fue lo que caracterizó e hizo famosa a la escuela alemana, 
que paradolamente los teutones habían traído de Francia. 54 

Otro hecho a destacar, ocurrido en la primera mitad del siglo 
XIX, fue la fundación de Sociedades de émulation , compuestas al 
comienzo por estudiantes, luego por doctores y finalmente tam¬ 
bién por profesores, a medida que los primeros iban progresando 
en sus carreras. La más antigua de ellas fue la Société Anatomique 
de París, fundada en 1803 (a la que perteneció Carafí en carácter 
de Membre correspondant desde 1882) 55 . Estas corporaciones tenían 
sus respectivas publicaciones. Más tarde se agregaron gran cantidad 
de revistas médicas y libros, lo que constituyó un verdadero boom 
en la edición de obras médicas, entre las que figuraban Manuales, 
Tratados, Enciclopedias, Diccionarios, etc., alcanzando gran difusión, 
tanto en Francia como en el extranjero. 

De acuerdo a lo demostrado por el historiador de la Medicina 
Erwin H. Ackernecht, 56 con posterioridad a 1848, la famosa Escuela 
anatomoclínica de París entró en decadencia. No así la cirugía, que 
en años posteriores a 1870 recibió el espaldarazo de la antisepsia y la 


53 Weisz, G. Divide and conquer. A comparative history of medical specialization. New 
York, Oxford University Press, 2009. 

54 Pou Ferrari, R. Enrique Poney , op cit, 2011. 

55 Para el ingreso a las Sociedades, era preciso ser presentado por uno de sus miembros 
o ser elegido luego de la presentación de una o más observaciones.Carafí también 
formó parte de la Société clinique de París. 

56 Ackernecht, E. La médecine hospitaliére a París (1794-1848), París, Payot éd, 1986. 


37 



• José Máximo Carafí • 


asepsia, aunque poco a poco también fue quedando rezagada frente 
a la pujanza de la escuela quirúrgica germana. 

Es interesante mencionar seguidamente ciertos estudios socio¬ 
lógicos acerca de la condición de vida de los estudiantes de medicina 
en París. Algunos pertenecían a las viejas estirpes médicas, muchos 
venían de la clase media y no pocos procedían de provincia. 

El costo total de los estudios médicos estaba entre 10.000 y 
15.000 francos, lo que incluía las tasas de inscripción, biblioteca, 
exámenes y tesis (unos 1.000 francos), más: alojamiento, alimenta¬ 
ción, vestido, libros y cursos libres. Si la familia no enviaba fondos 
para respaldarlos económicamente, se veían obligados a trabajar en 
tareas poco calificadas (empleados de tienda, meseros de cafés, etc.) 
o daban clases particulares. 

Era frecuente que vivieran en pensions o studios en el Quartier 
Latín , que a veces compartían con condiscípulos. En esa zona 
abundaban los viejos edificios que encubrían la pobreza urbana de 
la gran ciudad. 57 

La imagen que de los estudiantes tenía el ciudadano común era 
bastante negativa. Los veía como individuos mal vestidos, delgados, 
de aspecto enfermizo, que se trasladaban de un hospital a otro, o 
entre estos y la Facultad, teniendo por tanto cierta libertad de mo¬ 
vimientos, que les facilitaba entrar en contacto con la realidad de la 
calle, a menudo sórdida. Su posición era -siempre de acuerdo a esa 
opinión- la de liberales o revolucionarios, la avanzadilla de mani¬ 
festaciones y protestas vinculadas a los movimientos socio políticos 
de reivindicación que surgieron en Europa y en especial en Francia 
durante las comunas de 1792, 1830, 1848 y 1871. Se les atribuía 
un estilo de vida disipado, carácter frío por su convivencia con la 
enfermedad y la muerte; disecando los cuerpos no encontraban las 
almas, lo que los llevaba a convertirse en agnósticos, ateos, anticle¬ 
ricales, socialistas, anarquistas, etc. 


57 Basta recordar a este respecto la novela de Emile Zola (1840-1902), Le ventre de París 
(1873), que forma parte de Les Rongon-Macquart, histoire naturelle et socielle d’une 
famille sous le Second Empire y que se desarrolla en Les Halles , contruidas entre 1854 
y 1870. 


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■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


Buscaban escapatoria a la tensión y ansiedad que vivían a diario 
en los hospitales a través de bromas, conductas antisociales, con¬ 
sumo de alcohol y drogas. No era infrecuente que fueran habitués 
de teatros, cafés, cabarets y tuvieran amantes de tan baja condición 
como sus recursos. 

Para ilustrar esa actitud desenfadada de los futuros médicos, 
basta evocar las crónicas de las salas de guardia de los hospitales 
parisinos, donde se reunían los internos y médicos para descansar 
y comer, y que eran además sitios de encuentro de intelectuales, 
artistas, bohemios y mujeres poco convencionales; allí casi todo ad¬ 
quiría un tinte procaz: el tema de las conversaciones, el lenguaje, los 
modales y los comportamientos. 

Tal era -insistimos- la visión que el común de la gente de la 
época tenía del carabin. 58 

La realidad era muy diferente. Basamos esta afirmación en el 
conocimiento de la gran exigencia que tenían los cursos. Sus rasgos 
esenciales eran, por un lado, la disección y las autopsias y por otro, 
la compenetración con la realidad clínica; ambos insumían mucho 
tiempo y energía. 

Entre octubre y enero, tenían lugar los cursos oficiales corres¬ 
pondientes al semestre de invierno y de abril a setiembre, los de 
verano. Los horarios eran: de 7 a 10, asistencia a las clínicas (visita 
de sala); de 10 y 30 a 12, clases en el hospital; de 12 a 15, disección 
(horario en que había más luz natural durante el invierno, estación 
del año en que se realizaban tales actividades) y cursos teóricos entre 
las 15 y las 17 horas. A esto se agregaban los cursos libres. Los estu¬ 
diantes debían asistir además a las bibliotecas y los museos, como 
el Dupuytren (de anatomía y patología) o el Orfila (de anatomía 
comparada). A partir de 1872 fueron obligatorias las prácticas de 
física, química, botánica, etc.. 

La vida del estudiante de medicina en París era, en consecuencia, 
más sacrificada de lo que se decía; no pocos morían a consecuencia 

58 Nombre vulgar que se daba a los estudiantes de Medicina, vinculado a la designación 
en francés antiguo del insecto que devoraba los cadáveres, dado que durante las epi¬ 
demias, una de las tareas de aquellos era dar sepultura a los muertos. 


39 



• José Máximo Carafí • 


de piqüres anatomiques, tuberculosis o fiebre tifoidea, enfermedades 
contraidas por el contacto con enfermos y cadáveres. A eso predis¬ 
ponía además la deficiente alimentación, la gran exigencia psíquica 
y física, el poco descanso y las malas condiciones de alojamiento. 

Resulta difícil ubicar en esos ambientes a un personaje tan atil¬ 
dado y correcto, callado, de buen decir y vinculado al catolicismo 
como Carafí. Seguramente no fue el único con esas características 
que pudo adaptarse y hacer buenos amigos entre sus compañeros. 
Carecemos para el caso de material documental, como podría haber 
sido la correspondencia con la familia o amigos (totalmente desapa¬ 
recida), lo que hubiera hecho posible aproximarse al personaje real. 
Los últimos datos directos son los recogidos por Walter Piaggio 
Garzón en la década de 1940. 

Por la dedicatoria manuscrita que lleva el ejemplar de la tesis 
de doctorado de Jacques-Amédée Doléris, 59 publicada en 1880 y 
que se conserva en el Departamento de Historia de la Medicina de 
nuestra Facultad, sabemos que Carafí vivía, en esa fecha, en el 34, 
rué de la Bienfaisance, en el 8eme arrondissement, no lejos del boule- 
vard de Malesherbes (sitio donde tradicionalmente han tenido sus 
consultorios los médicos parisinos de prestigio), ubicado en la rive 
droite, zona elegante de la capital francesa. Seguramente no fue ésta 
la única -aunque quizás sí la última- residencia parisina de Carafí. 

Los documentos correspondientes a la escolaridad de Carafí en 
París, conservados en los Archives Nationales de Frunce, hacen refe¬ 
rencia a los emitidos en Montevideo en setiembre de 1869 (aunque 
no se menciona explícitamente la procedencia). También mencio¬ 
nan los exámenes rendidos en Montpellier, entre setiembre de 1873 
y julio de 1874, que comprenden todos los del ciclo básico, a ex¬ 
cepción del último. Este, conjuntamente con los del doctorado y el 
de la Tesis fueron rendidos en París entre julio de 1874 y diciembre 
de 1881. 


59 Doléris dio conjuntamente con Carafí el concurso de internado en 1876, al que éste 
ingresó como Provisoire, y también coincidieron en el concurso para Accoucheur des 
Hópitaux de París , en el que ninguno de ellos resultó seleccionado. 


40 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


La ficha de Inscriptions, dice: 

M. Carafi, Joseph-Maxime, né a Montévideo, le 21 
avril 1853, 60 département: d’Uruguay. / Grades Universitaires. 
Diplome de Bachelier és-Lettres, délivré a [sin rellenar]/ Diplome 
de Bachelier és-Sciences, delivré a: Equivalence du 6 septem- 
bre 1869. /Certificat de Grammaire, délivré a [sin rellenar] / 
Eléve de: la faculté de Montpellier. / Demeure et profession des 
parents: A Montevideo (Uruguay) (22, rué Cerrito). /Nom, 
profession et adresse du répondant: M. H. Lafourcade, 16, rué 
Belzunce. Signature: J.M.Carafi. 61 

A continuación presentamos el documento que consigna los 
primeros trimestres, que comprenden hasta el 9 o inclusive, cursado 
en 1874: 


12' me : de la faculté de Montpellier, 8 allouées par dis- 
position ministérielle du 13 Septembre 1873 et 4 prises 
de Septembre 1873 a Juillet 1874. 13 hne : 4‘ m ‘ trim[e stre] 
1874; 14™: 1 er trim[c stre] 1875; 2 emc trim[e stre] 1875; 3 ime 
trim [estre] 1875 [con los respectivos números de registro]. 
Externe des hópitaux, concours du lerjanvier 1875. Interne 
des hópitaux, concours du ler fanvier 1878. 62 

En la foja correspondiente a Examens , figuran los siguientes da¬ 
tos: 


1": Montpellier- Dispensé. D[isposit] ion du 13 septem¬ 
bre 1873/ 2 rme : Montpellier, Id./ 3 bne : Montpellier, Id./ Sommes 
payés: —/ 4 hne : Paris / Dates de l’examen: 28 Juillet 1874/ 
Résultat: bien /1" Doctorat / Numéros et dates de consignations: 
981/ Sommes payés: 90;/ Dates de l’examen: 10 février 1876/ 
Résultats: bien/ 2™ Doctorat/ Numéros et dates de consignations: 
4891 / Sommes payés: 90/ 3™ Doctorat / Numéros et dates de 
consignations: 4891 / Sommes payés: 90; / Dates de l’examen: 9 
juillet 1876/ Résultat: bien! Dates de l’examen: 19 avril 1877/ 
Résultat: Satisfaisant / Thése/Numéro: 8114/ Date de l’examen: 
27 décembre 1881/ Résultat: Tres satisfaisant. 63 


60 Hay divergencias entre esta fecha, la de su inscipción en Montpellier, la que figura en 
la Tesis y en la partida de nacimiento. 

61 Las partes en negrita están manuscritas en el original. 

62 Anexo Documental N° 5. Lo que aparece en negrita está manuscrito en el original. 

63 Anexo Documental N° 5. Lo consignado en negrita está manuscrito en el original. 


41 



• José Máximo Carafí • 


El concurso de Practicante Externo de los Hospitales y de los 
Hospicios de la Assistance Publique tuvo lugar en diciembre de 1874, 
tomando posesión del cargo el primero de enero de 1875. Durante 
ese período actuó en el Servicio del Profesor Richet en el Hótel- 
DieuH Por estar dedicado a sus nuevas obligaciones, pasó 19 meses 
sin dar ningún examen (entre el 28 de julio de 1874 y el 10 de 
febrero de 1876). El siguiente fue el 9 de julio de 1876 e hizo otra 
pausa hasta el 19 de abril de 1877. También esto tiene una expli¬ 
cación: en ese plazo debió preparar el concurso del Internado, al que 
se presentó por primera vez en diciembre de 1876. Obtuvo el cargo 
de Interne Provisoire, que desempeñó por un año en el Hospice 
D¿villas, a partir del primero de enero de 1877. Con posterioridad 
se presentó por segunda como aspirante al cargo de Interno en di¬ 
ciembre de 1877, ejerciéndolo como Titular entre el primero de 
enero de 1878 y el 27 de diciembre de diciembre de 1881, fecha 
en que defiendió su Tesis y obtuvo el título de Doctor en Medicina. 

En consecuencia, Carafí fue el segundo uruguayo en ocupar el 
Internado Provisorio (el primero fue Francisco Antonino Vidal en 1851) 
y el segundo en ser Titular (el primero fue Pedro Visca en 1868). 

Por toda esta actuación en su conjunto se le adjudicó IzMédaille 
de Bronze de la Assistance Publique. 65 

De 1875 data el primer trabajo de investigación clínica publi¬ 
cado en Francia por Carafí aparecido en La France Médicale, sobre 
“esteatosis de los ganglios linfáticos cervicales, consecutiva al tratamien¬ 
to con cáusticos de una lesión lúpica del cuero cabelludo”. El mismo 
demuestra una precoz inquietud por dejar correctamente plasma¬ 
das las observaciones de casos interesantes. 


64 Ver Capítulo IX. 

65 Carátula de la Tesis de doctorado de 1881. 


42 



Capítulo VIII 


Interno Titular de los 
Hospitales y Hospicios de la 
Asistencia Pública de París 

C arafí rindió la prueba en diciembre de 1877, obtenien¬ 
do el cargo en titularidad. Ocupó el puesto número 
36° en un total de 38. Por consiguiente, no debió ha¬ 
ber tenido muchas opciones entre los Servicios clínicos 
que le restaban para elegir. No olvidemos, sin embargo, que por el 
alto nivel de competencia en los concursos, a los que se presentaban 
muchos aspirantes para un número relativamente bajo de cargos, 
todos los profesores que triunfaban en ellos, tenían un alto nivel, 
sin perjuicio que cada cual tuviera singularidades en el encare de su 
disciplina, que los hacía más o menos sobresalientes. 

He aquí la lista completa de los Internos Titulares que fueron 
compañeros de Carafí, algunos de los cuales tuvieron actuación 
destacada más adelante, como lo consignamos en las notas al pie 
de página: 


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• José Máximo Carafí • 


Michel-Léon Faisans; 66 Ernest-Charles Gaucher; 67 Charles 
Chatelin; Auguste-Eugéne Laurent; Octave-Antoine Guelliot; 
Anatole ChauíFard; 68 Alfred-Eugéne Cerné; Jules Comby; 69 Arthur- 
Léon Gautier; Marie-Eugéne Ledoux-Lebard; Alfred-Charles 
Gauchas; Jean-Edouard Juhel-Rénoy; Arnold-Just Netter; 70 
Antoine-Louis Béclére; 71 Louis-Pierre Ovion; Ellie-Pierre Boulay; 
Gilbert Raymondaud; Luden Galliard; 2 Jean-Noél Aigre; Henri- 
Camille Leloir; 73 Pierre-Marie Bertheux; Alfred Rouxeau; Charles- 
Samson Féré; 74 Paul-Adhémar Robert; Joseph-Hector Hannequin; 
Henri Bastard; Gaston-Félix Vario; Jean-Baptiste Duplaix; Charles 
Gastaud; Adolph-Louis Blin; Georges Herbelin; Ernest-Louis 


66 Faisans, Michel-Léon (1851-1922), Médico de los Hospitales de París. 

67 Ernest-Philippe-Charles Gaucher (1854-1918). Dermatólogo, Médico de los Hospi¬ 
tales, Profesor de clínica de enfermedades cutáneas y sífilis, miembro de la Academia 
de Medicina, autor de la descripción, en 1883, de la enfermedad por sobrecarga es- 
plénica de cerebrósidos, que lleva su nombre, al igual que del epitelioma primitivo del 
bazo. De 1883 es su célebre Traité théorique etpmtique des maladies de la peau. 

68 Anatole Chauffard (1855-1932), Profesor de Clínica Médica, miembro de la Aca¬ 
demia de Medicina, destacado médico e histopatólogo. Su nombre está unido a una 
anemia hemolítica e ictericia por esferocitosis (enfermedad de Minkovsky-Chau- 
ffard), a un síndrome inflamatorio pluriparenquimatoso con astenia y fiebre, propio 
de la infancia (síndrome de Chauffard-Ramon-Still-Felty) y a una diabetes mellitus 
asociada con cirrosis hepática hipertrófica y pigmentación oscura de la piel (síndrome 
de Troisier-Hanot-Chauffard), entre otros. 

69 Jules Comby (1853-1947), gran pediatra, discípulo de Lannelongue, que dejó nume¬ 
rosas publicaciones, incluyendo un Traité des maladies de l’enfance (1895). Miembro 
de la Academia de Medicina. Estuvo de visita en Montevideo, invitado por Luis Mor- 
quio, a quien postuló como Miembro correspondiente de la Academia de Medicina 
de París. Se denomina signo de Comby a un indicador precoz de la rubéola, caracteri¬ 
zado por una inflamación de la lengua de tipo eritema pultáceo con aparición de finas 
manchas blanquecinas sobre las encías y mucosa bucal. 

70 Arnold-Just Netter (1855-1936), Médico de los Hospitales y bacteriólogo, miembro 
de la Academia de Medicina. 

71 Antoine-Louis-Gustave Béclére (1856-1939). Radiólogo y radioterapeuta, autor de 
los primeros trabajos sobre inmunología y uno de los precursores de la radioterapia. 
Enseñó esta materia y creó un laboratorio de radiología. Fue profesor de Medicina 
en los hospitales Tenon, Saint-Antoine y Curie , así como miembro y Presidente de la 
Academia de Medicina. 

72 Lucien Galliard, (1852-1936), Médico de los Hospitales de París. 

73 Leloir, Henri (1855-1896). Primer titular de la Cátedra de enfermedades de la piel y 
sífilis en Lille, miembro de la Academia de Medicina. 

74 Féré, Charles (1852-1907). Interno de Charcot y luego Titular de la Cátedra de en¬ 
fermedades del sistema nervioso. 


44 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


Desnos; Georges-Daniel Laurand; Paul-Julien Poirier; 75 Julien 
Valude; Joseph-Maxime Carafi; Marie-Henri Bénard; Manuel 
Lavin-García. 

Carafi se desempeñó como Interno, sucesivamente, en los hospi¬ 
tales de la Chanté { 1878), la Pifié (1879), Cochin (1880) y Beaujon 
(1881), 76 respectivamente en los Servicios de Auguste Terrillon 
(1844-1895), Joseph-Fran^ois-Benjamin Polaillon (1836-1902), 
Just Lucas-Championniére (1843-1913) y Léon-Clément Le Fort 
(1829-1893), durante el período comprendido, como fue indicado 
previamente, entre enero de 1878 y julio de 1881, inclusive. 

Un hecho interesante a señalar -aunque casi nunca son total¬ 
mente acertadas las generalizaciones de esta índole- es que nues¬ 
tro joven compatriota se vinculó, dentro del elenco de profesores 
a cuyos Servicios podía aspirar para desempeñarse como Interno, a 
personajes que cabe incluir en el grupo de los conservadores. En su 
mayoría (con la excepción de Le Fort, quien, siendo republicano, 
defendió la permanencia de las hermanas de Caridad en los hospi¬ 
tales parisinos), eran católicos -afines por tanto a las convicciones 
confesionales de Carafi-, y fueron ellos los que apoyaron su carrera, 
evidentemente no sólo por esta coincidencia ideológica sino ade¬ 
más por la jerarquía intelectual y la laboriosidad demostradas por el 
alumno. Sin embargo, el detalle no nos parece menor, puesto que 
en plena Tercera República se dio un duro aunque asordinado en¬ 
frentamiento de ideologías (casi siempre disimulado tras bambali¬ 
nas de argumentos científicos o académicos) entre los conservadores 
-algunos de convicciones monárquicas o viejos bonapartistas- y los 
liberales, librepensadores, republicanos, positivistas y evolucionistas. 

Los datos proporcionados por el inmunólogo Patrice Debré (n. 
1945) en una reciente biografía que dedica a Louis Pasteur, son los 
que nos han puesto en la pista de la suposición antes enunciada. 
Manifiesta este autor que en el entorno del sabio existió un sutil 
juego de tendencias ideológicas: 

75 Poirier, Paul Julián (1853-1907), Jefe de Trabajos en la Ecole Pratique, luego Profesor 
de Anatomía ; en ambos casos fue sucesor de Farabeuf. Conocido mundialmente por 
su magnífico Traité d’anatomie humaine, de 1892. 

76 Ver Anexo Documental N° 22. 


45 



• José Máximo Carafí • 


Pese a que luego de la muerte de Claude Bernard, algunos 
como [Émile] Littré [1801-1881], [Marcelin] Berthellot [1827- 
1907] y por supuesto Paul Broca [1824-1880], tomaron distan¬ 
cia de Pasteur; otros lo animaron, como fue el caso de Stanislas 
Verneuil [1823-1895] y de Jean Baptiste Bouillaud [1796-1881], 
cuyas convicciones reaccionarias eran conocidas por todos. Este úl¬ 
timo, por ejemplo, era no sólo un católico practicante sino también 
bonapartista; nacido en 1796, se unió al ejército en 1815 para 
seguir a Napoleón a la isla de Elba hasta Waterloo. En el entorno 
de Pasteur -y esta es la parte de la cita que nos interesa destacar- 
había también jóvenes cirujanos que no escondían su fe religiosa; 
hombres como Octave Terrillon, Charles Monod [1843- 1921] y 
Edouard Quénu [1852-1933]. El más famoso de ellos, Just Lucas- 
Championniére, uno de los primeros en llevar las ideas de Pasteur al 
hospital, era nieto de un líder de la contrarrevolución en la Vendée, 
argumento que sus adversarios usaron para acusarlo de obscuran¬ 
tismo católico . 77 



Octave Terrillon 


77 Debré. P. Louis Pasteur, París, Flammarion, 1993: 370. 


46 




■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


Octave Terrillon, sucesor de Louis-Félix Terrier (1837-1908), 
fue Cirujano de los Hospitales de París, Profesor de la Tercera Clínica 
quirúrgica en la Charité (allí actuó Carafí como Interno en 1878) 
y autor de nutridos artículos. Fue uno de los propulsores de la an¬ 
tisepsia y la asepsia (en 1883 adoptó el autoclave de Chamberlain- 
Pasteur, también comenzó a emplear una blusa de algodón durante 
las operaciones y hacia el fin de su carrera, los guantes de látex 
de Chaput). 78 Se destacó por sus trabajos sobre ovariotomía (inter¬ 
vención sobre la que presentó varias series de casos), 79 tratamiento 
de los miomas uterinos por vía abdominal, 80 patología infecciosa 
sifilítica y tuberculosa. También se interesó, en colaboración con 
Charles-Edmond Monod, por las lesiones del testículo. 81 Publicó 
contribuciones originales sobre cirugía maxilo-facial (tratamiento 
de la neuralgia del dentario inferior 82 y reconstrucción del labio 
leporino), 83 a propósito de tumores abdominales (falsos tumores 
de ovario, torsiones de los quistes de dicho órgano, 84 sarcomas de 
útero), rupturas de la uretra, 85 etc. Deseamos destacar que en una 
monografía de este profesor, fechada en 1880 y referida a pólipos 
de la uretra consecutivos a tuberculosis de los órganos urinarios en 
la mujer 86 , refiere un caso, el número IV, “ recogido por el Sr. Carafí, 
alumno interno del Servicio”. 


78 Terrillon, R.-S.-O.; Chaput, H. Asepsie et antisepsie chirurgicale, 2 éme éd, Paris, O. 
Doin éd, 1899. 

79 Terrillon, R.-S.-O. Réflexions á propos de trente-cinq observations d’ovariotomie ou 
de laparotomie. Paris, O. Doin éd., 1882. y Cinquiéme série de trente cinq ovarioto- 
mies pour kystes de l’ovaire. Extr Bull Gén Thérap, 30 juin, Paris, O. Doin éd, 1889. 

80 Terrillon, R.-S.-O. Traitement des Abromes par la paroi abdomianle. Extr. Bull Gén 
Thér, Paris, 1886. 

81 Terrillon, R.-S.-O. Contribution a l’étude des gommes syphilitique du testitule ou sarco- 
céle. Ed du Progrés Médical, 1878. 

82 Terrillon, R.-S. Du traitement chirurgical de la névralgie du nerfdentaire inférieur et en 
particulier de sa section par le procédé de Michel (de Nancy), Paris, sf. 

83 Terrillon, R.-S.-O. Restauration du bec de liévre unilatéral compliqué de fissure os- 
seuse avec saillie de l’os incisif. Ter Chirur Gén Méd , 1878. 

84 Terrillon, R.-S.-O. Des tumeurs inchtses dans le ligament large; clinique de Terrillon, 
recueillie par Sébileau. De quelques accidents intestinaux survenant aprés les opérations 
abdominales, Paris, Steinheil éd, 1885. 

85 Terrillon, R.-S.-O. Des ruptures de l’urétre. Thése d’agrégation, Paris, O. Doin éd, 
1878. 

86 Terrillon, O. Excroissancespolypeuses de l’urétre symptomatiques de la tuberculisation des 
organes urinaires chez la femme, Paris, 1880: 17-23. 


47 



• José Máximo Carafí • 



Hospital de la Pifié, rué Lacépéde (BIUM) 


De este pasaje por el Servicio de Terrillon, debió haber adqui¬ 
rido Carafí la convicción de las ventajas sobre el uso antisepsia, así 
como cierta experiencia en cirugía ginecológica laparotómica (la 
nueva cirugía). 

Joseph-Francois-Benjamin Polaillon, 
doctorado en 1865 en París con una tesis 
sobre estructura de los ganglios nervio¬ 
sos periféricos, actuó en la Maternidad 
del Hospital Cochin. Más tarde, tuvo sus 
Servicios hospitalarios propios, primerto 
en la Pitié a partir de 1870 (donde Carafí 
fue Interno en 1879, conjuntamente con 
Assaky y Boudet de París) 87 y por último 
en el Hótel-Dieu. Desarrolló una labor de 

87 Polaillon, J.-F. B. Statistique &observations de chirurgie hospitaliére, Paris, O. Doin éd, 

1894, vol 1:VI. 



48 






■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


investigación, que deseamos enfatizar en el contexto del interés que 
mostró nuestro biografiado por los temas gineco-obstétricos, acerca 
de la fisiología de la contracción del útero grávido. 88 De esa misma 
época datan otras publicaciones suyas a propósito de cáncer ute¬ 
rino 89 y ovariotomía. 90 . Hizo contribuciones a la cirugía general, 
como las referidas a la de la mano y la nefrectomía. 91 



L’Hépital de la Cbariti el Ps. .pecina de laKuedt I’^m^ersité 


Hospital de la Chanté, rué de l’Université (BIUM) 


Fue autor, en las décadas de 1880 y 1890, de estadísticas hos¬ 
pitalarias, 92 de gran minuciosidad e importancia. Finalmente, es¬ 
cribió un tratado de cirugía en varios tomos 93 y, al fin de su vi- 

88 Polaillon, J.-F.-B. Recherches sur la physiologie de l’utérus gravide, Paris, Masson éd, 
1880. 

89 Polaillon, J.-F.-B. Quelques considérations sur le traitement du cáncer de l’utérus, Paris, 
Lauwreyns, 1882. 

90 Polaillon, J.-F.-B. Note sur qtielques accidents consécutifs a l’ovariotomie. Paris, 
Lauwreyns, 1882. 

91 Polaillon, J.-F.-B. Sur une néphrectomie suivie deguérison, Paris, M. Decembre, 1890. 

92 Polaillon, J.-F.-B- Statistique de la Maternité de Cochin. Paris, Davy, 1881; Ibídem. 
Statistique et ohservations de chirurgie hospitaliére Paris, O. Doin, op cit, 1894 y vol. 2, 
1895. 

93 Polaillon, J.-F.-B. Affections chirurgicales du tronc, rachis, thorax, abdomen, bassin, ré- 
gion ano-rectal, maladies urinaires, mamelles, organes génitaux de la femme, Paris, O. 
Doin, éd.1896-1898, 4 vol. 


49 









• José Máximo Carafí • 


da, otro sobre enfermedades de las mujeres. 94 Lo último pero no 
lo menos importante, Polaillon fue un anatomista de nota, autor 
de numerosos artículos referidos a esta disciplina aparecidos en el 
Diccionario Enciclopédico de Ciencias Médicas de Dechambre. En es¬ 
te aspecto pudo haber influido sobre el uruguayo que, como hemos 
señalado reiteradamente, tuvo a su cargo la cátedra de Anatomía en 
Montevideo. 



Af ///|^ i>..ed, u 

Quizás el más gravitante de los maestros parisinos de Carafí 
fue Just Lucas-Championniére. Hagamos su breve biografía. En 
1865, siendo Interno de los Hospitales, concurrió al Servicio de 
cirugía de Joseph Lister (1827-1912), que todavía trabajaba en 
Glasgow, atraído por las primeras experiencias que dicho cirujano 
realizaba entonces en lo que luego definiría como método antiséptico 
(1867). De retorno a su patria, se convirtió en uno de los princi¬ 
pales divulgadores de tal procedimiento. 95 Doctorado en 1870, fue 

94 Polaillon, J.-F.-B. Matadles desfemmes, Paris, O. Doin éd, 1901. 

95 Lucas-Chapionniére, J. Chirurgie antiseptiqiie, principes et résultats du pansement de 
Lister , Paris, Balliére éd, 1866. 


50 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


Agregado en Cirugía en 1874 y Cirujano de los Hospitales en 1876. 
Coincidentemente con el afamado obstetra y Profesor de la Clínica 
de partos, Stéphane Tarnier (1828-1897), fue precursor en la apli¬ 
cación de la antisepsia en obstetricia, lo que se concretó a partir de 
1874, fecha en que debutó como cirujano de la Maternidad del 
Hospital Cochin (donde Carafí actuó como Interno durante el año 
1880). Aseveraba Championniére que dicha rama de la medicina 
debía ser considerada como equivalente a la cirugía general, razón 
por la cual las heridas producidas durante el parto habían de tratar¬ 
se como las provocadas por otras causas al igual que lo hacían los 
cirujanos generales-. Fue por eso que, cuatro años después (1878) 
en su sala del Cochin , la mortalidad fue sólo del 2 por 1.000 de las 
puérperas, mientras alcazaba el 50 por 1.000 en los hospitales que 
no habían adoptado la antisepsia. Entre dicho año y 1881 puso en 
evidencia, clínicamente, que la fiebre puerperal era debida a una in¬ 
fección, si bien Pasteur había aseverado en forma contundente ante 
la Academia de Medicina, el año anerior, que de acuerdo a los resul¬ 
tados de sus experiencias en el laboratorio con muestras proceden¬ 
tes de enfermas (que le brindó su alumno Jacques-Amédée Doléris), 
el agente causal de dicha grave complicación era un microbio en 
chapelet de grains (luego denominado estreptococo). A comienzos de 
1880, el antes mencionado Doléris, Interno titular perteneciente a 
la generación de Carafí (si bien éste ingresó, como vimos, en ese 
concurso como Provisorio y recién al año siguiente como Titular ), 
publicó su Tesis de doctorado, trabajo en el que expresamente agra¬ 
dece a nuestro biografiado por haberle facilitado historias clínicas 
y muestras de exudados de casos de fiebre puerperal ocurridos en 
la Maternidad del Hospital Cochin En abril de 1881, Adrien 
Labesque 97 , en su Tesis de doctorado, analiza los casos de muertes 
maternas entre las pacientes que habían presentado alguna anorma- 


96 Doléris, J.-A. La fiévre puerpérale et les organismes inférieurs, pathogénie et thérapeuti- 
que des accidents infectieux des suites de conches , París, Bailliére et fils éd, 1880: 75. En 
el Departamento de Historia de la Medicina de la Facultad de Medicina de Montevi¬ 
deo, se halla un ejemplar de esta tesis con esta dedicatoria manuscrita de Doléris: «a 
mon ami J.M. Carafí, rué de la Bienfaisance». 

97 Labesque, Adrien. Essai sur l’emploi des moyens antiseptiques pendant la grossesse, l’ac- 
couchement et ses suites, París, A. Parent, Imp. de la Faculté de Médecine, 1881: 100. 


51 



• José Máximo Carafí • 


lidad durante el parto (distocia) y elabora a este fin una minuciosa 
tabla estadística mensual, refiriendo al respecto: 

en el caso de la mujer S...(febrero) [sobre 67 casos], M. 
Carafí, interno del servicio del Sr. Lucas-Championniére, rompió 
artificialmente las membranas, luego hizo una aplicación de fór¬ 
ceps a causa de un polihidramnios (2.000 gramos). En el de la 
señora M...(mayo) [sobre 56 casos], el Sr. Carafí aplicó el fórceps 
en el útero por una estenosis del estrecho inferior y tuvo a continua¬ 
ción una hemorragia. 



Hospital Cochin, rué du Faubourg Saint-Jacques (BIUM). 

El 8 de enero en 1882 el Interno Carafí practicaba, en el mismo 
hospital, la operación cesárea de Porro en una paciente de 48 años 
cuya pelvis presentaba una estrechez raquítico-escoliótica, con un 
diámetro conjugado verdadero de 70 mm y cursaba un trabajo de 
parto distócico de 8 días de duración. Llevado a cabo el “ tratamiento 
extraper itone al, realizó la constricción [del segmento uterino] con hilo 
metálico”. La madre falleció al segundo día a raíz de una hemorragia 
del muñón exteriorizado y el niño, que nació vivo, murió cuatro 
días después. El referido caso -objeto de dos de sus publicaciones 
en París, que luego analizaremos- figura como observación núme- 


52 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


ro 102, de las 1097 que fueron publicadas en un libro aparecido 
en 1901 al conmemorarse los veinticinco años de la primera in¬ 
tervención del obstetra italiano. Como dato adicional, indicativo 
del progreso de la cirugía de abdomen, es de destacar que según 
estipula este importante trabajo retrospectivo, entre el primero y 
quinto quinquenio del período estudiado, la mortalidad materna 
descendió -en forma progresiva- del 50 al 10 %. 98 

Championniére también investigó y publicó sobre los peligros 
de la anestesia clorofórmica utilizada en obstetricia." Se negó a em¬ 
plearla si el producto no estaba en estado puro , ya que de lo contra¬ 
rio -aducía- contenía sustancias que podían resultar tóxicas para las 
pacientes. En una memoria publicada en 1882, 100 así como durante 
la prolongada discusión al respecto que tuvo lugar ese mismo año 
en el seno de Société de Chirurgie, al igual que en un informe ele¬ 
vado a la dirección de la Asistencia Pública, demostró su interés y 
experiencia sobre el particular. En similar sentido apunta la publi¬ 
cación de Carafí, también de 1882. 

De 1869 en adelante, Championniére estudió el tratamiento 
de las fracturas mediante masajes, 101 concepto que aplicó primero 
a las del radio y más tarde a las de clavícula, húmero y miembros 
inferiores. En esta línea de trabajo se inscribe la publicación en la 
que Carafí propuso una modificación del método de Kocher para 
la reducción de las luxaciones infracoracoideas del hombro, que 
también será considerada con posterioridad. 

Es evidente que este cirujano y protoginecotocólogo, ejerció un 
influjo decisivo sobre su alumno uruguayo, quien, a su retorno a 


98 Nel XXV anniversario . L’operazione cesárea Porro, Roma, Of Poligr Romana, 1901: 
XVI-XVII. 

99 Lucas-Championniére J. Sur l’anesthésie obstétricale. Bulletins et Mémoires de la So- 
cieté de Médecine des Hópitaux de París, 2 érae s, 1878, XV, 40-48. 

100 Lucas-Championniére J. Contribution a l’étude de l’anesthésie par le chloroforme; 
chloroformes impurs; accidents; procédés d’examen et de purification; expériences 
avec du chloroforme purifié, Revae de Chirurgie, 1882: 373-398. 

101 Lucas-Championniére J. Traitement des fractures du radius et du péroné par le mas- 
sage; traitement des fractures para-articulaires simples et compliquées de plaie sans 
immobilisation; mobilisation et massage. Bull et Mém Soc de Chir de París. 1886; 
XIL560-569. 


53 



• José Máximo Carafí • 


Montevideo, desarrolló su actividad profesional preferentemente 
en este campo, si bien no a plenitud. 



♦ 1829 1’KOFKSSEI H Y.FON LE FORT + 1893 
Professeur de Médecine opératoire a la Faculté de París, 1873-1884. 
Professei-r de Clinique chirurgicale, 1884-1893. 

Membre de i'Académie de Médeone 

Oeschiens. édlt 

El Profesor Le Fort 


El otro gran maestro parisino de Carafí fue Léon Clément Le 
Fort. Discípulo de Joseph-Fran^ois Malgaigne (1806-1865) y de 


54 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


Stanislas Laugier (1799-1872), luego de recibir su doctorado en 
1858, participó como voluntario en la guerra de Italia de 1859 (re¬ 
cuérdese la antigua sentencia que decía que la gran escuela de ciru¬ 
gía era el campo de batalla). En 1861 obtuvo el grado de Prosector 
en la Eco le Pratique de Dissection. Llevó a cabo varios largos viajes 
de formación en el extranjero. Entre 1865 y 1872 fue Cirujano de 
los Hospitales, actuando sucesivamente en los hospitales: Necker, 
du Midi, Cochin, Lariboisiére y Beaujon (en donde tuvo a Carafí 
como Interno en 1881), 102 hecho que muestra que existía cierto 
orden de jerarquía entre los servicios clínicos, a los que se iba acce¬ 
diendo a medida que se progresaba en la carrera. En 1870, duran¬ 
te la Guerra franco-prusiana, actuó como cirujano voluntario en 
el hospital de campo ubicado en la ciudad de Metz. En 1873 fue 
nombrado Profesor de Medicina operatoria, así como cirujano del 
Hótel-Dieu, que estaba en el ápice del escalafón antes mencionado. 
En 1893 se incorporó a la Académie de Médecine, de la cual fue 
Presidente ese año, falleciendo el 19 de octubre. Puede considerár¬ 
selo -de acuerdo a los historiadores de la cirugía francesa- como 
uno de los más prominentes cirujanos galos del siglo XIX y como el 
principal mediador entre la cirugía de su país y la del extranjero, si 
bien tanto Auguste Nélaton como Championniére también habían 
tejido estrechas vinculaciones con los ingleses, como más tarde las 
cultivarían Samuel Pozzi y Doléris con los alemanes y norteameri¬ 
canos. Aparte de inventar instrumentos quirúrgicos, Le Fort per¬ 
feccionó varias técnicas ya existentes y se involucró en un amplio 
espectro de problemas quirúrgicos, obstétricos y de cirugía militar, 
así como en las condiciones higiénicas de los hospitales de Francia y 
Gran Bretaña. No es menor la influencia que tuvo el Maestro sobre 
la organización académica de la Facultad de Medicina, en el diseño 
de sus programas y en la designación de los profesores; fue contra¬ 
rio a la creación de nuevas cátedras de las nacientes especialidades-, a 
su influencia se debió la tardía fundación, recién en 1901, de la de 
Ginecología, que fue posible gracias al apoyo de la Municipalidad 
de la Ciudad de París. 


102 Le Progrés Médical, 1881 ;9:17. 


55 



• José Máximo Carafí • 



Hopital Beaujon, rué du Faubourg Saint-Honoré (BIUM) 


Otro dato complementario respecto a la formación anatómi¬ 
ca de Carafí. Los Internos parisinos realizaban sus trabajos de esta 
disciplina en el Amphithéátre de Clamart, situado en el 5eme arron- 
dissement , en la rué du Fer-a-Moulin , ubicación del viejo cemen¬ 
terio homónimo. Abrió sus puertas en 1835 y fue incorporado a 
la Assistance Publique en 1849, fecha en que ésta fue creada. Entre 
1868 y 1890 - en consecuencia, durante el tiempo de actuación de 
Carafí- Paul-Jules Tillaux (1834-1904) fue su director. Allí conver¬ 
gían diariamente los cadáveres no reclamados procedentes de todos 
los hospitales de París, por lo que el material anatómico era muy 
abundante. Por esa razón dicho centro gozó de singular prestigio, 
ya que allí podía hacerse más práctica anatómica en una semana de 
la que se realizaba en servicios de otros países en varios meses. En 
líneas generales, su organización no difería de la de la Ecole Pratique 
en cuanto al personal docente y poseía como ésta última, además de 
las salas anatómicas, laboratorios para las clases prácticas de ciencias 
básicas. Por supuesto que Carafí concurrió a este centro de prácti¬ 
ca de la disección y de la medicina operatoria, áreas de su especial 
preferencia. 


56 















■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 



Sala de disección del Anfiteatro de Clamart (BIUM) 


Es digno de mención que durante los años de su permanen¬ 
cia en París Carafí frecuentó la cátedra de Higiene, ejercida por 
Apollinaire Bouchardat (1809-1886). La materia le resultaría parti¬ 
cularmente importante durante su larga actuación en el Consejo de 
Higiene Pública en Uruguay. Dicho notable farmacéutico tuvo una 
prolongada influencia; a sus clases también había asistido Vilardebó, 
con gran entusiasmo y aprovechamiento, durante su segunda estadía 
en París entre 1847 y 1852, al igual que los orientales que entonces 
cursaban medicina en París (F. A. Vidal, G. Méndez y J. García de 
Zúñiga). 103 Ese famoso higienista, aparte de los estudios en esa disci¬ 
plina, es considerado fundador de la diabetología por sus investiga¬ 
ciones sobre las variaciones de la glucosa en esa enfermedad. 

Los pocos momentos libres que Carafí tenía en París, los dedicó 
al estudio (sabemos que fue un gran lector, no sólo de temas médi¬ 
cos, sino también de asuntos de cultura general), a las Sociedades 
médicas y a concurrir a los Cercles de l’Association “Saint Vincent de 
Paul”, donde se cultivaba la espiritualidad y la formación doctrinal 
católica, aparte del emprendimiento de obras de caridad. Entre sus 

103 Pou Ferrari, R. y Mané Garzón, F. op cit, 2012. 


57 







• José Máximo Carafí • 


miembros figuraban numerosos estudiantes de medicina y médicos, 
ya que, siguiendo la senda del santo en torno a cuyo nombre se 
nucleaban, visitaban enfermos, prisioneros y brindaban cuidados 
a los desvalidos. Allí ahondó Carafí su religiosidad y trabó conoci¬ 
miento con los promotores de obras sociales y de apostolado, que 
crecían en Europa como reacción frente al progresivo materialismo 
y agnosticismo propios de esa época. 104 


104 En ese momento, más precisamente durante el año 1879, José Batlle y Ordóñez se 
hallaba también en la capital francesa y asistió, como tantos otros de sus contempo¬ 
ráneos, a las conferencias positivistas, pero además entró en contacto con represen¬ 
tantes del krmisismo, quienes le transmitieron la visión de los promotores belgas de tal 
ideología, por lo que Batlle terminó adhiriendo -de por vida- a esta posición dentro 
de la filosofía espiritualista. (Ver: Arturo Ardao. Batlle y el positivismo filosófico, Mon¬ 
tevideo, Ed. Estudiantes Derecho, 1950) 


58 



Capítulo IX 


Trabajos científico-médicos 

PRESENTADOS POR CARAFÍ 
DURANTE SU PERMANENCIA EN 

París. 


H emos creído oportuno hacer una consideración espe¬ 
cial de las publicaciones de Carafí en París, las que, 
entre otras cosas, condujeron a su designación como 
Miembro Correspondiente de la Société Anatomique. 

En medio de las extenuantes ocupaciones de los cursos regula¬ 
res y libres de medicina, a las que se sumaban las obligaciones como 
Interno provisorio primero y titular después, Carafí se hizo tiempo 
para anotar los casos interesantes y dar forma con ellos a trabajos de 
investigación clínica, que aparecieron entre 1875 y 1882 en distin¬ 
tas e importantes publicaciones francesas. Esto significa, entre otras 
cosas, que sus patrones consideraban que dichas contribuciones te¬ 
nían jerarquía suficiente como para ser por ellos apadrinadas. 

Son prolijas observaciones clínicas seguidas por la descripción 
de los hallazgos de la anatomía patológica macroscópica, según la 
más pura tradición de la escuela anatomo clínica de París, ya en vías 


59 



• José Máximo Carafí • 


de declinación. En ninguna de ellas hace mención -salvo tangen¬ 
cialmente- a la microscopía, que tenía entonces larga tradición en 
Francia, pero que no entraría a formar parte habitual de las publi¬ 
caciones hasta la instalación, a comienzos de la década de 1880, de 
laboratorios anexos a los Servicios clínicos, dedicados a investigar la 
química de los fluidos orgánicos, la bacteriología y la histología. Es 
posible también plantear otra explicación de esa carencia de histo- 
patología: la mayoría de las autopsias se demoraban unos días luego 
de la muerte del sujeto, lo que hacía imposible el estudio histológi¬ 
co, aún cuando se contase con las destrezas y materiales para ello y 
se tuviera la clara convicción que era un complemento de esencial 
importancia. 

En algunas de estas comunicaciones Carafí formula ideas ori¬ 
ginales, como cuando propone una modificación de la clásica ma¬ 
niobra de Kocher para reducir las luxaciones de hombro, que este 
último elogia, poco después, en los Archivos de Virchow. Otros tra¬ 
bajos describen intervenciones quirúrgicas y problemas obstétricos, 
por ejemplo: la realización de la operación de Porro o los riesgos del 
empleo del cloroformo como anestésico general en obstetricia. 

Estos aportes continuaron siendo citados, años después de 
aparecidos, incluso con posterioridad a la muerte de su autor, en 
publicaciones tanto francesas como anglosajonas y germanas (tesis 
de doctorado y de agregación, trabajos de investigación clínica, re¬ 
súmenes, Index Medicus, etc.), lo que habla de la gran influencia de 
la producción bibliográfica francesa en el mundo y también de la 
relativa importancia de los aportes carafianos. Por eso hemos acom¬ 
pañado cada una de las comunicaciones con las referencias que a 
ellas hacen mención. 

Llama la atención que luego de su retorno al Uruguay Carafí 
publicara poco, pese a que se editaban en nuestro medio varias 
revistas científico-médicas. 105 Luego veremos en detalle los cinco 
trabajos elaborados en nuestra capital en las postrimerías de su vi¬ 
da. Consideramos que estos últimos revisten, como los parisinos, 
singular jerarquía y son de los pocos documentos que permiten co- 

105 Pou Ferrari, R Enrique Poney , op cit, 2011. 


60 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


nocer la actividad clínica y el estricto método que Carafí continuó 
aplicando a lo largo de toda su actuación para encarar los casos con 
espíritu didáctico e incluso de divulgación. Probablemente, la rela¬ 
tiva magnitud de la obra producida entre 1875 y 1882 pudo obeder 
a un frustrado proyecto del autor de permanecer en Paris y hacer 
allí carrera académica, presentándose a concursos, como de hecho 
lo hizo en el primer semestre de 1882. Luego de volver al país, 
absorbido por variadas e importantes responsabilidades docentes y 
administrativas, así como también por la ausencia (hasta 1893) de 
una Sociedad Médica en Montevideo, su afán por comunicar ob¬ 
servaciones o formular comentarios acerca de ellas decayó, lo que es 
de lamentar para la Medicina nacional. Lo dicho permite especular 
sobre la importancia de las sociedades científicas como estímulo a 
la investigación médica. 

Finalmente, debe enfatizarse que, con excepción de la contri¬ 
bución realizada ante la Société de Biologie por Pouey y Doléris en 
1885 sobre la relación de la eclampsia gravídica con la infección 
urinaria 106 , ningún otro uruguayo estudiante en París fue autor de 
publicaciones que, como en el caso de Carafí, traducen una in¬ 
quietud de investigación clínica acorde con la época, de categoría 
y originalidad sobresalientes. Varios orientales, por ejemplo Soca, 
Pouey, Morquio o Ricaldoni, enviaron trabajos a revistas france¬ 
sas; mientras otros como Turenne, lo hicieron también a medios 
de prensa médica norteamericanos, pero tal cosa ocurrió cuando ya 
desempeñaban cargos docentes de jerarquía en Montevideo y eran 
personalidades reconocidas. 

Estudiaremos a continuación los trabajos de Carafí en París, 
que totalizan 17, a los que hemos agregado dos (en el numeral 18), 
que si bien no son comunicaciones independientes, forman parte 
de sendas publicaciones de otros autores que mencionan explíci¬ 
tamente las colaboraciones de nuestro biografiado y revisten tanta 
importancia como cualquiera de las demás. 


106 Doléris, A.; Pouey, H. Albuminurie gravidique et éclampsie, Soc Biol (Paris), 1885; 
85 (37): 489. 


61 



• José Máximo Carafí • 


1) Carafí, J.-M. Observation sur un cas de stéatomes gan- 
glionnaires par infection, á la suite du traitement d’une lou- 
pe du cuir chevelu par les caustiques. La Frunce Médicale, 
1875; N» 63: 1-3. 


Citado en: 

• Centralblattfiir die Medicinische Wissenschaft, 1876; 3 (Jan 
15). 

• Cohnheim, Julius: Einfacher Gallertfkropf mit Metastasen, 
Archiv fiir pathologische Anatomie und Physiologie und für 
klinische Medicine, 1876; 68: 547-554 [552]. 

• Archives of Dermatology. Quaterly Journal ofskin and vene- 
real diseases (L. Duncan Buckey ed), New York, Putnam’s 
sons ed, 1877; 3: 77. 


1875. — 22* Alinée. — N* 63. 


10 cent, lo numero. 


Samedi 7 aoút 1875. 


LA 


FRANCE MEDICALE 


BUREAUX 

CREZ ADR1E.N DELAIIAYE 

Pte* ¿t rfeolade-HMrtta* 
PARIS 


Paraiasant 1© Mercredi ©t 1© Samedi 

RÉDACTEUR EN CHEP 

Le D' E. BOTTENTUIT 

Mí ore i n co mullan! *ux Eam da PloBb H w i, ancim intacta* da» liAplUux da Parí*, 
da la Sociitt AnaUxnlque, Oiavalier da la Légion d'Honncur. 


UN AN 

FRANCE. 12 l> 

ÉTRANCER.... 20 » 


Las otmaga» remls «a douhla aont annoacAt «l aiulyil». — A.tretter ca qui caneara* la Mdaetloa i M. la D' E. BOTTENTUIT. 14. bonlarard Malasbarfcas. 

•o • abana* chai A. HELABATE *1 dan* ton» la» Boraaux da po»l* . I aboaarnttnl a* coaUua* aaul atl* eoctialr». — La* Aaooixaa toml raga** cb«s la BtfllSSEDB, II, raa da la Monaala. 


NORRAlHi; 

Preml«*r-Pi»rls. — Trataax originan* : ObMmliOR sur un cas da *W>- 
aloma* gaiiglionualrc* par infection, A la aúlla du traitement d'une loupe du 
cuir chevelu par la* caustique», par M. I.-Sf. Canil. — Bctuo «la Ir 
praNNa rmnejilm* i Luxntion completa *ans piale da l'astrogala. — Ra»li 
pK-variolique*. — Nérnlglts lombo-abdominale* paraialant aprí» la guiri- 
ton da lesión» uterinos. — Complai-rrndM nnnl» llque* da* So- 
cióte* tavanict : Aeodimi* tU midreine, aáanea du 3 aoftt 1873. — So- 
citté ilemMtcmt pralit/ut, alance du t*'jelllel 1873. — Sautellra. 


París, le 6 aoút 1875. 

Lo partí des contagionnistes, representé par M. Guérin dansla 


TRAVAUX ORIGINAUX 

hAtEL-DIEC. — M. LE PROFKSSKUR RJCHST. 

Observation sur un cas de stéatomes ganglionnaires par 
infection, á la suite du traitement d'une loupe du cuir 
chevelu par les caustiques. 

Par I.-M. Carafí, 

Externe desbApitasx. 

Mmc Aginé M..., ágée de 40 ans, ménagére, née á Epernay 
(Marne), entrée i l’Iiótel-Dicu le 20 mai 1875, est couchéc au 
n* 14 de la salle Saint-Charles. 

En avril 1873, la malade fut consultor son médecin pour se 
fairc tráiler d’une loupe du volume d'une grosse cense qu’elle 
portait depuis deux ans sur la région pariétale droite, ú deux 


Resulta particularmente interesante el trabajo que seguidamen¬ 
te comentamos, el primero publicado por Carafí a los pocos meses 


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■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


de arribar a París, siendo ya Externo de los hospitales en el Hótel- 
Dieu, cuyo nuevo edificio sería inaugurado en 1877, tal cual subsis¬ 
te actualmente. El espíritu de trabajo de nuestro joven estudiante de 
22 años hizo que, llevando sólo algunas semanas en el Servicio de 
cirugía del Profesor Alfred-Louis-Dominique Richet (1816-1891), 
bajo la directa tutela del famoso Odilon Lannelonge (1840-1911), 
diera a conocer en La France Médicale esta hasta cierto punto cu¬ 
riosa comunicación, típica de la Patología externa clásica. Desde el 
comienzo de su actuación parisina, en consecuencia, Carafí estuvo 
vinculado con los representantes más conspicuos de la vieja cirugía , 
muchos de los cuales harían la transición hacia la nueva , precisa¬ 
mente en la década durante la cual el oriental actuaba en la capital 
francesa. 



Con referencia a Richet, ayudante de anatomía (1841) y pro¬ 
sector (1843), se doctoró en 1844. Actuó luego como Cirujano 
de los hospitales, culminando en el antes citado nosocomio como 
Profesor de Clínica quirúrgica (1864). Allí experimentó con la 
anestesia mediante cloroformo utilizando el aparato de Jean-Louis 
Prosper Duroy 107 

107 Este era conocido como “anestesímetro”. La obra de Duroy es la siguiente: Procédés 
pour découvrir le chloroforme dans le sang et dans les cadavres, Extraits du Journal de 


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• José Máximo Carafí • 


Volviendo a la comunicación que nos ocupa, la loupe era una 
antigua y poco precisa denominación, utilizada desde la antigüedad 
grecorromana para designar un tumor quístico de contenido gra¬ 
soso, que quizás pudiera corresponder a lo que hoy denominamos 
quiste sebáceo. No obstante, en la bibliografía clásica se lo incluia 
junto a los ateromas , esteatomas , lipomas , chaláceos, ganglios o nodus y 
hasta a los bocios y espinas bífidas (hidropigias de la médula espinal). 
Un tratado sobre Lupiología, im publicado por Barthélemy Girard 
(1731-1812) de Montpellier en 1775, da idea de la importancia 
que se asignaba a su diagnóstico y tratamiento. Este último consis¬ 
tía en su resolución , supuración , ligadura , extirpación o cauterización 
(por el fuego o las sustancias químicas). No había, un siglo después 
de este librito, demasiado adelanto en cuanto a la diferenciación 
de esa entidad de ciertos carcinomas ( cancroides ) y sarcomas. Se 
confundía con procesos infecciosos agudos o crónicos {caseosos). Si 
bien era empleado el término metástasis , el mismo hacía referencia 
a la diseminación de las infecciones. El concepto de tumor maligno 
continuó siendo, hasta fines del siglo XIX, el de una enfermedad lo¬ 
calizada, por lo que su tratamiento consistía, hasta el advenimiento 
de la histopatología y la cirugía radical con Halsted y Wertheim, 
en su simple extirpación, con lo que los pacientes se daban por 
curados, por más que luego aparecieran recidivas y lesiones genera¬ 
lizadas. Es este caso bien elocuente al respecto. La descripción muy 
detallada y objetiva que nos brinda Carafí de las distintas etapas 
de la enfermedad, no deja lugar a dudas, al menos para el clínico 
de hoy, que estaba ante una neoplasia en evolución, con suficiente 
agresividad como para determinar ulceraciones, destrucción par¬ 
cial del pabellón auricular y parálisis facial periférica, con lesiones 
a nivel de los ganglios tributarios, de análogas características ma¬ 
croscópicas que la primitiva. Sin embargo, desde el título hasta las 
conclusiones, prima el concepto de que, por su larga evolución, era 


Pharmacie, Paris, Thunet imp, 1851. 

108 Girard, M. Barthélemy Lupiologie ou Traite des tumeurs connues sous le nom de loupes, 
avec des détails sur les effets et la maniere d’ágir les caustiques, des recherches sur le gan- 
glion, le goitre, les tumeurs enkystées des paupieres, la Ramde, l’Hydropisie de la moelle 
épinniere et des moyens et réflections sur les moyens de perfectionner l’art de les guérir , 
Londres, Paris, Chez Ruault, 1775, 445 págs. 


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■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


un tumor quístico infectado que había reaparecido en los ganglios 
cervicales, se había ulcerado y tenía una marcha aguda quizás a cau¬ 
sa de la cauterización utilizada en un principio. Un año después, el 
famoso Julius Cohnheim (1839-1884), en un trabajo publicado en 
los Archivos de su maestro Virchow, 109 cita el del uruguayo, aunque 
plantea dudas acerca de la naturaleza del proceso. Uno de nosotros 
(F.M.G.) ha comentado al respecto que tratándose de un proceso 
que se fistuliza y drena sustancia sebácea o caseosa, podría tratarse 
de una tuberculosis (menos probablemente) o de una actinomico- 
sis, patología ésta última que en su prolongada actuación clínica ha 
observado en dos oportunidades. 

No deja de ser muy interesante para el historiador de la medi¬ 
cina tener un ejemplo como éste que pone en el tapete, sin la menor 
duda, que la cirugía francesa del último cuarto del siglo XIX, seguía 
apegada a antiquísimos conceptos sobre los tumores, idénticos a los 
que manejaban Paré o Astruc, conforme frente a otros casos clíni¬ 
cos, continuaba abrazada a la teoría miasmática. Esto ocurría cuan¬ 
do ya se habían formulado tanto la patología celular de Virchow 
como la teoría de los gérmenes con Pasteur y Koch. En menos de 20 
años cambiaría radicalmente el encare quirúrgico de los cánceres, 
en primer lugar porque se los diagnosticaría en forma correcta des¬ 
de el punto de vista histopatológico y en segundo término porque 
se conocería su modo de propagación, lo que condujo a la cirugía 
ampliada, que por cierto tiempo pagó tributo con su impopulari¬ 
dad a las complicaciones inherentes a su extensión. 

Enfatizamos que en Francia había ya una escuela histológica, 
con la cátedra correspondiente en la Facultad de París a partir de 
1862. Sin embargo, en este caso, los prominentes médicos actuan¬ 
tes dieron mayor relevancia a los antecedentes clínicos y a los preci¬ 
sos hallazgos semiológicos. Aumenta nuestra perplejidad ante dicha 
actitud si se tiene en cuenta que Richet se había hecho famoso por 
un Tratado de anatomía médico quirúrgica , cuya primera edición es 
de 1855 y que continuó publicándose durante más de veinte años. 
Si consultamos la obra, en ella se reproducen imágenes microscópi- 

109 Cohnheim, J. Einfacher Gallertkropf mit Metastasen, Virchow Archiv, 1876; XXVI: 

552. 


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• José Máximo Carafí • 


cas. No obstante la amistad que unía a Richet con el microscopista 
Charles Robín (1821-1885), no recurrió a él para aclarar el caso, 
como sí lo hizo Francisco Antonino Vidal en 1851 a fin de diluci¬ 
dar la naturaleza de algunas lesiones descritas en su Tesis sobre mal 
de Pott. 

Para finalizar, ni el autor de la publicación, ni el profesor, ni su 
reputado ayudante hallaron referencias bibliográficas al respecto. 110 

Como algo anecdótico, consignamos que la enferma procedía 
de Epernay, sitio próximo a París, donde Richet pasaba los fines de 
semana durante el verano; 111 quizás de allí conocía a la enferma, por 
lo que ésta terminó concurriendo a la clínica de su vecino, el gran 
cirujano. 


2) Carafí, J.-M. Pachimeningite avec hématome de la dure- 
mére. Bulletins etMémoires de la SociétéAnatomique (París), 
janv-avr 1877, [1878] T. III: 325-326 y Progrés Médical, 
1877; V: 634-635. 


mi moins peu conuntiue. 


«uuiuaue. Sinoti tres-raro 


^ UWI ' loterti# provisoir*. 1 

MUide ¡f 1 ' hoa P ,CB enfévrier 

Au commcncemeot de 1^76 álíuau^d-cooliq.iw iuvétéréfs. 
piÓRie droile. Au debut de i dapü P |eiie UVc <-‘ Wmi- 

Irés grande in ten sité p as , n i U ?V BS rrj,n I M ‘ s nrnient une 


Esta comunicación es interesante, entre otras cosas, porque re¬ 
afirma lo que ya dijéramos, que a fines de 1876 Carafí se había 
presentado por primera vez al concurso del Internado, obtenien¬ 
do el cargo de Interno Provisorio, cosa que se desprende del título 


110 Transcribimos íntegramente la traducción del trabajo en el Anexo Documental N° 7. 

111 Monod, Charles. Eloges et notices lus a la Société de Chirurgie: Ricord, Trélat, Richet, Le 
Fort. Le cinquantenaire de la Société (25 octobre 1893), Paris, Masson éd, 1895. 


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■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


que acompaña al nombre del autor en este trabajo. Desempeñó esa 
función en el hospicio Dévillas, establecido en 1835 gracias a una 
donación realizada por un comerciante de ese nombre; dicha insti¬ 
tución fue trasladada más tarde a las afueras de París con la finalidad 
de disponer de más espacio. 

Se trata de la descripción de la autopsia de un paciente alcohó¬ 
lico de 82 años de edad , perteneciente a la dependencia asistencial 
mencionada, donde había permanecido internado desde 1872 y 
que, en años sucesivos, más específicamente a comienzos de 1876 
y en abril de 1877, presentó sendos ataques de apoplejía , fallecien¬ 
do al día siguiente del último de ellos. Luego de la observación de 
otros sectores del organismo, Carafí hace referencia más precisa de 
los hallagos a nivel del cráneo, donde encuentra del lado izquierdo, 
“ incindiendo la duramadre, la presencia de cierta cantidad de sangre 
líquida, que formaba un hematoma entre dos neomembranas ”, la más 
externa en contacto con la duramadre, de la que podía separarse 
‘ fácilmente, y la más interna, algo más fina, ubicada sobre la aracnoi- 
des y la piamadre [...] El espacio limitado por ellas ocupa casi toda la 
cara externa del hemisferio izquierdo, con algunas bridas o tabiques 
rudimentarios. ”Da las dimensiones exactas del hematoma y destaca 
que “a nivel del mismo las circunvoluciones cerebrales están comprimi¬ 
das, por lo que la cara convexa del hemisferio presenta una depresión en 
relación con la forma del hematoma ’ como único hecho a destacar. 
La duramadre del lado derecho presenta algunas adherencias a las 
meninges subyacentes. Los vasos del polígono de Willis son atero- 
matosos. Las demás estructuras nerviosas en sus diversos sectores 
están intactas. “En cuanto al bulbo, además de su consistencia y de su 
aspecto fisiológicos, ofrecía una simetría perfecta, lo que excluye la idea 
de toda degeneración secundaria”. 

Llamativamente no hay en este trabajo referencia alguna a los 
síntomas y signos neurológicos que presentaba el paciente, lo que 
pudo haber hecho más interesante la observación, en una época en 
que la neurología estaba en pleno desarrollo, restringiéndola a una 
comunicación anatomopatológica en sentido estricto. 


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• José Máximo Carafí • 


3) Carafí, J.-M. Hernie diaphragmatique congénitale. 
Bulletins et Mémoires de la Société Anatomique (París), 
1880, 3 éme Série, T. V: 205-206. 


Presenta -en la Section des Procés-Verbaux- la pieza conservada 
y la descripción de la autopsia de un recién nacido, portador de 
una hernia diafragmática por agenesia del hemidiafragma izquier¬ 
do, con las modificaciones de los órganos abdominales y torácicos 
que son propias de esta patología. El autor señala que el hallazgo es 
de extrema rareza. 

4) Carafí, J.-M. Anevrysme artério-veineux de l’artére et de 
la veine fémorale superficielles ayant subi les modifications 
suivantes: Communication de l’artére avec la veine et avec 
un sac; suppression de la communication avec le sac; cés- 
sation de la phlébartérie; gangréne de la poche; ouvertu- 
re; mort. Bulletins et Mémoires de la Société Anatomique 
(París), 1881, 4 émc Série, T. VI: 706-713. 

Citado en: 

• Revue des Sciences médicales en France et a l’étranger: recueil 
trimestriel analytique, critique et bibliograpbique, París, 
1882; 22: 672. 

• Index Medicus , Carnegie Institution of Washington (F. 
Leypoldt ed), 1883:15. 

• Jahresbericht über die Leistungen und Fortschritte in der ge- 
sammten Medicin, Berlín, 1883; 17: 283. 

• Deutsche Chirurgie (F. Enke ed), 1888; IV: 42. 

• Bourges, M. Contribution a létude des anévrysmes artérioso- 
veneux des vaisseaux fémoraux, París, Bailliére éd, 1900. 

• Reports ofthe Johns Hopkins Hospital, 1920; 19: 340. 


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■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


• Callander, Curlie L. Arterionenous fístula with an analysis 
of447 cases, Ann ofSurgery, 1920; 71: 428-459. 


Séance du 16 décembre 1881. 
Présidence de M. Charcot. 

17. Anévrysme artério-Teineux de Tartére et de la vdae 
fómorale snperfldelles ayant snbi les modiflcatíoni ai- 
v&otei: Commanioatlon de l’artére avec la Tdae et »* 
un sac; — Snppreaeion de la eonmnnlcatlon avecto«« 

— Cessation de la phlóbartórie; — G&ngréne de la pocke; 

— Ouverturej — Mort; parM. J.-M. Cabafi, interne des hópi- 
taux. 

Le noramé P...., Louis, ágé de 32 ans, employó, entrele 
9 septembre 1881 á l'hópital Beaujon, salle Ambroise Paré, 
n° 30, Service de M. Lb Fort suppléé par M. Blim. 

Le malade présente une plaie par arme á feu (revolver 


En la sesión del 16 de diciembre de 1881 de la antes citada cor¬ 
poración, bajo la presidencia de Jean-Martin Charcot (1825-1893), 
Carafí da a conocer un nuevo trabajo, referido esta vez a un caso ob¬ 
servado en la sala Ambroise Paré , Servicio de Le Fort en el Hospital 
Beaujon (M. Blum subrogaba al patrón). Era un hombre de 32 años 
que había sufrido una herida por arma de fuego a nivel del triángulo 
de Scarpa, sobre el borde externo del sartorio. El autor refiere la evo¬ 
lución del enfermo y el diagnóstico inicial de aneurisma traumático , 
cuyos caracteres semiológicos describe minuciosamente. Primero se lo 
trató por compresión externa. Frente a la persistencia del cuadro pa¬ 
tológico, se planteó un aneurisma arteriovenoso , dada la comprobación 
de doble pulso, doble soplo, frémito, etc. Se llamó en consulta al pro¬ 
fesor Paul-JulesTillaux, quien estuvo de acuerdo con este diagnóstico 
y aconsejó un vendaje compresivo extenso, “ mantenido bajo el peso de 
un saco de plomo”. Más tarde, se presentó síndrome toxi infeccioso que, 
unido a los elementos fluxivos locales, llevó a pensar en un flemón, 
que efectivamente existía y que se extendió rápidamente. Luego de 
nueva consulta con el antes citado cirujano, esta vez conjuntamente 
con Le Fort y Blum, decidieron operarlo, previa punción exploradora. 
Luego de unos días, se pusieron de manifiesto “ signos de septicemia”. 
Recién entonces se incindió ampliamente la piel, saliendo “ abundante 


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• José Máximo Carafí • 


líquido purulento, mezclado con coágulos fétidos”. A efectos de evitar 
una eventual hemorragia, se colocó una banda de Esmarcb en la raíz 
de la pierna. El paciente murió y se realizó la necropsia, que permitió 
comprobar que “la fístida arterio-venosa inicial se había cerrado”. Se 
hallaron además “ modificaciones necróticas de los tejidos blandos y una 
importante trombosis venosa, que abarcaba tanto los vasos superficiales 
como los profundos .” 

5) Carafi, J.-M. Monstre anencéphale présentant plusieurs 
vices de conformation- Bec de liévre commisural génial á 
gauche- Bec de liévre latéral. Coloboma de la paupiére et de 
l’iris á droite. Bulletins etMémoires de la SociétéAnatomique 
(París), 1881, 4 emc Série, T. VI: 733-736 y Progrés Médical 
(París), 1882; 8: 618. 


Citado en: 

• Index Medicus, Carnegie Institution of Washington (F. 
Leypoldt ed), 1883; 5: 3. 

• Revue des Sciences médicales en Frunce et á l’étranger, Paris, 
1883; 21: 380. 

• Jahresbericht über die Leistungen und Forschritte im Gebite 
der Ophtalmologie (J. Michel, ed), 1883: 11. 

• Hirst, B. C.; Piersol, F. A. Human monstruosities, Part IV, 
Philadelphia, Lea Brothers ed, 1893. 

• Bailantyne, J. W. Manual of antenatal pathology and hy- 
giene. The foetus, New York, W. Wood ed, 1902. 

• Zeitschriftfür Augenheiljunde, 1902; 7: 212. 

• Annalespaediatrici: International review ofpediatrics; Revue 
Internationale de Pédiatrie; Jahrbuch für Kinderheiljunde, 
1902, 56: 153. 

• Archives of Ophtalmology (H. Knapp y C. Schweigger, ed), 
New York, 1913; 32: 191. 


70 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


26. Monstre anencéphale présentant pluslenrs vices de 
conformatlon. — Bec de liévre commis9ural génial á 
gauche. — Bec de liévre latéral. — Coloboma de la pan- 
piére inférieure et de l’lris é. droite; par M. J. M. Caraki, 
interne des hópitaux. 

Le foetus monstrueux, dont j'ai l’honneur do communi- 
qucr l’observation, provicnt du servicc de M. lo D r Cham- 
pionniére, a la Maternitó de l’hdpital Cochin. 

Cette filie est née le 2C aoút 1880, á 8 h. 15 du soir. Sa 


También en diciembre de 1881, Carafí da a conocer un caso ob¬ 
servado en agosto de 1880 perteneciente al Servicio de la Maternidad 
del Hospital Cochin , dirigido por Lucas-Championniére. Es un es¬ 
tudio sobre teratología, aspecto de la medicina con una larga trayec¬ 
toria histórica por sus viejas vinculaciones con la teología. Se refiere 
a una mujer que había estado internada durante los tres últimos me¬ 
ses del embarazo en la nombrada dependencia. La palpación llevó al 
diagnóstico de presentación podálica, intentándose incluso en dos 
oportunidades la versión cefálica por maniobras externas, que resul¬ 
taron infructuosas. Destaca el autor el frecuente error diagnóstico 
que se comete cuando se practica el tacto vaginal en casos de anen- 
cefalia como el que estudia, que suele confundirse con una presen¬ 
tación podálica (lo que siguió ocurriendo hasta que dispusimos de 
estudios imagenológicos complementarios). El recién nacido, que 
falleció tres horas después, además de la malformación antedicha, 
que el autor ilustra mediante fotografías que no son reproducidas 
en el texto (téngase en cuenta la relativamente precoz utilización de 
este recurso gráfico en lugar del dibujo o la presentación de la pie¬ 
za anatómica conservada), tenía asociado un doble labio leporino. 
Del lado izquierdo, la fisura era a concavidad superior, afectaba la 
mejilla y se extendía desde la comisura labial hasta el borde inferior 
del malar. Señala, como dato original, “lapresencia de una brida que 
unía el extremo del defecto geniano al lóbulo cerebral anencefálico .” A 
la derecha, faltaba la soldadura de los bordes de la piel de la brecha, 
que se extendía por encima de las partes blandas del labio, las que 
quedaban al descubierto. El párpado inferior homolateral presen¬ 
taba un coloboma que lo comprometía en casi toda su extensión. El 


71 



• José Máximo Carafí • 


iris de ese ojo también tenía una detención del desarrollo (coloboma 
del iris). El autor hace además una completa revisión bibliográfica 
sobre el tema, que abarca el período comprendido entre 1715 y 
1860, tomada en su mayor parte del Diccionario Enciclopédico de 
Dechambre y de un trabajo de Pelvit sobre malformaciones de la 
mejilla que había sido presentado, poco tiempo antes, a la Société 
de Biologie. 


6) Carafí, J.-M. Calcul salivaire du canal de Warthon ex¬ 
pulsé spontanément. Bulletins et Mémoires de la Société 
Anatomique (Paris), 1881, 4 eme Série, T. VI: 736-737. 


Citado en: 

• Revue des Sciences médicales en France et a l’étranger: recueil 
trimestriel analytique, critique et bibliographique , Paris, 
1883; 22: 392. 

• Index Medicus, Carnegie Institution of Washington (F. 
Leypoldt ed), 1883; 4: 456. 


27. Calcul salivaire du canal de Warthon expnlsé apea- 
tanément; par H. J. Caiufi, interne des hópitaux. 

J’ai l’honneur de présenter á la Société anatomique un 
calcul salivaire expulsé spontanément. 

Voici l’histoire de ce calcul: Le nommé Louis Dutastre. 
ágé de 22 ans, vient á la consultation du Service de M. le 
professeur Le Fort, á l’hópital Beaujon, le 19 décembre 
1881. II nous raconte que, etantau régiment, l’année der- 
niére, il fut priB subitement, aprés un repas, de douienrs 
tres vives dans la bouche et dans l’angle de la michoire 
droite ; ces phénoménes se calmérent sous l’influence d’ap- 

ivlíoAfiAna Amnllionfoo 


En calidad de Interno en la clínica dirigida por el Profesor Le 
Fort en el Hospital Beaujon , el mismo mes y año que la arriba rese¬ 
ñada, Carafí da cuenta, ante la tradicional y respetada corporación 
médica de París, una comunicación referida a un cálculo salival en- 


72 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


clavado en el conducto excretor de Warthon, que fue expulsado 
espontáneamente. Había hecho el diagnóstico correcto guiado por 
la fluxión de la glándula, la palpación indirecta del cálculo median¬ 
te un estilete y la comprobación del orificio bucal del conducto de 
Warthon dilatado. 


7) Carafí, J. M. Ligature de la verge á l’áge de sept ans; sec- 
tion presque complete de l’organe ayant intéressé l’urétre; 
rétrécissement de l’urétre avec fistule; sclérose de l’urétre. 
Mort par urémie dyspnéique. Bulletins et Mémoires de la 
Société Anatomique (París), 1881, 4 eme Série. T. VI: 750- 
52. 


Citado en: 

• Scbmidt Jahrbücher der in und auslánder gesammten 
Medicin , (Hirzel ed), 1882; 195-196: 306. 

• Revue des Sciences médicales en Frunce et a l’étranger: recueil 
trimestrielanalytique, critique et bibliographique, 1883; 22: 
397. 

• Index Medicus, Carnegie Institution of Washington, 1883; 
4: 466. 

• Jahresbericht über die Leistungen und Fortschritte in der ge¬ 
sammten Medicin, 1883; 17: 207. 

• Deutsche Chirurgie (F. Enke ed), 1886; 50 (1): XXIV. 


Presenta el caso de un joven de 21 años, afectado de un retardo 
mental, “con incontinencia nocturna de orina [desde la] edad de 7 
años, [quien] tuvo la idea de ligarse el pene para evitar [así] orinar[ se] 
en la cama y [de este modo poder] escapar a las amenazas de sus 
padres .” El procedimiento condujo, con el paso de los años, a un 
estrechamiento y sección parcial del miembro viril. “El calibre de la 
uretra [se vio] notablemente reducido, [lo que tuvo por consecuen- 


73 



• José Máximo Carafí • 


cia] retenciones de orina repetidas, que no requirieron, sin embargo, 
jamás, [que el paciente fuera] sondado Fue visto en consulta por 
el eximio cirujano Tillaux, quien reconoció, por medio de un “ca¬ 
teterismo explorador, la existencia de una estenosis muy marcada de la 
porción peneana de la uretra, a cuatro o cinco centímetros del meato 
urinario. El punto preciso donde se alojaba este estrechamiento estaba 
indicado por la presencia de una pequeña fístula uretro penenana que 
desembocaba en la cara dorsal del pene y a través de la cual salían al¬ 
gunas gotas de orina durante la micción. ” 

Tiempo después, el joven fue internado en el Servicio del 
Profesor Le Fort, “quien logra pasar una bujía muy fina que es dejada 
durante diez minutos”, intervención que se repite en días sucesivos 
con sondas de mayor calibre. En forma inopinada, “el enfermo se 
queja de disnea. La auscultación no da nada, tampoco la percusión; 
se supone una disnea urémica. ” El síntoma se acentúa rápidamente, 
mientras decrece la excreción urinaria, lo que se acompaña de “un 
estado de abatimiento muy pronunciado.” Pronto se comprueba que 
está en anuria, que la “disnea urémica ha progresado y no da lugar a 
ninguna esperanza. [...]. El enfermo muere en la tardeL 

Una vez más, como en los otros trabajos de Carafí, el punto 
fuerte es la autopsia “hecha 18 horas después de la muerte” y que 
demuestra que 

los riñones son lobulados [...] Al corte, se comprueba que es¬ 
tán muy esclerosados, que la sustancia cortical está muy atrofiada, 
[con] signos de retención urinaria, es decir con una dilatación de 
los cálices y de las pelvis renales, que se ha establecido a expensas 
del riñón. 

También comprueba una extrema dilatación e hipertrofia pa¬ 
rietal de uréteres y vejiga. En lo que respecta al sitio de la lesión 
inicial, 

[1] a uretra está muy roja detrás del estrechamiento, su calibre 
está algo dilatado. La estenosis se caracteriza por una brida circu¬ 
lar que rodea casi enteramente la uretra, haciendo saliencia hacia 
la luz. Detrás de la misma se ve el orificio interno de la fístula que 
hemos señalado antes. El trayecto de esta última es muy oblicuo. 


74 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


casi de un centímetro de largo. El orificio cutáneo se abre en la cara 
dorsal del pene. La uretra, por delante del estrechamiento, no está 
muy modificada ni en su calibre ni en su estructura. 

Termina la publicación con unas breves reflexiones: 

Es curioso comprobar en este enfermo la existencia de una 
nefritis esclerosa atrófica, de origen mecánico, habiendo terminado 
por ocasionar la uremia disneica que fue rápidamente mortal, sin 
que haya sido posible hallar albúmina en la orina, ni fenómenos 
que aparecen como consecuencia de la albuminuria. La anemia 
ha sido muy tardía, visto el estado de las lesiones, y ha precedido 
inmediatamente la muerte. 

Es interesante hacer notar que de acuerdo al Indexcat de la 
National Library of Medicine de Estados Unidos de América, exis¬ 
ten 47 artículos previos al que comentamos, referidos al mismo 
tema, publicaciones aparecidas a partir del inicio del siglo XVIII. 
La mayoría de los casos son consecutivos a la estenosis de la uretra 
producida por la colocación, en torno a la raíz del pene, de un ani¬ 
llo, con frecuencia la alianza matrimonial. 112 


8) Carafí J.-M. Fracture indirecte de la neuviéme vertebre dorsa- 
le; déformation, réduction; mort au 8 éme jour par hémorra- 
gie cérébrale traumatique. Progres Médical, 1882; X: 635 
y Bulletins et Mémoires de la Société Anatomique (Paris), 
1882; IVéme Série, T. VI: 752-756. 


Citado en: 

• Neurologische Centralblatt, 1882, 1: 489. 

• Revue des Sciences médicales en France et d l’étranger: recueil 
trimestrielanalytique, critique et bibliographique, 1883; 22: 
390. 

Este artículo es quizás uno de los más intereseantes de la biblio¬ 
grafía de Carafí. También fue presentado ante la Société Anatomique. 

112 Indexcat.nlm.nih.gov/logicrouter/servlet/LogicRouter?OUTPUTXSL=relationship 
s_enc36ui.xslt&pm, (Consultado : 12.17.2012). 


75 



• José Máximo Carafí • 


Se trata “de un hombre de 25 años, muerto en el servicio del Profesor 
Le Fort, en el Hospital Beaujon, a consecuencia de una hemorragia 
cerebral traumática en el curso de una fractura del raquis.” Era un 
carpintero que cayó de cabeza, mientras trabajaba, desde una altura 
de diez metros. 


Enseguida fue conducido al hospital. Fue admitido por nues¬ 
tro colega M. Petit, quien ha tenido la amabilidad de darnos la 
nota siguiente sobre el estado del herido y la intervención a la cual 
fue sometido, de común acuerdo con nosotros. 

Refiere la semiología del caso, al mejor estilo de los neurólogos 
de la escuela de la Charité: 

Acostado sobre un banco, estaba en decúbito dorsal, presen¬ 
tando una marcada agitación, repitiendo sin cesar el mismo grito: 
‘Marie! Se debatía cuando pretendíamos examinarlo, haciendo 
movimientos con la parte superior del cuerpo y principalmente con 
el brazo derecho; el brazo izquierdo estaba afectado por una con- 
tractura en semiflexión muy marcada. 

Descubriéndolo, se pudo comprobar el estado de sus miem¬ 
bros inferiores; se percibió que el pene estaba en erección; no había 
trazas de emisión de esperma, orina ni materias fecales. Los dos 
miembros inferiores estaban en estado de paraplejia fláccida y [con 
una] anestesia a ese nivel, [la que también involucraba] la parte 
inferior del tronco, [parálisis] que parecía absoluta. 

Procediendo al examen de la región raquídea, se comprue¬ 
ba, aproximadamente a nivel de la segunda vértebra dorsal, una 
deformación muy acentuada. La porción del raquis por encima 
de este punto parece hundida en una extensión de algunos centí¬ 
metros, en tanto que por debajo, se percibe una saliencia brusca, 
que limita la depresión a ese nivel, depresión en la cual se podría 
alojar una gruesa nuez. No se comprueba en ese sitio, ni movili¬ 
dad anormal de los fragmentos vertebrales, ni crepitación, pero la 
palpación, aún la más ligera, resulta dolorosa. 

Algunas horas después del ingreso del enfermo, se procede a 
efectuar tracciones progresivas sobre los miembros inferiores, en 
tanto que la contratracción se hace por medio de un lazo pasado 
bajo las axilas. Estas maniobras parecen poco dolorosas y se obtie¬ 
ne fácilmente la desaparición de la deformación raquídea. En ese 


76 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


momento, la erección [peneana] desaparece, el enfermo cae en un 
estado semicomatoso. [Las citadas tracciones son llevadas a cabo 
mientras el paciente se halla] en decúbito dorsal, [realizándolas 
mediante] una ligera tracción ejercida sobre la parte superior del 
tronco, [sirviéndose para ello] de un lazo [que ha sido deslizado] 
bajo las axilas y que fue fijado a la cabecera de la cama. 

El diagnóstico no presentaba dudas: se trataba a la vez de 
una fractura indirecta de la columna vertebral y de una hemorra¬ 
gia cerebral: porque era difícil explicar de otro modo, que no fuera 
por una hemorragia cerebral, la contractura limitada al brazo iz¬ 
quierdo y el estado intelectual del paciente. 

Seguidamente, detalla la evolución del caso, señalando expresa¬ 
mente que el coma se profundizó, por más que se colocó al paciente 
en una gotera de Bonnet y se le “aplicaron seis sanguijuelas en la oreja 
derecha. ”Los únicos movimientos eran los del brazo derecho, mien¬ 
tras que el izquierdo estaba en estado de parálisis espástica. Luego 
de alternativas de crisis epileptiformes, se acentuó el compromiso 
de la conciencia hasta que el enfermo finalmente falleció tres días 
después del accidente. 

Ahora, a la frondosa historia clínica, que demuestra en toda su 
magnitud la madurez que había alcanzado la formación médica de 
Carafí, se agrega la infaltable autopsia, 

practicada en presencia de mis excelentes colegas los Sres. Petit 
y Gautier. Lo que nos llama la atención primero es la perfecta co¬ 
rrección de la reducción [de la fractura de columna]. No habiendo 
visto la fractura antes de la reducción, me ha sido necesario recorrer 
en tres ocasiones la línea de las apófisis espinosas para reconocer el 
intervalo del callo que se había formado sobre la misma. 

Singularmente expresiva y minuciosa es la descripción de los 
hallazgos craneanos, que nos evoca la notable tarea de investigación 
liderada por Charcot en el campo de la anatomía patológica y la 
clínica neurológica y por Broca en el de la antropología médica: 

La autopsia de la cabeza nos permite reconocer una equimosis 
extendida a una gran parte de la región parietal. Los huesos de la 
calota craneana están intactos. Una vez lenvantada la misma se 
pudo observar ausencia de toda hemorragia por fuera de la dura- 


77 



• José Máximo Carafí • 


madre. Se veía abombar en la región parieto frontal del cerebro 
derecho una saliencia que era fácil de relacionar a la verdadera 
causa: una hemorragia focal. Este foco ocupaba los lóbulos frontal 
y parietal, a nivel de las circunvoluciones que limitan el área de 
Rolando. Era un verdadero foco constituido por un coágulo ne¬ 
gruzco, como un huevo de gallina, rodeado de serosidad, de un 
color rojo vivo. Todo alrededor, la sustancia cerebral estaba desfle¬ 
cada. El foco no estaba separado de la superficie del cerebro más 
que por una fina capa de sustancia nerviosa; no comunicaba con 
el ventrículo lateral. 

Llega el tumo de describir la columna. Este texto es de singular 
corrección, no sólo por el conocimiento anatómico que trasunta, 
sino por el dominio del lenguaje, desprovisto de todo circunloquio, 
adjetivo u otro recurso gramatical, sintáctico o retórico, que exceda 
lo estrictamente necesario para lograr una minuciosa representación 
de lo visto, tal como procuraban hacerlo entonces en sus novelas ex¬ 
perimentales, Zola o Flaubert, entre otros. Dice Carafí: 

La fractura del raquis afecta el cuerpo de novena dorsal, que 
está dividido en dos fragmentos: el superior cóncavo, comprende 
la lámina superior y la mitad superior de la lámina del tejido 
compacto que recubre la cara anterior del cuerpo de la vértebra; 
el fragmento inferior comprende el resto del cuerpo de la vértebra. 
En el mismo, el tejido óseo está tan laxo a causa del traumatismo, 
que la altura del cuerpo de la vértebra está reducida a 13 mm, en 
tanto que las vértebras dorsales situadas por encima y por debajo 
tienen un tercio más de altura. La apófisis espinosa se ha despren¬ 
dido en su base, pero no se ha desplazado; las apósifisis articulares y 
transversas están fracturadas en fragmentos pequeños a nivel de sus 
extremos. Los dos fragmentos, formados por el cuerpo de la novena 
vértebra dorsal, se introducen uno en el otro como un cóndilo en 
una cavidadglenoidea. El aplastamiento del cuerpo de la vértebra 
no ha afectado el calibre del canal vertebral. 

La médula no parece haber sufrido a consecuencia del des¬ 
plazamiento que ha provocado la fractura, pero es preciso destacar 
que ha sido examinada 19 días después de la muerte y que había 
quedado en el raquis, mientras la pieza anatómica había sido con¬ 
servada en una solución de doral durante ese tiempo. Señalamos 
de todos modos que las meninges raquídeas están intactas y que no 
hemos encontrado ninguna de las lesiones groseras que hubieran 


78 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


podido alejar toda esperanza de curación. No se observan hemorra¬ 
gias en el canal vertebral. Había una hemorragia del tejido celular 
bastante abundante, expandida en el mediastino posterior, debajo 
de la pleura mediastínica. 

Las reflexiones finales sintetizan el objetivo de haber traido el 
caso a la consideración de la comunidad médica: 

Hemos presentado nuestra pieza anatómica para probar la 
posibilidad de una reducción completa y regular en las fracturas 
aisladas del raquis. De este modo se desvirtúa con la fuerza de la 
evidencia lo tenido por cierto por muchos cirujanos que admiten 
la reducción como tratamiento de los traumatismos con desplaza¬ 
miento del raquis, rorfleniendo] que es en las luxaciones que la re¬ 
ducción resulta útil y supon[ iendo] que la reducción no es de gran 
ayuda en las fracturas aisladas, las fracturas sin luxación, en las 
que el desplazamiento se produce entre dos fragmentos del cuerpo 
de una vértebra y no a nivel del menisco intervertebral. 

Esta pieza anatómica prueba justamente que la reducción es 
tan útil y eficaz en las fracturas aisladas como en las complicadas 
por luxación. 

A lo que agrega consideraciones acerca del mecanismo fisiopa- 
togénico del cuadro neurológico postraumático que ha tenido la 
ocasión de exponer con tanta solvencia: 

No diremos más que una palabra sobre la hemorragia cere¬ 
bral traumática; es que, a pesar de la poca frecuencia de este tipo 
de accidentes, es evidente que la causa de nuestro caso ha sido el 
traumatismo; todas las precauciones, y éstas eran bien sencillas, se 
han tomado para evitar errores. Es el propio traumatismo, caída 
sobre la cabeza desde un sitio elevado, que ha fracturado el raquis 
y desgarrado los vasos cerebrales, a partir de los que se ha originado 
la hemorragia. El diagnóstico de esta complicación había sido he¬ 
cho por M. Le Fort desde los primeros días y se lo había encarado 
terapéuticamente en forma adecuada. 


9) Carafí, J.-M. De quelques légéres modifications du pro- 
cédé de Kocher, ayant pour but de le rendre applicable á la 
réduction des luxations intra - coraco'idieines de l’humérus. 
Revue de Chirurgie (Paris), 1881: 922-925. 


79 



• José Máximo Carafí • 


Citado en: 

• Kocher,T. Ueber die Behandlung der veralteten Luxationen 
im Schultergelenk, Vichow Archiv, 1881: 423. 

• Index Medicus, Carnegie Institution of Washington (F. 
Leypodt ed), 1881; 3: 565. 

• Deutsche Literaturzeitug für Kritik der internationalen 
Wissenschaft, 1881; 2: 301. 

• A. Raige, P. Delorme; A. Dechambre (eds) Dictionnaire 
encyclopédique des Sciences médicales, 1 crt série, A-E, Tome 
34 éme , EMB-EPI, Paris, Masson éd, 1864-1888. 

• Revue des Sciences médicales en Frunce et a l’étranger: re¬ 
cudí trimestriel analytique, critique et bibliographique (G. 
Hayem ed), Paris, 1882; 19: 788. 

• Ceppi, E. Luxations sous-coraoi'diennes, Rev Chir (Paris), 
1882; 2: 836. 

• Dictionnaire annuel des progrés des Sciences et institutions 
médicales, Paris, Bailliére éd, 1882. 

• Epaule: procédé nouveau de réduction des luxations, 
Union Médical de Cañada, Associations des médecins de lan- 
gue frangaise du Cañada, 1883; 12: 172. 

• Etude génerale des luxations, Archives de médecine et de 
pharmacie militaire (Paris), 1885; 5-6: 371. 

• Medical Record (Georg F. Shrady; 1 bomas L. Stedman, 
ed), 1889; 35: 338. 

• Transactions ofthe State ofNew York for theyear 1889, New 
York, Pub by the Soc, 1889. 

• Lejars, F.-M.-L. Traité de chirurgie d’urgence, Paris, Masson 
éd, 1899, vol 2: 275 [con numerosas ediciones hasta 1923 
y traducido al inglés en 1910]. 


80 




■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


• Kocher, T. Uber die Behandlung der veralteten Luxationen 
im Schultergelenk, Deutsche Zeitschrijifür Chirurgie, 1890; 
30 (4-5): 423-460. 

• Duplay, S.; Reclus, P. Traité de Chirurgie, 2éme éd, Tome 
III, París, Masson éd, 1897:70. 

• Raputova, R. Réductions des luxations pseudo-sous-coraco'í- 
diennes (récentes et non compliquées) Revue médicale de la 
Suisse romande. Société de la Suisse Romande, 1906; 8: 436. 

• Le Dentu, A.; Delbet, P. Nouveau Traité de Chirurgie, 
Tome VI (par L. Cahier) Lésions traumatiques des articula- 
tions, París, Bailliére éd, 1908:117. 

• Technique Chirurgicale (périod), 1936; 28-29: 21. 


En este trabajo, el autor expresa: “dicho procedimiento es sim¬ 
ple y tiene por objetivo la reducción de las luxaciones recientes de la 
cabeza del húmero, habiéndolo practicado por lo menos veinte veces, y 
observado otras tantas en manos de mis colegas. ” Refiere el caso de un 
herido, visto en el hospital Cochin, afectado por tal lesión, que so¬ 
licitó se le redujera la luxación inmediatamente, ya que no deseaba 
permanecer internado. Sería ésta -según se desprende de la lectura 
del trabajo- la primera vez que Carafí empleó la modificación que 
acá propone. Ensayó la reducción en un primer intento, realizán¬ 
dola con cierta lentitud. Observó que luego de finalizada la primera 
etapa, se “transformó la luxación, de modo que la cabeza del húmero, 
que estaba situada por fuera, vino a colocarse por debajo de la apófisis 
coracoides. ” Una segunda tentativa “fue suficiente para reducir, sin 
ningún esfuerzo ni mucho dolor, la luxación transicional. ” En otros 
dos casos posteriores, el autor “modificó algo el procedimiento de 
Kocher, pero, antes de indicar dicha modificación y de dar a conocer las 
dos observaciones que han probado ser útiles, creyó obligatorio describir 
primero en qué consiste el procedimiento del autor suizo, propiamente 
dicho. El enfermo está sentado al borde de una silla o mejor todavía de 
un taburete, mientras un ayudante inmoviliza el omóplato aplicando 
una de sus manos sobre el hombro correspondiente y asegurando con la 
otra el borde axilar de dicho hueso. El cirujano toma el codo semi flexio- 


81 



• José Máximo Carafí • 


nado y en un primer tiempo lo aplica con fuerza sobre la pared torácica. 
Manteniendo el brazo en esa posición, en un segundo tiempo, realiza 
un movimiento hacia afuera, que culmina cuando el antebrazo se halla 
en el plano transversal del tronco. En un tercer tiempo, se lleva el codo 
por delante del esternón, conservando la rotación del miembro. En un 
cuarto y último tiempo, se restituye el miembro a su posición natural, 
haciéndolo recorrer la cara anterior del pecho, desde el esternón hasta la 
pared lateral del tórax. La reducción se logra a veces al fin del segundo 
tiempo, pero en general se requiere la maniobra completa. ” La modi¬ 
ficación que propone Carafí consiste en que, en lugar de realizar 
el tercer tiempo inmediatamente luego del segundo (rotación hacia 
afuera), exagera este último y “mant[ iene el brazo] en esa posición du¬ 
rante cuarenta y cinco segundos a un minuto, percibiéndose entonces un 
crujido particular que indica que la cabeza humeral ha abandonado su 
situación anormal, de modo que, cuando se realice el tercer tiempo, ella 
entrará enseguida en la cápsula y en la cavidad glenoidea.” 

Para finalizar, presenta dos casos, ambos observados en junio de 
1881, en el Servicio de Le Fort en Beaujon. Aclara que “es superfluo 
el empleo de cloroformo; a lo sumo, si se trata de pacientes pusilánimes, 
se recurrirá a una inyección subcutánea de 1 centigramo o 15 miligra¬ 
mos de clorhidrato de morfina, realizada en el hombro. ” 


10) El 27 de diciembre de 1881, Carafí obtiene el título de 
Doctor en Medicina y Cirugía, con la Tesis titulada: 
Traitement des fractures indirectes récentes du rachis, que será 
estudiada más adelante en capítulo especial. 113 

Citada en: 

• Bulletin général de thérapeutique médicale, chirurgicale, 
obstétricale et pharmaceutique (Société de Thérapeutique), 

1881; 100-101: 468. 

• Bulletin général de thérapeutique médicale, chirurgicale, obs¬ 
tétricale et pharmaceutique (Société Thérapeutique), Paris, 
1882; 102-103: 495. 


113 Ver Capítulo X. 


82 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


• Archives Internationales de Neurologie, des Maladies hérédi- 
taires, de Médicine mentale etpsychosomatique, París, 1882; 
3: 378. 

• Index Medicus, Carnegie Institution of Washington, 1883; 
4: 125. 

• Guermonprez, F. Manouvres de réduction appliquées á un 
cas de traumatisme du rachis. Journal des Sciences médicales 
de Lille, 1884; 6:760. 

• Geffrier, P. Etude sur les troubles de la miction dans les mala¬ 
dies du systeme nerveux , París, O. Berthier éd, 1884. 

• Ménard, H. Etude sur le mécanisme des fractures indirec- 
tes de la colonne vertébrale, région dorsale et dorso-lombaire, 
Thése, Lille, 1891. 

• Laborde, L. Mécanisme des fractures indirectes de la base du 
crine, Archives générales de Méde cine, París, 1895; 2: 592. 

• Glatenay, L. Chirurgie des centres nerveux, París, Bailliére 
éd, 1897: 235. 

• Forgue, E.; Reclus, P. Traité de thérapeutique chirurgicale, 
París, Masson éd, 1898:100. 

• Le Soudier, H. Bibliographie francaise: recueil des catalogues 
des éditeurs francais. Tome 1, París, Bailliére éd, 1900. 

• Guermonprez, F. Etudes sur les fractures indirectes dorsales 
& dorso-lombaires de la colonne vertébrale, París, O. Doin 

éd, 1902. 

• Procés-verbaux, mémoires et discussions. Assotiation frangaise de 
Chirurgie, Congrés de Chirurgie [N° 22], París, 1909: 967. 

• Forgue, E.; Massabuau, G.; Le Dentu, J.-F.-A. Nouveau 
traité de chirurgie clinique et opératoire, París, Masson éd, 
1913, 14: 182. 

• Hardy, Alan G.; Rossier, Alain B. Spinal cord injuries: 
orthopedic and neurological aspects, Publishing Sciences 
Group, 1975: 104. 


83 



• José Máximo Carafí • 


11) Carafí, J.-M. Tremblement hystérique d’origine trauma- 
tique du membre inférieur droit; élongation du sciatique; 
guérison. La Frunce Médicale, 1882,1: 121-128 y Bulletins 
et Mémoirs de la Société clinique de París, (1882), 1883; 1: 
24-30. 


Citado en: 

• Ombroni, Vicenzo. Uno sguardo alio stiramento dei nervi, 
al nella parte sperimentale come nella clínica, Arch Univer 
Med, 1883; 263:244. 

• Archives de Neurologie et Revue de Maladies Nerveuses et 
Mentales, París, Bureau du Progrés Médical éd, 1884. 

• Lagrange, F. Valeur thérapeutique de l’élongation des nerfs, 
París, A. Delahaye et E. Lecrosnier éd, 1886: 40. 

• Archives of Ophtalmology (H.Knapp y C. Schweigger eds), 
New York, Putman’s sons, 1913, vol 32:191 [en inglés y 
alemán]. 

Publicado en enero de 1882. Se trata de un “temblor histérico 114 
de origen traumático”, tratado y curado por elongación del nervio 
ciático. Era una joven de 18 años que, entre otras manifestaciones 
histéricas (crisis nerviosas, afonía, hemianestesia derecha, etc.) “ es¬ 
taba afectada por un temblor convulsivo del miembro inferior derecho 
que la había mantenido en cama durante meses? 

Posteriormente a 

la elongación del nervio ciático, practicada por el Dr. Blum 
[sustituto de Le Fort], por debajo del borde inferior del glúteo 


114 Tenía auge entonces el amplio concepto de la histeria, tan variada en su cortejo sin¬ 
tomático como inespecífica en su origen. Fue Charcot que comenzó a estudiarla, 
primero en mujeres, más tarde también en hombres. Es muy común hallar en los 
diagnósticos etiológicos de la época la atribución de distintos cuadros a la histeria. 
Dicha afección tiene un fascinante pasado en la medicina hipocrática y un enorme 
-exagerado- desarrollo entre fines del siglo XIX y comienzos del siguiente, que mu¬ 
chas veces justificó tratamientos quirúrgicos; hasta que, progresivamente, en el curso 
de un siglo, se vio reducida a una variedad dentro de las psicopatías, para práctica¬ 
mente desaparecer de la nomenclatura médica actual. 


84 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


mayor, el temblor desapareció luego de algunos días, la sensibilidad 
se recuperó un poco más tarde, pero la marcha se hizo normal, fácil 
y regular, sin ningún tipo de renguera, sólo al cabo de unos cinco 
meses. 

La memoria de Félix Lagrange sobre elongación terapéutica de 
los nervios, basada en una prolija revisión bibliográfica así como 
en experimentos animales, concluye que se ignora el modo cómo 
el procedimiento surte efecto: si lo hace a través de un “ mecanismo 
similar a la neurotomía, a la neurectomía o al arrancamiento”. Las 
indicaciones de la elongación nerviosa fueron muy diversas, desde 
neuralgias de diferentes localizaciones, tics de la cara -dolorosos 
o no-, parálisis, contracturas musculares (incluyendo el tétanos), 
glaucoma, trastornos secundarios a tabes, etc. Los primeros en en¬ 
sayar esas técnicas fueron los cirujanos alemanes y, recién decenios 
después, los franceses. 


12) Carafí, J.-M. Lithotritie rapide par la méthode Bigellow ; 
calcul phosphatidique de 2 cms. et demi broyé dans une 
seule séance ayant duré vingt-trois minutes; guérison. 
Observation du Professeur Le Fort. La France Médicale , 
1882; 9 Fev: 195-198. 


Citado en: 

• Kirmisson, A. Modifications modernes de la lithotritie, Paris, 
A. Delahave & Lecrosnier éds, 1883: 64. 


85 



• José Máximo Carafí • 


HOPITAX, nBAÜJON. — SERVICE DK M. LE PROFE8SKUR I.F FORT. 

Lithotritie rapide par la méthode de Bigelow. Calcul phospha- 
tique de 2 cent. 1/2 de diamétre broyé dans une seule séance 
ayant duré vingt-trois minutes. Guérison. 

Par M. Casar, 

Interne des hApilsux. , 

Le nommé Pain (Charles), 33 ans, domestique, né A Jumeau, dé- 
partemont des Dcux-Sévres, entre le 24 octobre 1881, dans le Rer- 
vice de M. le professeur Le Fort, k l’hópital Beaujon, salle Saint- 
Denis, n® 36. 

Ant/cMents. — C'est en 1871 que le raalade a commencé Areudre 
du sabio phosphatique; sa gravellc a duré satis modiflcation appré- 
eiable jusqu’eu 1875. 

Le maladc snppose, d'nprés les symptómes óprouvés, que son cal¬ 
cul remonterait á cetto epoque; il éprouvait alors des interruptions 
brusques dans la miction (¡nterruptions qu'on pourrait aussi attri- 
buer á la présencc de graviers dans l’uréthre). 


Este trabajo corres¬ 
ponde al último de los 
servicios clínicos donde 
actuó Carafí, el de Le 
Fort. Se refiere a uno de 
los problemas más an¬ 
tiguos de la terapéutica 
quirúrgica, el de la lito- 
tricia, para resolver el mal 
de piedra. El caso fue so¬ 
lucionado mediante una 
intervención de 23 mi¬ 
nutos de duración, reali¬ 
zada por el antes citado 
catedrático, bajo aneste¬ 
sia general con clorofor¬ 
mo. A tal efecto, empleó Litotribo de Henry J. Bigelow 

un litotribo ideado por el 

cirujano norteamericano Henry Jacob Bigelow (1818-1890). 



86 


■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


13) Carafi, J.-M. Des accidents du chloroforme chez les fem- 
mes en travail. Archives de Tocologie, Maladies des Femmes 
et des Enfants Nouveau-nés, 1882; 9: 193-197. 


Citado en: 

• The American Journal of Obstetrics and Diseases of Women 
and Children, 1882; 15: 255. 

• Deutsche Literaturzeitung für Kritic der internationalen 
Wissenchaft, 1882; 3: 16. 

• Deutsche Literaturzeitung für Kritik der internationalen 
Wissenschafi, 1882; 3: 28. 

• Dutertre, E. De Temploi du chloroforme dans les accouche- 
ments naturels (physiologie), París, Bailliére éd, 1882. 

• Hirst, Barton C. A System of obstetrics, Philadelphia, Lea 
Bros ed, 1888; 1: 662. 

• L’Union médicale. Journal des interéts scientifiques et prati- 
ques, moraux et professionnels du corps médical (A. Latour 
éd), París, 1882: 808. 

• Index Medicus. Carnegie Institution of Washington, 1883; 

4: 447. 

• Reeve, John C. On the use of anaesthetics in Labor, Ohio, 
Dayton, 1888. 

Hacia fines del siglo XVIII tiene lugar el descubrimiento, casi 
sin utilidad clínica, del protóxido de nitrógeno (Priestley, 1776). 
En 1792 se descubre el éter sulfúrico. En 1803 se aísla la morfina 
(Derosne), que se empleó en los partos a partir de 1817, sobre todo 
en el mundo anglo-sajón, pese a sus efectos colaterales (depresión 
neonatal, reducción de las contracciones uterinas, aumento del ries¬ 
go de hemorragias). Entre 1831 y 1834 se ponen de manifiesto las 
propiedades sedantes y anestésicas del cloroformo, producto que 
es aplicado en un parto por vez primera por James Young Simpson 
(1811-1879), el gran obstetra de Edimburgo en 1847. A pesar de la 
oposición violenta de muchos de sus colegas (preocupados por los 


87 




• José Máximo Carafí • 


efectos secundarios) y también de los medios eclesiásticos (adheri¬ 
dos al respeto de la sentencia bíblica), dicho profesor puso en prác¬ 
tica la administración del producto, simplemente con un pañuelo 
aplicado sobre la nariz y la boca de la parturienta. Su empleo en 
1853, atribuido a Lord John Snow (1813-1858), en el curso del oc¬ 
tavo parto de la Reina Victoria (1819-1901), desarrolló la moda de 
l’accouchement a la reine. En Francia, los parteros fueron más bien 
reticentes y en 1856 la Emperatriz Eugenia (1826-1920), asistida 
por Paul Dubois (1795-1871), rechazó la anestesia en oportuni¬ 
dad del nacimiento del Príncipe Imperial (1856-1879). Sin em¬ 
bargo algunos obstetras lo emplearon, en particular tratándose de 
maniobras o partos distócicos. En los países anglo-sajones, bajo la 
presión de las mujeres, los médicos se vieron obligados a emplear 
los anestésicos en el parto. Lucas-Championniére, quien, conforme 
introdujo el listerismo en obstetricia hizo lo propio con el clorofor¬ 
mo, había insistido en las complicaciones derivadas de la impureza 
del producto. El mismo año de la publicación de Carafí, aparece en 
París un completo estudio fisiológico sobre el empleo del anestésico 
en los partos naturales por Emile Dutertre, que consagra un capítu¬ 
lo a las complicaciones, que van desde las de escasa magnitud como 
la cefalea, hasta las severas, como el colapso y la muerte. 


AHCHIVES 

DE TOCOLOGJE 

AIALADIK8 DES PK.MME8 

m 

DES ENFANT8 NOUVKAü-NÉs. 


WKMOIUKS OKIfiINAUX 


BES ACCIDENTA DU CIILOltOFOItME CHEZ LES 
ekmmes en travaji. 


88 


■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


Lo primero que dice en forma concreta Carafí al respecto es lo 
siguiente: 

A medida que el uso de la anestesia se extiende, los casos mor¬ 
tales son más numerosos, y es bueno que la atención de todos los 
prácticos esté orientada hacia los trabajos en que se estudian esos 
hechos. Pero hay un punto que es muy controvertido.. .y es el refe¬ 
rente al peligro inherente al anestésico mismo, en el caso en que se 
administra a personas cuya salud general es buena. Esta condición 
se da entre las mujeres en trabajo de parto, así como entre las que 
son adormecidas para ser sometidas a una operación quirúrgica, 
para la reducción de una luxación o de otros accidentes que pueden 
ocurrir en sujetos sanos. 

Más allá de la costumbre de publicar sobre “ calamidades obs¬ 
tétricas”, opina el autor que es preciso hablar “ sobre la pretendida 
inocuidad del cloroformo químicamente puro, administrado a dosis 
quirúrgicas en mujeres sanas en trabajo de parto. "Discute la proposi¬ 
ción según la cual se afirma que el cloroformo tiene menor peligro 
en las parturientas cuando su empleo se rentringe exclusivamente 
al período expulsivo. Aún en estas condiciones ideales deberían re¬ 
doblarse las precauciones en la aplicación del agente anestésico si se 
compara con aquéllas en las que existen razones de mayor peso. 

Presenta el caso de una mujer de 21 años, primípara a término, 
que ingresó a la clínica de Championniére el 13 de diciembre de 
1880. Refiere la evolución del trabajo de parto, muy doloroso, con 
una cierta repugnancia a la aspiración del cloroformo. Con éste se 
logró un sueño tranquilo hasta que alcanzó la dilatación completa 
con bolsa de aguas rota. Se comprobó cierta hipertonía uterina, es¬ 
tando la presentación cefálica totalmente descendida y rotada, por 
lo que el partero planteó “la aplicación del fórceps si no culminaba 
espontáneamente en media hora. ” Al utilizar otra vez el anestésico, 
ya que los dolores se habían vuelto insoportables, se produce un 
síncope, inmediatamente después del cual se inician maniobras de 
reanimación (respiración boca a boca y compresiones torácicas), 
con lo que, para gran tranquilidad del médico, luego de un minuto 
y medio, se fue restableciendo la respiración normal. Entretanto, 
se aplicó el fórceps, se extrajo un recién nacido vivo y sano y tuvo 


89 



• José Máximo Carafí • 


lugar el alumbramiento. La mujer recuperó la conciencia al cabo de 
veinte minutos. 

Se descartó la existencia de impurezas del cloroformo, producto 
que, proveniente de la misma fuente y utilizado en otras pacientes, 
no produjo consecuencia adversa alguna, de lo que el autor infiere 
que el cloroformo puede ocasionar accidentes graves en las mujeres 
en trabajo de parto, a pesar de tomar las precauciones más estrictas 
durante su administración. 

Refiere que ha tenido la oportunidad de 

utilizar el cloroformo, hasta la anestesia completa en 24 ocasio¬ 
nes, tanto en la maternidad de Cochin como en la de Beaujon, sin 
haber observado otro fenómeno inquietante que algunas interrup¬ 
ciones respiratorias, casi siempre al comienzo de la administración 
del narcótico \...] lo que no ocurrió en los casos en que las pacientes 
no mostraron repugnancia a la aceptación del cloroformo. 

Relata una situación en la que Championniére estaba realizan¬ 
do una cefalotripsia en cabeza última bajo anestésico y se produjo 
un accidente similar al descrito en este trabajo, lo que condujo en 
adelante al primero “a ser muy circunspecto con referencia al empleo 
de anestesia en las mujeres en trabajo de parto” 

Da cuenta de la bibliografía sobre muertes obstétricas vincu¬ 
ladas al cloroformo, como la Tesis de Eugéne D’Argent de 1880, 115 
artículos en revistas extranjeras, especialmente los de William T. 
Lusk (1845-1933) de Nueva York, que recoge cinco muertes en es¬ 
tas circunstancias, en mujeres “ exentas de toda complicación cardíaca 
o pulmonar” . Concluye Carafí afirmando que 

la administración de cloroformo a las pacientes en trabajo de 
parto exige todas las precauciones ordinarias, puesto que preser¬ 
va de los mismos peligros. A partir del momento en que ocurren 
los accidentes, es preciso no perder el tiempo: colocar la cabeza en 
declive, tirar de la lengua y, más que nada, realizar respiración 
artificial. 


115 D’Argent, L. M. E. Contribution a l’étude clinique de l’analgésie obstétricale, París, R. 
Boneréd, 1880. 


90 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


14) Carafí, J.-M. Bassin rachitique tres rétrécie (51 milli- 
métres). Opération de Porro. Mort. Bulletins et Mémoires 
de la Société Anatomique (París), 1882; 7 eme Série, T.VII: 
29-32. 


11. Buiin rachlilquc et acolioUqae tr*s retrécl (M miltlmA- 
trcsf. — OpAration de Porro. — Mort; par M. J.-M. Oi»n, 
Interno «le» húpitaux. 

J ai l'honneur de próenler á ln Socio U- nuittomiquo un 
bnssin rachitique et ocoliotiquo, qui me paralt offrir un 
certain intórét mi poiul de vue de I» pelviinétric ct den 
conclusión» qu'on doil tirer, pour i» pmUqur de» rapport» 
entro le diámetro conjugué vrai et le diámetro lutcro-sou»- 
pubicn lorsquil «'«gil de mesurur un bansin tros rétrcci. 

La nonuuée Ar..., fcnmio F... airée de 43 .oís, manee 
depui» un peu plus d'un an, e»t entró a la Maternitó de 
•’ochin, service de M. lo D r J. LtCAft-CiiAMMOWNitM, le 17 
janvior I8HU, dan» 1 aprvs-midi. Hile cst á termo ou tres 
pros du terme de »a premiére erossesse. Les doulount 
ont comnieucé depuia deux joura. et, c'est parce que son 
trsvnil navanco pus qu elle s'est dccidee á entrer á I hó- 
pilal. 


Presenta ante la Société Anatomique la preparación desecada de 
una pelvis ósea, perteneciente a la paciente cuya historia clínica re¬ 
lata. Tenía 43 años, había ingresado en la Maternidad del hospital 
Cochin (Servicio de Lucas-Championniére). Se trataba de un grave 
caso de raquitismo (entonces era ésta por lejos la causa más frecuen¬ 
te de distocia por desproporción feto-pélvica, a consecuencia de la 
deformación de dicha estructura ósea causada por la enfermedad 
carencial). La talla era de 1,13 m; la cabeza era voluminosa con 
un acusado prognatismo; tenía una severa escoliosis; los miembros 
superiores estaban deformados y eran relativamente muy largos; los 
muslos, más cortos que las piernas, estaban arqueados hacia aden¬ 
tro; el vientre caía por delante de los genitales. El examen de la pel¬ 
vis mostraba: sacro aplanado; segunda vértebra sacra más saliente 
que el promontorio; el diámetro conjugado diagonal oscilaba, se¬ 
gún quién lo midiera, entre 75 y 85 mm; el promonto subpubiano, 
entre 65 y 75 mm y el promonto pubiano, 50 mms; se trataba de 
una pelvis muy asimétrica. Championniére decidió practicar la ce- 
falotripsia. Sin embargo, el parto prosiguió, sin dilatación del cuello 


91 


• José Máximo Carafí • 


y con grandes dolores. A las 7 p.m. Carafí practicó la operación de 
Porro bajo anestesia y spray fénico. El recién nacido estaba asfíctico, 
fue reanimado durante 20 minutos y murió a los tres días. En el 
postoperatorio inmediato, la paciente presentó dolores abdominales 
y una crisis convulsiva histérica. Al día siguiente tenía fiebre, diarrea 
y vómitos, muriendo durante el segundo día del posoperatorio. 

La autopsia mostró hemorragia externa (del muñón uterino, 
que había sido ligado mediante un hilo metálico), producida por el 
aflojamiento del nudo como consecuencia de los esfuerzos realiza¬ 
dos durante el ataque convulsivo. 

Concluye el autor que 

en las pelvis muy estrechas es preciso deducir al menos 2,5 
cms del diámetro conjugado diagonal (promonto subpubiano) pa¬ 
ra tener idea del conjugado verdadero (promonto pubiano), sien¬ 
do éste un hecho cuya vulgarización es de utilidad en la práctica 
obstétrica. 


15) Carafi, J.-M. Opération de Porro. Progrés Médical, 1882: 
633: 637. A propósito del caso anterior. 


Citado en: 

• Jahresbericht über die Leistugen und Fortschritte in der ge- 
sammten Medicin, 1883: 557. 

• Zentralblattfür Gynakologie, 1883; 7: 311. 

• The American Journal of Obstetrics and Diseases ofWomen 
and Children, 1898; 38: 48. 

• Transactions of the American Gynecological Society for the 
Year 1898, 1898; 23: 108. 

• Winckel, F. Handbuch der Geburshilfe, Munich-Berlín, 
Bergmann, 1906, Yol. 3a: 674. 


92 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


Esta intervención, ideada por el obstetra italiano Edoardo Porro 
(1842-1902) en 1876, era una alternativa para extraer quirúrgica¬ 
mente el feto sin contaminar la cavidad peritoneal a punto de parti¬ 
da del saco amniótico (especialmente si había infección a ese nivel, 
por ejemplo como consecuencia de rotura previa de las membranas 
y sobre todo a causa de maniobras tocúrgicas infructuosas) y tam¬ 
bién del exterior (al reducir el tiempo de apertura del celoma). Se 
procedía primero a la laparotomía, con el inmediato bloqueo de la 
cavidad peritoneal por medio de compresas estériles, colocadas en 
el hiato entre el útero grávido (que se exteriorizaba) y la pared ab¬ 
dominal. A continuación, se realizaba la sección de la pared uterina 
y la extracción del feto y la placenta. Inmediatamente, se efectuaba 
la histerectomía subtotal, seguida por ligadura y marsupialización 
del muñón cervical a la pared, donde quedaba exteriorizado. No 
obtuvimos documentos acerca de cuándo se realizó por primera 
vez en Uruguay. En 1882, Adolf Kehrer (1837-1914) comenzó a 
efectuar la incisión segmentaria horizontal (histerotomía ístmica o 
segmentaria) y la sutura de la misma mediante hilos de plata, ge¬ 
neralmente en dos planos, muscular y seroso. Esta técnica tardó 
tiempo en generalizarse. En nuestro medio se utilizó a partir de la 
primera década del siglo XX. La escuela alemana empleó además, 
durante largo tiempo y con éxito, la técnica de la cesárea vaginal 
transegmentaria anterior. 



De izquierda a derecha: pieza de la primera cesáre-histerectomía y medalla en homenaje a 
Porro (Museo de Historia, Univ. Pavía). 


93 


• José Máximo Carafí • 


16) Carafí, J.-M. Luxation du coude en dehors, réduite par 
l’impulsion directe combinée á l’extension. La Frunce 
Médicale , 1882: 268-69 y Bulletins etMémoires de la Société 
clinique de París, 1883: 42. 



1 “‘“" d. « d«.„ ? d.lU 

eombifléo i l'Mteuioo, 

J. M. Cuun 

Atxkn latan» dat fcftpiuti 

«Itombd la 18 d-W 

j-*.». á ¡£í2r£ji“"~ 

2¡a£r - le : ph<a r ínc * «« — «•**». * 

é-garraaiia.aaia g= 


Se trata de un carpintero de 39 años, que luego de una caída, 
experimenta la lesión citada en el título, que se resuelve por impul¬ 
sión directa, combinada con extensión del brazo. Primero el autor deja 
sentada la semiología: 

El antebrazo izquierdo está en semi-flexión; la mano, sosteni¬ 
da por la del lado opuesto. Todo movimiento es doloroso, pero muy 
fácil. La impotencia funcional es completa; no hay sin embargo 
parálisis del antebrazo. El codo presenta una deformación muy 
notoria, consistente en una saliencia muy marcada del lado exter¬ 
no. A ese nivel, la piel está sumamente tensa y es fácil comprobar 
por palpación que lo que sobresale es el extremo superior del radio 
y del cubito. Cabe agregar que las cúpulas del radio y del cubito 
se perciben notoriamente y que no existe a ese nivel una fractura, 
porque los movimientos de supinación y de pronación se realizan 
muy fácilmente. Se nota el olécranon, siguiendo el tendón del bí¬ 
ceps, que está tenso; además, dicha estructura no está situada en 
su topografía habitual. No es posible percibir el epicóndilo, dada 


94 




■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


la presencia del borde interno de la cavidad sigmoidea del cubito 
sobre su cara externa, que extiende y aleja los tegumentos. 

Siguiendo de arriba hacia abajo la cara interna del brazo, se 
comprueba una saliencia exagerada de la epitróclea, que se exagera 
aún más por la proyección hacia afuera de los tegumentos situados 
por debajo, así como por el desplazamiento de la extremidad supe¬ 
rior del cubito, que es muy acentuado. Deprimiendo la piel en ese 
punto se llega a la garganta de la polea humeral. Los dos huesos del 
antebrazo conservan entre sí su relación habitual. Lo que tenemos 
bajo nuestros ojos es una luxación simultánea de la extremidad 
superior de ambos. 

Brevemente, Carafí nos pinta a Le Fort enseñando en el anfitea¬ 
tro hospitalario, rodeado por sus colaboradores y estudiantes: 

Para denotar con más evidencia el sentido y la extensión del 
desplazamiento, M. Le Fort traza ante sus alumnos, de los dos 
lados, tres líneas entre las tres saliencias del codo (epitróclea, epi- 
cóndilo y olécranon), lo que pone bien de manifiesto la magnitud 
del desplazamiento. 

Prosigue el autor con sus propias comprobaciones: 

Midiendo estas líneas, hemos obtenido para aquélla que une 
la epitróclea al olécranon: 6 centímetros. Del extremo de este úl¬ 
timo a la base del triángulo: un centímetro y medio. El vértice 
del triángulo está por debajo de la base (con el miembro en semi- 
flexión). 

Los movimientos impresos por el examen son muy fáciles; los 
deflexión lateral son posibles también. En cuanto a los movimien¬ 
tos espontáneos, son absolutamente nulos, si bien la luxación ocu¬ 
rrió ayer de noche. 

Finalmente describe el tratamiento: 

La reducción es efectuada el 19 a las 9 de la mañana. M. 
Le Fort practica la impulsión directa con los dos pulgares hacia 
adentro y hacia abajo, mientras un ayudante tira del antebrazo 
semiflexionado. La reducción es casi instantánea. No se recurrió 
al cloroformo. Se coloca el brazo en un cabrestillo de Meyer. S... 
abandona el hospital diez días después. 


95 



• José Máximo Carafí • 


Como conclusión, 

Reflexiones. La lectura de esta observación no dejará, según yo 
pienso, ninguna duda sobre el diagnóstico. Es evidente que estamos 
ante una luxación hacia fuera y exclusivamente hacia fuera. El 
tendón del bíceps no saliente, por una parte, y la situación del vér¬ 
tice del olécranon en relación con el epicóndilo, por otra, no dejan 
lugar a dudas. La reducción no ha ofrecido dificultad alguna. 


17) Carafí, J.-M. Hernie inguinale étranglée; fistule stercora- 
le: guérison. La Frunce Médicale, 1882; 1 (22): 253-256 y 
Bulletins et Mémoirs de la Société clinique de París, 1883: 
44. 


?t>* Atiné*. — Tome I — N» 22 


M»rdi SI Pénier 188! 


T.a FRANGE MEDICALE 


MortTAi «AWO*. - “ -• “ “ r0M - \/ 

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perel.w ver. lo 10 evril. <len. I* région inpimUe «Iro.te,P* 1 »* 
orouear, «ne horele. ^ »" • " P r *~«T '“SÍ 


Refiere el caso de una mujer de 31 años, de profesión costurera, 
que ingresa el 18 de julio de 1881 en la sala Sainte-Clotilde, cama 
N° 39. Algunos meses antes, luego de permanecer mucho de pie, la 
enferma ve aparecer una saliencia en la región inginal derecha. No 
se preocupa demasiado primero, hasta que, días después, estando 
de pie, comprime el tumor, obteniendo su reducción, operación 
que repitió desde entonces cada vez que se ponía de manifiesto la 
prominencia, que era del tamaño de una nuez. 

Sigue Carafí con la evolución relatada por la enferma: 


96 




■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


Los accidentes comenzaron el viernes 15 de julio. Primero 
fueron fenómenos locales. La hernia se volvió completamente irre¬ 
ductible y dolorosa a la presión. Los tegumentos correspondientes se 
habían enrojecido levemente. Por la noche, comenzaron los vómi¬ 
tos. Primero fueron alimentarios, luego biliosos. Nunca hubieron 
vómitos fecaloideos y el tránsito intestinal persistió normal hasta el 
domingo 17. 

El 18, los vómitos se detuvieron, pero aparecieron hipo, ruidos 
intestinales y distensión abdominal. El sábado de mañana la enfer¬ 
ma había llamado a un médico, que ensayó sin éxito la reducción 
durante un cuarto de hora. A los dos días, se efectuó un nuevo 
intento, también infructuoso. 

Es en esa situación que la paciente entra al hospital: 

El interno de guardia también intentó la reducción. Durante 
la visita de la noche, era éste el estado de la enferma: facies decaí¬ 
da, extremidades frías pero no cianóticas; frecuencia de la respira¬ 
ción normal, sin congestión pulmonar. Lengua saburral, aliento 
no fétido, vientre moderadamente distendido. Hernia algo dolo- 
rosa. Ensayé la reducción durante algunos minutos, comprimien¬ 
do el tumor hemiario que tenía un volumen de media naranja, 
logrando bruscamente su reducción, luego de algunos ligeros rui¬ 
dos intestinales. Examinando con cuidado el borde externo, me di 
cuenta que una parte al menos del tumor estaba alojada entre las 
capas de la pared abdominal. Si comprimía los tegumentos, perci¬ 
bía un orificio. El tumor hemiario era mate en toda su extensión. 
Temperatura, 37°. 

Al día siguiente, temperatura 36,8. Por la noche, estaba in¬ 
somne, sin vómitos, hipo persistente, vientre mucho más distendi¬ 
do, tumor hemiario mucho más voluminoso y doloroso que el día 
anterior. El diámetro logitudinal del tumor era de 17 centímetros 
y el tranversal, de 5. Estaba situado por encima del pliegue ingui¬ 
nal, alcanzando la espina ilíaca antero superior derecha. 

Se procede entonces al tratamiento quirúrgico: 

Luego de anestesiada, se hace una incisión de 4 centímetros 
que deja salir abundante cantidad de serosidad purulenta conte¬ 
nida en el saco, pero no materias fecales. La pared de esa cavidad 
llega hasta la capa profunda de la piel, siendo por consiguiente 


97 



• José Máximo Carafí • 


superficial. Introduciendo el dedo en el fondo de la misma, se pue¬ 
de reconocer un orificio que parece ser el orificio inguinal interno. 
Al lado del mismo, se comprueba una masa blanduzca, deforma 
irregular que parece ser el intestino muy adherido y saliendo por 
un orificio anormal. Se lava la cavidad con agua alcoholizada, 
luego se hace un vendaje simple, sin suturar los bordes de la heri¬ 
da. El líquido que ha escurrido durante la operación no tiene en 
ningún momento caracteres de materias fecales. Existe razón, pues, 
para preguntarse si no se trataba de un absceso en torno a la hernia 
irreductible, sin comunicación con el intestino. 

Seguidamente, el autor relata, día a día, los datos de la evolución 
clínica de la operada, que tiene vómitos, distensión abdominal y 
fiebre. En cierto momento se percibe salida de materias fecales por 
la herida, acompañándose por un deterioro del estado general y un 
violeto escalofrío, precedido de intensos dolores abdominales. Luego 
de diez días, la supuración ha desaparecido; la herida se ha reducido 
a una línea; el tránsito intestinal es normal por períodos; cuando 
se detiene, las materias salen por la fístula estercoral. Por esa razón 
Carafí califica a la fístla como un ano contra-natura espontáneo. 

Transcurridas tres semanas, se procura facilitar el cierre de la 
fístula por medio de la compresión ejercida sobre los labios de la he¬ 
rida, utilizando una bolsa a medio llenar con municiones de plomo. 
En los últimos días, las aplicaciones de peso fueron intermitentes 
para hacerlas más soportables. 

Concluye con las acostumbradas reflexiones que pasamos a 
transcribir: 


La interpretación de los fenómenos ofrece algunas dificulta¬ 
des. Pensamos sin embargo que debemos detenernos en la interpre¬ 
tación siguiente: se trataba de la estrangulación de una pequeña 
hernia inguinal en un anillo accidental de la aponeurosis del obli¬ 
cuo mayor; el orificio inguinal estaba libre. La masa estrangula¬ 
da, sobre la cual se efectuó la incisión del saco, ofrecía un aspecto 
mamelonado y una coloración grisácea que volvía irreconocible al 
intestino, por lo que el Profesor Le Fort prefirió dejar las cosas en 
su lugar y no reducirla. 

Hoy tenemos la prueba retrospectiva de lo acertado de nues¬ 
tra interpretación; la obetenemos sobre todo ante la persistencia de 


98 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


fenómenos de estrangulación hasta el momento de la perforación 
del intestino. 

Esta observación presenta cierta analogía con las referidas 
por Defaut en su Tesis sobre el Pinzamiento lateral del intestino, 
París, 1879. 

El calibre de la fístula estercoral igualaba, al comienzo, al de 
un dedo meñique. La curación se obtuvo en cuarenta y tres días. 
Creemos que la compresión de la fístula con el saco de plomo ha 
contribuido a acelerar la curación. 


18) Estudiamos a continuación dos observaciones de Carafí 
incluidas en obras de otros autores: 


A) Observación que aparece en el libro: Le Double, A. Du 
Kleisis Génital et principalement de l’occlusion vaginal et 
vulvaire dans les fistules uro-génitales , París, Delahaye éd, 
1876: 71-72. La transcribimos íntegra seguidamente: 

Oservación III. Caso de oclusión de la vagina tomado en el 
servicio del Profesor Courty por el Sr. Carafí, alumno del servicio. 

Una mujer primípara de 22 años, ingresa a comienzos del mes 
de abril de 1874 en el Hótel-Dieu de Montpellier, sala Sainte- 
Marie, N° 4, Servicio del Sr. Courty, para hacerse tratar una fístu¬ 
la vésico vaginal. Dicha fístula se observó pocos días después de su 
parto que, según la enferma, fue muy laborioso, y databa de cinco 
meses atrás. La enferma no nos pudo dar otros detalles. 

Al mismo tiempo que la fístula, la enferma presenta una 
atresia cicatrizal de vagina, situada a dos centímetros por encima 
de la vulva y que permite pasar con dificulad sólo un dedo, lo 
que hace imposible la exploración de la misma. Pierde orina en 
cualquier posición que adopte. Su estado general es bueno. Tiene 
un ligero eritema del aparato genital externo. Operación el 20 de 
abril. 

Puesto que la atresia impedía al comienzo al profesor Courty 
alcanzar la fístula, se decidió obliterar la vagina. Para lograrlo, la 
enferma fue colocada en posición dorso pelviana y no fue aneste- 


99 



• José Máximo Carafí • 


siada. El cirujano se valió de un escalpelo de Sims, avivó la mitad 
superior del contorno de la estenosis y, una vez eso realizado, talló 
un colgajo rectangular sobre el tabique recto vaginal, de dos centí¬ 
metros de ancho y a borde inferior. Este colgajo fue acolado por su 
cara cruenta sobre la superficie previamente avivada de la pared 
anterior de la vagina, por medio de seis puntos de sutura en botón 
de camisa, colocados por medio de una aguja tubular de Startin. 
El profesor Courty se sirvió, como de costumbre, de hilos de metal, 
torcidos mediante un tuerce-nudos de Coghille. 

Finalizada la operación, se colocó una sonda a permanencia 
y se administró cada dos horas a la operada una píldora de un 
centigramo de extracto tebaico. Nada de particular a consignar en 
cuanto alpost operatorio. 

La sonda se dejó hasta el octavo día, momento en que se pro¬ 
cedió a sondarla cada dos horas. 

La mayor parte del hilo fue retirada al décimo día y el res¬ 
to, al día siguiente. La cicatrización inmediata fue exitosa; sin 
embargo, se observó un pequeño orificio a través del cual salían 
algunas gotas de orina. 

Hacia el fin del mes de mayo, la pérdida urinaria era insignifi¬ 
cante y dos semanas más tarde, la enferma salió completamente cu¬ 
rada, habiéndose obliterado espontáneamente el pequeño orificio. 

Como puede apreciarse, se trata del primer periodo montpe- 
lleriana de la carrera de Carafí, en la que ya mostraba interés por 
la cirugía ginecológica y capacidad para recoger datos o casos in¬ 
teresantes, que luego brindaba a los colegas para su publicación. 
Esta descripción evoca una época de la cirugía en que procuraban 
solucionarse los problemas con mínima agresión, aún cuando esto 
significara el sacrificio de la función sexual y reproductiva futura 
de una mujer joven. Véase que no se utilizó anestesia y tampoco se 
hace referencia al método antiséptico. 


B) Otra observación, íntegramente redactada por Carafí, está 
incluida entre las que se mencionan en la Tesis: Mantey, 
Baptiste-Albert, Essai sur le traumatisme chez les albuminu- 


100 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


riques , París, A. Derenne éd, 1881: 18-19. La transcribi¬ 
mos a continuación: 


Observación II 

Escaras de la región lumbar producidas por la presión de las 
pelotas de un vendaje hemiario, ya desgastado por el uso, en un 
albuminúrico. Tétanos. Muerte. Autopsia. Observación recogida 
en el servicio del Sr. Dr. Polaillon, en el hospital de la Pitié, por 
M. Carafi, interno de los hospitales (inédita). 

El llamado Frére Théophile, de cincuenta y siete años de edad, 
curtidor, entra en el hospital de la Pitié, sala Saint-Gabriel, N° 
22, el 15 de octubre de 1879. 

Este enfermo se queja de haber visto aparecer, luego de algu¬ 
nos días, dos grandes heridas producidas por un vendaje hemiario 
que usa desde hace muchos años para mantener reducidas dos her¬ 
nias inguinales de muy larga evolución. 

Examinamos el vendaje con el mayor cuidado y quedamos 
asombrados de la escasa compresión que pudo haber llegado a 
ejercer. Lo hemos dicho ya, el resorte era viejo y el tiempo había 
disminuido su fuerza elástica. Estábamos pues sorprendidos de ver 
que una causa tan insignificante hubiera podido determinar las 
lesiones que vamos a describir. 

Estado actual. El enfermo presenta dos éscaras simétricas si¬ 
tuadas en la región lumbar y respondiendo, en forma y tamaño, a 
las pelotas del vedaje hemiario. Estas éscaras son bastante profun¬ 
das, sobre todo la izquierda y están recubiertas por la piel comple¬ 
tamente esfacelada. 

Por otra parte, hay muy poca reacción local, el estado general 
del enfermo no presenta, a primera vista, nada de anormal; está 
bastante saludable y no acusa edema; el corazón nos parece normal. 
Hemos examinado su orina que era medianamente abundante, 
clara, sin depósitos, cuyo análisis químico ha permitido comprobar 
la presencia de albúmina en bastante cantidad (los fóculos ocupa¬ 
ban un sexto de la altura total del tubo). Ausencia de azúcar en la 
orina. Curación fenicada. 


101 



• José Máximo Carafí • 


24 de octubre. Las éscaras comienzan a extenderse por la pe¬ 
riferia. El enfermo percibe dificultad para abrir la boca, pero no se 
queja por este síntoma. 

El 25 por la mañana, el trismus era muy acusado, no presen¬ 
tando nada a nivel de la nuca. A la noche, los músculos de la nuca 
estaban comprometidos. Temperatura 37° 7, pulso 88. 

Prescripción. Inyección de dos centigramos de morfina, poción 
con hidrato de cloral, 3 gramos. 

Las orinas fueron examinadas en la mañana, el precipitado 
albuminoso parecía ser un poco más abundante que en el primer 
examen. 

El 26 por la mañana, opistótonos, extensión de la cabeza, 
espasmos de la faringe, imposibilidad absoluta de separar la man¬ 
díbula; la piel está cubierta de sudor abundante. 

Prescripción. 3 gramos de cloral en tres enemas de un gramo 
cada uno. Poción con hidrato de cloral, 3 gramos. 

Pulso 120, temperatura axilar 37°8. 

El 26 a las 6 horas de la tarde, la temperatura es de 39°5 
y el pulso de 158; las crisis se repiten a intervalos cortos; la piel 
está inundada de sudor; inyección de clorhidrato de morfina dos 
centigramos, dos enemas de cloral de un gramo cada uno, a las 11 
y a la 1 de la mañana; a las 11 el pulso es de 120, inyección de 2 
centigramos de morfina y a partir de esa hora, 1 gramo de cloral 
cada dos horas, por boca. 

El 27, por la mañana. Temperatura 38°7, pulso 120, sudor 
abundante, las crisis habían cedido algo luego de la medianoche, 
pero entonces se sucedían cada dos o tres minutos. Somnolencia. 

Inyección de dos centigramos de morfina, enemas conteniendo 
un gramo de cloral cada dos horas. 

A las 3 de la tarde, el enfermo muere en medio de una vio¬ 
lenta crisis. 

La autopsia fue hecha el 29. La éscara izquierda tenía una 
profundidad de más de dos centímetros; la derecha tenía un poco 
menos. Ambas eran redondeadas y ofrecían un diámetro de 5 cen- 


102 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


tímetros. La médula estaba congestionada. El riñón izquierdo era 
voluminoso, blanquecino en su superficie; ofrecía pues los caracte¬ 
res del gran riñón blanco. ¿Era una nefritis parenquimatosa que 
predominaba sobre la nefritis intersticial?, tal es la impresión que 
los cortes macroscópicos nos han dejado, no habiendo sido posible 
el estudio microscópico. El riñón derecho era de volumen normal, 
pero estaba congestionado, rojo y sangrante al corte. 

Esta observación, perteneciente al último período de actuación 
de Carafí, traduce su madurez clínica y, hasta podría decirse, en el 
estilo literario. El caso parece al comienzo relativamente sencillo 
(éscaras, al parecer por traumatismo crónico), pero se complica rᬠ
pidamente, pese a las medidas terapéuticas locales. En este momen¬ 
to, aparte de la morfina que era usada tradicionalmente, se recurre 
a otros medicamentos. Llama la atención igualmente la rigurosidad 
del seguimiento clínico y más que nada, el control asiduo de la 
temperatura y el pulso, así como los análisis químicos de orina, 
aparte del examen simple de su aspecto (uroscopia), de los que, si 
bien se pueden extraer pocos datos, sí se saca una conclusión: no 
tiene diabetes. El enfermo muere en medio de un cuadro comatoso, 
tetánico, convulsivo y febril. La autopsia, que implica sólo el estu¬ 
dio macroscópico, se centra en los riñones, observándose que el iz¬ 
quierdo es voluminoso, blanco y al parecer fibroso, de lo que Carafí 
saca la conclusión de una posible nefritis intersticial. No señala la 
frecuencia con que se observaba el tétanos, que debió ser frecuente 
entonces. 


103 




Capítulo X 


Tesis de doctorado en París 


C arafí presentó su tesis de doctorado el 27 de diciem¬ 
bre de 1881. 116 La misma lleva por título Etude sur 
le traitement des fractures indirectes récentes du rachis , 117 
El tribunal designado por la Facultad de Medicina es¬ 
taba integrado por Léon Le Fort como Presidente y Ernest-Charles 
Laségue (1816-1883), 118 Georges Bouilly (1846-1903) 119 y Emile- 
Charles Troisier (1844-1919) 120 como juges. El primero era el grand 
patrón de la cirugía francesa del momento, en cuyo servicio Carafí 

116 En la carátula aparece como fecha de nacimiento el 15 de agosto de 1853, mientras 
la partida de nacimiento y otros documentos que hemos consultado dicen que fue el 
15 ó 21 de abril de 1853. 

117 Carafí, J.-M. Thésepour le doctorat en Médecine. Présentée et soutenue le 27 décembre 
1881, a 1 heure. Etude sur le traitement des fractures indirectes récentes du ráchis , Paris, 
A. Parent, Imp de la Fac de Méd, A. Davy, Succ éd, 1881. 

118 Médico de gran sabiduría y humanismo, miembro de la Académie de Médecine, actuó 
sucesivamente en la Salpétriére y en el hospital Saint-Antoine. Discípulo predilecto 
de Trousseau, fue su Jefe de Clínica. Titular de la cátedra de Clínica Médica a partir 
de 1869, reemplazó luego a Andral en la de Patología y Terapéutica. Se ocupó de 
las enfermedades del sistema nervioso y las sicopatías. Su nombre está vinculado al 
conocido signo de dolor provocado por la extensión del miembro inferior con el pa¬ 
ciente acostado en decúbito dorsal; también a la maniobra para apreciar la expansión 
torácica durante la inspiración y con algunas enfermedades mentales. 

119 Cirujano de los Efospitales y Agregado de Cirugía. 

120 Anatomopatólogo, quien describió la adenomegalia supraclavicular, indicio de me¬ 
tástasis de un cáncer gástrico (signo o ganglio de Troisier, también conocido como 
ganglio de Virchow), así como la hepatomegalia acompañada de pigmentación ama- 
rronada de la piel en la diabetes mellitus, ocasionadas por hemocromatosis. 


105 



• José Máximo Carafí • 


había actuado en calidad de Interno y donde observa el único ca¬ 
so personal de la patología que da motivo a este trabajo. Los tres 
restantes personajes eran figuras consagradas en los ámbitos de la 
Medicina Interna, la Cirugía y la Anatomía Patológica, respectiva¬ 
mente. 

La Tesis es una puesta al día bien documentada sobre un te¬ 
ma que se había convertido en un problema frecuente a raíz de 
la creciente industrialización, así como por el auge del urbanismo 
después de Hausmann (1809-1891). Podríamos pensar, a efectos 
de tener una idea acerca de la importancia del asunto, que estas le¬ 
siones ocupaban en esa época el lugar que hoy tienen los accidentes 
de tránsito. 

Al mismo tiempo, según expresa el autor, las fracturas de la 
columna vertebral eran el punto en que se cruzaban los caminos 
del fisiólogo y el clínico, hallando el primero “ explicación a sus ex¬ 
perimentos en animales para localizar las lesiones de la médula espi¬ 
nar y el segundo, la oportunidad para poner en práctica diversas 
modalidades de tratamiento quirúrgico (maniobras, intervenciones 
quirúrgicas propiamente dichas, cuidados complementarios). 

Carafí, plantándose en la postura del médico que no sólo con¬ 
templa los hechos de la clínica sino que se preocupa de la preven¬ 
ción, da jerarquía a las “medidas destinadas a evitar los accidentes, 
hasta ahora poco estudiadas. ” 

Si bien “los autores dicen que [los tratamientos] son más peligrosos 
que las propias lesiones, por lo que los desaconsejan”, Carafí, en una 
postura contraria a la aludida, pasa a estudiarlos detalladamente. 

Realiza un racconto histórico, desde las enseñanzas del funda¬ 
dor de la cirugía francesa, Ambroise Paré (1510-1592), “elprimero 
en aconsejar el tratamiento activo de las fracturas del raquis, a efec¬ 
tos de descomprimir la médula” . Cita, a renglón seguido, una serie 
de autores, hasta llegar a los “ experimentos de [Charles-Edouard] 
Brown-Séquard [1817-1894] en 1864 que brindaron las bases ex¬ 
perimentales ” y la operación quirúrgica realizada al año siguiente 


106 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


por Robert Mac Donnell (Dublin, 1828-1889) en presencia del 
fisiólogo francés. 

Presenta Carafí una relación de los 58 casos, de los que sólo 
uno es “personal, del Servicio del Profesor Le Fort, que era una frac¬ 
tura localizada a nivel de las últimas vértebras dorsales y acompañada 
de paraplejia y retención de orina, que se curó por reducción y exten¬ 
sión, dejando una gibosidad, pero regresando totalmente los síntomas 
motores.” 121 Los restantes son tomados de la literatura en el curso 
de un período prolongado, aunque están muy detalladamente des¬ 
critos y presentados también en tablas, donde aparecen ordenados 
según el número de caso, el sexo, la edad, la altura de la columna 
vertebral donde se presenta la fractura, los síntomas, la evolución y 
la procedencia (la ficha bibliográfica de cada uno de ellos). 

Distingue dichos casos de acuerdo al segmento de la colum¬ 
na involucrado y al procedimiento terapéutico seguido. Dedica un 
capítulo aparte a las fracturas del raquis abandonadas a su propia 
evolución. Luego señala las indicaciones generales, para pasar ense¬ 
guida a la exposición de cada uno de los medios terapéuticos que los 
cirujanos han empleado, a saber: extensión, reducción, suspensión, 
enderezamiento y trepanación. Cierra estas consideraciones clínicas 
con la enumeración de los cuidados consecutivos necesarios para 
incrementar la eficacia de los medios antes señalados. 

Destaca que las fracturas de la columna vertebral cervical son 
siempre graves y requieren un tratamiento lo más inmediato posi¬ 
ble, a efecto de evitar la asfixia progresiva que puede instalarse en 
pocas horas; al mismo tiempo, esta variedad hace necesaria una ex¬ 
trema precaución para no provocar o agravar un daño que afectaría 
a la totalidad de la médula. 

Las lesiones que asientan en la médula dorso-lumbar son las 
más frecuentes y se benefician mucho con las medidas terapéuticas. 
Las de localización lumbar son aquéllas en las que más habitual¬ 
mente se han visto curaciones espontáneas, no obstante lo cual el au- 


121 No se menciona el caso presentado ante la Société Anatomique; ver Capítulo IX, tra¬ 
bajo N° 17. 


107 



• José Máximo Carafí • 


tor asevera que igualmente deben ser tratadas, modo como tendrán 
mayor probabilidad de restablecimiento. 

Con respecto a la maniobra de extensión de la columna, que 
tiene por objetivo la reducción de la fractura, se hará por medio 
de tracciones, sólo ocasionalmente rápidas y enérgicas, preferible¬ 
mente prolongadas, mediante el empleo de pesos aplicados a los 
miembros inferiores y sostén del cuerpo por debajo de las axilas. 
El paciente deberá luego ser inmovilizado (camas especiales, yesos, 
corsés, etc.). 

Otro recurso, aplicado con asiduidad entonces al tratamiento 
del mal de Pott, es la suspensión, utilizando el aparato de Sayre. 

Si bien lo cita, desaconseja el enderezamiento , pues lo que se 
busca no es corregir la gibosidad, en especial si ésta lleva ya cierto 
tiempo de establecida, sino procurar la protección de la función 
medular. 

Finalmente, trata sobre el procedimiento de la trepanación, 
consistente en la resección de los arcos posteriores de las vértebras 
involucradas. Este método, preconizado en cierto momento, no go¬ 
zaba entonces de popularidad. 

Con respecto a las medidas complementarias, cita las sangrías (a 
las que da gran importancia como medio antiflogístico), la aplicación 
de corrientes eléctricas (continuas o intermitentes), el uso de colchón 
de agua para evitar las éscaras por decúbito, los vendajes antisépticos, 
la limpieza de la zona afectada, la aplicación a su alrededor de agujas 
calientes y ventosas secas. Dentro de esta última variedad de medidas 
incluye el cateterismo vesical, repetido las veces que sea necesario, 
empleando sondas de caucho. En casos de paraplejias persistentes, 
aconseja el uso de la estricnina, la aplicación de corrientes eléctricas 
intermitentes, los baños sulfúrosos y las duchas frías. 

Las conclusiones son, a nuestro juicio, la parte más valiosa de la 
Tesis, puesto que el autor, si bien casi no tiene experiencia propia, 
hace una síntesis de las observaciones estudiadas, un balance de las 
mismas y emite una opinión original, con certeza y bien fundamen¬ 
tada. Las refiere concisa y claramente: 


108 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


Las fracturas indirectas recientes del raquis deben ser tratadas 
siempre [...] Si no hay desplazamiento ni compresión medular, 
ha de recurrirse a la inmovilización [...] Siempre el objetivo será 
inmovilizar los fragmentos óseos y tratar los accidentes consecutivos 
[...] Estos conceptos son aplicables cualquiera sea la localización 
de la fractura, pero especialmente en las cervicales, actuando con 
gran prudencia [...] La extensión continua se empleará sólo si 
no se logra la reducción inmediata, por lo que es poco utilizada 
[...] Proceder siempre a la reducción inmediata por tracción; en 
la región dorso lumbar, se recurre al cloroformo para facilitar las 
maniobras [...] Luego de la reducción, aplicar el corsé, el yeso o 
bien el aparato de Sayre con suspensión [...] El enderezamiento es 
un método insuficiente [...] La trepanación es útil, si bien excep¬ 
cionalmente se recurre a ella, ya que [el tratamiento] se inicia por 
las etapas previas; antes [la trepanación] era el único [recurso] 
disponible, ahora hay otros, menos peligrosos y más eficaces. 

El documento del Archivo de la Facultad de Medicina de París, 
donde queda asentado el acto de la defensa de la Tesis, dice: 

Lhése/ Procés-verbal/ Loi du 10 Mars 1803 (19 Ventóse 
an XL) et Arrétés de l’Université du 26 Septembre 1837 et du 7 
Septembre 1846. / N° 8114/ L’an 1881, le 21 décembre, / Nous, 
Professeurs etAgrégés, nomméspar la Faculté de Médecine de París 
pour interroger M. Carafi, Jph. Máxime / sur sa lhése intitulée:/ 
Etude sur le traitement des fractures indirectes récentes du 
rachis. /Ayant été tres satisfaits de ses réponses, nous proposons 
á la Faculté de lui délivrer le Diplome de Docteur en Médecine. 
Bouilly, Léon Le Fort [President], A. Polaillon, Reynaully. 122 

Es de hacer notar que el año anterior (1880) el uruguayo Juan 
L. Héguy había defendido su Tesis, también en París. 123 Una déca¬ 
da antes, lo había hecho otro oriental, Pedro Visca. 124 Los siguientes 
egresados uruguayos posteriores a Carafi serían, en 1884, José Luis 
Baena, 125 Enrique Figari y Eugenio Piaggio. 


122 Ver fotocopia del original en Anexo Documental N° 6. Las negritas corresponden a 
los agregados manuscritos al texto impreso. 

123 Héguy, Jean L. op cit, 1880. 

124 Visca, P. F. Du vaginisme. Paris, A. Parent Imp, 1870. 

125 Baena, J. L. Des kystes séreux congénitaux du con. Paris, A. Deremne Imp, 1884. 


109 




Capítulo XI 


Concurso para Accoucheur 
des Hópitaux de París 


E n el mes de abril de 1882, la Assistance Publique llama, 
por primera vez en su historia, a concurso de méritos y 
oposición para proveer cuatro cargos de Accoucheurs des 
Hópitaux , hecho de gran importancia en la evolución his¬ 
tórica de la disciplina, puesto que pone en manos de cirujanos ex¬ 
pertos el cuidado de las embarazadas, que más tarde se extenderá 
también a los recién nacidos. Esta singularidad es destacada en el 
British Medical Journal, 126 puesto que hasta el momento las pa¬ 
cientes externas eran atendidas por parteras, quienes desde ahora 
quedaban, en todos los hospitales de París, bajo la supervisión de 
un médico obstetra. La Municipalidad de la ciudad de París debe 
ser -dice la revista inglesa- felicitada por este logro tan útil como ne¬ 
cesario. 

El jurado estuvo integrado por figuras de gran relieve: Théophile 
Anger (1836-1913, Cirujano de los Hospitales y Agregado en esa 
disciplina), Henri Depaul (1811-1885, Profesor de la Clínica de 
Partos), Georges Dujardin-Beaumetz (1833-1895, Médico de los 
Hospitales), Léon-Athanase Gosselin (1815-1887, Cirujano de 


126 Midwifery at the París hospitals. BritMedJ, jun 17, 1882; 1(1120): 905-911. 


111 



• José Máximo Carafí • 


los Hospitales, exjefe de trabajos de la Ecole Pratique, urólogo, or¬ 
topedista y pedagogo), Charles Mauriac (1832-1905, Médico de 
los Hospitales y connotado sifilógrafo), Jules Péan (1830-1898, 
Cirujano de los Hospitales, cirujano distinguido, uno de los fun¬ 
dadores de la ginecología en Francia), Louis-Alexandre de Saint 
Germain (1835-1896, Cirujano de los Hospitales, creador de la 
cirugía infantil en Francia) y Stéphane Tarnier (1828-1897, famoso 
Profesor de Clínica de Partos). 



Arriba, de izquierda a derecha: Dujardin, Tarnier, St.-Germain y Péan 
Abajo, de izquierda a derecha: Depaul, Anger, Mauriac y Gossein 


Carafí se presentó al certamen, quedando en último lugar lue¬ 
go de la evaluación de méritos llevada a cabo entre quienes habían 
sorteado la prueba previa de admisibilidad. Pero finalmente nues¬ 
tro compatriota no llegó a ocupar ninguno de los puestos, aunque 
es preciso reconocer su mérito, dada la jerarquía y experiencia de 
quienes fueron sus competidores, la mayoría de más edad y por 


112 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


consiguiente con una trayectoria científica más calificada que la su¬ 
ya. Leemos en la Union Médicale -. 127 

Concurso. Los candidatos que se han inscripto, solamente en 
número de 16para el concurso que debe abrirse, por la primera 
vez, el lunes 27 de marzo de 1882, para la nominación de cuatro 
plazas de parteros de los hospitales de París son, por orden alfabé¬ 
tico, los Sres. Doctores: Bar (Paul-Jean) [1853-1945, uno de los 
obstetras neonatólogos más insignes de Francia, autor de muy 
numerosos e importantes trabajos científicos, docentes y de 
divulgación]. Budín (Pierre-Constant) [1846-1907, sucesor de 
Tarnier como Profesor de la Clínica de Partos, verdadero fun¬ 
dador de la neonatología], Bureau (Arséne-Charles) [¿?], Carafí 
(Joseph-Maxime), Champetier de Pibes (Louis-Antoine) [1848- 
1935, colaborador de Pinard y Budin, inventor del balón in- 
flable para la dilatación cervical que lleva su nombre]; Doléris 
(Jacques-Amédée) [ 1852-1938, Interno en 1877, Jefe de Clínica 
del Profesor Charles Pajot, amigo personal de Carafí y en el fu¬ 
turo, promotor de Enrique Pouey]; Loviot (Louis-Ferdinand) 
[;?, Interno en 1874]; Martel (Joannis),[f .]; Maygrier (Eugéne- 
Charles) [;?, Interno en 1875, Partero Jefe de la Charité]; 
Pinard (Adolphe) [1844-1934, de brillante carrera académica, 
Profesor de Clínica Obstétrica e impulsor de la puericultura; 
fue el admirado Maestro de Augusto Turenne]; Porak (Charles- 
Auguste) [1845-1921, Interno de Lucas-Championniére, Jefe 
de Clínica de Depaul, Profesor de la Escuela de la Maternidad]; 
Cibemont (Alphonse-Ambroise) [¿?]; Schweich (Michel) [¿?]; 
Stapfer (Horace-Jules) [1848-1913, obstetra y ginecólogo, im¬ 
pulsor de la fisioterapia ginecológica, que había aprendido en 
Suecia donde esta modalidad terapéutica alcanzó precoz relieve; 
allí también concurrió Pouey, con igual propósito, en 1896]; 
Vermeil (Jean-Baptiste)[fi}\ Verrier (Joseph Charles) [;?, autor de 
un Tratado de Obstetricia, que fue traducido al inglés]. 

En número posterior, dicho medio de prensa agrega: 

Concurso- Acaban de finalizar las pruebas de admisibilidad 
del concurso para la nominación de cuatro cargos de parteros de los 
hospitales. Han sido admitidos a pasar las pruebas definitivas los 
doce cantidatos cuyos nombres siguen, por orden de méritos, Sres. 


127 Union Médicale, 1882: 492. 


113 



• José Máximo Carafí • 


Dres.: Budín, Porak, Ribemont, Doléris, Champetier de Ribes, 
Loviot, Maygrier, Schweich, Martely Carafí. 

Las preguntas que han sido formuladas para la prueba oral 
son: I o Del parto en las posiciones occípito posteriores; 2 o De las 
afecciones abdominales que pueden simular el embarazo; 3 o Del 
cáncer del cuello uterino desde el punto de vista del embarazo y 
del parto. 

El tema de la prueba, comprendiendo dos operaciones sobre 
el cadáver, ha sido: I o Ligadura de la arteria crural en el tercio 
superior del muslo; 2 o Desarticulación radio-carpiana . 128 

Unos días más tarde, el mismo periódico informa: 

Concurso de parteros — Acaba de terminar el concurso para 
cuatro cargos de parteros de los hospitales con la nominación de los 
Sres. Budín, Porak, Pinardy Ribemont. 129 

De acuerdo a los datos que se consignan en el British Medical 
Journal: 

El 16 de octubre [ya Carafí había llegado a Montevideo] 
comienzan con sus obligaciones en los respectivos hospitales, según 
se expresa a continuación: Budín en la Charité, Porak en el Saint 
Louis, Pinard en Lariboisiére y Ribemont en Tenon. Además de 
estar a cargo de las salas de Maternidad en los antes mencionados 
hospitales, se encargarán de supervisar la práctica de las parteras, 
quienes asisten a las mujeres en el parto en sus propios domicilios, 
en conexión con esos hospitales. Pronto habrán nuevos cargos en 
otros hospitales de París. 130 

Es de hacer notar que la actuación de Carafí en un concurso 
de estas características, señala, por una parte, su inclinación a la 
obstetricia y por otra, su lícita ambición a proseguir una carrera 
de notoriedad y jerarquía, avalado por sus antecedentes y la só¬ 
lida formación que había recibido junto a eximios maestros, que 
mucho lo habían considerado. Otro casi contemporáneo suyo (lo 
había precedido un año en el internado y en la graduación), que nos 
resulta muy familiar por la vinculación que tuvo con Enrique Pouey 


128 Union Médicale, 1882: 808. 

129 Union Médicale, 1882: 639. 

130 BritMedJ, 1882: 853. 


114 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


y a raíz de las visitas que realizó a Montevideo, Jacques Amedée 
Doléris, tampoco obtuvo ningún puesto en este concurso, pero sí 
lo consiguió al año siguiente, al igual que, algo después, ganó el de 
Agrégé de Chirurgie. 

Una circunstancia a tener muy presente: quienes ingresaron co¬ 
mo titulares en este concurso de 1882 cambiaron, en unos años, la 
historia de la obstetricia. Esta rama de la Medicina, tempranamen¬ 
te definida como especialidad pasó, de ser ejercida exclusivamen¬ 
te por parteras, a serlo por los men-midwives. Siguió no obstante 
teniendo el carácter de un arte centrado en maniobras ( tocurgia ), 
aplicación de instrumentos (fórceps, tijeras, ganchos, perforadores, 
basiotribos, etc.), al precio de una alta mortalidad fetal (por prema- 
turez, desproporción céfalo pélvica o situaciones distócicas) y ma¬ 
terna (debido a la frecuencia de la fiebre puerperal, principal causa 
de muerte entre las mujeres en edad reproductiva). Era entonces 
la norma optar por la vida de la madre en desmedro de la del feto. 
Algunas veces se practicaba la cesárea (en la mayoría de los casos 
postmortem para bautizar la criatura). La gran crisis demográfica 
europea de los años que estamos estudiando (consecuencia de cau¬ 
sas diversas), la escasez de reclutas sanos en oportunidad de la gue¬ 
rra franco prusiana (1870-1871), la alta mortalidad materna, fetal, 
neonatal e infantil, llamó la atención de políticos, demógrafos, obs- 
tetras y pediatras, a los que sensibilizó en problemas sanitarios y de 
organización asistencial, aparte de los estrictamente médicos. Era 
preciso idear medidas que revirtieran tal situación, asegurando el 
nacimiento de niños normales que pudieran en el futuro ser buenos 
soldados para la Patria. En tal sentido, los obstetras pertenecientes a 
la generación en estudio, tomaron por su cuenta el asunto en forma 
decidida. Stéphane Tarnier, algo anterior a ellos, fue el propulsor, 
conjuntamente con Championniére, del combate contra la fiebre 
puerperal (lavado de las manos, materiales e instrumentos, aisla¬ 
miento de las embarazadas y puérperas infectadas, empleo de la an¬ 
tisepsia/asepsia, etc.) Posteriormente, en torno a Adolphe Pinard se 
formó una notable escuela, de la que los ganadores de este concurso 
fueron figuras protagónicas. Las grandes modificaciones introduci¬ 
das fueron, entre otras, un criterio quirúrgico en la práctica de la 


115 



• José Máximo Carafí • 


obstetricia, tal como lo pregonaría más adelante Turenne en nuestro 
medio. El otro aporte significativo fue mejorar la salud de los recién 
nacidos a través de profesionales con una preparación técnica ade¬ 
cuada, el empleo de incubadoras ( couveuses ) para los prematuros, 
la vigilancia de embarazadas, puérperas y recién nacidos, creando 
consultorios zonales destinados específicamente al control clínico 
de unas y otros, la alimentación con leche materna y el seguimiento 
de los lactantes (consultorios gouttes de lait, donde actuaban obste- 
tras, parteras y visitadoras). Por todas estas inquietudes (que serían 
implantadas en Uruguay recién en el curso de la segunda década del 
siglo XX por Turenne y Luis Morquio [1867-1935]), se considera 
a Pinard y sus alumnos -entre los que ocupó lugar preeminente el 
malogrado Pierre Budin- como los creadores de la perinatología y 
la neonatología modernas. No debe olvidarse, sin embargo, la gra¬ 
vitante influencia de la pediatra norteamericana de New York, Sara 
Josephine Baker (1873-1945), generacionalmente algo posterior a 
los mencionados. 


Mientras tanto, Carafí hacía las maletas para retornar al 
Uruguay. Es probable que su dilatada permanencia en Europa, que 
superaba el decenio, fuese económicamente gravosa para su familia 
luego de haber dejado de percibir el sueldo de Interno. Quizás nues¬ 
tro biografiado pensara que a su retorno a Montevideo lo esperaba 
una clientela numerosa y un promisorio futuro profesional y eco¬ 
nómico. Si nos guiamos por lo sucedido con otros contemporáneos 
suyos de similar nivel profesional, nos parece acertado que imagina¬ 
ra dicho escenario, pero el mismo no llegó a concretarse. En efecto, 
no ocupó Carafí, salvo en forma honoraria en la Escuela de Parteras, 
cargo docente universitario alguno vinculado con la obstetricia. No 
tuvo a su cargo, como sucedió desde 1882 con Alejandro Fiol de 
Perera, la cátedra de Enfermedades de las Mujeres y los Niños. La mis¬ 
ma recién quedó vacante a la muerte del mallorquín en 1902, en 
la que fue sucedido por Turenne, cuando ya hacía varios años que 
Carafí había fallecido. No accedió tampoco a las salas de mujeres 
del Hospital de Caridad (regenteadas por Luis Fleury (1842-1897) 
con la colaboración de Angel Brian (1850-1923) hasta 1886), ni a 


116 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


la Cátedra de Clínica Obstétrica, creada en 1886 -bajo su propio 
Decanato- la que fue, al igual que las anteriores dependencias, re¬ 
genteada por Isabelino Bosch a partir de su regreso a Montevideo 
en 1883. 



Ganadores del primer concurso de Accoucheurs des Hópitanx 
En sentido horario: Budín, Porak, Pinard y Ribemont 


No se conoce si Carafí se destacó como partero en la clien¬ 
tela privada, como sucedió con Cari Brendel (1835-1922) o los 
antes citados Fiol y Bosch. Pese a su formación preferentemente 


117 



• José Máximo Carafí • 


quirúrgica, tampoco accedió a puestos vinculados con la cirugía, 
liderada por José Pugnalin. La cátedra de Operaciones, que solía ser 
el preámbulo para ocupar alguna clínica quirúrgica, al ser creada 
en 1888, fue otorgada a Enrique Pouey, algo más joven y recién 
llegado de París, mientras Carafí llevaba seis años de ejercicio en 
Montevideo. 

Sin embargo, pese a que la actuación de Carafí al frente de la 
Facultad de Medicina fue breve y el fin de la misma azaroso, cons¬ 
tituyó su gran oportunidad, en la que hizo un aporte invaluable 
para la promoción de la Medicina uruguaya. En cierto modo, eso 
también trabó su carrera clínica, al orientarlo hacia la docencia de la 
Anatomía y los cargos administrativos. No podemos descartar, sin 
embargo, que su auténtica vocación fueran las Ciencias Morfológicas 
y que en ese ámbito se haya sentido plenamente realizado. 


118 



Capítulo XII 


Retorno de Carafí a 
Montevideo. Miembro del 
Consejo de Higiene Pública. 
Profesor de Anatomía 


R etornó Carafí a Montevideo, sin amigos ni vinculacio¬ 
nes profesionales, contando sólo con el apoyo de su fa¬ 
milia. Pasó a vivir junto a sus padres en la misma casa 
donde había nacido, lugar en que abrió su consultorio. 
Revalidó el título de Médico Cirujano ante el Consejo de Higiene 
Pública el 27 de octubre de 1882. 

Le tocó a nuestro afrancesado médico reinsertarse y vivir en 
un país que transitaba una época muy particular y tormentosa, no 
por eso menos fecunda -paradojalmente- en algunos aspectos de su 
cultura. En ese preciso momento, Francisco Antonino Vidal (1827- 
1889) había dimitido por primera vez a la Presidencia constitucio¬ 
nal de la República, luego de dos años de deslucida actuación, dan¬ 
do lugar a la elección, en igual carácter, del General Máximo Santos 
(1847-1889). La gestión de este último fue parte de un período bru- 


119 



• José Máximo Carafí • 


moso de nuestra historia durante el cual, bajo el aparente imperio 
de la Ley, primaba la influencia del joven, veleidoso, prepotente y 
arbitrario militar. Santos, que había logrado ocupar el primer pues¬ 
to dentro del Partido Colorado pasando por encima de doctores y 
caudillos que lo doblaban en años, tuvo la habilidad de rodearse de 
algunas figuras de relieve (tanto procedentes de dicha parcialidad 
política como de la antagónica), quienes dieron a su mandato cierto 
brillo, como será visto con referencia a la Universidad. Fue sin em¬ 
bargo una etapa de violencia y arbitrariedad, velada por la prédica 
de una prensa oficialista adulona, una oposición amordazada y la 
ausencia de enemigos, quienes lisa y llanamente eran suprimidos ; 
época de corrupción y progresivo endeudamiento público. La am¬ 
bición sin límites, casi delirante, de Santos -alimentada por la no 
menos voraz e inmoral de su séquito- lo condujo a idear un invero¬ 
símil mecanismo de reelección, que omitimos por ser bien conoci¬ 
do, previo un nuevo y breve interregno de Vidal en la Presidencia, a 
la que nuevamente renunció. En 1885 tuvo lugar el segundo ascen¬ 
so de Santos, esta vez en calidad de Presidente interino. El mismo 
fue fugaz, en razón del rápido desmoronamiento del castillo de nai¬ 
pes que su camarilla había armado en su entorno. Aconteció dicha 
mengua con posterioridad a la aparentemente fallida revolución del 
Quebracho , seguida del también fracasado atentado contra la vida 
del Capitán General y de la forzosa convocatoria del Ministerio de 
la Conciliación. El proceso terminó con la renuncia de Santos, que 
se ausentó del país y que poco después fue objeto de una ley de ex¬ 
trañamiento. Lo sucedió el General Máximo Tajes (1852-1912), su 
Ministro de Guerra, que arbitró el tránsito del militarismo al civi¬ 
lismo, consumado con la ascensión de Julio Elerrera y Obes (1841- 
1912) a la Primera Magistratura el I o de marzo de 1890, gestión 
que fue seguida por la de Juan Idiarte Borda (1844-1897) a partir 
de igual fecha de 1894, luego de importante crisis económica, y que 
transcurriría (por la primera revolución de Aparicio Saravia [1856- 
1904]) y finalizaría (por el asesinato del Presidente) trágicamente. 


120 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 



¿Cómo era Carafí en su aspecto y modo de ser en la época en 
que arribó a Montevideo? Piaggio Garzón brinda el siguiente retra¬ 
to en seguros trazos: 

Figura gallarda y romántica la suya, nos la imaginamos a 
través de descripciones fidedignas de los que le conocieron, con un 
aspecto exterior cordial y simple, con un físico distinguido, de me¬ 
diana estatura, rubio, de fisonomía bien modelada, grandes bigo¬ 
tes y con su barba bien cuidada, que acostumbraba a acariciar con 
automático gesto. Acicalado y pulcro en su persona, tenía la ele¬ 
gancia de PaulPoirier [1853-1907, famoso anatomista, que fue 
compañero de internado de Carafí] y la dicción fina de Albert 
Robín [1847-1928, profesor de Clínica terapéutica]. Atildado 
en su vestir, con levita y galera alta y su bastón negro de empuña¬ 
dura de oro, diríase que le faltaba sólo la toga de ceremonia, esa 
“robe ” que ostentaban los príncipes de la escuela francesa, de ese 
París, la cosmópolis enorme que tanto admiraba y que fue su tierra 
de adopción. 


De densa cultura, médica y humana, de recto y claro juicio, 
de una inteligencia sutil y perspicaz, con ese espíritu de fineza ca¬ 
racterístico. Caballeresco siempre; detrás de una aparente frialdad, 
se escondía una afabilidad natural exquisita. 


121 



• José Máximo Carafí • 


Enérgico sin prepotencia, gentil sin afectación, fue el tipo per¬ 
fecto del “fruti homo” (hombre de bien) y al par modesto, la vir¬ 
tud de los grandes, con la suavidad de los fuertes... 

De arraigadas condiciones religiosas, que lo llevaron varias 
veces a presidir el Club Católico de Montevideo, poseía una mo¬ 
deración tolerante, ínsita de los espíritus superiores. No fue un cre¬ 
yente fanático ni un místico, fue un creyente firme, sensato, de fe, 
cuyo credo católico, cimentó una generosa bondad. 131 

Según creemos, la primera actuación pública de Carafí, tuvo 
lugar con motivo de su designación, en 1882, por parte de Santos, 
para integrar el Consejo de Higiene Pública, presidido por Francisco 
A.Vidal, conjuntamente con Pedro Visca y Julio Rodríguez 
Berruezo. Es a esta época que corresponden las crónicas, poco ve¬ 
races, de Joseph-Auguste Fort (1835-1912), referidas a su segunda 
estadía en Montevideo entre 1883 y 1885 (la primera había sido en 
1881, cuando aún nuestro biografiado estaba en París), 132 donde 
el anatomista y cirujano francés narra que Carafí - a quien decía 
conocer de la época de estudiante- no le tenía simpatía. Afirma que 
éste “no le había perdonado nunca que [Fort] no le hubiera pagado sus 
contribuciones para el París Médical, del cual era director en el tiem¬ 
po en que [Carafí] era estudiante en la capital francesa. ” No hemos 
podido ubicar ninguna publicación de Carafí en la citada revis¬ 
ta. Asimismo, refiere Fort que cuando falleció uno de sus pacien¬ 
tes a consecuencia de una intervención quirúrgica que le realizara 
(rectotomía externa por el método de Panás), el caso fue llevado a 
consideración del mencionado Consejo, situación en la que Carafí 
- siempre según el relato del francés- se puso de parte de los fami¬ 
liares del difunto que denunciaban a Fort, ante lo cual “el Dr. Vidal 
[dió término a la discusión, manifestando] que si por casualidad 
había habido un error de la parte del cirujano, debía saber que todos 
los cirujanos podían equivocarse, ya que Carafí mismo había operado 
recientemente al Sr. Sacarello de una afección de las vías urinarias y el 
enfermo había muerto sobre la mesa durante la operación .” 


131 Piaggio Garzón, W. op cit., 1946. 

132 Fort, J.-A. Le récit de ma vie avec la description d’un voyage et d’un séjour dans lAméri- 
que du Sud. Autobiographie, París, L. Bataille, Libraire-éditeur, 1893. 


122 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


En 1883, Carafí hizo uso de la palabra (primer discurso suyo de 
que tenemos conocimiento) en nombre del Consejo en el acto del 
sepelio de Gualberto Méndez (1824-1883). 133 

El 12 de mayo de 1884, Santos dictó el decreto por el que el 
Poder Ejecutivo otorgaba tres becas para que jóvenes médicos orien¬ 
tales perfeccionaran sus estudios en París. La designación recayó en 
Francisco Soca, Joaquín de Salterain y Enrique Pouey (1858-1939). 
Al año siguiente se brindaría otra subvención gracias a la cual el 
Bachiller Alfredo Navarro (1868-1951) cursaría la totalidad de sus 
estudios médicos en la capital francesa, siendo también Interno de 
los Hospitales y realizaría a su retorno una brillante carrera docente 
universitaria y política. En otra oportunidad hemos planteado la 
casi segura gravitación de Carafí, que aún no era Decano, en el 
otorgamiento de dichas subvenciones. No cabe duda alguna que 
fue él quien recomendó a Enrique Pouey, motivo por el cual éste 
último trabó inmediatamente después de su llegada a París, una 
vinculación de amistad y de discípulo con Jacques-Amédée Doléris, 
compañero de estudios y amigo de Carafí. De ese modo, indirecta¬ 
mente, habría contribuido al inicio de la escuela ginecológica en el 
Uruguay, a la que Doléris se man¬ 
tuvo ligado a través de frecuentes 
visitas de los uruguayos a París, 
así como de sus dos estadías en 
Montevideo (1910 y 1926). 

En noviembre de 1884, ba¬ 
jo el Decanato de Secundino 
Fernández Viñas y el Rectorado 
de José Pedro Ramírez, Carafí fue 
designado interinamente Profesor 
de Anatomía (segundo curso) 
en la Facultad de Medicina, su¬ 
cediendo a Julio Jurkowski, que 
había renunciado al cargo para 
trasladarse a ejercer en la ciudad 
de Salto. De esta actividad do- 


133 Pereira, Antonio. Corona fúnebre: rasgos biográficos del Doctor D. Juan Gualberto Mén¬ 

dez, acompañados de todo lo que se ha impreso con motivo de su fallecimiento, Montevi¬ 
deo, Ed Tip de Zenón Tolosa, 1883. 



123 



• José Máximo Carafí • 


cente, que duraría los res¬ 
tantes once años de la vida 
de Carafí, nos ocuparemos 
enseguida. 

La cátedra de Anatomía, 
creada conjuntamente con la 
de Fisiología por el Decreto 
fundacional de la Facultad de 
Medicina del 15 de diciem¬ 
bre de 1875, fue ejercida en 
propiedad y por concurso 
por Jurkowski a partir del 
18 de junio de 1876 (nom¬ 
bramiento homologado por 
el Poder Ejecutivo el 23 de junio). Durante las licencias que se le 
concedieron al catedrático a partir del 18 de febrero de 1879 y del 

20 de febrero de 1884, cada una con una duración de cinco meses, 
el Disector Pedro Hormaeche lo sustituyó interinamente. “El 10 de 
diciembre de 1883 se divide la asignatura en dos cursos, quedando con 
el segundo curso el Profesor Jurkowski. El Gobierno designa a Manuel 
Espinosa profesor del primero, pero el Consejo Universitario observa 
esta designación por lo cual queda sin efecto”, ejerciéndola el antes ci¬ 
tado Hormaeche hasta su dimisión el 14 de agosto. El 24 de agosto 
Jurkowski renuncia a su cátedra, siendo reemplazado interinamente 
por Guillermo Leopold (a la sazón catedrático de Clínica médica). 
El 24 de octubre se encarga a Eugenio Piaggio del primer curso de 
Anatomía, nombrándoselo en propiedad, luego de un concurso, el 
6 de marzo del año siguiente. A partir del 17 de diciembre de 1885, 
Piaggio dicta además, interinamente, el aula de Fisiología, a la que 
accede en titularidad el 28 de diciembre, para renunciar a la misma 
cuatro años más tarde, el 26 de diciembre de 1889. Como sucesor 
Leopold y Hormaeche, en carácter de encargado del curso, Elias 
Regules ejerce por corto tiempo la cátedra de Anatomía II, que es 
ocupada interinamente por Carafí a partir del 18 de noviembre de 
1884, mientras Regules pasa a dictar, en igual carácter, la de Higiene 
y Medicina Legal (resolución homologada por el Poder Ejecutivo el 

21 de ese mes). Por último, con fecha 6 de marzo de 1885, ambos 
son designados catedráticos en propiedad de las respectivas aulas, 
luego del concurso de rigor. Piaggio solicita sucesivas licencias a 



Julio Jurkowski 


124 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


partir de 1893, siendo sustituido por corto lapso por el Disector 
Martín Gastesi y en julio del año siguiente, por Carafí. El 10 de se¬ 
tiembre de 1895 el Consejo Universitario “ solicita al Poder Ejecutivo, 
declare cesante al Profesor Piaggio por no concurrir al aula” 134 





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Designación interina de Carafí y Regules 


134 Facultad de Medicina. Cátedras y personal docente administrativo y de servicio, Ser 
Soc UrugHistMed, 1995, 5 (16): 135-381. 


125 



• José Máximo Carafí • 


Carafí tenía sobrados méritos para desempeñar el cargo docen¬ 
te en el cual fue designado y que ejerció ininterrumpidamente por 
casi once años. 


En Montevideo el primer curso 
de Anatomía abarcaba la “ Anatomía 
general y descriptiva y la embriogenia”, 
mientras el segundo “ comprendía la 
topográfica y la operatoria”. 135 Ambos 
se dictaban en el Salón de Anatomía , 
que era compartido con las cátedras 
de Medicina Operatoria (a cargo del 
Profesor de Clínica quirúrgica) y de 
Anatomía Patológica (ejercida desde 
1885 por Guillermo Leopold). Si 
bien dicho recinto no era amplio, tenía comodidades para hacer 
las demostraciones y dar las clases. Aparte del catedrático, estaban 
los Disectores (Primeroy Segundo) que tenían un papel docente de¬ 
cisivo. Durante el período de Carafí, ejercieron este cargo: Pedro 
Hormaeche (1881-1889), José María Cubiló (1889), Alfredo Vidal 
y Fuentes (1883-1884), Federico Velazco (1885), Teodorico Nicola 
(1885), Nereo Iturriaga (1885-1887) [fallecido prematuramente en 
1887], Alfonso Famas (1887-1889), Martín Gastesi (1889-1891), 
Manuel Farralde y Zavala (1890-1894), Santiago Puppo (1894- 
1895) y Eugenio Egger (1895-1896) [luego ocuparía el cargo de 
Profesor de Anatomía en la Escuela de Parteras]. 136 



De las condiciones docentes de Carafí hay pocos datos, con 
excepción de los recogidos por Walter Piaggio Garzón de boca de 
viejos médicos que habían sido sus alumnos. “ Seguía al pie de la le¬ 
tra la obra de Sappey ”. 137 Eos Disectores asistían personalmente a los 
alumnos, que podían repetir sus prácticas en horas extras fuera de 
las de los cursos. Carafí mostraba “ bellísimas ilustraciones, copias de 


135 Reglamento de la Facultad de Medicina del 12 de mayo de 1877. En; La Facultad 
de Medicina de Montevideo (1875-1915). Memoria presentada por el Decano Doctor 
Manuel Quíntela. Montevideo, Tip. Moderna, 1815: 47. 

136 La Facultad de Medicina. Cátedras y personal... op cit, Ses Soc Urug Hist Med. 

137 Sappey, Philibert-Constant op cit, 1860-1864. 


126 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


las valiosas láminas litografiadas del Atlas Anatómico monumental de 
Bourgery y Jacob 138 [...] No bacía anatomía de anfiteatro, no dictaba 
su curso sobre el cadáver, pero los estudiantes disecaban con la pinza y el 
escalpelo bajo la dirección de los disectores. ” Solía enseñar mnemotec¬ 
nias tales como; “¿qué órganos pasan por el agujero rasgado posterior?, 
¿cuáles por el canal vidiano?, y ¿a qué elementos libra pasaje la hendi¬ 
dura esfienoidair En los exámenes, “Carafií no era severo en extremo, 
era ecuánime. Cuéntase que una vez reprobó a un mal estudiante, que 
lo esperó para preguntarle el motivo de su reprobación, a lo que Carafií 
contestó imperturbable: «Lo reprobé porque no sabía nada». ” 139 

Su actividad docente le insumía muchas horas semanales, sobre 
todo durante las largas suplencias de Piaggio cuando estaba encar¬ 
gado de los dos cursos. De ahí que, como bien señaló Américo 
Ricaldoni (1867-1928) en el discurso que pronunció en ocasión del 
sepelio de Carafí, la sala de Anatomía era su medio natural, donde 
pasaba la mayor parte del día. 

A partir de abril de 1888 hasta su muerte, dictó honorariamen¬ 
te la cátedra de Distocia en la Escuela de Parteras. 

Ese mismo año, sustituyó interinamente a Alejandro Fiol de 
Perera (1853-1902), en uso de licencia, al frente del Aula de Clínica 
de Partos, enfermedades de las Mujeres y los Niños, que éste venía 
ejerciendo desde 1882, luego de un breve interinado de Rodolfo 
Canstat (alemán que había registrado su título en Montevideo en 
1875). 140 

Piaggio Garzón hace las siguientes apreciaciones sobre la ense¬ 
ñanza impartida por su homónimo aunque no pariente, Eugenio 
Piaggio, graduado en París en 1884 donde fue enviado por Carafí 
en 1886 para interiorizarse acerca del método para enseñar la mate¬ 
ria con demostraciones prácticas en animales: 

138 Bourgery, C., Bernard, C., Jacob, N. H. Traité complet de l’anatomie de l’homme, 
édition avecplanches, París, Guérin, 1866-1871. De este se vendían también por sepa¬ 
rado las ilustraciones, que quizás eran las que mostraba Carafí en las lecciones. 

139 Piaggio Garzón, W. op cit., 1946 

140 Hemos tenido oportunidad de comentar los dos concursos, de 1882 y 1883, para la 
provisión, primero interinamente (el contrincante fue Canstat) y luego en propiedad 
(el otro aspirante fue Tomás Creen) de dicha cátedra. Ver: Pou Ferrari, R. Historia de 
la Obstetricia en el Uruguay, op. cit., 1980. 


127 



• José Máximo Carafí • 


Dictaba el curso de Anatomía primer año y Fisiología. 
Antiguo marino, natural de Génova, hizo sus estudios en Italia y 
rindió su último examen en febrero de 1880 [en realidad, tene¬ 
mos la certeza que se graduó en París en 1884, donde cursó la 
carrera conjuntamente con Enrique Figari, lo que no quita que 
antes hubiera obtenido antes otro título similar en Italia]. Era 
un buen práctico con magnífica clientela. Hombre de acrisolada 
bondad, encarnaba el concepto justo de que “sólo un hombre bue¬ 
no puede ser un buen médico”. Aferrado a su texto manuable, 
un Abrégé de [Henri-Etienne] Beaunis [1830-1929] y A[be\] 
Bouchard [1833-1899] en Anatomía' 41 y al de [Léon] Fredericq 
[1851-1935] y [Jean Pierre] Nuel [1847-1920] en Fisiología, 142 
don Eugenio explicaba unos minutos con su marcado acento ita¬ 
liano, y luego abría el texto de Fredericq y les leía a los estudiantes 
capítulos enteros. Tenía la rara sinceridad de no negar que sabía 
poco y cuando presentaba a Soca a sus clientes, hacía su pondera¬ 
ción exclamando: “Ese sí que sabe”. 143 

La misión encomendada a Piaggio en Francia quedó frustrada 
porque enfermó gravemente de viruela. En los años ‘90 hizo uso 
-como fue visto- de una prolongada licencia “para cuidar su salud 
en el extranjero”, siendo sustituido por Carafí. 144 En Fisiología no 
sucedió lo mismo, puesto que había renunciado en 1889 y, luego de 
un interinato de Joaquín Canabal (1860-1918) entre febrero 1890 
y febrero 1891, hizo allí su entrada Juan B. Morelli (1868-1947), 
alumno y ayudante de José Arechavaleta, quien sería el auténtico 
introductor de la fisiología experimental en nuestra Facultad de 
Medicina. 145 

Son interesantes los datos brindados por Piaggio Garzón acerca 
de la sucesión de Carafí en la cátedra: 

en octubre de 1895 la asumió el profesor [Gerardo] 
Arrizabalaga [1869-1930, interino en el segundo curso en¬ 
tre setiembre de 1895 y abril de 1900, sucedido entonces por 

141 Beaunis, U. Bouchard, A. Précis d’anatomie et de dissection, Paris, J.B. Bailliére éd, 
1877. 

142 Fredericq, L. Nuel, J. P. Eléments dephysiologie, Paris, Hoste ed, 1887. 

143 Piaggio Garzón, W. op cit, 1946. 

144 Ver Anexos Documentales Nos. 15, 16 y 17. 

145 Mané Garzón, F. y Pou Ferrari, R. Juan B. Morelli en la historia de la Medicina en el 
Uruguay, Montevideo, Eltoboso impr., 2003. 


128 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


breve período, interinamente, por J. Carlos de Oliveira Nery 
Salvañach (1865-1927), doctorado en París], y al que siguió 
después de unos meses el profesor [Bernardo] Etchepare [1869- 
1925], desde 1896 (segundo año) [en realidad, no sustituyó al 
precedente, sino que desempeñó el cargo de profesor interino 
de los cursos de primer año desde abril de 1896]. 

En octubre de 1896 se llamó a concurso para la provisión de 
ambas cátedras de Anatomía, las que recién fueron llenadas en forma 
titular en febrero de 1903, con la designación de Ernesto Quintela 
(1876-1931), que venía ejerciéndolas interinamente desde 1900. 


A fines de 1884 ocurrió un enfrentamiento entre las autoridades 
universitarias y el Poder Ejecutivo, al que podría llamarse el affaire 
Desteffanis, que culminó en la intervención de la Universidad, la 
destitución del Rector José Pedro Ramírez (1836-1913), así como 
del Consejo Universitario y los Decanos. Santos recurrió a Alfredo 
Vásquez Acevedo (1844-1923), quien ya había ocupado el Rectorado 
en 1881 y lo instó a retomar dicha jerarquía, concediéndole todo 
tipo de garantías en aras de cambiar y mejorar la institución. Fue 
así que el 14 de julio de 1885 se promulgaba la Ley Orgánica , que 
constituyó el segundo hito en la historia de la Universidad. La nue¬ 
va estructura que se adjudicó a la intitución hizo posible proyectarla 
con éxito al futuro, si bien aún bajo la dependencia administrativa 
del Poder Ejecutivo, que persistiría incluso luego de la reforma de 
1908. Recién se establecería su autonomía por la Ley del 16 de 
octubre de 1958. 

Refiriéndose a su designación como Rector dice Vásquez 
Acevedo 146 en sus Memorias , en términos vanidosos: 

El General Santos, con expresiones calurosas, admitió todas 
mis condiciones, llegando a decirme que se haría todo lo que qui¬ 
siese y nada más que lo que quisiese; que jamás tendría la más 
leve dificultad, para lo cual no necesitaría más que dirigirle dos 
líneas o pedirle una entrevista —en la seguridad que sería en el acto 
atendido. 


146 Fue Rector en tres períodos: de 1880 a 1883, de 1884 a 1891 y de 1895 a 1899. 


129 



• José Máximo Carafí • 


De esta manera volví a 
la Universidad en 1884, y 
emprendí la obra que me ha 
dado, según creo, más títu¬ 
los a la consideración de mis 
conciudadanos, -obra exclu¬ 
sivamente mía, lo digo con 
entera verdad, porque en todo 
el tiempo que he permaneci¬ 
do en la Universidad no se ha 
hecho nada, absolutamente 
nada, de verdadera impor¬ 
tancia, sino por iniciativa 
mía en la casi totalidad de los 
casos o por mi decidido concurso en los demás. El Gobierno no 
promovió la más leve de las mejoras o reformas que se realizaron; 
se limitó únicamente a apoyar o favorecer las que fueron iniciadas 
por mí. Tuve ciertamente ilustrados y buenos cooperadores de mis 
trabajos, como el Dr. Carafí y el Dr. Regules en la Facultad de 
Medicina, el Dr. Monteverde en la de Matemáticas, y el Dr. Izcua 
Barbat, el Dr. Brito del Pino y el Dr. Juan Pedro Castro en la de 
Derecho y en el Consejo; pero no fueron más que cooperadores. 

El General Santos cumplió fielmente sus promesas. Me propor¬ 
cionó inmediatamente los fondos ofrecidos, mandó a las Cámaras 
y apoyó con su influencia el Proyecto de Ley Orgánica de la 
Universidad formulado por mí, que era la base indispensable para 
la reorganización y progreso de la institución, consiguió su rápida 
sanción, y por último, respetó e hizo respetar en más de una ocasión 
mi completa independencia en el desempeño del Rectorado. 147 

Este segundo rectorado de Vásquez, significó el triunfo defi¬ 
nitivo del positivismo, que se venía insinuando con énfasis a par¬ 
tir de 1876. Si bien la mayoría de los historiadores son contestes 
en afirmar la importancia de los sucesivos gobiernos universitarios 
a cargo del renombrado jurista (perteneciente al Partido Blanco), 
desde filas espiritualistas, tanto racionalistas como católicas, se lo 
tildó de déspota , que manejaba a su antojo el Consejo universita- 



Alfredo Vásquez Acevedo 


147 Ardao, María Julia. Alfredo Vásquez Acevedo. Contribución al estudio de su vida y su 
obra. Rev Hist, 1965; 36 (106-108): 20. 


130 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


rio , impidiendo toda otra enseñanza que no fuera la positivista. 148 
Como veremos, esta trayectoria se vio interrumpida por el cambio 
impuesto en la integración del Consejo por el gobierno espiritualista 
de Julio Herrera y Obes. Si bien Vásquez Acevedo volvió a acceder 
al Rectorado en 1895 (hasta su definitivo retiro en 1899), a partir 
de aquella fecha los enfrentamientos filosóficos comenzaron a di¬ 
luirse, para ser superados por un nuevo idealismo a comienzos del 
siglo XX. 149 


148 Véanse los numerosos artículos de El Bien, referidos a la acción de Vásquez Acevedo 
como Rector, en especial en la década del ’90. 

149 Ardao, A. Espiritualismo y positivismo en el Uruguay, op cit, 1951. 


131 




Capítulo XIII 


Decano de la 
Facultad de Medicina 


E n diciembre de 1884 (al mes siguiente de ingresar Carafí 
como profesor interino de Anatomía II) Vásquez Acevedo 
propuso al Gobierno, “de acuerdo a las facultades que le 
¿zcjordaba] el artículo 24 de la ley universitaria , la designa¬ 
ción de los doctores Duvimioso Terra, José Máximo Carafí y Antonio 
María Rodríguez para ocupar los Decanatos de las Facultades de 
Derecho y Ciencias Sociales, Medicina y de la Sección de Estudios 
Preparatorios, respectivamente, lo que así fue resuelto. 150 

Es curioso que Vásquez eligiera a Carafí como la figura dirigen¬ 
te para la Facultad de Medicina, siendo un conocido católico mi¬ 
litante, contrario a los principios filosóficos positivistas del Rector. 
Podemos suponer que dicha disidencia, al menos en esta área de 
la enseñanza superior, no era de primera magnitud (las disciplinas 
médicas son fácticas, ajenas a las elucubraciones filosóficas). Cabe 
también pensar que para Carafí, individuo tolerante y respetuoso, 
la religión pasaba a segundo plano cuando se abocaba al desempe¬ 
ño estricto de sus tareas universitarias. Además, siendo joven, ten¬ 
dría pocos compromisos profesionales y estaría deseoso por llevar 


150 Rev Hist (Uruguay), 1946; 100-102:543. 


133 



• José Máximo Carafí • 



La Casa de Ejercicios , primera ubicación de la Facultad de Medicina 


adelante la obra de reordenamiento de la Facultad. Creemos, por 
otra parte, que para la facción católica debió ser significativo te¬ 
ner a uno de sus integrantes más conspicuos ocupando un sitial 
encumbrado en la enseñanza superior, en el momento en que el 
Pbro. Mariano Soler (1846-1908) bregaba por impulsar el Liceo de 
Estudios Universitarios y Francisco Bauzá procuraba afianzar la liber¬ 
tad de enseñanza desde el Instituto Pedagógico y el Parlamento. 

Es también hipotéticamente posible que el Rector, de carácter 
autoritario y que permanecía el día entero en la Universidad resol¬ 
viendo personalmente todos los asuntos, eligiera a un individuo 
inteligente y trabajador, pero al mismo tiempo joven y sin experien¬ 
cia, a quien pudiera sugerir (y a veces ordenar), y de quien recibir 
ideas innovadoras y en quien delegar responsabilidades en asuntos 
ajenos a su competencia profesional. Nos preguntamos si no ha¬ 
brá sido Carafí quien redactó los capítulos referidos a “Medicina y 
Ramas Anexas” de la Ley Orgánica de 1885. 

A la llegada de Carafí al Decanato, la Facultad de Medicina 
atravesaba una época asaz crítica como consecuencia de varios fac¬ 
tores simultáneos: el incumplimiento de programas y horarios por 
parte de profesores y alumnos, los conflictos que la enfrentaban con 


134 




■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


la Comisión de Caridad y Beneficencia Pública por el usufructo de 
algunas salas del Hospital de Caridad y con el Consejo de Higiene 
Pública por el otorgamiento de títulos. 

Refiere sobre ese período el historiador Eduardo Acevedo 

(1857-1948): 


No fueron favorables a la Facultad de Medicina los comien¬ 
zos de la Administración Santos. A la prisión del primer egresado 
[José María Muñoz y Romarate, egresado en 1881], a título 
de que le faltaba el examen de reválida del Consejo de Higiene 
[...] siguió en la Cámara de Senadores una tentativa de barrida 
total de profesores a título de economías, y luego, la creación de 
una cátedra de Homeopatía que fue causa de grandes disturbios. 
Un día que el catedrático de la materia [Ramón Valdez García, 
designado en febrero de 1882] explicaba los efectos del agua en 
las preparaciones homeopáticas, empezó a funcionar una manga 
de aguas corrientes que tomó como blanco al orador y que fue el 
principio de una serie de conflictos que prosiguieron hasta la des¬ 
aparición de la cátedra respectiva. 

Pero en 1885 empezó la reacción bajo el impulso vigoroso del 
Rectorado del doctor Vásquez Acevedo y el Decanato del doctor José 
María [sic] CarafíH 

Continúa Acevedo su crónica acerca de la vida universitaria: 

Las colaciones de grados que habían perdido toda su apa¬ 
ratosidad desde la dictadura de Latorre, volvieron a cobrar su 
brillo desde 1883 [...] A la [...] de 1885 concurrió el Ministro 
de Instrucción Pública don Juan Lindolfo Cuestas [1837-1905], 
quien aprovechó la oportunidad para hacer conocer el número de 
los diplomados con que había contado y contaba el país. "En los 
años que la Universidad lleva de existencia, dijo, han termi¬ 
nado sus estudios 144 doctores en Jurisprudencia de los que 
sólo 92 adquirieron el título de abogado, y 22 doctores en 
Medicina ”. 152 


151 Acevedo, E. Historia de la República Oriental del Uruguay. An Univ (Montevideo), 
1934; 133: 69. 

152 Acevedo, E., op cit, 1934; 133: 348-349. 


135 



• José Máximo Carafí • 


Para tener una idea del número de profesionales vinculados a 
la salud que había en Montevideo, véanse los datos que presenta el 
mismo autor referentes al año 1886: 

• Médicos: 263 

• Personas sin título universitario autorizadas para 
ejercer la medicina y cirugía: 32 

• Farmacéuticos: 285 

• Parteras: 103 

• Dentistas: 44 

• Flebótomos: 45 

• Practicantes de medicina: 6 

Los comparamos ahora con el número de estudiantes de 
Medicina y de Farmacia en ese año y siguientes, de acuerdo a la 
Memoria de Quiniela: 


1885 

Medicina 

92 

Farmacia 

1886 

79 

10 

1887 

70 

8 

1888 

79 

9 

1889 

82 

8 

1890 

99 

8 

1891 

86 

10 

1892 

93 

19 

1893 

100 

23 

1894 

110 

21 157 


Acerca de la designación de Carafí como Decano, refiere 
Augusto Turenne (1867-1948): 

Traía al país el espíritu de orden, la noción de jerarquía, el 
deseo de superación; y todo eso chocó contra costumbres invetera¬ 
das, contra un bohemismo que se creía inseparable de la condición 
de estudiante. Su severidad —que todos llamaban injusticia- era 


153 La Facultad de Medicina de Montevideo (1875-1915), op cit, 1915: 277. 


136 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


el exponente de su mentalidad de hombre deseoso de desempeñar 
una función, no de ocupar un puesto. Su decanato fue un período 
de lucha cruenta contra los estudiantes, que no le perdonaron ni 
siquiera la manera seca, pero culta con que formulaba sus obser¬ 
vaciones , 154 

Con respecto al mismo tema, dice el obstetra e historiador de 
la medicina argentino Eliseo Cantón (1861-1931), en una de las 
más exactas y atinadas referencias de que disponemos sobre ese pe¬ 
ríodo: 


Carafí fue como decano un verdadero reformador, y como 
profesor un disciplinado severo y ejemplar, no bien comprendido 
en su época, por lo que levantó protestas injustificadas , 155 

A lo que agrega: 

Sus dos metas principales consistieron en reemplazar gradual¬ 
mente al profesorado extranjero por el criollo que, hasta entonces, 
habíase mantenido alejado de la Facultad, quizás por apatía, y a 
implantar, con mano firme, las disciplinas conducentes a desper¬ 
tar en la juventud el amor al estudio y a la labor cotidiana, así 
hubiera de costarle su actitud la impopularidad en el elemento 
estudiantil. 

En realidad, las incorporaciones de nuevos profesores ya habían 
comenzado antes del Decanato de Carafí y continuaron durante y 
con posterioridad a su finalización. José Scoseria (1861-1946) se 
hizo cargo de la cátedra de Química Médica en agosto de 1884. 
Eugenio Piaggio ingresó en octubre de ese año a Anatomía y en 
diciembre del siguiente a Fisiología. Elias Regules (1861-1929) 
fue designado en Higiene y Medicina Legal al mismo tiempo que 
el propio Carafí en Anatomía II en noviembre de 1884. Albérico 
Isola (1858-1933), como catedrático de Oftalmología, en marzo de 
1885. En julio del mismo año, Pedro Visca (1840-1912) fue de¬ 
signado Profesor de Clínica Médica, conjuntamente con su Jefe de 
Clinica Enrique Figari (1866-1940). Isabelino Bosch se hizo cargo 
de la Clínica de Partos en marzo de 1886. 


154 Turenne, A. La celebración del LX aniversario de la fundación de la Facultad de Me¬ 
dicina. An FacMed (Montevideo), 1936; 21 (1,2 y 3): 325. 

155 Cantón, E. Historia de la Medicina en el Río de la Plata, Madrid, 1928; 3: 349. 


137 



• José Máximo Carafí • 


De los catedráticos fundadores y sus inmediatos sucesores, al 
inicio de la gestión de Carafí, en 1885, aún persistían varios. José 
Arechavaleta en Botánica Médica (desde 1876), Juan A. Alvarez y 
Pérez Q?) en Física Médica (1876), Antonio Serratosa (1843-1909) 
en Patología General y Semiología (1876 y 1879), Guillermo 
Leopold (1836-1897) en Clínica Quirúrgica, Clínica Médica y 
Anatomía Patológica (1878, 1878 y 1885, respectivamente), Juan 
A. Crispo Brandis (1843-1937) en Patología Médica (1878), José 
Pugnalin (1840-1900) en Clínica Quirúrgica (1879), José M. 
Muñoz y Romarate (1835-1919) en Materia Médica y Terapéutica 
(1882). Alejandro Fiol de Perera (1853-1902) en Clínica de Partos, 
Enfermedades de las Mujeres y los Niños (1882) y Juan Testaseca 
(1835-1919) en Patología Quirúrgica (1882). 

En otros aspectos de la evolución de la Universidad, cuando 
sus dependencias administrativas y las dos restantes Facultades que 
la integraban fueron trasladadas a nuevos locales, gracias a las ges¬ 
tiones de Carafí se concedió a la Facultad de Medicina el usufructo 
de la totalidad de la Casa de Ejercicios. Con más espacio disponible, 
“fue posible incorporar mayor número de laboratorios, aulas y un mu¬ 
seo de piezas anatómicas y patológicas”. 

Según la Ley Orgánica de 1885, previamente al ingreso a la 
Facultad de Medicina y Ramas Anexas, debían cursarse dos años de 
estudios preparatorios, cuyas materias eran: “física, química, inglés, 
gimnástica y ejercicios militares”. Latorre había suprimido la sección 
de estudios preparatorios en 1878, que fue restablecida por Santos 
en 1883. Entretanto, los estudiantes, bajo la batuta de Elias Regules, 
improvisaron un instituto que dio una formación preuniversitaria 
muy satisfactoria, contando con notables profesores. 

Varias modificaciones sufrió la obligatoriedad de presentar una 
Tesis de Doctorado, prevista en el texto legal aludido. 156 Queremos 
destacar que sorprende no hallar en ninguna de ellas a Carafí como 
Padrino de Tesis o de Grado, en tanto sí a la mayoría de los demás 
profesores e incluso a algunos profesionales que no pertenecían al 
elenco docente. 


156 Ver: Pou Ferrari, R. y Mané Garzón, F. Luis P. Lengttas. Maestro de cirujanos y propidsor 
de la doctrina social católica en el Uruguay, Montevideo, Eltoboso impr., 2005. 


138 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 





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Fragmentos de una nota de Carafí al Rector. 


La Ley Orgánica de 1885, en su artículo 11, hacía referencia a 
las “Ramas Anexas a la Medicina ’ y preveía que “si las conveniencias 
públicas lo exigieren más adelante, el Poder Ejecutivo podrá disponer 
la creación de otra u otras Facultades. ” De acuerdo a este criterio, en 


139 


• José Máximo Carafí • 


1886 -durante el Decanato de Carafí- se iniciaron los cursos de 
Farmacia con la creación de dos cátedras: la de Química farmacéu¬ 
tica (ese año), asignada al Farmacéutico Antonio P. Carlosena (al 
frente de la cual se desempeñó durante once años), la de Farmacia 
Galénica (en 1887), a cargo del Farmacéutico José Guglielmetti. 
En 1886 se tomó el primer examen de reválida al Farmacéutico 
Daniel Smith, acto que fue presidido por Carafí. 157 Es de hacer 
notar que “el primer plan de estudios de Farmacia, estructurado en tres 
años y con un examen general final o prueba de habilitación, recién 
figura, en 1887, en el Reglamento General de Enseñanza Secundaria 
y Superior .” 158 

En la misma Ley se planeaba la enseñanza de la Odontología, 
cuya carrera constaría de tres años, dos teórico-prácticos y uno prác¬ 
tico, finalizados los cuales debería rendirse un examen general teóri¬ 
co y otro práctico. Tal iniciativa no se concretó durante el Decanato 
de Carafí -recién se inauguraría en 1890-, si bien en 1886 tuvo 
lugar la reválida de Godchaux Worms, graduado en la Facultad de 
Odontología de Río de Janeiro. 159 

Otro logro de fundamental importancia ocurrido durante el 
período que estamos analizando, fue el inicio de la investigación 
básica y la enseñanza práctica del método experimental: 

Al decanato de Carafí -afirma Elíseo Cantón- correspondió 
el mérito de haberse instalado en el país, el primer laboratorio bac¬ 
teriológico, merced a los perseverantes esfuerzos del muy meritorio 
y reputado profesor de historia natural médica, y anteriormente de 
botánica médica —desde 1884 hasta 1904, en que se lo nombró 
catedrático honorario por retirarse de la enseñanza —farmacéutico 
José Arechavaleta. 

En el mismo año de 1886, en que incorporó aquel pode¬ 
roso elemento de instrucción científica, se echaban los cimientos 
de otra institución meritoria, por lo altamente humanitaria: el 
doctor Federico Susviela Guarch [1851-1928, graduado de 


157 Cantón, E. op cit, 1928, 3: 359-360. 

158 Soiza Larrosa, A. Prof. Dr. Abel Zamora, 1883-1964. Abel Zamora, psiquiatra y mé¬ 
dico legista, Soc Urug Hist Med, en prensa. 

159 Escudero Morére, P. Evolución histórica de los estudios de odontología en el Uru¬ 
guay. 1 a Parte-Desde la época Colonial hasta la creación de la Escuela de Odontolo¬ 
gía. Odontoestomatología (Montevideo), 2010; 12 (14): 10. 


140 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


Médico en Berlín en 1884] 160 había tenido la feliz idea de dotar 
a Montevideo de un laboratorio Pastear, destinado a conjurar los 
terribles efectos de las mordeduras de perros rabiosos, llevándose a 
efecto su planteamiento sin pérdida de tiempo y entrando a prestar, 
acto continuo, importantísimos servicios a la población de toda la 
República. 

En 1885 Joaquín de Salterain y Enrique Pouey enviaban desde 
París, en colaboración, dos informes a propósito del tema, elabora¬ 
dos en base a las observaciones realizadas directamente en el labo¬ 
ratorio de Pasteur, con los datos recogidos en conferencias y por el 
estudio concienzudo de la bibliografía disponible. 

Continúa Cantón: 

Refiriéndose al laboratorio de bacteriología, recientemente in¬ 
augurado, decía el señor Decano Carafí en uno de sus discursos: A 
mediados del año académico, se realizó otro programa de alguna 
importancia, creándose -en 1884- a pedido del señor catedrático 
de Botánica Médica, un laboratorio de Bacteriología. Los alumnos 
de primer año han podido ser ejercitados prácticamente en el uso 
de las preparaciones microscópicas y han podido comprobar de visu 
los caracteres morfológicos de los organismos inferiores y durante la 
epidemia de cólera, se han podido estudiar en el laboratorio, los 
bacilus coma que caracterizan la infección colérica, según Koch. 

Consiguió nuestro biografiado que el Ministerio de Instrucción 
Pública emitiera una resolución “por la que se disponía la entrega de 
todos los cadáveres no reclamados porfamiliares de internados fallecidos 
en el Hospital de Caridad o en el Manicomio Nacional. ” Se preocupó 
por mejorar la conservación de los mismos, lo que hasta entonces 
resultaba una dificultad grave: 

El segundo disector 161 [Nereo Iturriaga] fue a principios de 
1886 a París, a tomar conocimiento del modo práctico como se 
hacen las inyecciones conservadoras en los anfiteatros de aquella 
Escuela. Seguimos pues, el mismo método en nuestro anfiteatro. 
Recordarán ustedes, sin duda, señores, los ensayos de embalsama- 


160 Mañé Garzón, F. y Ayestarán, A. Federico Susviela Guarch (1851-1928), discípulo de 
Virchoiv y primer patólogo uruguayo. Montevideo, Facultad de Medicina, Departa¬ 
mento de Historia de la Medicina, 1988. 

161 El primer disector fue Florentino Felippone en 1876, que viajó a París en 1884 con 
la intención de estudiar química junto a Marcelin Berthellot. 


141 



• José Máximo Carafí • 


miento de cadáveres que se han venido practicando en el anfiteatro 
que han dado resultados tan inesperados como inseguros. 

Logró asimismo el Decano que el profesor de Medicina Legal 
y Enfermedades Mentales tuviera libre acceso, en compañía de los 
alumnos, al Manicomio Nacional. 

Un asunto álgido era el dictado de las clases prácticas de obste¬ 
tricia. Hasta 1885 la entrada a la sala de partos del Departamento de 
Mujeres del Hospital de Caridad estaba vedada a los estudiantes de 
Medicina, que hasta entonces -durante nueve años- obtuvieron su 
título sin haber hecho prácticas, sólo provistos de los conocimien¬ 
tos teóricos impartidos en el Aula de Enfermedades de las Mujeres y 
de los Niños. 

Dice al respecto Carafí en el acto de inauguración de los cursos 
de 1887: 

Desde la fundación de la Facultad de Medicina, y más espe¬ 
cialmente, de la Cátedra de Partos, nuestros predecesores habían 
gestionado repetidas veces la creación de una Clínica Obstétrica 
y Ginecológica, absolutamente indispensable en la Facultad de 
Medicina. Todas las gestiones que se hicieron en ese sentido que¬ 
daron infructuosas. La Clínica de Partos ha funcionado por la 
primera vez, durante el año anterior [1886], con gran provecho 
para los alumnos, que terminaban su escolaridad, lo mismo que las 
alumnas de parteras que antes se presentaban a rendir sus exáme¬ 
nes sin el estudio de la Clínica Obstétrica . 162 

Suma otro aspecto a la formación de los médicos: 

La cátedra de Ofialmología, que sólo funcionó durante un 
par de meses en el año de 1885, habiendo estado clausurada du¬ 
rante el año pasado, funcionará regularmente este año [1887], 
habiendo sido nombrado Catedrático el señor doctor [Albérico] 
Isola [1858-1933]. 

Proyectó mejoras en los laboratorios de Física, Química, 
Fisiología y Terapéutica, planes que no alcanzaron a concretarse: 

El laboratorio de Química deberá ser vasto y provisto de doce 
a veinte mesas, dotadas de sus correspondientes reactivos, a fin de 
que los estudiantes de Medicina y de Farmacia tengan a su dispo- 

162 Apéndice Documental N° 14. 


142 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


sición todos los medios necesarios para habituarse a todas aquellas 
manipulaciones y análisis que puedan hacerse individualmente, 
cooperando, por series, a los análisis e investigaciones químicas que 
por su dificultad requieren del Catedrático. 

Por medio de estos trabajos prácticos, la enseñanza de la 
Química Médica y Biológica será desarrollada de una manera 
conveniente, para que una vez entrados en el ejercicio de la profe¬ 
sión, sepan nuestros estudiantes practicar, por sí mismos, todos los 
análisis clínicos que puedan necesitar en el curso de su carrera. 

La creación del gabinete de Física, ampliamente provisto de 
todos los instrumentos de exploración y de tratamiento, y en cuyo 
manejo sean los estudiantes familiarizados, simplificará el estudio 
de todos aquellos capítulos consagrados a la descripción y empleo de 
estos instrumentos que se encuentran en los tratados de Fisiología y 
de Patología General, sea en los de Terapéutica. 

El doctor Piaggio, Catedrático de Fisiología, fue a París con el 
objeto de preparar un curso de Fisiología experimental. La viruela 
que contrajo al poco tiempo de haber llegado a aquella ciudad 
puso obstáculo a la realización de sus deseos, postergándose toda¬ 
vía por algún tiempo la creación de un curso complementario de 
experimentos fisiológicos, tan necesarios hoy para la enseñanza de 
la Fisiología. Así que el Laboratorio de Fisiología y de Terapéutica 
esté creado, se llenará un vacío cuya urgencia se hace sentir cada 
día más. 

En su afán de mejoramiento de la Facultad, concibió dotarla de 
un Jardín Botánico. Hace referencia en tal sentido al “herbario que 
posee la Facultad, lo mismo que [a] la colección de láminas iluminadas 
de plantas medicinales que adquirió la Facultad el año pasado, [las 
que, sin embargo,] no podrían nunca suplir completamente al estudio 
directo de los vegetales frescos. ” 

Con respecto a la Escuela de Parteras, afirmaba que “cuenta con 
todas las cátedras (esta enseñanza no cuesta ni un centesimo al Estado) ”, 
en efecto, quienes las dictaban, entre ellos el propio Carafí, lo ha¬ 
cían en forma honoraria. 

Como colofón a la obra de Carafí en el Decanato, puede agre¬ 
garse el siguiente juicio de Piaggio Garzón: 


143 



• José Máximo Carafí • 


Fue el primer Decano uruguayo, después de la sucesión de 
distinguidos decanos extranjeros [...] Todos duraban un año en 
sus funciones, pero al término del mandato de Carafí entra en 
vigencia la ley orgánica de julio de 1885 por la cual el decanato 
pasaba a durar dos años [por eso su decanato dura casi tres años] 
Al asumir sus funciones nuestra naciente Casa de Estudios era un 
desquicio, sin profesores, sin material de enseñanza, sin orden, sin 
método con exigüidad de locales que eran estrechos e indecorosos. 
Carafí puso “orden en el caos” de ese ambiente de imprevisión y de 
desorden, alentando un anhelo legítimo de grandeza y tratando de 
poner en acción sus mejores aptitudes. Tuvo así una certera intui¬ 
tiva visión de las futuras proyecciones de nuestra Facultad. Fue un 
reformador y un orientador . 163 


Piaggio Garzón, W. op cit, 1946. 



Capítulo XIV 


Reelección frustrada de Carafí 
para el Decanato 


F rente a una tan brillante gestión, según parece (aunque 
carecemos de sustento documental al respecto), Vásquez 
Acevedo procuró la reelección de Carafí, pero se vio en¬ 
frentado a serios obstáculos, provenientes del propio ám¬ 
bito universitario. Podrían atribuirse los mismos a la disciplina im¬ 
puesta por el joven Decano y la severidad con que había exigido 
el cumplimiento de programas y horarios de clase. Visto el asunto 
más en profundidad, cabe preguntarse si no jugaron además facto¬ 
res ideológicos. Hasta la actuación de Carafí, el positivismo evolu¬ 
cionista y materialista -sembrado desde la época fundacional de la 
Facultad por Julio Jurkowski, Francisco Suñer y Capdevila y José 
Arechavaleta desde el Ateneo del Uruguay (1877) y consolidado con 
el segundo rectorado de Vásquez Acevedo (1884)- primaba como 
filosofía casi exclusiva en la Universidad. El joven Decano, primer 
oriental en ocupar esta posición, de familia tradicional, afrancesado 
por su formación, tenía una postura conservadora; era católico y 
por consiguiente opuesto a la mencionada corriente filosófica. Para 
decirlo de otro modo, puede que se lo considerara un antiliberal y 
que su candidatura, aún cuando fuera propuesta y sostenida por 
el propio Rector, se viera vetada -expresa o tácitamente- por sus 


145 



• José Máximo Carafí • 


adversarios ideológicos desde el Consejo y quizás también por la 
Masonería. No creemos que haya influido el cambio de titular del 
Poder Ejecutivo acontecido ese año, salvo que se viera a Carafí co¬ 
mo un hombre de Santos (que de seguro no era). Dichas posiciones 
ideológicas, a su vez, pudieron haber inducido la postura adversa 
de los estudiantes, que tenían voz pero no voto, en su calidad de 
integrantes del Consejo. El hecho es que, al retirarse de la Facultad 
el último día de su Decanato, Carafí fue objeto de abucheos e in¬ 
sultos, lo que ensombreció su notable gestión. Este distanciamien- 
to de los estudiantes persistió hasta su muerte, aunque algunos lo 
admiraban. Prueba de ello es que sólo tres lo cuidaron durante su 
larga enfermedad y los tres eran católicos militantes: Urbefil Acuña, 
Pablo Scremini y José Agustín Aguerre (1872-1941). Sin embargo, 
cuando algunos de ellos decidieron fundar la Sociedad de Medicina, 
eligieron a Carafí como primer presidente. ¿Fue quizás un home¬ 
naje de reconocimiento de una minoría, o acaso, la iniciativa de 
algunos arrepentidos que ahora justipreciaban su gestión al frente 
de la Facultad? 

Refiere Turenne, nada conservador ni propenso a hacer conce¬ 
siones a los reaccionarios: 

Fue un gran decano y porque quiso serlo en su época, cayó 
arrollado por la injusta oposición de los estudiantes de entonces 
¡Cuántas veces he oído, años después, apreciarlo mejor por algu¬ 
nos de aquellos que le habían preparado una ruidosa despedida. 
¡Verdadera broma de gauchos! Aún lo veo abandonar el decanato 
entre dos jilas de estudiantes, sereno, grave, pronto sin embargo a la 
valiente reacción personal al menor asomo de insolencia [...] Los 
estudiantes vociferaron después que hubo arrancado el coche que 
lo alejaba del cargo, que había honrado con su acción. Anónima 
cobardía de la muchedumbre! 164 

Pedro Visca fue elegido para sucederlo; su decanato fue incolo¬ 
ro , según la sutil calificación de Turenne. 165 


164 Turenne, A. La celebración del LX aniversario de la fundación de la Facultad de Me¬ 
dicina. An FacMed (Montevideo), 1936; 21 (1, 2 y 3): 425. 

165 Turenne, A. Influencia de la Ciencia Médica francesa sobre la Medicina nacional uru¬ 
guaya. Conferencia en la Facultad de Medicina, organizada por Amigos de Francia. 
An Fac Med (Montevideo), 1947; 32 (11-12): 324. 


146 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


Debemos agregar algunas expresiones más sobre los rasgos de 
Carafí vertidas por Piaggio Garzón: 

Sin ser un aristócrata espiritual, fue por su exotismo, el genui¬ 
no representante de una nobleza nueva en medio del ambiente casi 
colonial de su época. Era una personalidad deslumbrante, de am¬ 
plia cultura, que “tenía el defecto intrínseco de valer demasiado”, y 
tal vez esto chocaba a nuestra vieja bohemia universitaria. Al fin, 
si había cursado sus estudios en Europa, no era un espíritu foráneo 
o hijo de un país extraño, era uruguayo! Y nunca vivió apartado 
por su noble estirpe del duro mundo en que vivimos. 

Supo salir vencedor o victorioso: “Discedere Superior”... 

Refiérennos, que cuando dejó el decanato, pasó por el hall de 
la Facultad entre doble fila de estudiantes que lo vieron atravesar 
en silencio, y sólo cuando se alejó en su coche arreciaeron los dicte¬ 
rios de una destemplada actitud. 166 


La tardía aunque valiosa reivindicación por parte del 
Consejo Nacional de Higiene (1921) 167 


Pese a que Carafí continuó ocupando posiciones oficiales, den¬ 
tro y fuera de la Universidad, durante el militarismo y a comienzos 
del civilismo, su figura no recibió homenaje alguno sino transcurri¬ 
dos veintiséis años del fallecimiento. En esa oportunidad y como 
forma de resarcir la injusticia, La Sociedad de Medicina organizó un 
acto en 1921 en el Cementerio Central. Pero ni aún así fue posible 
revertir totalmente esa tendencia al olvido colectivo. En la misma 
fecha, la Asistencia Pública Nacional decidió poner su nombre a una 
de las salas del HospitalMaciel, lo que nunca se materializó. 

Es digno de mencionar el magnífico discurso pronunciado por 
Augusto Turenne en tal ocasión. De esta manera, dicho profesor 
demostró que, más allá de posiciones ideológicas, primaba para él 

166 Piaggio Garzón, W. op cit, 1946. 

167 A conciencia de ser repetitivos, incluimos, por su importancia, estos fragmentos de dis¬ 
cursos, ya citados, tanto en el Proemio como en el Anexo Documental correspondiente. 
Pedimos excusas al lector, pero en ocasiones “insistir es en enfatizar” ( N.de los A.) 


147 



• José Máximo Carafí • 


el espíritu universitario, unido al deseo de hacer justicia, llamando 
a responsabilidad a los omisos y proclamando lo que a su modo de 
ver eran valores a rescatar. Dice Turenne: 

Con el acto que hoy nos congrega, en breve espacio de tiempo, 
el Cuerpo médico nacional habrá dado dos resonantes ejemplos de 
justicia distributiva. 

Ayer rodeábamos todos al profesor Morquio, a quien, en plena 
robustez mental, dábamos el preciado goce de contemplar en vida 
una apoteosis de su labor científica. 

Melancólica es la comparación. El doctor Carafí, muerto os¬ 
cura e injustamente, ha necesitado casi un tercio de siglo para que 
se alzara la voz justiciera que lo colocará entre las figuras de un 
pasado borroso para los jóvenes de hoy, pero que surge nimbado de 
luz para los que vivimos la Edad heroica de nuestra Facultad de 
Medicina. 

Pongamos énfasis sobre la siguiente reflexión del ginecotocólo- 
go uruguayo que nos ilumina, un poco desde la perspectiva de su 
propia experiencia, la figura que consideramos: 

La aparición del doctor José M. Carafí en nuestro medio fue 
casi un anacronismo. Inteligente, culto, poseedor de una ilustración 
médica poco común y muy superior a la de sus contemporáneos 
profesionales, moldeado su cerebro en esa admirable Escuela de 
Montpellier, perfeccionado su saber en la entonces incomparable de 
París, su vida y su acción tenían que desentonar en Montevideo. 

Señorial y distinguido en sus maneras, pulcro y atildado en el 
vestir, era su exterioridad fiel reflejo de una vida interior que debía 
molestar a los que encubrían con desgaire que quería parecer bo¬ 
hemio, una gran proporción de incultura y de bravia, casi salvaje, 
resistencia a los halagos de la civilización. 

Surgido de un ambiente de orden y refinamiento, el espec¬ 
táculo de nuestra Facultad, debió serle doloroso y despertar en él, 
con ansia patriótica, el invencible deseo de encauzar energías y 
capacidades que veía perderse en el rutinario ejercicio profesional o 
esterilizarse en las fáciles molicies de una vida sin freno. 

Su ingreso a una cátedra de la Facultad fue una pincelada de 
luz sobre un fondo mezquinamente pardo. 


148 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


Por provenir de una figura señera en cuanto a exigencia críti¬ 
ca de los contenidos y métodos de educación médica, de los que 
tenía profundo conocimiento, son especialmente importantes los 
siguientes juicios, no exentos de condena a los integrantes de su 
propia generación estudiantil y a quienes fueron sus profesores: 

Pero el respeto, la veneración, la gratitud que debemos a nues¬ 
tros precursores no debe llevarnos a desconocer que casi por vez 
primera con el doctor Carafí, un verdadero profesor, dictó cursos 
magistrales e incorporó los resultados de su labor y de su observa¬ 
ción al acervo mental de sus alumnos. 

Ascendido al alto sitial de Decano, Carafí no podía encontrar 
sino resistencias. Ni profesores ni estudiantes estaban acostumbra¬ 
dos al orden ni preparados al respeto de las disciplinas científicas. 

Aquel hombre, que tan a menudo hablaba de París, tenía que 
chocar con los que hacían gala de un misoneísmo muy charrúa. 

Dura fue la lucha e incompletos los resultados. Aún recuerdo 
la violencia de la campaña que provocó la imposibilidad de su 
re-elección. Me sonrojo al pensar en los excesos con que mis compa¬ 
ñeros festejaron su victoria. 

Victoria, sí, como las victorias de Pirro; esos mismos que tras¬ 
mitían como tradición oral, nunca documentada, la versión de 
las injusticias del Decano Carafí, llevaban en sí el germen que su 
acción había sembrado. 

Ellos, sus más crueles detractores, serían más adelante los vec¬ 
tores de una orientación que su muerte prematura le impidió reali¬ 
zar, pero que tal vez en las horas postreras de su vida se le apareció 
como el legítimo galardón que la posteridad habría de discernirle. 

El ateo anticlerical que fue Turenne, refiriéndose al católico 
comprometido que fue Carafí, da un ejemplo de tolerancia y del 
imperativo de deponer ideologías ante la condición suprema de “la 
ética [...], la honradez [...], el altruismo’' que encarnaba el homena¬ 
jeado “ como prototipo del Médico integral 

Si como Profesor y como Decano José M. Carafí fue un refor¬ 
mador, como profesional fue un modelo. Duros son los tiempos y 
de prueba para la Etica médica. Factores encontrados, rachas de 


149 



• José Máximo Carafí • 


anarquía moral, amarguras y dificultades envuelven con demasia¬ 
da violencia en sus vórtices al médico de hoy. 

Justo y necesario es que a menudo, con energía, con intensa 
convicción de la importancia de los “imponderables”, destaquemos 
en plena luz la figura noble y desinteresada de los que supieron 
mantener enhiesto el penacho gallardo de la probidad profesional. 

José M. Carafí fue el prototipo del médico integral; su in¬ 
teligencia, su cultura, su honradez acrisolada, fueron puestas al 
servicio de la sociedad en la que desarrolló sus actividades con tal 
altruismo, con tal abnegación, que bien podemos invocar sus ca¬ 
racterísticas para incorporarlo a la falange desaparecida de nues¬ 
tros más preclaros antecesores. 

Y finalizaba diciendo: 

Respetuoso alumno del doctor Carafí, desarmado entonces y 
casi solitario adversario de sus enemigos, cumplo hoy una deuda 
que contraje conmigo mismo en aquellas épocas turbulentas. 

Honrado con la representación del Sindicato Médico 
Nacional, que hoy comprende a la mayoría de los médicos del país, 
al aportar a los manes del doctor Carafí la expresión de su home¬ 
naje, tráigole también uno personal, de afecto y veneración, que 
desde la alta situación a que me ha encumbrado la voluntad de 
mis colegas, exteriorizo, como un tributo justiciero al hombre, al 
médico, al ciudadano. 168 

Nos preguntamos, por último, por qué Carafí nunca figu¬ 
ró entre los que fueron nominados para ocupar el rectorado de la 
Universidad. En realidad, la gran mayoría de quienes alcanzaron tal 
posición, hasta entrado el siglo XX con la sola y fugaz excepción 
de Soca al comienzo de dicha centuria, pertenecieron a la rama 
del Derecho. En años posteriores, el poder médico comenzó a ha¬ 
cerse notar, siendo casi excepcionales los galenos que no llegaron 
a ocupar un escaño parlamentario, un sitial en el Consejo Nacional 
de Administración, un Ministerio o el Rectorado de la Universidad. 
Sin embargo, con la excepción de Francisco Antonino Vidal, por 


168 Turenne, Augusto. Discurso en homenaje al doctor José M. Carafí, con motivo del 
XXVI aniversario de su fallecimiento, Bol ConsNacHigPúb (Montevideo), 1921, en: 
Cantón, E. op. cit, 3: 354-356. Ver Anexo Documental N° 26. 


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■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


dos veces Presidente constitucional de la República (la 1881-1882, 
marzo a mayo de 1886) y Tabaré Vázquez (2005-2010), ningún 
otro médico ocupó la Primera Magistratura. 

Carafí no tuvo afiliación política conocida y lo que probable¬ 
mente jugó más en su contra a la hora de una eventual postulación 
para tales jerarquías universitarias, fue su decidida adhesión a la cau¬ 
sa católica, que quizás le valió la opinión adversa (aunque solapada) 
de algunos masones. No ha de olvidarse que si en una primera épo¬ 
ca podía admitirse la coincidencia de la condición de católico y ma¬ 
són, más tarde la misma fue inviable, como quedó bien sentado en 
las sucesivas y tajantes manifestaciones en tal sentido emitidas tanto 
desde Roma como desde Montevideo, como por ejemplo en las 
Cartas pastorales del Vicario Apostólico José Benito Lamas (1787- 
1857), del primer Obispo de Montevideo, Monseñor Jacinto Vera 
(1813-1881) y del primer Arzobispo, Monseñor Mariano Soler. 
Debe consignarse por otra parte que con la fundación, en 1856, de 
la Gran Logia de la Masonería del Uruguay, esta institución cobró 
progresiva influencia. A ella pertenecieron numerosos presidentes, 
parlamentarios y ministros. Es muy difícil saber a qué punto, en 
aquel momento, el enfrentamiento entre la masonería y el catolicis¬ 
mo podía ocasionar la postergación de un personaje de real jerar¬ 
quía intelectual como el que estamos considerando. Sin embargo, 
hay hechos bien comprobados que demuestran que la lucha era 
enconada. 

Tampoco tuvo Carafí gran notoriedad pública como médico, si 
bien pertenecía a una familia de arraigo y vinculaciones en nuestro 
medio. Sus pocos años, su precoz y podríamos decir radical com¬ 
promiso con los cargos oficiales, le dejaron poco tiempo para desa¬ 
rrollar la clínica, que siempre ha sido demandante. Si bien los mé¬ 
dicos y cirujanos gozaron de general reconocimiento e influencia, 
no fue éste el caso de Carafí. La causa principal de ello fue su tan 
temprana muerte. Probablemente además, al actuar como docente 
de una disciplina básica como la anatomía, no pudo desarrollar en 
su entorno una escuela. La tradición oral - y esto lo ha demostrado 
con singular acierto Velarde Pérez Pontana (1897-1975)-, fue en¬ 
tre los cirujanos el principal medio por el cual se mantuvo viva la 


151 



• José Máximo Carafí • 


imagen de los Maestros. Mientras tanto, los médicos tuvieron más 
tiempo para publicar. Esta fue la vía para forjar su fama. Libros y 
revistas contribuían al conocimiento y perduración de las escuelas. 
Entre quienes cultivaron las ciencias básicas no se dio esa continui¬ 
dad transgeneracional. Es cierto que la anatomía es la base de la 
cirugía; pero también es un hecho tradicionalmente observado que 
para crecer en jerarquía académica, los profesores ocupaban prime¬ 
ro ésta u otras materias relacionadas (como la medicina operatoria 
o la anatomía topográfica), para pasar luego a las de patología y de 
clínica. Era en el ámbito de la sala de hospital y en el del quirófano 
donde el alumno se convertía en discípulo y el profesor en maestro. 

Agregamos otro argumento a los anteriores. Dice un viejo pre¬ 
cepto latino: “Un hombre, un carácter”. Alude a la forma en que de¬ 
terminados rasgos de la personalidad, ya positivos como negativos, 
tiñen toda una vida, y más allá de las condiciones de inteligencia 
y bondad, pueden ser decisivos. El rostro serio -que a veces sólo 
disimula la timidez-; un rictus despectivo -que no necesariamente 
traduce petulancia-; la risa fácil o el habitual pesimismo; la natural 
capacidad para comunicarse a través de frases, expresiones humorís¬ 
ticas, gestos; el buen o mal carácter predominante, también infuyen. 
Igualmente la forma suave o enérgica de reaccionar; la tolerancia o 
severidad ante el error ajeno; el modo desaliñado o excesivamente 
atildado de vestir. En fin, el estilo austero o rimbombante de vivir; 
la tendencia a la sociabilidad o al aislamiento; la generosidad o el 
egoísmo, son otras condiciones determinantes. Es así que unos per¬ 
sonajes son aceptados, aún con sus imperfecciones, y otros rechaza¬ 
dos, aún siendo excelsos. 

¿Podríamos atribuir la resistencia hacia la figura de Carafí a 
alguna actitud personal distante, inflexible, taciturna, impostada, 
magistral, dogmática, intolerante? ¿O fue la timidez 169 lo que no 
le ayudó a prosperar socialmente? ¿Acaso fue un inadaptado, que 
nunca llegó a integrarse a un medio del cual intentó permanecer 
distanciado, pero al que se vio obligado a volver e incorporarse for¬ 
zadamente? 

169 Recordemos el magnífico libro de Gregorio Marañón, Amiel: un estudio sobre la timi¬ 
dez , Madrid, 1933. 


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■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


Quizás su juventud lo obligó a asumir una pose de rigidez y 
distanciamiento que era su armadura frente a un elenco profesional 
bien conocido por sus desavenencias y querellas y ahora, para peor, 
regido por un oriental. 

Por otro lado, se vio encarado a un medio estudiantil, natural¬ 
mente díscolo y revoltoso, volcado al positivismo materialista cu¬ 
yos naturales opositores eran los católicos entre los que se contaba 
Carafí. 

Sin embargo, los datos objetivos, los que se desprenden del to¬ 
no respetuoso y moderado de sus comunicaciones al Rector de la 
Universidad, de sus notas a la Comisión de Caridad y Beneficencia 
Pública, a otras autoridades y de los pocos discursos que han perdu¬ 
rado de él, nos ofrecen -contrariamente a lo que cabría esperar- la 
imagen de un hombre sobrio, respetuoso, ilusionado por la misión 
que estaba desempeñando, deseoso por introducir mejoras, pronto 
a acatar las disposiciones reglamentarias, a cumplir con las obliga¬ 
ciones inherentes a su cargo, cortés, amistoso, nada engolado. 

En suma, es este un misterio de los tantos que rodean la vida de 
un ser humano y su ambiente, que al decir de Ortega y Gasset, ni el 
propio involucrado pudo haber conocido en profundidad. 


153 




Capítulo XV 


Integrante del Consejo de 
Enseñanza Secundaria y 
Superior 


E l 20 de junio de 1888, Carafí fue designado, por deci¬ 
sión del Ministerio de Justicia, Instrucción Pública y Culto , 
miembro del Consejo de Instrucción Pública , conjuntamen¬ 
te con Alfredo Vásquez Acevedo y Carlos María de Pena 
(1852-1918). 170 

En 1889 fue nombrado integrante del Consejo de Enseñanza 
Secundaria y Superior , del que ya había formado parte entre 1885 
y 1887 y ahora lo haría nuevamente hasta su muerte, seis años más 
tarde. Según lo establecido en la ya mencionada Ley del 14 de ju¬ 
lio de 1885, dicho Consejo era presidido por el Rector, “en cali¬ 
dad de Vicepresidente, pues la Presidencia corresponde al Ministerio 
de Instrucción Pública.” Lo integraban además los Decanos de la 
Sección Enseñanza Secundaria y de las Lacultades y un número 
igual de “miembros elegidos a mayoría de votos por los ciudadanos 
inscriptos en la Universidad o Universidades de la República con el ti¬ 
tulo de Doctor o Licenciado, con aprobación del Poder Ejecutivo. ” Los 


170 Memoria del Presidente de la República a la H. Asamblea General , 1889. 


155 



• José Máximo Carafí • 


mismos duraban cuatro años en sus funciones. Las atribuciones del 
Consejo eran, entre otras, las siguientes: dictar los reglamentos gene¬ 
rales e internos “de las Universidades” ; sancionar programas, méto¬ 
dos y textos de enseñanza; proponer al Poder Ejecutivo el nombra¬ 
miento de los Catedráticos; “reprimir con multas o amonestaciones a 
los Catedráticos’ ’ en falta y eventualmente, solicitar su destitución 
al Poder Ejecutivo; “reglamentar la percepción y administración de 
las rentas universitarias informar anualmente al Poder Ejecutivo 
sobre el estado de la Enseñanza Secundaria y Superior; presentar 
el presupuesto anual de sueldos y gastos; “ exonerar de las cuotas im¬ 
puestas por diplomas, matrículas y exámenes” si así estaba justificado; 
organizar las Facultades y determinar sus funciones; “fijar las con¬ 
diciones de admisión de toda clase de títulos profesionales y certificados 
de estudio emitidos en el extranjero” y revalidarlos; reglamentar las 
elecciones, etc. 171 

Una anécdota, bastante conocida pero que vale la pena recor¬ 
dar porque vincula a dos personajes de singular relieve en la his¬ 
toria de la Universidad, es la siguiente, que aconteció en el año 
1889, habiendo cesado Carafí como Decano, pero cuando ya for¬ 
maba parte del Consejo. Se llamó a concurso para proveer en pro¬ 
piedad la Cátedra de Terapéutica. El único aspirante fue Américo 
Ricaldoni. Carafí, asombrado por la juventud del candidato -pese 
a que él mismo contaba entonces tan sólo con 35 años de edad-, 
manifestó al Decano Elias Regules y al Consejero José Scoseria: “La 
Facultad no debe ser un Asilo maternal”. Las lecciones impartidas 
por Ricaldoni una vez impuesto en su cargo fueron tan notables, 
que a los tres meses, el propio Carafí manifestaba a Scoseria: “¡Eljo- 
vencito vale!”. 172 Tendremos oportunidad de comentar más adelante 
in extenso el notable discurso que pronunció ese gran personaje de 
nuestra Medicina en oportunidad del sepelio de Carafí. En él se 
develan afinidades electivas espirituales, que no nos resultan extra¬ 
ñas conociendo la personalidad de ambos. Sin estar vinculados por 
lazos generacionales ni por ideales religiosos, ambos pertenecían a 


171 Ley del 14 de Julio de 1885, artículo 30. 

172 Brito Foresti, José. Ricaldoni. Conferencia leída en el Club y Sindicato Médico. An 
FacMed (Montevideo), 1929; 14: 943. 


156 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


la aristocracia intelectual y espiritual. En efecto, Ricaldoni, habién¬ 
dose formado en el positivismo de nuestra Universidad, alcanzó, al 
igual que la generación del 900 a la que pertenecía, un nivel más 
alto, que sin ignorar dicha filosofía, la superaba con las elevadas 
miras puestas en cuestiones morales y estéticas, sin menospreciar 
por eso el cultivo de las ciencias, ya definitivamente adoptado en 
forma unánime. El paradigma de esta nueva filosofía lo constitu¬ 
yó la prédica que, bajo distintos ángulos, elaboraron José Enrique 
Rodó (1871-1917) y Carlos Vaz Ferreira (1872-1958), entre otros. 
Podemos considerar a Carafí, que por su precocidad fue integrante 
de la generación previa, como parte de la siguiente y por tanto un 
adelantado en tal postura intelectual, lo que lo situó por encima de 
los enfrentamientos, sin dejar por eso de participar de las iniciativas 
que significaron un progreso de la cultura nacional. 

El año 1890 señala el acceso de Julio Herrera y Obes a la 
Presidencia de la República: un civil de alto vuelo intelectual, ateo, 
espiritualista, perteneciente al Partido Colorado, que, cerrando el 
largo período del militarismo, nombró, en demostración de su eclec¬ 
ticismo, a Francisco Bauzá como Ministro de Gobierno y a Carlos 
A. Berro (1853-1930) en el de Justicia, Culto e Instrucción Pública, 
personajes ambos de notoria militancia católica. El Presidente esta¬ 
ba decidido a enfrentar algunas tendencias que venían imperando 
en nuestro medio, impulsadas por la mayoría positivista spence- 
riana universitaria. Con ese golpe de timón, la llamada influencia 
directriz, que algunos historiadores han puesto en tela de juicio til¬ 
dándola de intransigencia ideológica, se dio un salto cualitativo (ya 
que evidentemente no fue un simple retroceso al viejo esplritualis¬ 
mo ecléctico francés). 173 Lejos de empobrecerlo, amplió el campo 
de la inteligencia uruguaya (estudiada en sus diferentes etapas por 
Ardao) 174 hacia caminos más promisorios, vinculados al pensamien¬ 
to de John Stuart Mili (1806-1876), William James (1842-1910), 
Henri Bergson (1859-1941), Pierre Janet (1859-1947), entre otros, 
los que se mantendrían vigentes durante casi medio siglo. 

173 En efecto, la filosofía de Víctor Cousin (1792-1867) había sido suplantada, al menos 
en su forma de divulgación, por la de Paul Janet (1823-1899). 

174 Ardao, Arturo. Etapas de la inteligencia uruguaya. Montevideo, Dep Pub Ed Univ 
Rep, 1971. 


157 



• José Máximo Carafí • 


En el famoso Mensaje elevado por el Presidente Herrera y Obes 
a la Asamblea General en 1891, manifestaba entre otras cosas: 

Alarmado del materialismo filosófico que desde hace años do¬ 
minaba en absoluto la educación escolar y [...] en la Universidad 
Mayor [...] para conjurar ese peligro, el Gobierno usando de su 
derecho y cumpliendo un estricto deber, ha declarado oficial la doc¬ 
trina y los textos espiritualistas en la enseñanza pública [...] Este 
hecho no excluye las controversias universitarias y escolares . 

El Primer Mandatario encontró, al decir de Arturo Ardao, “un 
animador [de su postura] en el seno de la Universidad: Justino Jiménez 
de Aréchaga [1850-1904]. ” 

El 4 de junio de 1890, Vásquez Acevedo 

da cuenta de la nota remitida por el Ministro Berro en la 
que se hace saber al Consejo que había resuelto integrarlo con 5 ó 
6 miembros más, en atención a las excepcionales tareas que iba a 
pesar sobre él ese año [...] 

Dicha autoridad universitaria, enfrentándose al Poder Ejecutivo 
como lo hiciera su antecesora en 1884, si bien las cosas ahora no 
llegarían tan lejos como entonces: 

Solicita que la resolución sea reconsiderada y si [el Ministro] 
persiste en ella, propone [como miembros adicionales] a: J. C. 
Blanco [1847-1910], Martín Berinduague [1840-1915], José P. 
Ramírez, Pablo De María, Luis Melián Lafinur [1850-1939] y 
José Arechavaleta. 

Herrera, en acuerdo con Berro, nombró directamente a José 
Pedro Ramírez, Martín Aguirre (1847-1909), Lucas Herrera y Obes, 
Juan Zorrilla de San Martín (1855-1931), José Román Mendoza y 
Domingo Mendilaharsu (1854-1909). 

El Consejo planteó su disconformidad ante tan “ desconsiderado 
proceder”, lo que no modificó las decisiones ya tomadas y a fines de 
agosto, Berro concurrió personalmente a su seno, a fin de dar pose¬ 
sión de sus cargos a los nuevos miembros integrantes, al tiempo que 
se incorporaba también Justino Jiménez de Aréchaga. 


158 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


Quedaba de este modo en minoría el positivismo, lo que se 
puso de manifiesto en oportunidad de la votación referente al pro¬ 
grama de enseñanza de la filosofía, tema crucial desde el punto de 
vista de la orientación filosófica oficial de la Universidad. Jiménez 
de Aréchaga había presentado un proyecto con ese propósito, que 
fue modificado por una comisión expresamente designada por el 
Consejo al efecto. Llegado el momento, se aprobó la moción de 
Aréchaga por mayoría, que por supuesto era de corte espiritualista. 
Votaron a favor: Zorrilla de San Martín, Herrera y Obes (Lucas), 
Aguirre (Martín), Carafí y Saráchaga. Lo hicieron en contra: Vásquez 
Acevedo, Regules (Elias), Brito del Pino (Eduardo) y Scoseria. Es 
evidente que había surgido una división en dos sectores, otra vez 
enfrentados ante ideologías filosóficas, si bien ya en un ambiente de 
mayor tolerancia. Esta decisión dio lugar a una verdadera “ guerrilla 
periodística .” El Bien decía, con razón, que “no se necesita ser católico 
para ser espiritualista”, mientras El Siglo replicaba que se trataba de 
una “reacción clerical los espiritualistas de La Razón se pusieron 
del lado del Rector, lo mismo que los estudiantes. Mientras tanto 
se establecía la Academia Literaria, integrada por jóvenes católicos, 
impulsados por el Pbro. Dr. Mariano Soler. 

En 1893, con motivo de la renovación de la Sala de Doctores, 
el Consejo elevó al Poder Ejecutivo, una terna de candidatos for¬ 
mada por el entonces Rector, el espiritualista Pablo de María y los 
positivistas Eduardo Brito del Pino y Alfredo Vásquez Acevedo. 
Julio Herrera y Obes eligió a Pablo de María (1850-1932). Este 
renunció en 1895, no sin antes haber sido autor e impulsor del 
golpe de gracia a los conservadores integrantes de la Comisión de 
Caridad y Beneficencia Pública, que daban sus últimas batallas con¬ 
tra la Facultad de Medicina. Ante la dimisión de Pablo De María, 
nuevamente el Consejo presentó otra terna, integrada por Vásquez 
Acevedo, De María y Brito del Pino, de la cual el nuevo Presidente, 
Juan Idiarte Borda, eligió al primero, que ocuparía de este modo 
por última vez el rectorado hasta 1899. 

Es de hacer notar cómo esas disputas filosóficas que enfrentaron 
a los intelectuales en distintos niveles de la actividad nacional, tu¬ 
vieron tan sólo una tangencial relación con las posiciones políticas, 


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• José Máximo Carafí • 


si bien puede decirse que -al menos al comienzo- los blancos eran 
más afines al positivismo y proclives a colaborar con los militares, 
mientras los colorados lo eran más al esplritualismo e inclinados a 
posturas democráticas. Según expresa Ardao: 

En 1893 se produce la caída de telón en el intenso drama 
ideológico desarrollado en el país a lo largo de veinte años. El te¬ 
lón se levantará de nuevo, desde el punto de vista filosófico, para 
que entre en escena —con otro repertorio, pero, sobre todo, con otro 
estilo y con otros ademanes, que eluden el pugilato polémico- la 
generación encabezada por Rodó y Vaz Ferreira. [Tal como se ve 
en las primeras décadas del siglo XX] bajo la égida de los Bergson 
y los James, contiene elementos de espiritualismo y elementos de 
positivismo. Pero no corresponde, en rigor, ni a uno ni a otro en su 
forma clásica y militante [...] De una manera curiosa, quedó ape¬ 
nas de todo el estrépito que hicieron, un rumor cada vez más sordo 
y confuso en el que se fueron desvaneciendo episodios, doctrinas y 
protagonistas. Y lo más curioso fue que quienes de estos últimos 
siguieron en acción, también las olvidaron, o procedieron como si 
las hubieran olvidado , 175 

Dentro de la tan profusa como variada temática tratada en el 
Consejo durante la actuación de Carafí (1885-1887 y 1889-1895), 
hemos elegido una que demuestra su versación en temas pedagó¬ 
gicos, aún cuando estos no tuvieran en apariencia nada que ver 
con la Medicina. Se trata del pedido de informes que el Rector De 
María le formulara, el 26 de enero de 1894, acerca de un asunto 
puntual: el programa de enseñanza del idioma francés, presenta¬ 
do por el catedrático de la materia en la Universidad, Monsieur 
Legoust. En la respuesta, Carafí demuestra la compenetración que 
poseía y que sólo pudo haber obtenido por el estudio y la reflexión 
prolongados acerca de los métodos pedagógicos (“elsistema concén¬ 
trico’). Asimismo, acerca de la necesidad que tiene todo profesor de 
conocer los objetivos que persigue en su enseñanza; cuál es el mejor 
modo para llenar las necesidades concretas y prácticas del alumno 
como ser individual; la trascendencia de apreciar objetivamente las 
capacidades con que éste cuenta, al igual que los recursos humanos 
y materiales de los que debía disponer la institución y el docente. 

175 Ardao, A. Batlle y Ordóñez y el positivismo filosófico, op cit: 148-149. 


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■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


En suma, son las suyas consideraciones que van desde las nociones 
generales, abstractas, podría decirse doctrinales, hasta los recursos 
de aplicación. Sólo quien ha sido un estudiante disciplinado y me¬ 
tódico, quien ha ejercido la docencia durante largo tiempo con vo¬ 
cación, quien ha recorrido en los dos sentidos el sendero que une 
los libros y la mente de los alumnos, puede producir un informe de 
este fuste. Probablemente sea ésta una de las mejores piezas que co¬ 
nocemos -y no creemos exagerar en esta afirmación pese al carácter 
restringido del informe-, existentes en la bibliografía uruguaya en 
tal ámbito intelectual. Sin embargo, las pocas oportunidades, múl¬ 
tiples ocupaciones y su desaparición prematura, no permitieron a 
Carafí dar una total dimensión a su mentalidad en ese sentido. En 
nuestro medio, casi sin excepción, los buenos profesores universita¬ 
rios, lo fueron por intuición y experiencia, más que por aprendizaje 
sistemático de la pedagogía y la didáctica. Desde épocas tempranas 
el Uruguay contó para sus maestros con una formación cuidadosa, 
científicamente fundamentada y con firme base institucional, que 
fue el cimiento de nuestra Escuela Primaria. La Universidad, en 
cambio, no estuvo dotada de nada similar; raras fueron las inquie¬ 
tudes en tal sentido y mucho más tardías, teniendo como portaes¬ 
tandartes a Américo Ricaldoni y Juan Pou y Orilla (1876-1947). 

He aquí el escueto pero valioso informe de Carafí: 

Habiéndose servido el Consejo cometerme el Informe sobre 
el programa del señor Catedrático Legoust, para el estudio de la 
lengua francesa, dividido en dos años, he tomado en cuenta las 
justas observaciones que dicho Catedrático formula en la nota de 
remisión, sobre la conveniencia y hasta la necesidad de que nuestra 
Universidad adopte para la enseñanza secundaria el sistema con¬ 
céntrico en el estudio de las lenguas. Es hoy una de esas cuestiones 
pedagógicas más universalmente reconocidas la superioridad del 
método concéntrico sobre el opuesto, cuando se trata de alumnos de 
bachillerato, y en especial, durante los primeros años de estudios. 
La experiencia ha demostrado, corrigiendo las imprevisiones de la 
teoría, que no se observa igual aprovechamiento en los alumnos 
cuando se les exige un amplio programa en breve tiempo, ó cuan¬ 
do por el contrario las materias que ha de dominar en un año 
son más reducidas y se consagra mayor tiempo al estudio de todo 


161 



• José Máximo Carafí • 


el programa de una asignatura. Estas consideraciones revisten un 
carácter más decisivo cuando se aplican al estudio serio, metódico y 
proficuo de una lengua extranjera, puesto que el alumno tiene que 
estudiar desde el valor fonético de las letras, de los diptongos y de las 
palabras y poseer un conocimiento circunstanciado de la ortografía 
y del sentido de las voces para formar la más sencilla frase. Es in¬ 
dispensable, además, que en la parte mecánica del estudio pueda el 
alumno llegar á poseer con propiedad las partes oracionales de un 
uso más común. Sólo después del conocimiento fonético de las letras 
y palabras y de su equivalencia en la lengua propia, podrá el alum¬ 
no abordar con ventaja el estudio de la gramática, arte siempre 
difícil, aún cuando se trate de la propia lengua. Resulta, pues, de 
las precedentes observaciones, que la división trienal del programa 
de francés surge con toda naturalidad. En el ler año se estudiará 
toda la parte mecánica de la lengua, acordando especial atención 
a la lectura y a la fonología de las palabras; se aprenderán los vo¬ 
cablos más usuales y las reglas más elementales y más sencillas de su 
uso, basadas en la imitación; se conjugarán los verbos regulares más 
comunes, y se adquirirá conocimiento de las definiciones de todas 
las partes de la Analogía. Así preparado el alumno, por un curso 
diario, durante el ler año, podrá después de saber leer el precioso 
librito de Larousse, empezar á estudiar en el 2 o año (lección al te¬ 
ma), todo lo que comprende el programa de M. Legoust, excepto lo 
que dejamos apuntado; quedando para el 3er año (lección al tema) 
todo lo que figura en el 2° año del programa de M. Legoust, y los 
ejercicios de traducción y composición francesa. 

Abrigo la esperanza de que, bajo el plan de estudios que pro¬ 
pongo, podrán los alumnos de nuestra Universidad, al terminar 
sus clases de francés, traducir cualquier obra literaria saboreando 
sus bellezas, y con el diccionario en la mano, para los pocos térmi¬ 
nos técnicos que desconozcan, traducir de corrido cualquier obra 
didáctica de que hayan menester en el transcurso de sus estudios 
superiores, lo mismo que hablar y escribir de un modo discreto 
en la lengua de Moliere. Para plantear la enseñanza del francés 
según las bases expresadas, hay necesidad de encargar a uno de los 
señores sustitutos, del ler año, quedando el 2°y el3° a cargo del 
Catedrático. Para ello es menester solicitar del señor Ministro de 
Fomento que, por eventuales, se abone el sueldo de Catedrático de 
ler año, quien, como es natural, quedará bajo la jurisdicción del 
actual Catedrático en propiedad, con el fin de dar así unidad a la 


162 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


enseñanza. De acuerdo con los principios que dejo expuestos, creo 
que elprograma de M. Legoustpuede ser aprobado, encargándosele 
de segregar del primer año, convertido en segundo, todo aquello 
que corresponde al primer año según nuestra propuesta división. 

Saludo al señor Rector con mi mayor consideración. 

J. M. CARAFÍ. 

Frente a una tan rotunda síntesis, el Consejo decide aprobar 

el programa del Aula de Francés presentado por el señor 
Catedrático don Juan P. Legoust, con las modijicaciones aconseja¬ 
das en elprecedente dictamen por el señor Vocal del Consejo, doctor 
don José M. Carafí . 176 

En ese mismo ámbito y ya con posterioridad a la desaparición 
de Carafí, el Rector Eduardo Brito del Pino señala un problema 
que había preocupado desde largo tiempo atrás al primero: el de la 
deserción estudiantil. En efecto, dada la modalidad de los diseños 
curriculares en la Universidad de entonces -como en la actualidad- 
aquel estudiante que comenzaba una carrera, debía proseguir en 
ella hasta culminarla. De lo contrario, pese a tener una muy buena 
formación, carecería de las oportunidades laborales y de ascenso 
socio económico que brindaba el poseer un título universitario. Por 
otra parte, la alta carga horaria en algunas carreras, como Derecho 
y Medicina, las hacía poco compatibles con actividades laborales 
que permitieran al alumno autofinanciarse, situación agravada por 
la escasez de becas y la obligatoriedad del pago de los derechos de 
inscripción, exámenes y título. 177 

Otra de las inquietudes que nuestro biografiado planteó repe¬ 
tidamente en el Consejo y que fue retomada por Turenne después 
de 1909, fue la necesidad de enriquecer los contenidos humanís¬ 
ticos de los estudios preparatorios previos al ingreso a la Facultad 
de Medicina y Ramas Anexas. De este modo, según afirmaron am¬ 
bos independientemente pero en total concordancia, entrarían “con 
menos anteojeras" a una carrera que les exigía una dedicación casi 

176 An Univ (Montevideo), 1894; 9: 892-894. 

177 An Univ (Montevideo), 1895; 9: 877. 


163 



• José Máximo Carafí • 


exclusiva a las disciplinas científicas, la que, no obstante, reque¬ 
ría una gran amplitud de criterio para poder encarar las variadas y 
complejas problemáticas humanas a las que los egresados se verían 
enfrentados en la práctica. 


164 



Capítulo XVI 


Miembro y Presidente del 
Consejo de Higiene Pública 

D esde los tiempos de la Ilustración, fue tomando cuerpo 
entre las ideas médicas, el estudio de las condiciones 
ambientales (clima, altura, temperatura, humedad), la 
nutrición, la conveniencia del aislamiento de los en¬ 
fermos (en salas u hospitales especiales, barrios, lazaretos), el control 
del desplazamiento de personas y productos, la pureza de las aguas, 
la preparación e higiene de los alimentos y el empleo de sustan¬ 
cias antisépticas para suprimir agentes de enfermedad, aún no bien 
identificados (miasmas, parásitos, los infinitamente pequeños, etc.). 
Las Naciones-Estado establecieron los Consejos o Juntas de Higiene, 
equivalentes a lo que hoy llamamos Ministerios de Salud. Por su 
intermedio se establecieron Tratados y Organismos internacionales, 
se fundaron Institutos de Higiene y Cátedras. 

Poco después de establecida la teoría celular como base de la 
Patología, lo que ocurrió en la década de 1850 (Virchow), comenzó 
a perfilarse el otro paradigma médico, la teoría microbiológica, que 
quedó definida hacia 1880 (Pasteur, Koch). Entre tanto, los ciru¬ 
janos, con la figura señera de Joseph Lister a la cabeza, iniciaban el 
empleo de los productos antisépticos, primero en forma de pulveri- 


165 



• José Máximo Carafí • 


zaciones o aplicaciones locales y más tarde por vía sistémica, preten¬ 
diendo de este modo actuar directamente sobre las lesiones. En un 
proceso interesante y no siempre suficientemente enfatizado, fue a 
través de la investigación de los productos yodados (von Behring), 
mientras nacía la asepsia con el autoclave (von Bergmann), que se 
llegó a la administración intracorpórea de agentes específicos, debu¬ 
tando con el empleo de un producto arsenioso, el Salvarsán o bala 
mágica (Ehrlich), utilizado contra la sífilis. En las dos últimas dé¬ 
cadas del siglo XIX, comenzó a esbozarse la inmunología, que tuvo 
como mojones la elaboración y empleo de vacunas (Pasteur y otros) 
y sueros (Roux y otros), métodos precedidos en más de un siglo por 
la variolización (Jenner) y la vacunación antivariólica. 

En un camino anticipado al anterior pero paralelo, las auto¬ 
ridades idearon y llevaron a la práctica medidas para el control 
de epidemias, la correcta asistencia médica (fiscalización de títu¬ 
los profesionales, condiciones de ejercicio profesional, arbitraje en 
conflictos y demandas), el buen funcionamiento de las farmacias, la 
buena calidad de los productos allí expendidos, etc. Todo lo ante¬ 
rior se tradujo en la redacción de Reglamentos que habilitaban a las 
instituciones competentes para actuar, incluso adoptando en caso 
necesario, medidas drásticas (suspensión de títulos, cierre de boti¬ 
cas, castigos a quienes ejercían ilegalmente la medicina). El Estado 
debió también normatizar las cuestiones médico legales (magnitud 
y agentes de heridas, causas de muerte, indicios de delito o suicidio, 
expedición de certificados de defunción, modo y tiempo de velar y 
enterrar los cadáveres, condiciones de los cementerios, análisis de 
sustancias tóxicas, etc.). 

Surge así la idea de Policía sanitaria , 178 dando a entender la apli¬ 
cación de medidas preventivas comunitarias frente a temas referidos 
a la salud y la enfermedad. El progresivo desarrollo de la Higiene, 
privada y pública, general y especial (de los niños, las mujeres, las 
escuelas, etc.) implicó no sólo disposiciones y autoridades que las 
hicieran cumplir, sino un cuerpo de doctrina respaldado por la in¬ 
vestigación en varios campos de la ciencia. Al desarrollo de lo que 

178 Según el Diccionario de la RAE, policía: "conjunto de medidas para mantener el orden y 
la seguridad de los cmdadanos". 


166 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


terminamos de expresar contribuyó la Higiene militar, habida cuen¬ 
ta la infinidad de situaciones sanitarias planteadas en los conflictos 
bélicos, terrestres o marítimos, así como los conocimientos emana¬ 
dos del comercio y los viajes. El bigienismo dominó la mentalidad 
de los ciudadanos en toda esa época y de él surgieron las campañas 
de lucha contra los flagelos (tuberculosis, enfermedades venéreas, 
difteria, tifoidea, tifus exantemático, cólera, viruela, cáncer, alco¬ 
holismo, enfermedades ocupacionales, etc.), muchos de los cuales 
derivaban de la creciente migración hacia las ciudades y de un con¬ 
tinente a otro, con las condiciones de pobreza y promiscuidad que 
podía ocasionar en amplios sectores de la sociedad. 

La legislación fue evolucionando paralelamente a la toma de 
conciencia acerca de estos problemas, hasta imponerse el concepto 
de los derechos sanitarios colectivos que podían incluso primar sobre 
los individuales. Piénsese en las discusiones sobre la obligatoriedad 
de la vacuna antivariólica por ejemplo, que duraron muchos años y 
de las que Soca participó decisivamente en nuestro Parlamento. 179 

La ideología higienista y sanitarista llevó a incurrir a veces en 
exageraciones y abusos protagonizados por los médicos desde posi¬ 
ciones académicas o políticas, llegando a ejercer un poder desmedi¬ 
do, conocido como medicalización de la sociedad. 

En el Río de la Plata, el Protomedicato (1780-1820) fue el 
primero en asumir dichas responsabilidades. Cuando el Uruguay 
comenzó a transitar su vida independiente, se redactó y aprobó el 
Reglamento de Policía Sanitaria (vigente desde 1832). 180 También 
se estableció la Administración General de la vacuna. Durante 
el Gobierno Provisorio de Juan A. Lavalleja (1829) y la primera 
Presidencia de Lructuoso Rivera (1831-1835) se creó un Consejo de 
Higiene Pública, que fue cambiando de denominación, modalidad 
de integración y funciones a lo largo de los años. Se instituyeron 

179 Soca, F. Discursos parlamentarios, op cit, 1891 y Turnes, A. Los Cien años de la Orga¬ 
nización Panamericana de la Salud y el Sindicato Médico del Uruguay, www.smu.org. 
uy/cartetelera/ 100ops.pdf (consulta: 3.3.2013). 

180 Redactado por el Dr. Pedro de Oliveira y declarado vigente por decreto del 10 de 
noviembre de 1832. In: Registro Nacional de Reglamentos del Uruguay, N°l, Tomo 
1, Imprenta de la Independencia, de los Amigos y de la Caridad (sucesivamente), 
Montevideo, 1835, págs 192 y siguientes 


167 



• José Máximo Carafí • 


también Juntas Económico Administrativas (los actuales Gobiernos 
Departamentales), dentro de cuyas atribuciones figuraban las re¬ 
ferentes a la salud {Juntas o Comisiones de Salubridad), de alcances 
no bien definidos legalmente, hecho que dio lugar a roces con el 
Consejo a que más adelante haremos referencia. Además, en el puer¬ 
to de Montevideo actuaba un Médico de Sanidad Marítima, de¬ 
pendiente -al igual que las otras corporaciones- del Poder Ejecutivo. 
Estos organismos subsistieron hasta que en 1895 se creó el Consejo 
Nacional de Higiene que los abarcó a todos. En diciembre de 1910, 
se aprobó la Ley de la Asistencia Pública Nacional, organismo de 
gran amplitud que se encargó de la administración de los hospitales 
y policlínicas. Continuó vigente el Consejo Nacional de Higiene, con 
atribuciones en la vigilancia de epidemias, estadísticas demográficas, 
medidas de política sanitaria, etc. Con la creación del Ministerio de 
Salud Pública en 1934, desaparecieron los antes citados que queda¬ 
ron incluidos en la nueva Cartera. 

Dada la importancia de las funciones y el poder de contralor que 
tenían estos organismos, sus miembros fueron los médicos más no¬ 
torios del país. Entre ellos estuvieron, hasta la época que estudiamos: 
Gabriel Mendoza, José Pedro de Oliveira, Fermín Ferreira, Teodoro 
M. Vilardebó, Francisco A.Vidal, Gualberto Méndez, Pedro Visca, 
Isabelino Bosch, Juan L. Héguy, José M. Carafí, etc. 

La primera función pública desempeñada por Carafí, una vez 
revalidado su título en Montevideo en octubre de 1882, fue, como 
dijimos, la de vocal del Consejo de Higiene Pública, con Francisco 
A. Vidal como presidente, Pedro Visca, Julio Rodríguez y Joaquín 
Canabal en calidad de vocales. 

En febrero de 1884, fue comisionado por el Consejo, conjun¬ 
tamente con el médico español Licenciado Tomás Paseyro, para 
inspeccionar los lavaderos de ropa en las inmediaciones de la vieja 
quinta de Cunha, próxima a la playa Ramírez. 181 

En 1885 ocupaba todavía Vidal la presidencia; Isabelino Bosch, 
la vicepresidencia; como vocales actuaban los Dres. Visca, Carafí y los 
Licenciados Paseyro y Julio Rodríguez. Joaquín Canabal se desempe- 

181 Zubillaga, C, Balmis, J. Historia del movimiento sindical uruguayo: Vida y trabajo de los 
sectores populares, Montevideo, Ed de la Banda Oriental, 1985; 3: 69. 


168 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


ñaba como vocal-secretario. Eran miembros adjuntos, los Profesores 
de Farmacia José M. Carrera y Froilán Márquez. Figuraban como 
Médicos de Sanidad, Eugenio Piaggio y Ernesto Fernández Espiro y 
en calidad de Médicos Forenses, Paseyro y Canabal. 182 También en¬ 
traba en la órbita del Consejo la Administración General de la Vacuna , 
encargada de obtener el virus , distribuirlo, vigilar su debida inocula¬ 
ción y controlar la evolución de los pacientes tratados. 

En 1886, mientras desempeñaba el Decanato, Carafí continuó 
ocupando el cargo de vocal del Consejo, conjuntamente con Pedro 
Regules, Arturo Berro y José María Espinosa, bajo la presidencia de 
Isabelino Bosch (hasta 1887) y de Juan L. Héguy (entre 1888 y 1892). 
Algunos hechos de importancia tuvieron lugar en ese período: 

En diciembre de 1886 estalló el cólera en Buenos Aires, 
Santa Fe y otros puntos de la Argentina. Desde el primer momento 
el Poder Ejecutivo se dirigió a la Asamblea, en demanda de fondos 
para organizar la defensa sanitaria, incluidos los gastos de movili¬ 
zación de varios Regimientos de Caballería para establecer un cor¬ 
dón de vigilancia a lo largo de la costa del Uruguay. No obstante la 
energía de las medidas adoptadas, entre las que alcanzó a figurar 
la clausura de nuestros puertos a las procedencias argentinas, el 
contagio se produjo, por lo menos en forma de casos sospechosos en 
el Asilo de Mendigos y sus alrededores de la Unión y también en 
Fray Bentos. 183 

Las reacciones de los organismos rectores de la Salud Pública no 
se hicieron esperar. Por un lado, 

la Comisión de Salubridad [dependiente de la Junta 
Económico Administrativa de Montevideo a partir de 1858] 
publicó un manifiesto con el propósito de tranquilizar a la pobla¬ 
ción: «La situación higiénica de Montevideo no es de aquéllas 
que puedan calificarse de malas. Las medidas preventivas que 
se adopten no deben alarmar a nadie. Sólo se lleva a la Casa de 
Aislamiento a los atacados de cólera que carecen de personas 
que puedan atenderlos. Con el propósito de que se conozcan 


182 Consejo de Higiene Pública- Anuario Médico Oficial. Montevideo, Tip Bol Med Far- 
mac, 1885. 

183 Acevedo, E. Anales históricos, op cit.; a esta ficha corresponderán las citas a dicho autor 
en el presente capítulo, mientras no se indique otra. 


169 



• José Máximo Carafí • 


todas las decisiones de la Comisión, se ha resuelto invitar a 
la prensa a que mande sus reporters a la sala de sesiones de la 
Corporación.» 

Por su parte, 

el Consejo de Higiene Pública dictó [...] dos ordenanzas. La 
primera declaraba obligatoria la denuncia de los casos sospechosos y 
prescribía una desinfección constante en el cuarto del enfermo, ro¬ 
pas y deyecciones, mediante bicloruro al uno por mil o ácido fénico 
al 5 %o. El médico debería desinfectarse en la misma forma al salir 
de la habitación del enfermo. Los cadáveres serían amortajados en 
sábanas empapadas en una solución de sublimado al dos por mil y 
enterrados en el suelo a un metro y medio de profundidad. Por la 
otra, se disponía que a la casa en que ocurrieran casos sospechosos 
sólo pudieran entrar el médico, el sacerdote, el escribano, el comisa¬ 
rio y el agente de salubridad encargado de la desinfección, y que el 
aislamiento continuara por espacio de siete días desde la curación 
o del fallecimiento. Ante la posibilidad de que el contagio se pro¬ 
pagara surgieron varias comisiones populares. Entre ellas, una de 
socorros a los pobres bajo forma de suministro de alimentos, ropa, 
remedios, desinfección, presidida por don Cipriano Brian y Ríos, 
y otra de asistencia a los enfermos compuesta por don Nicomedes 
Castro 184 y doña Dorotea B. de Errazquin. 

En tal oportunidad, la Facultad no podía dar la espalda a la 
realidad, por lo que 

el doctor Pedro Visca, catedrático de Clínica Médica, dio 
varias conferencias de estudio y divulgación, que contribuyeron a 
formar opinión acerca del plan de medidas más eficaz contra la 
importación del flagelo. 

Cuando las estadísticas mostraron un retroceso en el número 
de casos, 


al finalizar el mes de febrero del año siguiente el Poder 
Ejecutivo resolvió dejar sin efecto las medidasprecaucionales adop¬ 
tadas contra las procedencias argentinas, invocando la desapari¬ 
ción del cólera. 


184 Hoja de servicios del señor General de división D. Nicomedes Castro, Montevideo, Dor- 
naleche y Reyes Ed. 1903. 


170 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


En esa ocasión tuvieron lugar las investigaciones microbiológi- 
cas, no por bien conocidas menos dignas de ser referidas aquí, con¬ 
cernientes a la enfermedad de marras, llevadas a cabo por nuestros 
primeros bacteriólogos: 

El profesor don José Arechavaletay el doctor Federico Susviela 
Guarch presentaron a la Universidad en febrero de 1887 el resul¬ 
tado de los estudios practicados durante la epidemia de cólera de 
fines de 1886, en diversas muestras de agua del aljibe del Asilo de 
Mendigos, de los estanques y aljibes de Maroñas, de las aguas del 
arroyo Seco, de las aguas del cuartel de la Aguada y del Circo de 
las Carreras de Punta Carretas, con la advertencia de que habían 
descubierto en todos esos puntos de infección, el bacilus del cólera, 
como causa explicativa de la epidemia reinante. 

Quien siete años antes había sido autor de los primeros informes 
demográficos de Montevideo 185 emitió en esa fecha su opinión: 

El doctor Wonner publicó una estadística de la que resultaba 
que en diciembre de 1886habían ocurrido 67defunciones de cóle¬ 
ra y casos sospechosos de cólera y en enero y febrero de 1887, 279y 
105. Advertía el doctor Wonner que su estadística era más alta que 
la oficial, en razón de que ésta no había computado las defunciones 
ocurridas en la Casa de Aislamiento, en el Asilo de la Unión y en 
el cuartel del 3 de Cazadores. 

A partir de 1888 el Consejo quedó integrado del siguiente mo¬ 
do: Juan L. Héguy como presidente, Arturo Berro como secretario 
y, en calidad de vocales, Isabelino Bosch, José M. Carafí, Manuel 
M. Espinosa y José Samarán (quien sustituia a Pedro Visca). Eran 
miembros adjuntos los Farmacéuticos Luis Surraco y Froilán M. 
Márquez. En el informe correspondiente a que haremos mención 
seguidamente, aparece explícitamente la Administración General de 
la Vacuna, a cargo del Dr. Juan Obiol, que contaba como practican¬ 
tes a los Flebótomos Joaquín y Agustín Beraza. 


185 La Universidad, 1885, 1 (15): 259-260. Los Dres. Florentino Ortega, Víctor Rappaz 
y Esteban Wonner emitieron un informe que compredía del 1 de enero de 1877 al 30 
de junio de 1878, en base a los datos suministrados por el encargado de cementerios, 
Sr. A. J. Cámpora. 


171 



• José Máximo Carafí • 


En la Memoria del Consejo correspondiente a ese año, docu¬ 
mento de gran interés histórico, 186 se estudian algunas epidemias: 

Especialmente la Capital ha sido profundamente afectada por 
enfermedades de carácter grave, como ser la difteria, la viruela, 
la tifoidea y la infección puerperal, aunque estas dos últimas no 
revistieron formas tan alarmantes. 

A través de la Dirección de Salubridad, oficina encargada de 
recibir las denuncias de enfermedades, [se sabe que] hubieron 645 
casos [de difteria], 288 terminados fatalmente. 

Se establecen las medidas para evitar la propagación de la enfer¬ 
medad, siguiendo las 

instrucciones al abrigo del Reglamento de Policía Sanitaria 
[...] ya que no se conoce ningún otro preservativo del contagio. 
[En él se aconseja] vigilar atentamente toda enfermedad de la 
garganta, [...] alimentar bien a las criaturas y no exponerlas a la 
acción prolongada del aire frío y húmedo [véase la persistencia de 
la idea de los “factores locales”, tan mentados por los contagio- 
nistas]. Declarada [la enfermedad] en una casa, [deben] alejarse 
de ella todas aquellas personas que no sean indispensables para cui¬ 
dar al enfermo [...] Debe prohibirse a los Jefes de familia que en¬ 
víen sus niños a las escuelas mientras dure la enfermedad y 15 días 
después de terminada. Quienes cuidan enfermos, deben abstenerse 
de besarle, abrazarle, respirar su aliento y tener la cara delante de 
la boca del paciente durante los accesos de tos [...] si cayera saliva, 
deberá lavarse inmediatamente y por repetidas veces [...] cubrir 
con colodium las heridas. [Los consejos] a los que cuidan [son]: 
alimentarse bien, lavarse frecuentemente cara y manos con ácido 
bórico al30% o timolal 1%. [...] Todas las materias expulsadas 
por el enfermo deberán ser desinfectadas con ácido fénico al 50 
por mil, bicloruro de mercurio al 2 por mil, cloruro de zinc al 50 
por mil, cloruro de mercurio al 2 por mil o sulfato de cobre al 50 
por mil. Las ropas deberán desinfectarse y ser pasadas por lejías 
hirviendo; los objetos sin valor, deberán ser incinerados [Habrá 
de procederse a la] desinfección de cucharas, tazas, copas [...] La 
habitación deberá ser despojada de todos los muebles que no sean 
indispensables [...], diariamente la habitación se desinfectará con 


186 Memoria presentada al Ministerio de Gobierno por el Consejo de Higiene Pública. Co¬ 
rrespondiente al año 1888. Montevideo, Tip Uruguaya, 1889. 


172 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


azufre (20 gramos por metro cuadrado), dejándose cerrada por 24 
horas. 

En estos preceptos flota el espíritu antiséptico; no se hace refe¬ 
rencia al diagnóstico etiológico (bacteriológico), pese a que el bacilo 
de la difteria ya había sido identificado (Loeffler, 1884). Recién con 
el adveninimiento del suero antidiftérico (Roux, 1894) la micro¬ 
biología tendría relevanvia en la práctica clínica. Probablemente la 
teoría miasmática aún dominaba la mente de muchos médicos, si 
bien ya había comenzado en Montevideo la investigación bacterio¬ 
lógica. Se tenía en consideración las circunstancias sociales que ro¬ 
deaban la aparición y el curso de las epidemias, factores que fueron, 
conjuntamente con los laborales, uno de los importantes temas de 
la Higiene pública y privada. Montevideo era una ciudad en rápida 
expansión por la masiva llegada de inmigrantes. La mayoría de ellos 
pasaba a formar parte de la clase trabajadora y vivía en condiciones 
deplorables, lo mismo que los afrodescendientes, típicos habitan¬ 
tes del Barrio Sur y sus conventillos o casas de inquilinato. Si bien 
en nuestra capital había agua potable y obras sanitarias, éstas sólo 
beneficiaban a un grupo reducido de la población: la que habitaba 
las manzanas de la Ciudad Vieja. En otros aspectos, Montevideo 
conservaba características vetustas, como la existencia de “ tambos 
y caballerizas en el centro de la ciudad ’, calles cenagosas y malo¬ 
lientes por los excrementos humanos y animales -en esa época los 
tranvías eran aún de tracción a sangre-, las basuras y a causa de “ los 
caños maestros que por su poca extensión dentro de la bahía deja[ ba] 
n completamente descubiertas sus bocas apenas se experimenta) ba] la 
menor bajamar”. Todos estos eran problemas que tenían que ver, 
de alguna manera, con las responsabilidades del Consejo de Higiene 
Pública , organismo que según dice la citada Memoria-, “propondrá al 
Gobierno las medidas [que] llenarán la reclamada necesidad de sanear 
la ciudad de Montevideo. ” 

Una interesante iniciativa fue presentada por la corporación 
en mayo de 1887 al Presidente de la República General Máximo 
Tajes: “ arbitrar medios para fundar un Asilo de diftéricos”, que fue 
auspiciosamente recibida por la autoridad. El Consejo comunicó “su 
resolución a la Dirección de Salubridad y a la Comisión de Caridad 


173 



• José Máximo Carafí • 


y Beneficencia Pública” y seguidamente nombró como “Director del 
Asilo de diftéricos y como Médico vecinal, a los Dres. D. Manuel M. 
Espinosa y D. Luis Bergalli, respectivamente. "Este Centro comenzó a 
funcionar, hasta que “el 4 de abril de 1888, el Gobierno decretó la res¬ 
titución de la Casa a la Comisión de Caridad y Beneficencia Pública, 
a fin de que fuera convertida en Hospital de Niños. ” Entre las razones 
que motivaron esta decisión estaba la resistencia que los ciudadanos 
oponían a la visita de los médicos vecinales, así como la interferencia 
de éstos con los facultativos tratantes, quienes “se veían en la alter¬ 
nativa de dejar de asistir al enfermo o no hacer la denuncia 

Otra enfermedad contagiosa mortífera era la viruela, que se 
presentó en forma epidémica en esos años, tanto “en la Capital co¬ 
mo en Canelones, Salto, Colonia y Rivera! El Consejo recordó a los 
Médicos de Policía la obligación de denunciar las enfermedades in¬ 
fecto contagiosas y aconsejó: “ 1) la vacunación y revacunación, 2) el 
aislamiento de los enfermos y 3) la desinfección. "A efectos de ampliar 
el número de vacunados, estableció Institutos con ese fin. 

La fiebre tifoidea era motivo de gran preocupación. Como es¬ 
taba relacionada con las “malas condiciones de las aguas que se usan 
para beber, debido a las filtraciones que se operan en los depósitos, por 
su proximidad al sitio en que se vierten las materias fecales, o de los ca¬ 
ños que conducen a éstas hasta los caños maestros”, el Consejo contrató 
un ingeniero, quien redactó un informe sobre “la mejor manera de 
construir un aljibe. ” 

Una vez más, la Memoria de 1888 enumera las medidas pre¬ 
ventivas: 


Autorizar incluso a que se destruyan por el fuego los materia¬ 
les de las viviendas que por sus malas condiciones de construcción, 
por ejemplo, construcciones de madera, favorezcan el desarrollo 
de toda enfermedad infecto contagiosa y la formación de focos, 
siempre que en estas viviendas se hubiesen producido uno o más 
casos [...] Blanqueo de las casas de inquilinato [...] Supresión de 
tambos y caballerizas [...] Prohibir el lavado de ropa en las casas 
de inquilinato [...] Enviar Comisarios de Salubridad que vean 
las condiciones de las casas, especialmente piezas, cocinas, letrinas 
[...] Desinfección por el calor [...] Sería conveniente establecer un 


174 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


servicio de desinfección por medio de estufas con vapor sobrecalen¬ 
tado, según los sistemas más perfeccionados y limitar el tiempo de 
velatorio a 6 horas, en lugar de las 12 establecidas. 

Se refiere finalmente a la fiebre puerperal, que según se afirma 
había dejado de ser un problema de graves proporciones, pese a que 
siguieron viéndose casos en las dos primeras décadas del siglo XX. 
Insiste el Consejo en la obligación de denunciarlos, así como 

la prohibición de asistir simultáneamente un parto si [los 
profesionales] han atendido a una enferma con fiebre puerpe¬ 
ral ..] Lavarse las manos con agua, jabón y cepillo, frotarse con 
aguardiente, sumergirlas durante tres minutos en bicloruro de 
mercurio [...] Si hay omisiones se suspenderá al responsable en el 
ejercicio de la profesión. 

En otro orden de cosas, en procura de resolver la asistencia 
pública domiciliaria, el Consejo de Higiene elabora un proyecto en 
tal sentido: 


Habiéndose suprimido, como antes fue mencionado, los mé¬ 
dicos vecinales, se designarían tres facultativos, nombrados por el 
Superior Gobierno, a propuesta del Consejo de Higiene, a quienes 
se asignaba un sueldo de 60 pesos mensuales. Anualmente uno de 
ellos sería nombrado Director del Servicio de Asistencia externa 
domiciliaria. Estarían bajo la dependencia inmediata del Consejo 
de Higiene. Atenderían a los pobres de solemnidad, quienes debían 
recurrir al Comisario de Salubridad en caso de enfermedad. Las 
recetas serían despachadas gratuitamente por las farmacias de los 
establecimientos dependientes de la Comisión de Caridad. Para la 
distribución de las tareas de los médicos, la ciudad quedaba divi¬ 
dida en tres zonas . 187 

La propuesta recibió la autorización del Gobierno: 

De acuerdo al decreto emanado del Poder Ejecutivo, el 
Consejo llamó por la prensa a los médicos que se encontraran en las 
condiciones requeridas [...] y desearan desempeñar el cargo de mé¬ 
dicos de la asistencia pública domiciliaria, habiéndose presentado 
los Dres. D. Luis P. Lenguas, D. Ignacio Rivero y Maza, D. José 
Scoseria, D. Federico Velazco, D. Vicente Nisivocciay D. Atanasio 

187 Nota al Ministro de Gobierno, 13 de agosto de 1888; resolución del Gobierno, 31 de 
agosto de 1888. 


175 



• José Máximo Carafí • 


Cubiló. Se procedió a la elección de tres facultativos que deben ejer¬ 
cer las funciones de médicos de asistencia externa domiciliaria, en 
las secciones Central, de la Aguada y el Cordón, resultando electos 
los Dres. Cubiló, Soseria y Lenguas, respectivamente y designándo¬ 
se al Dr. D. Manuel M. Espinosa para el cargo de Director de la 
Institución según el artículo 20 del Reglamento, y aprobados estos 
nombramientos por el Superior Gobierno, quedó definitivamente 
constituida la Asistencia pública domiciliaria. 

Con motivo del traslado del Cementerio Británico Central 

a su actual emplazamiento en el Buceo, hubo una larga tramitación 
para la exhumación de los cadáveres, a la que se procedió en junio 
de 1887. 

En 1888 el Consejo recibió una nota redactada por los médicos 
forenses, que era una reseña de todos los problemas sanitarios que 
estos profesionales consideraban debían resolverse a la mayor breve¬ 
dad, lo que indica que formaban un grupo preocupado y estudioso 
de las dificultades que enfrentaban en su práctica. Entre ellas, suge¬ 
rían la urgencia por establecer mecanismos que permitieran prepa¬ 
rar y calificar al personal de salubridad. Fueron los firmantes: Diego 
Pérez, Vicente Tagle, Florentino Felippone, Luis P. Lenguas, José 
Gennari, Juan H. Grolero, Juan P. de Freitas y Joaquín Canabal. 
Como no podía ser de otra manera, este proyecto, tan extenso co¬ 
mo utópico, fue informado favorablemente por el Consejo. 

En marzo de ese año, se planteó uno de los tantos enfrentamien¬ 
tos entre el Consejo y la Junta Económico Administrativa en torno a 
la salubridad de los terrenos de la playa de la Aguada, donde se 
acumulaban basuras y aguas servidas. El Consejo solicitó a Florentino 
Felippone un análisis de la composición de las tierras de la zona para 
comprobar el porcentaje de sustancias orgánicas que la componían, 
indicio de su contaminación. Al mismo tiempo requirió informes 
a los médicos más relevantes de la ciudad, acerca del peligro que a 
su juicio significaba la contaminación de las tierras para la salud de 
la población. Todos fueron contestes en afirmar la inconveniencia 
de tal hecho. La lista de los firmantes, permite recordar la inte¬ 
gración del cuerpo médico montevideano. Era la siguiente: Crispo 
Brandis, Azaróla, Herrero y Salas, P. M. Castro, Cándido Irazusta, 


176 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


P. Blanes, R. De Feo, José Pugnalin, E. Cassanello, Julián Obiol, 
Vicente Tagle, Alberto Mullin, José Samarán, Federico Leopold, 
O. G. Greene, Tomás D. Lawrie, Dr. Marotta, Dr. Colombo, José 
Gennari, Casimiro Soler, Luis Barattini, Dr. Martínez y Antonio 
Senator. 188 

La Junta Económico-Administrativa se opuso al informe, so¬ 
licitando otro análisis al Químico municipal José Arechavaleta. 
Prudencio de Pena, presidente de la misma, planteó además temas 
de competencia, objeciones a las afirmaciones del Consejo y pidió 
aclaraciones. 

Intervino seguidamente el Ministerio de Gobierno , recogiendo 
las observaciones del Consejo de Higiene y haciendo indicaciones 
correctivas a la Junta, al tiempo que ordenaba tomar medidas en 
contra lo denunciado. Luego de cabildeos se nombró una Comisión 
que dejó el asunto en suspenso. 

Muy interesante es el proyecto presentado al Consejo el 14 de 
julio de 1888 por Arturo Berro, consistente en un reglamento para 
instruir a los médicos a fin de llenar correctamente los certificados 
de defunción. Hace una lista muy completa de la nomenclatura de 
las causas de muerte y estipula en qué casos los médicos tratantes 
tienen la obligación de firmar el certificado de defunción, cuándo 
pueden ser relevados de la misma, los casos en que no deben firmar 
y aquellos en que les está prohibido hacerlo. Dicho sea de paso, 
estas disposiciones se han mantenido vigentes hasta la redacción del 
presente trabajo. 

Mención especial merece la intervención del Consejo de Higiene 
en la 


construcción de edijicios públicos, a efectos de asegurar 
el aseo, la ventilación y demás exigencias de la salubridad y de 
la higiene en los establecimientos del tipo de los hospitales, cárce¬ 
les, etc. Por ejemplo, el Hospital Italiano que se construye en Tres 
Cruces y el Hospital de Rocha [...] "En adelante -decía la dispo¬ 
sición gubernamental dictada al efecto- no se puede construir 
ningún establecimiento donde haya acumulación de personas 

188 Respetamos el modo como están firmadas las notas. 


177 



• José Máximo Carafí • 


sanas o enfermas, ya sean establecimientos industriales, cemen¬ 
terios o de cualquier cosa que atañe a la higiene pública o a 
la salubridad, sin que previamente sea oída la opinión de esta 
Corporación al respecto”. Con este propósito se intercambian co¬ 
municados con la Comisión de Caridad y Beneficencia Pública y 
con la Dirección General de Instrucción Pública. 

Un caso médico legal en el que debió actuar a Carafí, fue cuando 
el Consejo de Higiene procuró verificar la veracidad del informe emi¬ 
tido por el Médico de Policía de Río Negro, Dr. Pascual Cione, a raíz 
de un presunto homicidio. Con ese propósito la Corporación soli¬ 
citó al Jefe Político que remitiera el cráneo del occiso a Montevideo y 
nombró una Comisión, integrada por Héguy, Carafí y Berro, quie¬ 
nes, asistidos por el Primer Disector Nereo Iturriaga, examinaron la 
pieza anatómica en la Facultad de Medicina. La Comisión concluyó 
estableciendo la “falsedad de la afirmación del Dr. D. Pascual Cione 
sobre la entrada del proyectil que afectó la masa encefálica”, puesto 
que hallaron el orificio de entrada de la bala atravesando el hueso 
frontal, lo que no había sido consignado por el forense. Carafí, en 
calidad de vicepresidente, el 10 de enero notificó al acusado acerca 
de los “cargos gravísimos para Ud. en su doble carácter de facultativo 
y de médico de Policía”. Le solicitó que “baje a la Capital ’ para “oír 
directamente su versión. ” 

Otros médicos de Montevideo fueron observados por el Consejo, 
a consecuencia de la omisión en la declaración de enfermedades in¬ 
fecto contagiosas (en su mayoría por negligencia). 

En 1892 Carafí fue designado presidente del Consejo de Higiene 
por resolución de Francisco Bauzá, Ministro de Gobierno de Julio 
Herrera y Obes. Lo acompañaban en tal ocasión los Dres. Arturo 
Berro (en calidad de vocal-secretario), Joaquín de Salterain, Enrique 
Pouey, Luis P. Lenguas, Juan L. Héguy y Pedro Regules (como 
vocales). 189 A comienzos de 1895, renuncian todos, a excepción de 
los dos últimos. Dice al respecto la revista del Centro Farmacéutico 
Uruguayo-, 

A última hora, y ya en prensa estas páginas [marzo 15], tene¬ 
mos conocimiento de la renuncia que al Gobierno han elevado los 

189 La renuncia del Consejo de Higiene. Centr Farm Urug, 1895; 2 (3): 50-51. 


178 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


miembros del Consejo de Higiene [...] Son bien conocidas las cau¬ 
sas de su renuncia, motivada por desavenencias con la Dirección 
de Salubridady con el mismo Gobierno que se empeñan en ocultar 
y negar la existencia del cólera, prescindiendo de la opinión del 
Consejo de Higiene y desconociendo sus atribuciones. La renuncia, 
pues, se imponía, como cuestión de dignidadpersonal y profesional. 
Quedan aún formando parte del Consejo de Higiene dos miembros 
que no han renunciado: el doctor Pedro Regules y el doctor Héguy, 
siendo éste último, a la vez. Director de Salubridad. 

Entretanto, a fines de 1893, como ocurría con frecuencia en 
todo el país, causando elevada mortalidad infantil, 

estalló una formidable epidemia de difteria en Pan de 
Azúcar, durante la cual el doctor Tardío ejerció un alto y noble 
apostolado, que el Consejo de Higiene resolvió premiar con una 
medalla de plata. El acto de entrega de la medalla tuvo lugar en la 
Facultad de Medicina, en presencia de numerosos médicos y estu¬ 
diantes. El doctor José M. Carafí, presidente del Consejo Nacional 
[sic] de Higiene, hizo notar que en el curso de esa epidemia el 
doctor Tardío había oficiado de médico, de farmacéutico y de en¬ 
fermero de las clases pobres. Y el secretario de la misma corpora¬ 
ción, doctor Joaquín de Salterain, agregó: «Habéis probado que la 
medicina no limita sus ideales a resolver ecuaciones numéricas, en 
que el diagnóstico frío se presenta como primera incógnita; que no 
es tampoco un medio para llegar a la opulencia, explotando sin 
pudor las lágrimas de los que sufren, sino que es una fuente pura 
de verdaderos conocimientos y árido yermo para los que como vos 
alientan en su alma, aspectos que no elucidan las disertaciones del 
anfiteatro, ni las experiencias del laboratorio, el afán del bien, el 
misterioso y perpetuo estímulo del pensamiento.» 190 

Otro tema que ocupó la atención del Consejo de Higiene bajo la 
presidencia de Carafí fue el de las aguas corrientes disponibles para 
el uso de la población de Montevideo, planteado en 1894. El asun¬ 
to surgió a raíz de la propuesta sobre la organización de un nuevo 


190 Buño, W. Sobre la epidemia de difteria de 1893, y medalla otorgada por el Consejo 
de Higiene al médico Luis Tardío, que lo fue de la Sala de Mujeres del Hospital Es¬ 
pañol, por su ejercicio en Pan de Azúcar durante la epidemia, Ses Soc Unig Hist Med, 
1984. 


179 



• José Máximo Carafí • 


servicio financiado por capitales privados, cuyo puesto de toma se 
situaría en el Paso de las Toscas sobre el río Santa Lucía. 191 

El Consejo de Higiene, que presidía el doctor José María [sic] 
Carafí, presentó un informe, obra del secretario de la misma cor¬ 
poración, doctor Joaquín de Salterain, en el que se formulaban 
observaciones fundamentales. Nada habría que observar, decía el 
Consejo de Higiene, si se tratara de una empresa concurrente, cuyo 
servicio superaría al de la empresa actual por arrancar su punto 
de captación de zonas mejores. Pero la nueva empresa pide un 
monopolio absoluto y eso es lo que no puede admitirse. Se trata de 
aguas de río. La carencia de aguas de fuente, ha relegado a mu¬ 
chas ciudades a utilizar las aguas de río. Entre nosotros no se ha 
comprobado todavía esa carencia y antes por el contrario tenemos 
en explotación las aguas del Puma, que son química y bacterioló¬ 
gicamente puras. \...] 

Habría que levantar el promedio [de consumo de agua en 
la ciudad de Montevideo] a 200 o 250 litros por cabeza. Y, sin 
embargo, la empresa monopolista sólo ofrece 91 litros por habi¬ 
tante [...] En esos mismos momentos comunicaba la Dirección 
de Salubridad a la Junta Económico - Administrativa, que las 
aguas corrientes contenían 3 miligramos de materia orgánica, y 
agregaba que antes de las importantísimas mejoras introducidas en 
los depósitos de Santa Lucía la proporción era de 5 miligramos por 
litro. En concepto de la Dirección de Salubridad y de sus oficinas 
técnicas podría fijarse como máximo para la admisión de las aguas 
el porcentaje de 3 miligramos. 


Minibiografía de Joaquín de Salterain 


Deseamos hacer mención especial a la figura de Joaquín de 
Salterain, quien fue un personaje de gran jerarquía, vinculado a la 
Higiene pública y amigo personal de Carafí. Nacido en Montevideo 
tres años después que éste, de padre vasco y madre argentina, cur¬ 
só sus primeros estudios en Montevideo. Pasó en 1870 -un año 
antes que nuestro biografiado- para continuarlos en los Escolapios 

191 Ver Capítulo XVIII. 


180 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


de Barcelona, de donde hubo de regresar por razones de salud a 
Montevideo en 1873 192 -momento en que Carafí, habiendo ya cur¬ 
sado dos años en la Facultad de Medicina de la Ciudad Condal, 
emigraba hacia Montpellier-. Joven talentoso, de Salterain cultivó 
con cierto éxito la poesía en su juventud. 193 Ocupó primero un 
cargo administrativo en la Universidad y luego, mientras cursaba 
su carrera, el de Secretario de la Facultad de Medicina. Egresó en 
1884 con una tesis titulada Contribución al estudio del Desarrollo y 
Profilaxia epidémicas en Montevideo, 194 que muestra su precoz incli¬ 
nación hacia la Higiene pública. Ese mismo año, viajó a París como 
becario del gobierno de Santos, conjuntamente con Soca y Pouey, 
de donde regresó en 1889, habiéndose especializado en oftalmo¬ 
logía. No obstante su dedicación a esta disciplina, atraído por los 
estudios de Pasteur, formó parte del grupo de jóvenes que realiza¬ 
ron, conjuntamente con Morelli y Scoseria, los primeros estudios 
microbiológicos, bajo la influencia de Arechavaleta. En 1893, inte¬ 
gró el núcleo fundacional de la Sociedad de Medicina. En 1899, en 
carácter de Director de la Oficina Municipal de Estadísticas y Censos, 
comenzó a publicar una serie de estudios sobre la mortalidad en 
Montevideo (en años ulteriores los generalizaría a todo el país), que 
hicieron de él uno de los primeros demógrafos compatriotas. Fue 
fundador de la Liga uruguaya de lucha contra la tuberculosis (1902) 
y de la Liga antialcohólica (1915). No menos importante fue su 
decisiva participación en la fundación del Museo Histórico Nacional 
(1905), la reorganización del Instituto Histórico y Geográfico (1915) 
y el establecimiento de una Biblioteca Pública Municipal que hoy 
lleva su nombre. Fue -por corto tiempo- Ministro de Relaciones 
Exteriores de Juan Lindolfo Cuestas durante el interinato de éste en 
la Presidencia de la República (cesó luego del golpe de Estado). Más 
tarde, siendo elegido diputado por el Partido Colorado, tuvo una 
importante participación en la discusión del proyecto de Ley de la 

192 Ver Capítulo IV. 

193 Obtuvo el segundo premio, con su poema “ Lira rota , en el certamen celebrado en 
1879, con motivo de la inauguración del monumento a la Independencia en Florida. 
El primero correspondió a Mariano Berro. La “ Leyenda Patria” de Zorrilla de San 
Martín, quedó fuera de concurso por su excesiva longitud. 

194 De Salterain, Joaquín. Contribución al estudio del Desarrollo y Profilaxia epidémicas en 
Montevideo, Montevideo, Imp Nacional [s/p], 1884. 


181 



• José Máximo Carafí • 


Asistencia Pública Nacional en 1910. De familia patricia, de cuño 
católico, aunque no militante, casó en 1889 con una de las hijas del 
matrimonio de Herrera-Quevedo, matrimonio del que nacieron 
varios vástagos. Falleció en 1926, rodeado de estima y respeto. 195 



Joaquín de Salterain 


La relación entre Carafí y de Salterain fue particularmente cer¬ 
cana y amistosa, por su coetaneidad, por haberse relacionado du¬ 
rante la común estadía en Barcelona, por su compartida vocación 
médica, por formar parte ambos de familias tradicionales, coloradas 
y católicas. Pese a que las fechas de nacimiento son próximas, de 
Salterain perteneció a una generación posterior a la de Carafí, de¬ 
bido a su ingreso relativamente tardío a la Facultad de Medicina, 
no llegando a ser su alumno (obtuvo el título en mayo de 1884). 
Probablemente gracias a Carafí realizó su perfeccionamiento en 
París, conforme hemos probado que lo hizo Pouey. Finalmente, 
actuaron juntos en el Consejo Nacional de Higiene, según venimos 
analizando. La presencia de estos clínicos en los órganos directivos 
de la Salud Pública, quienes tenían al mismo tiempo buena forma¬ 
ción clínica y en la materia a la vez que interés por los estudios epi¬ 
demiológicos, explica el peso de las opiniones que surgían de estas 
corporaciones, que más allá de su papel político, tenían una efectiva 
función científica. 

195 Gorlero Bacigalupi, R. Joaquín de Salterain (1856-1926). En: Horacio Gutiérrez 
Blanco (ed): Médicos Uruguayos Ejemplares, Montevideo, 1988, I: 83-84. 


182 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


Algunas resoluciones durante la presidencia de Carafí 

En 1892 el Consejo de Higiene encaró la reglamentación de la 
prostitución, proponiendo al Gobierno las siguientes bases: 

Abolición de los prostíbulos. Supresión de los radios oficiales 
de prostitución. Tolerancia de la prostitución individual disemina¬ 
da. Inscripción obligatoria para toda prostituta mayor de 18 años. 
Libertad acordada a la meretriz, para que la visita de inspección 
sea realizada por el médico oficial o por un facultativo particular. 
La visita de inspección oficial será siempre gratuita. La meretriz 
afectada de una enfermedad venérea o sifilítica, será atendida gra¬ 
tuitamente por el médico oficial. No podrán alojarse sino de a dos 
prostitutas en cada casa. La vigilancia de la prostitución quedará a 
cargo de la Municipalidad . 196 

A raíz del antedicho proyecto, se produjo una enérgica reacción 
a nivel parlamentario, que culminó en la negativa a aceptar la dis¬ 
posición -que se había convertido en Decreto al ser aprobada en su 
integridad por el Poder Ejecutivo- por lo que constituyó una grave 
extralimitación del Parlamento en sus atribuciones. 

Cabe señalar al respecto que siendo Montevideo una ciudad 
portuaria, por donde pasaban barcos mercantes y de pasajeros hacia 
o desde Buenos Aires, el Pacífico y el hemisferio boreal, había siem¬ 
pre un crecido número de marineros así como una significativa masa 
de inmigrantes, en su mayoría hombres jóvenes. La prostitución y su 
principal secuela, las enfermedades venéreas, eran un verdadero fla¬ 
gelo. La trata de blancas fue la forma de esclavitud (que persiste aún 
hoy) que siguió a la de los africanos, constituyendo un negocio ma¬ 
ñoso de gran envergadura, que explica tan exageradas reacciones. 

Debemos señalar especialmente que en la época que estamos 
considerando, como poco tiempo después ocurriría con la tubercu¬ 
losis, -a través de medidas de policía sanitaria, de policlínicas espe¬ 
ciales (anexas a servicios ginecológicos o a las clínicas dermato sifilo- 
páticas)- se procuró hacer el diagnóstico de casos de enfermedades 
venéreas, así como el aislamiento y tratamiento de los mismos. 

196 Acevedo, E. op cit. 1934. 


183 



• José Máximo Carafí • 


En cuanto a denuncia obligatoria de las enfermedades con¬ 
tagiosas, el Consejo de Higiene estipuló como: 

[...] obligatoria para el médico y el jefe de familia la de¬ 
nuncia en los casos de difteria, viruela, escarlatina, sarampión, tos 
convulsa, fiebre puerperal, fiebre tifoidea, cólera y fiebre amarilla. 
Invocaba [el Consejo de Higiene Pública], la necesidad de hacer 
efectivas las medidas profilácticas necesarias y a la vez formar la 
estadística médica sanitaria. [El Poder Ejecutivo así lo decretó, 
agregando] la clausura de las escuelas por razones sanitarias. [A] 
mediados de 1894 se produjo en Montevideo una epidemia de 
escarlatina. 

Surgió entonces una nueva polémica: 

Las autoridades escolares decretaron de inmediato la clausura 
de las escuelas. Pero en seguida reaccionaron, con motivo de un 
informe del Consejo de Higiene Pública en el que se atacaba esa 
medida. Para el Consejo de Higiene las escuelas debían permane¬ 
cer abiertas, sin perjuicio de que la Municipalidad se encargara de 
desinfectar los edificios y las autoridades escolares de excluir a los 
niños procedentes de hogares donde hubiera escarlatina. 

Véase cuáles eran las razones, en parte compartibles, esgrimidas 
por la autoridad sanitaria: 

La concurrencia a la escuela, decía el Consejo, obliga a las 
madres de familia a lavar y poner ropa limpia a sus hijos, con 
más frecuencia que si los conservaran en sus casas. Por otra parte, 
agregaba, los niños de familias obreras que concurren a la escuela, 
quedan durante las horas de clase en un ambiente generalmente 
más higiénico que el de las casas en que viven. 


La corporación hizo efectivos acuerdos sanitarios con los paí¬ 
ses vecinos, cuyo antecedente había sido el firmado en Montevideo 
en 1887, entre Uruguay, Argentina y el Imperio del Brasil: 197 

Las autoridades sanitarias de Montevideo y Buenos Aires 
arribaron en 1894 a un acuerdo, ante el desarrollo del cólera en 

197 Convención Sanitaria. Reglamento relativo, celebrado entre La República Orien¬ 
tal del Uruguay, el Imperio del Brasil y La República Argentina, Montevideo, 
Imp. Nacional, 1887 


184 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


el Brasil, por el cual se establecía que los buques que estuvieran 
provistos de inspector sanitario y de todas las instalaciones exigidas 
por los reglamentos de ambos países, sólo serían sometidos a cua¬ 
rentena de rigor cuando tuvieran a bordo personas atacadas de 
enfermedades pestilenciales, y que fuera de ese caso, si procedían de 
un puerto sucio o sospechoso y la duración del viaje fuera menor 
que el período de incubación de la enfermedad, sufrirían cuaren¬ 
tenas complementarias. Los buques procedentes de un puerto sucio 
o sospechoso que carecieran de inspector sanitario, sufrirían cua¬ 
rentenas de rigor por el término máximo de la incubación de la 
enfermedad, que se fijaba en 10 días para la fiebre amarilla y en 
8 para el cólera. 

Sin embargo, no todos los profesionales estaban de acuerdo con 
esos criterios. La teoría de los gérmenes, ya en plena vigencia, había 
venido a complicar las medidas prácticas que con anterioridad eran 
de utilidad, pese a las discusiones que se dieron entre contagionistas y 
anticontagionistas. Téngase presente que imponer medidas restricti¬ 
vas significaba, para la mentalidad liberal preponderante, establecer 
trabas. En esos reclamos gravitaban también razones económicas 
(limitación del comercio, sobre todo portuario) que políticas o filo¬ 
sóficas. Con posterioridad, el desarrollo del Derecho Internacional 
y la universal aceptación de los principios que ponen a salvo de los 
contagios a las personas y las sociedades, hizo más fácil la adopción 
de medidas de esa naturaleza. 

Como lo afirma rotundamente Eduardo Acevedo: 

La tendencia dominante entre nuestros médicos no era esa. 
La mayoría se inclinaba a la supresión de las cuarentenas, a la 
condenación de las medidas profilácticas restrictivas del tráfico de 
mercaderías, y a la adopción de procedimientos científicos más en 
armonía con los progresos de la higiene y de la medicina etiológica, 
tales como la inspección médica, la desinfección, la vigilancia de 
pasajeros.. El establecimiento de las cuarentenas, con su lazareto en 
la isla de Flores dio lugar a grandes y resonantes escándalos de la 
empresa concesionaria, por los estipendios de las cuentas de hospe¬ 
daje. Dos de esas cuentas, una del vapor «Argos» y otra de la barca 
«Atlantic», fueron publicadas por «El Siglo”. 198 

198 Anales Históricos (Montevideo), op cit: 104-106 


185 



• José Máximo Carafí • 


Por Ley del 31 de octubre de 1895 (un mes después de la muerte 
de Carafí), se dispuso la creación de una nueva autoridad sanitaria: 

Fueron refundidos el Consejo de Higiene Pública y la Junta 
de Sanidad Marítima en una nueva corporación, bajo el título 
de Consejo Nacional de Higiene. La ley dictada por la Asamblea 
Legislativa en esa oportunidad establecía que el Consejo Nacional 
de Higiene tendría a su cargo la administración sanitaria ma¬ 
rítima y terrestre de todo el país y sería la autoridad superior en 
materia de higiene pública, correspondiéndole a ese título dictar 
las disposiciones que fueran necesarias para evitar la invasión y 
propagación de las enfermedades infecto-contagiosas, dictar y diri¬ 
gir la reglamentación profiláctica de la prostitución y reglamentar 
los Consejos Departamentales de Higiene, que la misma ley creaba 
en cada uno de los departamentos de la República. 


186 



Capítulo XVII 


Actuación de Carafí 

COMO INTEGRANTE DEL LAICADO 
CATÓLICO URUGUAYO DE 
ENTRE-SIGLOS 


La Iglesia oriental en la primera mitad del siglo XIX 

N o obstante la actuación en los albores de la Patria de 
ilustres figuras a ella pertenecientes, 199 la Iglesia uru¬ 
guaya no tuvo gravitación decisiva en nuestra histo¬ 
ria política, pese a haber sido la Religión Oficial del 
Estado entre 1830 y 1919. Las ideas de la intelectualidad tampoco 
estuvieron signadas por dicha confesión. Fueron excepcionales los 
eclesiásticos que ocuparon bancas parlamentarias (J. B. Lamas, D. 

199 Los Presbíteros Dres. José Manuel Pérez Castellano (1742-1815) y Dámaso Antonio 
Larrañaga (1771-1848), fundadores de la ciencia en el Uruguay; Monseñor José B. 
Lamas Regueira (1787-1857), primer catedrático universitario en Montevideo; el Pres¬ 
bítero Lorenzo A. Fernández Larrobla (1792-1852), primer Rector de la Universidad. 
También merecen ser citados el Presidente de la Asamblea de la Florida de 1825 Dn. 
Manuel Larrobla y los miembros de la Constituyente de 1828 -30, Presbíteros Dn. 
Lorenzo Fernandez (1792-1852, luego miembro de la asamblea de Notables de la De¬ 
fensa), Dn. Miguel Barreiro (1789-1848, también integrante del Congreso de Abril de 
1815, secretario de Artigas, Senador en la I Legislatura y Ministro de hacienda y RREE 
de la Defensa), Dn. Lázaro Gadea (1786-1876, integrante de la Cruzada Libertadora de 
1825, Inspector de escuelas y diputado) y Dn. Solano García (chileno, 1864-1845). 


187 



• José Máximo Carafí • 


A. Larrañaga, J. Brid, M. Soler y S. Estrázulas y Lamas). La Iglesia 
oriental dependió de la de Buenos Aires, a pesar de los tempranos 
reclamos de Artigas en 1813 en pos de su autonomía. Hasta la fun¬ 
dación del Obispado de Montevideo en 1878, quienes estaban a su 
frente lo hacían, desde 1832, en calidad de Vicarios Apostólicos. Para 
designar las autoridades eclesiásticas, el gobierno civil del Uruguay 
hacía valer el derecho de Patronato -herencia de la relación entre 
Iglesia y monarquía-, arma que fue una de las más frecuentemente 
esgrimidas por los opositores para ahogar la grey católica en épocas 
de crisis. A partir de la fundación del Gran Oriente del Uruguay en 
1856, la Masonería, a la que el año previo Monseñor Lamas había 
declarado incompatible con el catolicismo, fue uno de sus princi¬ 
pales antagonistas. El presidente Gabriel Antonio Pereira (1794- 
1861) expulsó a los jesuitas en 1859, Bernardo Prudencio Berro 
(1803-1868) extraditó a Monseñor Jacinto Vera (1813-1881) en 
1862, Santos creó tal atmósfera anticlerical a partir de 1882 que 
Soler se vio obligado a alejarse hacia Europa y Medio Oriente, en 
exilio voluntario que duró dos años (1885 a 1887). Sólo Venancio 
Llores (1808-1868) y Lorenzo Latorre (1844-1914) fueron católi¬ 
cos y propiciaron las iniciativas provenientes de esa colectividad. El 
primero promovió el retorno de Monseñor Vera del exilio (1865), 
el segundo abogó por la creación del Obispado de Montevideo 
(1878). Puede afirmarse sin embargo que las familias uruguayas se¬ 
guían proclamándose católicas, aunque en forma progresiva la reli¬ 
gión pasó de ser un hecho público a constituir una postura privada 
y aún reservada. Esta costumbre, tan uruguaya, de no manifestar 
el credo -a la que Mañé ha denominado criptocatolicismo-, ya era 
un hecho común antes de los acontecimientos reseñados. El gran 
enfrentamiento recién se dio a inicios del siglo XX con el ascenso 
de José Batlle y Ordóñez a la Presidencia, quien fue eliminando el 
catolicismo de todos los ámbitos oficiales, incluso aquellos que tra¬ 
dicionalmente estaban más vinculados con esa confesión, como la 
salud y la educación. Dicho líder no fue masón ni positivista, como 
bien lo ha demostrado Arturo Ardao, 200 contradiciendo las biogra¬ 
fías del estadista previas a su ensayo al respecto. 201 

200 Ardao, Arturo. Batlle y Ordóñez y el positivismo filosófico. Montevideo, Número, 1951. 

201 Batlle y Ordóñez, educado en el catolicismo y con cierta inclinación por esa creencia 
en su juventud, adoptó precozmente una postura deísta, espiritualista y antipositi- 


188 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


Las posiciones en pugna entre Iglesia y Estado se mantuvieron 
hasta cierto punto equilibradas, gracias a la inteligente mediación 
de Juan Zorrilla de San Martín, hasta la muerte de Soler en 1908, 
momento a partir del cual Batlle y sus sucesores dieron la espalda a 
las autoridades eclesiásticas y reforzaron las campañas anticlericales, 
negándose a la designación de las jerarquías. Esta tirantez culminó 
con la separación de la Iglesia y el Estado a partir de la entrada en 
vigencia de la nueva Constitución, el primero de marzo de 1919. 

Tal beligerancia otorgó sin embargo a la Iglesia uruguaya un 
perfil muy particular (asunto no siempre bien valorado por los his¬ 
toriadores), ya que sus miembros, tanto eclesiásticos como laicos, se 
vieron estimulados a profundizar la formación y militancia, tenien¬ 
do desde una posición opositora, influencia moderada en la cultura 
de la Nación. En este país no ocurrió lo que en otros, donde ser 
católico era un factor de promoción social y política; al contrario, 
fue más bien una causa enfrentamiento, crítica y postergación. 


La cuestión social y el ingreso del laicado católico 


En la segunda mitad del siglo XIX surgieron en Europa, par¬ 
ticularmente en Bélgica, Suiza, Alemania y Francia, organizaciones 
que aglutinaron a laicos católicos en grupos tendientes a procurar 
una solución para la llamada cuestión social desde la perspectiva de 
su ideología confesional. Este gran problema de convivencia se ha¬ 
bía originado en Inglaterra a raíz de la revolución industrial o ma¬ 
qumismo. La misma tuvo como consecuencia un aumento del ren¬ 
dimiento en la fabricación de productos, mientras decrecía el nú¬ 
mero de los obreros necesarios, con el consiguiente abaratamiento 
del costo del factor mano de obra. Desaparecieron definitivamente 
los artesanos medievales y sus tradicionales corporaciones. Los tra¬ 


vista, influida por el kmusismo alemán (Heinrich Ahrens [1808-1876]), más especí¬ 
ficamente por las vertientes belga y española de esa ideología (Guillaume Tiberghien 
[1819-1901] y Francisco Giner de los Ríos [1839-1915] respectivamente, difundidas 
en Montevideo, a partir de 1879, por el malogrado íntimo amigo de Batlle, el juris¬ 
consulto y filósofo Prudencio Vázquez y Vega (1853-1883). 


189 



• José Máximo Carafí • 


bajadores quedaron a merced de los patronos y muchos cayeron 
progresivamente en la pobreza y el desempleo, la enfermedad y la 
ignorancia, frente al progresivo enriquecimiento de empresarios e 
intermediarios. Esto fomentó el descontento y la formación de gru¬ 
pos que concebían o llevaban a la práctica reclamos más o menos 
violentos. 

A ello se agregó la política del liberalismo económico , que permi¬ 
tía la libre circulación de materias primas y productos, cuyos precios 
oscilaban según la oferta y la demanda, manipulados por los más 
poderosos, que fijaban arbitrariamente el número de asalariados y 
el monto de sus retribuciones. 

Se gestó una nueva interpretación de la historia, basada en el 
impacto de los factores económicos. Se concretaron estas ideas en 
declaraciones de principios y reclamos, se organizaron sindicatos, 
crecieron los movimientos socialistas, comunistas y anarquistas de 
carácter internacional, que procuraban concientizar a los explotados 
e inducirlos a la revolución, orientada a lograr la utópica dictadura 
del proletariado. 

Esto determinó reacciones y recelos de la contraparte, que in¬ 
volucraron también a los integrantes de la burguesía, quienes vieron 
amenazados sus intereses ante los anuncios de mayores impuestos, 
reparto de la producción, abolición de la propiedad privada, des¬ 
aparición de las clases sociales, igualdad entre hombres y mujeres, 
libertad sexual, etc. En otras palabras, esos grupos revolucionarios 
procuraban terminar con todos los privilegios de los burgueses que 
obstaculizaban su avance innovador. Uno de sus más notorios an¬ 
tagonistas era la religión -el opio de los pueblos- en particular el 
Catolicismo, hasta entonces tan vinculado al poder político tradi- 
cionalista. Por tal razón, aquellos movimientos patrocinaron prin¬ 
cipios ateos, anticlericales y negaron todo lo que, según sostenían, 
suponía poner trabas, a través de prohibiciones y cadenas para es¬ 
clavizar a los proletarios. En 1864, Pió IX (1792-1878) dio a cono¬ 
cer la Encíclica Quanta Cura, que llevaba por apéndice el Syllabus. 
Condenaba la libertad de culto, el liberalismo ideológico y político, 
la cultura moderna, el positivismo, el utilitarismo, el laicismo, el 


190 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


comunismo, así como los llamados estados aconfesionales. Se profun¬ 
dizaron de este modo las grietas que separaban los nuevos Estados 
y la Iglesia en el proceso conocido como secularización (reducción 
significativa de la influencia de la religión sobre la vida política y 
social). Mención especial merece Francia, hija primogénita de la 
Madre Iglesia. Ya iniciado el decaimiento de su fidelidad católica a 
partir de la Revolución, el proceso se fue acelerando (con sucesivos 
empujes intermedios) hasta el advenimiento de la Tercera República 
en 1871 (en la Carafí vivió casi una década). Este régimen propició 
las ideas liberales, contrarias a las monárquicas y católicas. En años 
sucesivos, declaró la estatización de las posesiones del clero, la pro¬ 
hibición de la enseñanza religiosa, se legalizó el divorcio, etc. 

Deben mencionarse, de paso, algunos hechos adicionales que 
ayudan a comprender las razones que llevaron al laicado católico 
(en Europa y notoriamente en Francia, Bélgica, Suiza y Alemania) 
a asumir posiciones de militancia. El primero de los condicionantes 
fue la disminución de las vocaciones sacerdotales y religiosas en una 
Iglesia donde la clerecía ejercía todas las prerrogativas (oficiar el cul¬ 
to, predicar, confesar, interpretar las Sagradas Escrituras, conservar 
la Tradición, elaborar la teología), mientras los laicos sólo desempe¬ 
ñaban tareas menores y subordinadas (mantener económicamente 
al clero, ayudar a la pulcritud y conservación de los templos, actuar 
como sacristanes o monaguillos). En segundo lugar, las autoridades 
eclesiásticas, imbuidas por esa visión clerical, procuraron compen¬ 
sar el fenómeno antes mencionado con la aceptación del ingreso 
de sacerdotes de escasa formación y pobre espiritualidad. En tercer 
término, ello significó cierta reacción anticlerical dentro de la pro¬ 
pia Iglesia. Fue en este escenario que hicieron su aparición laicos 
influyentes y de gran nivel intelectual, representantes de la alta bur¬ 
guesía y la nobleza. Su posición socio económica y el acceso que 
tenían a los medios de comunicación, les permitió crear movimien¬ 
tos de resonancia pública. Se destacarron figuras como Charles de 
Montalambert (1810-1970), René de laTour du Pin (1834-1924) y 
Albert de Mun (1841-1914). El primero dio Ímpetu a la Asociación 
de Sociedades de San Vicente de Paul, entre cuyos integrantes ha¬ 
bían muchos médicos, puesto que, además del estudio y cultivo 


191 



• José Máximo Carafí • 


de la espiritualidad, se acercaron a los enfermos, los niños y los 
pobres. De Mun fue el impulsor de los Círculos Católicos de Obreros. 
También actuaron militantes burgueses, hijos de profesionales, de 
notorio peso, como Antoine Bayle (1799-1858) y Frédéric-Antoine 
Ozanam (1813-1853). Algunos preclaros sacerdotes como el Padre 
Lacordaire (1802-1852) vieron, con años de anticipación, dónde 
radicaba el problema y cuál era su solución; otros clérigos se plega¬ 
ron a esta postura de acompañamiento sacerdotal a los movimien¬ 
tos laicos. 

Dichos católicos de élite, plantearon una interpretación diferen¬ 
te de los enfrentamientos sociales entre grupos humanos. Partieron 
del principio evangélico que todos son hijos de Dios e integran¬ 
tes de la misma Iglesia. Esa redefinición de la cuestión social debía 
fundarse, a su modo de ver, en la fraternidad evangélica y en las 
enseñanzas cristianas sobre la convivencia pacífica, en un mundo 
donde existían desigualdades naturales y donde cada cual ocupaba 
el puesto deseado por Dios. De ahí que las relaciones entre clases 
debían orientarse, no como una reivindicación de grupos, sino se¬ 
gún un encare sobrenatural y corredentor de la vida humana, que 
daba un significado diferente al sufrimiento, el trabajo y la pobreza. 
Los obreros debían ser mansos y obedientes; los patronos, cons¬ 
cientes de su privilegio, habían de contraer obligaciones y asumir el 
compromiso de dar un trato considerado y respetuoso a sus subor¬ 
dinados. Estos grupos laicos promovieron la creación de Círculos de 
Obreros, cuyo primer objetivo era acercar los obreros a Dios, acre¬ 
centando su fe y formación religiosa. En una instancia siguiente, 
aspiraban a encauzar pacíficamente los conflictos, descartando la es¬ 
trategia materialista y utilitaria. Un paso ulterior consistía en elabo¬ 
rar una legislación social acorde a dichos objetivos y crear Uniones 
o Seguros que contemplaran diversos aspectos de la vida individual 
y colectiva del obrero (trabajo, esparcimiento, salud, enfermedad o 
invalidez, jubilación, vivienda, ahorro, etc). 

El 5 de mayo 1891, León XIII (1837-1903), el Papa de los tra¬ 
bajadores, emitió la encíclica Rerum novarum, en la que concretó 
los principios de la nueva doctrina social de la Iglesia, recogiendo 
en cierta medida las inquietudes antes esbozadas. Este documento 


192 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


abrió otra postura en los católicos, que sólo tiene parangón con la 
que sobrevino con posterioridad al Concilio Ecuménico Vaticano II 
(1962-1965). Sin embargo, las luchas sindicales continuaron y se 
generalizaron, al tiempo que aparecieron tendencias aún más radi¬ 
cales como el anarcosindicalismo (nacido en las décadas de 1880 y 
1890). 

La Iglesia uruguaya en la segunda mitad del siglo XIX 

El Uruguay no fue una excepción a lo que acabamos de relatar. 
En el último cuarto del siglo XIX, el creciente flujo migratorio ha¬ 
cia nuestras costas dio origen a una clase obrera más numerosa, en 
la que pronto se sembraron las iniciativas de revuelta, más o menos 
exageradas por los sentimientos xenófobos para con los gringos , a 
quienes se atribuían no sólo estos movimientos sindicales sino tam¬ 
bién los delitos. 

En nuestro país, en medio del clima hostil a la Iglesia, hubo 
un grupo muy activo de laicos que se congregó en torno a figu¬ 
ras relevantes del clero nacional. Dos de éstas merecen destacarse, 
Monseñor Jacinto Vera y Durán, primer Obispo de Montevideo 
(1878) y Monseñor Mariano Soler, tercer Obispo (1891) y primer 
Arzobispo de Montevideo (1897). Este último, con recia prepara¬ 
ción teológica, inteligencia luminosa, palabra convincente y fuerte 
personalidad, tuvo desde joven decisión y voluntad de ganar terreno 
en diversos ambientes laicos, aún a costa de discusiones y rechazos. 
Carismático y respetado, tenía Soler buena relación con los jóvenes 
y excelente vinculación con la Curia romana. Fue la suya figura de 
primera línea en la organización y promoción de iniciativas impor¬ 
tantes en la historia de la Iglesia nacional. 

El 24 de junio de 1875, bajo la égida de Monseñor Vera, 
un grupo de jóvenes que frecuentaba el convento e iglesia de los 
Capuchinos , fundó en Montevideo el Club Católico. Fue en gran 
medida una respuesta frente a los movimientos positivistas del Club 
Universitario (1868) -luego Ateneo del Uruguay y más tarde Ateneo 


193 



• José Máximo Carafí • 


de Montevideo- que habían dado lugar a las Profesiones de fe racio¬ 
nalista (1872 y 1878) y a discusiones ideológicas en tomo a la anti¬ 
nomia positivismo-espiritualismo, que abarcaron, según Ardao, las 
dos décadas comprendidas entre 1870 y 1890. 

Gran importancia revistió la llegada de los hijos de San Juan 
Bosco (1815-1888), que establecieron el Colegio Pío de Villa Colón en 
1877, bajo la dirección del futuro Monseñor Luiggi Lasagna (1850- 
1895), quien transmitió su espiritualidad y entusiasmo al grupo de 
jóvenes que allí estudiaba, algunos de cuyos integrantes serían gesto¬ 
res de los movimientos de laicos católicos en el Uruguay a que hace¬ 
mos referencia en este capítulo. 

En 1877, Soler organizó un Liceo de Estudios Universitarios que 
fue la primera Universidad Católica del Uruguay. Siguiendo esta lí¬ 
nea de la libertad de enseñanza, en 1881 Francisco Bauzá fundó el 
Instituto Pedagógico y respaldó esa postura con una prolongada e 
incesante actividad parlamentaria, que se concretó en varias leyes. 

Entre 1877 y 1897 existió en Montevideo una Sociedad de 
Ciencias y Artes, surgida del Club Universitario a partir de un grupo 
que se escindió del Ateneo. Contó con una revista, el Boletín de la 
Sociedad de Ciencias y Artes. En una primera época actuaron más 
que nada en su seno ingenieros positivistas y cristianos, que dieron 
cursos de física y matemáticas. Más tarde incorporaron como pre¬ 
sidente a Mariano Soler, con lo que este bravo paladín del catolicis¬ 
mo ganó otra tribuna, cambiando, a partir de entonces, la temática 
y el tono de las discusiones en el seno de dicha corporación. 

En 1878, por Bula de León XIII, se dispuso que « la nueva 
Diócesis de Montevideo no era sufragánea de nadie y que, por lo tanto, 
su Prelado [Monseñor Jacinto Vera y Durán, hasta entonces Obispo 
de Megara in partibus infidelium\ sería un Obispo que no dependería 
de ningún otro sino directamente de la Santa Sede. ” 

Ese mismo año, se fundó el diario católico El Bien bajo la direc¬ 
ción del jurisconsulto y escritor Juan Zorrilla de San Martín (1855- 
1931). 


194 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


El 6 de mayo de 1881 falleció Monseñor Vera, siendo sucedido 
por Inocencio María de Yéregui (1833-1890), que a su vez lo sería 
por Soler en 1891, promovido éste último, como ya fue dicho, en 
1897 a la jerarquía de Arzobispo de Montevideo, que ejerció al 
mismo tiempo las nuevas diócesis sufragáneas de Mercedes y Meló, 
que permanecerían acéfalas durante veinte años. 

En 1882, dos jóvenes universitarios, Luis P. Lenguas (1862- 
1932) y Juan O’Neil, iniciaban consultas epistolares en Francia (di¬ 
rigiéndose al conde Albert de Mun) y en Barcelona (con Monseñor 
José María Urquinaona, 1814-1883), que conducirían a la fun¬ 
dación, el 21 de junio de 1885, bajo la presidencia de Francisco 
Bauzá, del Círculo Católico de Obreros. Si bien el nombre de Carafí 
no aparece mencionado en relación con esa institución, plantea¬ 
mos la hipótesis que, recién llegado de París aquel año, pudo haber 
orientado a los entusiastas promotores hacia las personas y orga¬ 
nizaciones confesionales que había frecuentado durante su perma¬ 
nencia europea, impulsándolos a su concreción. 

Ese mismo año, arreció la lucha anticlerical desde el Ejecutivo 
y el Parlamento, liderada por el impetuoso y prepotente Presidente 
Santos. 

En 1888, se fundaba Xa Academia Literaria del Uruguay, que 
perduró hasta 1896. 202 

Su intención no respondió] al nombre que lleva) ba], pues 
[era] una Agrupación, más que una Academia, formada por la 
intelectualidad católica nacional, destinada a defender sus fueros, 
tanto en la opinión como en la docencia y en las leyes, para lo cual 
public[ó\ una revista (Revista de la Academia Literaria Uruguaya, 
Montevideo, 18901). 

Fue fundada “para preservar la moral, la filosofía cristia¬ 
na y perfeccionar los conocimientos adquiridos en las aulas”. 
Presidida inicialmente por el padre Cándido Darder, congregó a 
toda la juventud católica de cierto relieve del momento, como Luis 
Varela, Elbio Fernández (h), Gabriel Otero, Juan B. Schiaffno, 
José Espalter, Alejandro Gallinal, etc. Fueron sus académicos 

202 Mañé Garzón, F. Un siglo de darwinismo en el Uruguay, Montevideo, 1988: 157- 
177. 


195 



• José Máximo Carafí • 


honorarios: Inocencio M. de Yéregui, Mariano Soler, Francisco 
Dura, Carlos A. Berro, Francisco Bauza, Joaquín Requena, José 
M. Carafí, Lorenzo Pons, Hipólito Gallinal y Juan Zorrilla de 
San Martín . 203 

A la muerte de Yéregui, en 1890, pasó Soler a ocupar la presiden¬ 
cia de honor. Allí dictó varias conferencias en torno al tema Armonía 
entre la fe y la ciencia. Según el ya citado comentarista, Soler, que diez 
años antes había sido un implacable contrincante en las contiendas 
mantenidas en el Club Católico , ahora se mostraba más tolerante y 
“4io] amplia acogida a opiniones independientes que salvaguardaban] 
los puntos esenciales de los dictados de la fe. Destac[ó\ la importancia de 
las ciencias, cuyos adelantos [iban] unidos al destino del futuro del hom¬ 
bre [...] “Hay que hacer ciencia católica, ciencia universal” [dijo...] 
Entr[o\ en la cuestión del evolucionismo, manifestando que no ha[ bía] 
contradicción alguna entre la teoría teísta de la evolución y las Sagradas 
Escrituras”. Planteamos si, entre los asesores en materia científica del 
prelado, no estuvo Carafí quien, como todos aseveran, era individuo 
estudioso, empapado desde joven en los temas filosóficos que tenían 
que ver con la biología. 


Primer Congreso Católico del Uruguay 

Vinculado desde su regreso al Club Católico, Carafí llegó algu¬ 
nos años después a ser su Presidente y en condición de tal, Presidente 
efectivo del Primer Congreso Católico del Uruguay, que tuvo lugar en 
1889. 

Esta reunión fue consecuencia de una iniciativa de Mariano 
Soler, que éste había dado a conocer en el seno del Club Católico. 
Tuvo lugar en la sede de dicha corporación entre el 28 y 30 de 
abril de 1889, en la última etapa del militarismo, ya bajo el man¬ 
dato del General Máximo Tajes. Fueron numerosos los partici¬ 
pantes, muchos procedentes del interior del país país. Ejerció la 


203 Cita tomada por Mañé Garzón de: Salaberry, J. F. Los jesuítas en el Uruguay, Monte¬ 
video, 1940: 41-42. 


196 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


Presidencia de honor el Obispo Yéregui; la Presidencia efectiva, Carafí 
y la Vicepresidencia de honor, Joaquín Requena (1808-1901). Fue 
Primer Vicepresidente el Dr. Hipólito Gallinal de Arce (1835-1895), 
Segundo Vicepresidente, el Dr. Francisco Durá; Tercer Vicepresidente, 
el Sr. Jacinto Casaravilla Vidal (1857-1944). El grupo de Vocales 
estuvo integrado por los doctores Mariano Soler, Juan Zorrilla de 
San Martín, Carlos A. Berro y los Sres. Jacinto Casaravilla, Hipólito 
Gallinal (hijo), Antonio J. Rius, Francisco Bauzá y Francisco García 
y Santos. Actuaron como Secretarios, el Dr. Miguel A. Tomé y los Sres. 
Luis Varela, José J. Schiaffino y José P. Espalter; como Prosecretarios 
los Sres. Damián Vivas Cerantes, Eugenio Pérez y Carlos D. Durán 
y en calidad de Inspectores, los Sres. Héctor Pareja, Juan M. O’Neill 
y Enrique Guillemete. 204 . 



Monseñor Mariano Soler 


Se formaron seis Comisiones Especiales con la finalidad de repar¬ 
tir la actividad según las áreas temáticas que importaba promover. 
Cada una de ellas estudiaba y proponía un texto, que luego de dis- 


204 Congreso Católico Uruguayo, celebrado en Montevideo en los días 28, 29y 30 de abril de 
1889, Montevideo, Imp. El Telégrafo Marítimo, 1889. 


197 


• José Máximo Carafí • 


cutido y eventualmente modificado, era votado en el plenario. Las 
mismas fueron las siguientes: 

COMISIÓN DE LA UNION CATÓLICA: Francisco Bauzá 
(Presidente), Mariano Soler, Jacinto Casaravilla, Antonio González 
Roca, José M. Clara. 

COMISIÓN DE LA PRENSA: Dr. Carlos A. Berro (Presidente), Dr. 
Francisco Durá, Dr. Hipólito Gallinal (hijo), Saturnino Echevarría 
y Miguel Ugaríc. 

COMISIÓN DE ENSEÑANZA: Dr. Mariano Soler (Presidente), 
Dr. Antonio J. Rius, Luis Varela, Dr. F. Carié y Calzada, Pedro 
Lezama. 

COMISIÓN DE LOS CÍRCULOS DE OBREROS CATÓLICOS: 
Dr. Pedro Blanes (Presidente), Dr. Lorenzo Pons, F. Bauzá, Dr. Javier 
Gurruchaga, F. García. 

COMISIÓN EJECUTIVA: Dr. Mariano Soler, Dr. Hipólito Gallinal 
(hijo), Dr. Antonio J. Rius. 

COMISIÓN DE INVITACIÓN: Dr. Antonio J. Rius, Eugenio 
O’Neill, Pantaleón Pérez Gorgoroso. 

Señala la crónica: 

En el momento de la inauguración, formaban parte de 
la mesa los Sres.: Dr. Don José M. Carafí, Presidente del Club 
Católico de Montevideo, Dr. Don Joaquín Requena, Presidente 
de la Comisión Organizadora del Congreso y los Sres. Vocales de 
la misma, doctor don Mariano Soler, doctor don Juan Zorrilla de 
San Martín, doctor don Jacinto Casaravilla, don Francisco Bauzá 
y don Francisco García y Santos. Actuaron como secretarios, el Dr. 
don Miguel A. Tomé y el bachiller don José J. Schiaffno. 

El primero en hacer uso de la palabra en el acto de apertura fue 
Monseñor de Yéregui. Inmediatamente después, 

Los congresales y la concurrencia se pusieron de pie y salu¬ 
daron con estruendosos aplausos la palabra del Prelado. El Dr. 
Zorrilla de San Martín propuso y fue aclamado, el siguiente tele¬ 
grama á S. S. León XIII: 

Al Exmo. Cardenal Rampolla. 

Roma. 


198 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


Primer Congreso Católico Uruguayo, presidido por el Ilust. Sr. 
Obispo protesta por la libertad e independencia del Sumo Pontífice 
e implora humildemente la bendición apostólica. El Presidente. 

Reproducimos en los Anexos Documentales 205 el discurso de 
Carafí. El mismo está concebido dentro de moldes muy formales, 
con expresas menciones religiosas, tan poco frecuentes en los actos 
públicos en boca de profesionales y menos aún de médicos. “El 
respeto humano es hoy, como en épocas anteriores -dijo- un gran obstᬠ
culo para la propagación del catolisimo” , siendo muchas “ las personas 
que podrían dar ejemplo de edificación y de piedad’ , pero tienen el 
“pusilánime temor de parecer buenas y clementes”. Por eso alaba a los 
presentes que no hacen “ caso del escudo de debilidad y manifiestan 
públicamente sus creencias”, en una época en que “espíritus ilusiona¬ 
dos llegaron a sostener que la fe menguaba” , afirmando que “se había 
refugiado en el corazón de algunas señoras. ” Hace alusión a las “ difi¬ 
cultades suscitadas por las potestades adversas”, que habían atacado al 
catolicismo del Uruguay en el curso de su historia reciente, si bien 
ahora corrían “tiempos más apacibles para el catolicismo.” Refiere los 
hitos mundiales y las importantes figuras de religiosos y laicos que 
han jugado papeles decisivos en esta lucha por los “derechos incon¬ 
cusos e inalienables de la Iglesia Católica. ” Menciona en especial los 
provenientes del mundo europeo y francófono, en el que Carafí se 
había nutrido directamente. 

Pasadas están las épocas, afirma, en las que “todo el trabajo pesa¬ 
ba sobre el clero secular y regular y los laicos se limitaban a sostener la fe 
en las guerras religiosas.” Son llegados los tiempos en que “empezaron 
los seglares a contribuir con su ilustración y saber a sostener las buenas 
doctrinas” y pone el ejemplo de Montalambert, de Mun, Ozanam 
y otros. 

Nuestro biografiado era representativo, no sólo por su posición 
social sino también por sus antecedentes universitarios, su actua¬ 
ción en la enseñanza oficial y la salud pública y por su prestigio pro¬ 
fesional. Es probable que hubiera figuras más notorias que Carafí, 
pero le tocó esa actuación protagónica porque el acontecimiento 


205 Ver Anexo Documental N° 19. 


199 



• José Máximo Carafí • 


tuvo lugar mientras presidía el Club Católico. Es muy factible que, 
no obstante la influencia decisiva de Soler, las ideas y la militancia 
de Carafí fueran categóricas a la hora de trazar el programa del 
Congreso y para convocar participantes. 

Con un discurso de Bauzá se dio por fundada la Unión Católica 
(de la que Carafí era miembro en el momento de su muerte) y que 
tendría especial significado, porque a partir de su división en tres 
Uniones-, la Social, la Económica y la Cívica, que tuvo lugar en el 
Cuarto Congreso Católico de 1911, surgió de ésta última un partido 
político (la Unión Cívica), en el que canalizaron su quehacer con¬ 
notadas figuras del catolicismo, al punto de ocupar escaños parla¬ 
mentarios durante décadas, si bien la autoridad eclesiástica dejó a 
su feligresía en libertad de acción en la materia. 

Los grandes temas abordados en el Congreso y las medidas adop¬ 
tadas fueron, en síntesis, los que se consideran seguidamente: 

Con respecto a la prensa, fundamental para marcar presencia en 
la sociedad, donde, salvo El Bien, Los Debates, La semana religiosa y 
Montevideo católico, los restantes medios representaban a distintas 
corporaciones políticas e ideológicas, todos ellos sin compromiso 
confesional. 


PROYECTO DE RESOLUCIÓN 
El Congreso Católico resuelve: 

1. ° Constituir, dentro de la Unión Católica, una Comisión 
especial con el carácter de protectora de la prensa, cuyo fin será 
contribuir a la fundación de nuevos diarios y al sostenimiento de 
los ya existentes en la República. 

2. 0 Exhortar a los clubes católicos de los departamentos y a 
todas las asociaciones de carácter religioso de la República, a que 
contribuyan a la obra que tendrá a su cargo la Comisión de pro¬ 
tectorado de la prensa Católica. 

3.° Recordar a los Católicos que, de acuerdo con lo que es¬ 
tablecen los preceptos de la Iglesia y lo que exige el progreso de la 
causa católica, están no sólo en el deber de abstenerse de la lectura 


200 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


de libros y periódicos en que se atacan las doctrinas o los intereses 
religiosos, sino también, en el de no contribuir en manera alguna, 
sea pecuniariamente, sea con su concurso moral o intelectual a la 
propagación y sostenimiento de esos libros y periódicos. 

Carlos A. Berro (Presidente), Francisco Dura, Hipólito 
Gallinal (hijo), Saturnino Echevarría, Miguel Ugarte, José P. 
Espalter, secretario. 

También fue puesto a consideración y aprobado el siguiente 
proyecto sobre los Círculos Católicos de Obreros, que en los años 
siguientes conocerían singular despliegue (como trasunta la enume¬ 
ración de las diversas ciudades del interior donde ya habían surgido 
subsidiarios del de Montevideo). También los Círculos motivaron 
varias reuniones independientes, los Congresos respectivos, bajo la 
égida de la idea del fraterno y mutuo socorro entre los cristianos, 
ocasiones en las que Luis P. Lenguas tuvo singular prevalencia. 


Comisión de los CÍRCULOS CATÓLICOS DE OBREROS. 
PROYECTO DE RESOLUCIÓN 

I o Que es posible y aun fácil proteger al obrero católico, ofre¬ 
ciéndole un centro de mutuo socorro, o bien de instrucción y recreo, 
evitando así que el necesario descanso del día festivo sea para él un 
peligro. 

2. ° Que el orden cristiano y la sumisión tranquila del jorna¬ 
lero afianzan y acrecientan el bienestar general. 

3. ° Que los Círculos Católicos de obreros fundados con an¬ 
terioridad en Montevideo, Salto, Paysandú, Fray Rentos, Pando, 
Santa Lucia, Piedras y Colón, son testimonio fehaciente de la ac¬ 
ción pacífica y moralizadora de estas asociaciones. 

4. ° Que los poderosos tienen el deber moral y la conveniencia 
material de ayudar a sus correligionarios menos favorecidos de la 
fortuna, quienes por efecto de su mayor dedicación al trabajo ma¬ 
nual desatienden el cultivo de su espíritu, hallándose expuestos al 
mal ejemplo y al contagio del error. 


201 



• José Máximo Carafí • 


LA ASAMBLEA ACUERDA: 

1. ° Recomendar especialmente al Círculo Central de Obreros 
Católicos instalado en Montevideo, el estudio de las necesidades 
generales de las asociaciones católicas de obreros existentes en la 
República. 

2. ° Poner al cuidado del mismo Círculo el nombramiento de 
una comisión de su seno, compuesta de nueve miembros, con el fin 
de activar la fundación de asociaciones de obreros en cada uno de 
los pueblos de la República donde no los hubiere. 

3. ° Esta Comisión procederá a su vez, al nombramiento de 
sub-comisiones locales, las que emprenderán en los pueblos respecti¬ 
vos, de acuerdo con el señor Cura Párroco, los trabajos conducentes 
a la instalación y reglamentación definitiva de dichos centros, en 
armonía con las necesidades de cada localidad. 

4. ° La Comisión Central procurará persuadir a los empresa¬ 
rios de talleres, fábricas y saladeros la alta conveniencia que existe 
para ellos mismos y para sus dependientes, en coadyuvar a la pron¬ 
ta instalación de las mencionadas asociaciones. 

Montevideo, Abril 19 de 1889. 

Gurruchaga — Blanes — Gaveta — Bauzá — D. Vivas 
Cerantes, Secretario 

El otro gran asunto que preocupó sobremanera entonces a la 
grey católica fue el de la enseñanza libre , reflejado en la inauguración 
del Liceo de Estudios Universitarios y más tarde de numerosas escue¬ 
las en todo el país, relacionadas a diversas congregaciones religiosas. 
Sin duda, pese al avance progresivo de la Enseñanza Primaria públi¬ 
ca y laica a partir de José Pedro Varela (de 1877 en adelante) y al casi 
total monopolio de la Secundaria y Superior a influjo de Alfredo 
Vásquez Acevedo (desde 1880 en más), los católicos mantuvieron 
un lugar importante como portaestandartes del derecho a la educa¬ 
ción religiosa y moral de los hijos de las familias pertenecientes a su 
confesión, que eran la mayoría. Esto se ve reflejado en las sucesivas 
publicaciones estadísticas de Bauzá desde el Instituto Pedagógico, en 
las que demuestra el incremento del número de escuelas católicas 


202 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


en todo el país y de los niños inscriptos en ellas, frente a la progre¬ 
siva disminución de los alumnos en las escuelas estatales. 


Comisión de ENSEÑANZA. 

PROYECTO DE RESOLUCIÓN: 

Considerando que la cuestión de la enseñanza es una de las 
más trascendentales, por cuanto todo el porvenir de un pueblo está 
en la educación de la juventud. 

Considerando que sólo basándose en la enseñanza religiosa 
la educación llegará a ser la gran palanca regeneradora y la obra 
magna de civilización, 

El Congreso Católico sanciona la siguiente resolución: 

l. ° Que los esfuerzos de los católicos en pro de la regeneración 
social deben incluir entre sus fines principales la creación y soste¬ 
nimiento de escuelas católicas, a fin de que en cada parroquia se 
funde una o más, según las necesidades de la población; para cuya 
obra se reclama de una manera especial el auxilio y protección de 
los Comités y Juntas de la Unión Católica. 

2. 0 Que existiendo en Montevideo el Instituto Pedagógico pa¬ 
ra la dirección de las escuelas católicas, se aconseja que las comi¬ 
siones parroquiales se valgan de sus servicios y experiencias para la 
fundación de dichas escuelas; y 

3. ° Que en cumplimiento del deber que tienen los padres 
de dar a sus hijos instrucción religiosa, se les recomienda los en¬ 
víen a las parroquias respectivas á la explicación de la Doctrina 
Cristiana, 

M. Soler (Presidente)—Pedro Lezama—Antonio J. Rius — 
Francisco Bauzá—Eugenio Pérez Gorgoroso, Secretario. 

Se procede seguidamente a la designación de los integrantes del 
Directorio de la Unión Católica: 

El señor Francisco García y Santos, de acuerdo con el arti¬ 
culo 3. 0 del Reglamento del Congreso y a nombre del doctor don 
Hipólito Gallinal (hijo), miembro de la Comisión Organizadora, 


203 



• José Máximo Carafí • 


presentó la siguiente lista para constituir el Directorio de la Unión 
Católica: 

Sr. Dr. Joaquín Requena. 

« « Mariano Soler. 

« Francisco Bauza. 

« « Juan Zorrilla de San Martín. 

« « Carlos A. Berro. 

El Presidente efectivo , José Máximo Carafí, clausuró el acto con 
breves palabras. 

En la sesión solemne de clausura, presidida por Monseñor 
Yéregui, el día 30 de abril, el prelado dio lectura al telegrama de 
León XIII, que los congresales aclamaron y que decía así: 

Al limo, señor Obispo del Uruguay. 

Roma, 29 de Abril de 1889. 

El Padre Santo, complacido, pide favor celestial sobre Congreso 
Católico y lo bendice. Cardenal Rampolla. 


Segundo Congreso Católico del Uruguay 


En los primeros días de enero de 1893 se reunió el Segundo 
Congreso Católico Uruguayo , donde continuaron tratándose los im¬ 
portantes problemas que tenían que ver con el laicado uruguayo, 
ya bajo el obispado de Soler y del que también participó Carafí. 
Quizás sea ésta la única de las reuniones que estamos estudiando 
que tuvo lugar en un clima de relativa tranquilidad y equilibrio 
con el poder político durante la administración de Herrera y Obes. 
Contó con la ya decidida participación de Bauzá, que se había de¬ 
finido como uno de los más fervientes e inteligentes partidarios de 
la causa católica, luego de Juan Zorrilla de San Martín, en su carác¬ 
ter de intelectual no universitario y político de fuste, con todas las 
energías -y aún las gracias espirituales- propias del converso. 


204 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


Minibiografía de Francisco Bauzá 


Pese a haber nacido y ser formado en un hogar católico, se ha¬ 
bía alejado de la práctica. Primero militó en el Club Racionalista 
hasta que la Profesión de Fe lo separó de él y lo aproximó más al 
esplritualismo deísta. No obstante haberse iniciado con antelación 
a esta fecha, su nueva conversión al catolicismo ocurrió en opor¬ 
tunidad de una cena ofrecida en el Club Católico en 1882 a los 
periodistas argentinos que habían participado en su país de los mo¬ 
vimientos en pro de la libertad de enseñanza, ocasión en la que hizo 
uso de la palabra. A partir de entonces, con la emoción y la fuerza 
del converso, participó de todos los movimientos, en especial en su 
calidad de parlamentario. Su extracción era colorada y en esas filas 
siguió participando, si bien se alejó de Santos, habida cuenta del 
furioso anticlericalismo del militar, que fue no obstante su amigo. 
Debemos a Juan E. Pivel Devoto (1910-1997) varios estudios dedi¬ 
cados a la vida y obra de Bauzá, 206 cuya lectura es esclarecedora de 
esta tan fascinante figura. De ellos surge además el concepto gené¬ 
rico que no hubo asimilación entre tendencias políticas y confesio¬ 
nes religiosas. Otros colorados, como de Salterain, también fueron 
católicos. Mientras tanto, muchos blancos, como el propio Luis 
A. de Herrera (1873-1959, de formación anglicana), no comulga¬ 
ban con dicha confesión. Algunos, como Luis P. Lenguas (1862- 
1932), abandonaron el Partido Nacional para plegarse a la Unión 
Cívica. Roberto Berro (1886-1956) -católico toda su vida- actuó 
junto a Herrera. Juan B. Morelli (1868-1947) -un converso tardío- 
perteneció también a esta última tendencia política. Otros, como 
Zorrilla de San Martín se manifestaron siempre en forma explícita 
al margen de las distintas posiciones políticas tradicionales. Creada 
la Unión Cívica y planteada como una opción política, la autoridad 
eclesiástica se encargó de dejar claro que ningún católico debía sen¬ 
tirse obligado para con ella, puesto que la actuación en el marco de 

206 Pivel Devoto, J. E. Esmdio Preliminar. En: Francisco Bauzá: Historia de la dominación 

española en el Uruguay , Montevideo, Ministerio de Instrucción Pública, Colecc Clás 
Urug, N° 97, 1967; Ibídem. Prólogo. En: Francisco Bauzá: Estudios Sociales y Econó¬ 
micos. Montevideo, Ministerio de Educación y Cultura, Biblioteca Artigas, 1972. 


205 



• José Máximo Carafí • 


la sociedad laica debía buscarla cada cual según su conciencia, siem¬ 
pre que esto no fuese en contra de los principios del catolicismo. 
Esta fue la lúcida posición asumida por Monseñor Juan Francisco 
Aragone (1883-1953), segundo Arzobispo de Montevideo. 



Francisco Bauzá 


Juan Zorrilla de San Martín 


Asociación católica LeónXIII 


En 1893, Carafí aparece formando parte de la Asociación 
Católica León XIII, fundada ese año con la finalidad de apoyar los 
movimientos sociales acaudillados por los integrantes de los Círculos 
Católicos, dentro de los cuales se habían producido algunas fractu¬ 
ras, quizás por la posición excesivamente paternalista (podría decir¬ 
se hoy conservadora) de sus primeros integrantes, frente al encare de 
Soler, que planteaba ir a las causas de fondo, las que tan lúcidamen¬ 
te expuso en sus Cartas Pastorales. Lo propio ocurrió más adelante 
en El Bien, cuando Zorrilla se alejó de la dirección por haber mani¬ 
festado públicamente en ese medio de prensa su afinidad con ciertas 
políticas impositivas propugnadas por Batlle y Ordóñez, las que no 
eran compartidas por sus colegas y correligionarios. 


206 


■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


Solicitud formulada por laicos uruguayos a León 

XIII PARA LA DESIGNACIÓN DE SOLER COMO ARZOBISPO DE 

Montevideo 


La otra oportunidad, en 1893, que Carafí encabezó un grupo 
importante de laicos católicos uruguayos fue cuando estos dirigie¬ 
ron una nota al Secretario de Estado de León XIII con la finalidad 
que intercediera ante el Pontífice para elevar a Monseñor Mariano 
Soler a la jerarquía de Arzobispo de Montevideo. Debemos tener 
presente la fluida relación que había tenido este último, invetera¬ 
do viajero, con León XIII y la expresa negativa del Santo Padre 
-en ocasión de la muerte de Monseñor de Yéregui en 1890- a la 
solicitud que Soler le formulara en el sentido de retirarse a la vida 
contemplativa. 

Refiere la fuente bibliográfica -rescatada y publicada por 
Pedro Gaudiano y que reproducimos íntegramente en los Anexos 
Documentales- 207 que a posteriori de que Monseñor Irazusta digi¬ 
riera una nota al cardenal Rampolla con fecha 5 de diciembre de 
1893, adjuntando la de la Unión Católica del Uruguay y una copia 
de la nota redactada por el Ministro de Relaciones Exteriores de 
nuestro país, Dr. Manuel Herrero y Espinosa, el segundo de los 
prelados respondió, el 14 de diciembre, en estos términos: 

[...] Su Santidad, mientras se complacía en reconocer y apre¬ 
ciar los distinguidos méritos del celoso Monseñor Soler, como asi¬ 
mismo la noble prueba de devoción y adhesión a la Iglesia y a 
la local autoridad eclesiástica de la susodicha Unión Católica, se 
mostraba por otra parte dolido por no poder acceder al deseo de los 
recurrentes, no estando tal concesión en la pragmática de la Santa 
Sede, la cual está acostumbrada únicamente a conservar el título 
de Arzobispal a aquellos Prelados que de una Sede Metropolitana 
sean transferidos a otra Sede puramente Episcopal. 

Sin embargo, en vista de la importancia de la Sede en la 
Capital de la República Uruguaya, el S. Padre de buen grado esta¬ 
ría dispuesto a elevarla a Metropolitana, siempre que el Gobierno 
haga los trámites necesarios para la erección de al menos una 
Diócesis Sufragánea a la misma. 

207 Anexo Documental N° 20. 


207 



• José Máximo Carafí • 


Cabe agregar que un telegrama, fechado en Roma el 16 de 
diciembre de 1893, anunciaba que León XIII, en el consistorio 
de Navidad de ese mismo año, crearía dos nuevos obispados en 
Uruguay y elevaría el obispado de Montevideo a Arzobispado, de¬ 
signando a Monseñor Soler para regirlo. Aunque esta noticia no era 
veraz, se difundió como cierta a través de la prensa montevideana y 
también argentina. 

Recién el 14 de abril de 1897, León XIII firmaría las bu¬ 
las correspondientes a la erección y circunscripción de la nueva 
provincia eclesiástica del Uruguay, elevando a metropolitana la 
sede de Montevideo, y creando las dos nuevas sedes episcopales de 
Salto y de Meló. Cinco días después, el 19 de abril, un lunes de 
Pascua, Mons. Mariano Soler era preconizado en Roma como pri¬ 
mer Arzobispo de Montevideo. Y el 5 de octubre de aquel mismo 
año. Soler firmaría el llamado Auto Ejecutorial, por el cual daba 
a conocer la bula leonina y tomaba posesión del gobierno de las 
tres diócesis.™ 

Carafí no tendría ocasión de ver esta nueva etapa de la Iglesia 
uruguaya. 

Luego de la muerte de Soler, ocurrida en 1908, transcurrió un 
largo período durante el cual la Arquidiócesis permaneció acéfala, 
hasta la separación de la Iglesia y el Estado en 1919, momento en 
que se designó a Monseñor Francisco Aragone. 


Los Decanos católicos de la Facultad de Medicina de 

Montevideo 


Para finalizar este capítulo consagrado a la actuación pública de 
los laicos católicos, deseamos mencionar a los cuatro médicos deci¬ 
didamente católicos que desempeñaron el Decanato de la Facultad 
de Medicina. Fueron ellos, además de Carafí: Pablo Scremini (1874- 
1950), entre 1936 y 1939, Julio C. García Otero (1895-1966), de 
1939 a 1946 y entre 1955 y 1958 y Eduardo Touyá (n. 1937), entre 
1992 y 1998. 

208 Gaudiano, P. El primer antecedente de la creación del arzobispado de Montevideo en 
el Archivo Vaticano. Soleriana [Montevideo], 1998; 9: 87-94. 


208 



Capítulo XVIII 


COFUNDADOR Y PRIMER 

Presidente de la Sociedad de 
Medicina de Montevideo 


Importancia de la Sociedad en la la creación de una 
Medicina nacional 

D urante más de treinta años tuvo esta Sociedad singular 
importancia para la Medicina uruguaya. Fue el ámbi¬ 
to de discusión donde se intercambiaron experiencias, 
opiniones e iniciativas, sin visos de parcialidad ideo¬ 
lógica, tanto acerca de casos clínicos puntuales como sobre temas 
de ciencias básicas y sobre otros que preocupaban a los médicos en 
cuanto responsables de la salud colectiva. 

Esta corporación ofreció un complemento necesario a la 
Facultad de Medicina, puesto que se convirtió en un espacio de in¬ 
terrelación de sus catedráticos, transformando un grupo disperso de 
profesores en una colectividad orgánica de investigadores, más que 
nada clínicos, de la que no estaba ausente la competencia, si bien 
su principal propósito era la creación, a veces en mínima medida, 
de nuevos conocimientos o enfoques diferentes y hasta originales 


209 



• José Máximo Carafí • 


frente a viejas posturas. Podemos aseverar sin temor a equivocarnos 
que de esta vinculación entre la Facultad y la Sociedad surgió una 
Medicina nacional con perfiles propios, que se difundió como tal, 
tanto en América como en Europa, perdiendo todo viso de colonia¬ 
lismo científico. Esta Sociedad fue el núcleo de cristalización que la 
naciente escuela médica uruguaya necesitaba para adquirir carta de 
ciudadanía -como un adulto joven cuando se vuelve capaz de rele¬ 
var a un veterano- sosteniendo enhiesta la llama de su tradición. 

No en vano formaban parte de ella todos los profesores de la 
Facultad, con mayor o menor protagonismo y con encares diferen¬ 
tes según su condición de clínicos o básicos, pero también otros que 
no pertenecían a dicho ámbito. No es poca cosa la mención de que 
los estudiantes de Medicina y Farmacia asistían a las reuniones en 
calidad de oyentes. 

En este ámbito pronto se delinearían poco a poco las especia¬ 
lidades. En efecto, además de la medicina, la cirugía y la obste¬ 
tricia, comenzaron a presentarse contribuciones concernientes a la 
oftalmología, la otorrinolaringología, la urología, la neurología, la 
ginecología, etc. Entre sus integrantes se fueron conformando es¬ 
cuelas que persistieron a lo largo de los años y, más tarde, Sociedades 
especializadas, primero Seccionales de los Congresos e independien¬ 
tes de la Sociedad madre después. Quizás esto fue lo que motivó a 
Turenne, en un esfuerzo por mantener la cohesión, a convertirla en 
una Federación de Sociedades de Medicina, Cirugía y Especialidades. 


Fundación de la Sociedad de Medicina y su vinculación 

CON LOS FARMACÉUTICOS 

En 1893 tuvo lugar la fundación de la Sociedad de Medicina, 
gracias a la inquietud de los jóvenes doctores Joaquín de Salterain 
y José Scoseria. 209 A diferencia de la Sociedad de Medicina monte- 
videana (que funcionó entre 1852 y 1856), de la que la presente 
puede considerarse heredera, así como de las fugaces agrupaciones 


209 La Sociedad de Medicina. Centr Farm Urug, 1893; 1 (4): 40-41 


210 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


científico médicas que lideró Cari Brendel en 1879 y 1885, 210 des¬ 
aparecidas a consecuencia de disputas entre sus integrantes, la que 
estamos considerando fue la primera en perdurar varios decenios 
(exactamente 39 años) 211 y contar, a partir de 1898, con su propio 
órgano de publicaciones, la Revista Médica del Uruguay. 

Con referencia a este acontecimiento, dice la revista Centro 
Farmacéutico Uruguayo-. 

El progreso de los centros y agrupaciones que persiguen un fin 
práctico, debe manifestarse por iniciativas que despierten movi¬ 
miento en las esferas de su actividad, porque en las colectividades, 
como en los individuos, el silencio y el aislamiento no son nunca 
signos de vida exuberante. 

Las profesiones Médica y Farmacéutica de nuestro país, han 
llegado, por una serie de mejoras graduadas y progresivas, a un 
nivel científico elevado que exige de ellas manifestaciones intelec¬ 
tuales que demuestren su adelanto y su valer. Ocupadas hasta el 
presente de la vida material y de los intereses profesionales, sus actos 
como colectividad han tendido únicamente a la unión entre sus 
miembros y al mejoramiento de las condiciones del medio en que se 
agitan, sin propender ostensiblemente al cultivo de las ciencias mé¬ 
dicas ni al acumulo de caudal científico por quienes las ejercen. 

Detacamos el párrafo que sigue: 

Y así, por falta de estímulo, por falta de ambiente adecua¬ 
do, yacían muchos de estos en el marasmo, reducidos a la práctica 
diaria y al estudio diario, y los más activos perdían observacio¬ 
nes y despreciaban o descuidaban hechos de valor científico dignos 
de enriquecer la literatura médica, dando brillo a la colectividad 
Médica Nacional. 

Finalizando la nota afirma: 

Comprendiéndolo así el doctor Salterain y deseoso de llenar 
vacío tan notable, dirigióse a los Catedráticos de la Facultad de 
Medicina y propúsoles la creación de un Centro exclusivamente 
científico, destinado a la exposición y discusión de cuantos asun¬ 
tos tengan relación con las Ciencias Médicas. Aceptada la idea 

210 La Universidad, 1885; 1 (11-17): 212, 227 y 277-78. 

211 Fue seguida en 1932 por la Federación de Sociedades Médicos Quirúrgicas del Uruguay, 
fundada por Augusto Turenne, cuyo órgano oficial fueron los Archivos Uruguayos de 
Medicina, Cirugía y Especialidades. 


211 



• José Máximo Carafí • 


con entusiasmo y adoptadas brevemente las bases fundamentales, 
quedó fundada la Sociedad de Medicina de Montevideo, formán¬ 
dola desde el momento los Catedráticos de Medicina y Farmacia 
de nuestra Facultad y pudiendo en adelante pertenecer a ella cuan¬ 
tos Médicos o Farmacéuticos lo soliciten, cumpliendo previamente 
lo que prescribe el Reglamento, que está redactándose, respecto al 
ingreso de nuevos miembros; y procediéndose de inmediato a la 
elección de la Junta Directiva. 

A modo de corrección de una errata, más adelante agrega la 
misma fuente de información: 

En nuestro artículo del número anterior, referente a la funda¬ 
ción de la Sociedad de Medicina, incurrimos en un error involun¬ 
tario que, en honor de la verdad, tenemos el deber de salvar. 

Hacíamos aparecer como iniciador de la idea al doctor 
Salterain y a él exclusivamente, según se desprendía de nuestras 
palabras, se debía la fundación de la Sociedad. 

Sin quitar gloria al doctor Salterain ni disminuir el valor de 
sus afanes y activos trabajos para ver establecida la Sociedad de 
Medicina, debemos hacer constar que la idea inicial de su fun¬ 
dación partió del doctor Scoseria, el cual la expuso ante todos los 
Profesores de la Facultad en el banquete que, para celebrar el ani¬ 
versario de su creación, tuvo lugar el 16 de Diciembre próximo 
pasado. Y, preocupado de ello desde entonces, el doctor Scoseria 
cambió opiniones con el doctor Salterain y unió a los de éste sus 
deseos, haciendo ambos juntos los trabajos preliminares que pronto 
[se] vieron coronados del más completo éxito. 212 



Joaquín de Salterain y José Scoseria 


212 Centr Farm Urug, 1893, 1 (5): 68. 


212 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


Integración de la primera Comisión Directiva e 

INICIALES SESIONES CIENTÍFICAS 


La primera reunión científica de la Sociedad de Medicina tuvo 
lugar el 14 de setiembre de 1893, bajo la presidencia de Antonio 
Serratosa y la secretaría de Américo Ricaldoni, que también ocupa¬ 
ron esas jerarquías en las dos siguientes, el 21 y el 28 de ese mismo 
mes y año. En esta última ocasión “se declaró instalada la Sociedad y se 
discutieron algunas de las bases principales El 3 de octubre “se eligió 
la primera Junta Directiva, que quedó constituida en la forma siguien¬ 
te: Presidente, doctor Carafí; Vicepresidente, doctor Serratosa; Tesorero, 
doctor [José] Samarán; Bibliotecario, doctor Salterain; y Secretario el 
doctor Ricaldoni”. En la sesión del 11 de octubre, el ya Presidente 
Carafí “pronuncia unas palabras explicando los fines y objetivos de la 
Sociedad de Medicina” y a partir de ese momento, se inicia la serie 
de presentaciones propiamente científicas por parte de los distintos 
miembros. Estos eran veinticuatro al constituirse la corporación y 
veintidós al fin del primer año. El 10 de mayo de 1894, “el doctor 
Ricaldoni presenta renuncia del cargo de Secretario, que por su carácter 
indeclinable es aceptada. Se propone al doctor Lamas, que no acepta. 
Se nombra por unanimidad al doctor [Jacinto] De León. ” Ignoramos 
las razones que motivaron el alejamiento de uno de los promotores 
de la iniciativa, quien, sin embargo, continuó actuando. 213 

Como homenaje, que quizás haya sido el único que se le tri¬ 
butó en vida, José Máximo Carafí, según acaba de verse, fue nom¬ 
brado Presidente, en tanto el viejo médico español, profesor de la 
Facultad de Medicina desde la época de su instalación, don Antonio 
Serratosa, lo fue en carácter de Vicepresidente. La explicación de es¬ 
tas designaciones pudo haber sido que los noveles médicos desearan 
recurrir a dos profesionales de prestigio: uno joven, aureolado por 
una brillante formación europea; el otro viejo, de reconocida au¬ 
toridad moral, a modo de respaldo para llevar adelante una inicia¬ 
tiva que congregaba a médicos de diferentes edades, formaciones, 
tendencias y aspiraciones, quienes en oportunidades previas habían 

213 CentrFarm Urng , 1893,1 (4): 41. 


213 



• José Máximo Carafí • 


probado ser irreconciliables. Las reuniones contaron con la asisten¬ 
cia de “ numeroso público de estudiantes, Médicos y Farmacéuticos”. 



Antonio Serratosa 


En el seno de la Sociedad de Medicina se dio una proficua inte¬ 
racción entre los médicos y los químicos farmacéuticos, quienes ha¬ 
bían formado primero su propia corporación y acogido a aquellos 
en sus publicaciones, como demuestra el hecho que las primeras 
actas de la Sociedad de Medicina nos han llegado a través de la revis¬ 
ta Centro Farmacéutico Uruguayo. Uno de los pertenecientes a este 
gremio había sido el Maestro e iniciador de los galenos nacionales 
en materia de historia natural, uso del microscopio y procedimien¬ 
tos bacteriológicos, por no decir en la metodología científica expe¬ 
rimental: el español José Arechavaleta. 

Para el ingreso de nuevos socios, era preciso que dos titulares 
informaran acerca de un trabajo elaborado por el aspirante, que en 
caso de ser aceptado, era leído. 214 


214 Así ocurrió el I o de octubre de 1894 cuando “se da lectura al trabajo de ingreso a la 
Sociedad, presentado por el doctor Quíntela, así como del informe suscrito por los doctores 
Figariy Pouey, siendo entrambos aprobados”. 


214 


■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


Contra el ejercicio ilegal de la Medicina 


Todos se oponían al charlatanismo y la improvisación, como se 
evidencia en la reunión del 16 de julio de 1894, ocasión en que “por 
moción del doctor Salterain se trata del asunto de Monseñor Estrázulas, 
resolviéndose dirigir una petición al Poder Ejecutivo, firmada por los 
miembros de la Sociedad, solicitando se vete la Ley que confiere al men¬ 
cionado derechos para ejercer la medicina. ” Igualmente, cuando se¬ 
ñala que “han pasado ya cuatro meses desde que, por intermedio del 
Centro Farmacéutico, nuestros colegas de Paysandú elevaron al Consejo 
de Eligiene Pública una denuncia sobre ejercicio ilegal de la Farmacia 
en aquel departamento, citando casos concretos de faltas a la ley de abu¬ 
sos graves. Posteriormente a esta denuncia y como para confirmarla ple¬ 
namente, se produjo en aquella ciudad la muerte por envenenamiento 
por el arsénico, de una persona a quien equivocadamente se expendió 
dicha sustancia tóxica en una casa de comercio, de lo cual dimos opor¬ 
tuna y detallada noticia en esta Revista. Pues hasta ahora, el Honorable 
Consejo de Eligiene no ha tomado disposición alguna que ponga reme¬ 
dio a lo que, con peligro grave de la salud pública y en perjuicio de los 
derechos de los Farmacéuticos pasa en PaysandúL 215 

Temas clínico-patológicos 

En la Sociedad de Medicina se planteaban temas procedentes de 
la clínica, se presentaban piezas anatomo patológicas o se exhibían 
los propios pacientes. En otros casos se brindaba una interpreta¬ 
ción fisiopatogénica de los hechos, poniéndolos en perspectiva con 
referencia a las teorías, de las más arcaicas a las más de avanzada. 
Los trabajos eran sobrios, casi diríamos modestos, aunque de gran 
precisión en los términos y apego a los hechos, lo que daba valor a 
estas primeras piezas de investigación clínica, elaboradas en base al 
método descriptivo y comparativo. Las discusiones ponen de ma¬ 
nifiesto las formas de ser dispares de los consocios, que contrasta 

215 Sueltos. Centr Farm Urug, 1894, I (11): 164. 


215 



• José Máximo Carafí • 


al tímido frente al fogoso, aunque manteniendo siempre el debido 
respeto. Las ideas procedentes del mundo francés se fecundan con 
las que venían del de habla inglesa o alemana, a través de recientes 
traducciones o de la lectura de revistas en sus idiomas vernáculos. 
El que llegaba de París se ufanaba de conocer también a los alema¬ 
nes. El que practicaba el francés tan bien como si del español se 
tratase, se complementaba, en el ámbito de las reuniones o en las 
conversaciones de corredor, con el que, por razones de origen o de 
adopción cultural, tenía más a mano la experiencia inglesa, alemana 
o norteamericana. 


La discusión sobre la potabilidad de las aguas 
CORRIENTES DE MONTEVIDEO 


Las inquietudes sanitarias también surgían en el seno de esta 
Sociedad. Sus miembros, desde diferentes puntos de vista, procura¬ 
ron darles solución y así continuó hasta el siglo siguiente, ya que en 
este ámbito fue donde se plantearon inquietudes sanitarias que más 
tarde trascendieron al país, la región y el mundo (quiste hidático, 
enfermedades venéreas, cáncer, etc.). Tal el asunto del agua potable 
para uso de los habitantes de Montevideo, que es de ellas la primera 
en proponerse. Vale la pena hacer mención especial a este episodio 
acontecido durante la Presidencia de Carafí. Se estaban jugando las 
cartas del poder -en buena ley- a favor de la autoridad sanitaria, res¬ 
paldándola con el conocimiento clínico y científico experimental. 

Se entabló una discusión en torno a los informes que cotidia¬ 
namente publicaba el Laboratorio Químico dirigido por los pro¬ 
fesores Morelli, Carlosena y Guglielmetti en el diario El Siglo en 
cuanto a la potabilidad de las aguas corrientes de Montevideo. En 
el correspondiente al I o de abril de 1894, se afirma que las mismas 
son de sospechosa calidad, “difiriendo este adjetivo notablemente de 
la clasificación que hace del agua este Laboratorio, de la que, de la 
misma agua, hace el Laboratorio Municipal [dependiente de la Junta 
Económico-Administrativa y que publicaba sus datos en las colum- 


216 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


ñas de La Tribuna , razón por la cual], la Dirección de Salubridad se 
dirigió a este último requiriendo informes sobre el caso y pidiendo las 
explicaciones necesarias 

A renglón seguido, el Centro Farmacéutico Uruguayo daba a co¬ 
nocer, en primer término, el informe del Laboratorio Municipal, que 
estaba a cargo de Carlos Regúnaga y bajo la órbita de la Dirección de 
Salubridad, dependiente de Juan L. Héguy (que a la vez era miembro 
del Consejo de Fíigiene Pública). Estaba fechado el 7 de junio y seña¬ 
laba que de acuerdo a los criterios adoptados años antes, “el agua se 
encuentra [...] en las condiciones reglamentarias Al mismo tiempo 
califica a los otros informes como “ carentes de valor científico’ ’, a su 
redacción como “ilógica y hueca de sentido” , llena de “ inexactitudes 
[y] numerosos errores” , lo que pone de manifiesto, a su entender, el 
“poco tino de los señores Morelli, Cario sena y Guglielmetti” . Termina 
aseverando que, si desea conocerse la potabilidad del agua, debería 
sumarse el examen bacteriológico a la determinación del contenido 
en proteínas. 

Siguió a ésta una Carta abierta que en nombre de los aludidos 
envió Guglielmetti con fecha 11 de junio, refutando, mediante ar¬ 
gumentos científicos y citas bibliográficas, cada una de las asevera¬ 
ciones del informe previo. Enfatiza el farmacéutico que el mínimo 
criterio para considerar potable el agua es si su contenido en ma¬ 
teria orgánica no rebasa los 3 miligramos por litro. Agrega que ni 
la identificación ni el recuento bacteriano tienen valor adicional 
alguno. 

Casi enseguida, el 15 de junio, Regúnaga plantea que, por ha¬ 
berse comprobado que “ con el aumento progresivo de la materia or¬ 
gánica en el agua corriente, ha aumentado también de un modo consi¬ 
derable en estos últimos días el número de bacterias” , a lo que se suma 
la aparición de una “ especie sospechosa, [el Director de Salubridad 
debería dirigirse...] a la empresa [de Aguas Corrientes], haciéndole 
conocer este estado de cosas, a fin de que ella adopte las medidas con¬ 
venientes”. 

A raíz de esta discusión, la Junta pasó el asunto “ a informe 
del Honorable Consejo de Higiene, a fin de que se sirva manifestar el 


217 



• José Máximo Carafí • 


máximum de materia orgánica tolerable en las aguas de consumo y sus 
demás condiciones de potabilidad”. 

Con la firma de Carafí y Carlos A. Berro, ésta última corpora¬ 
ción transcribe el “ dictamen emitido [...] con motivo del proyecto para 
dotar a esta capital de agua potable del río Santa Lucía, captada en el 
Paso de las Toscas, que dice así: “El Consejo opina que, en ningún caso 
debe tolerarse que el agua contenga más de tres miligramos por litro 
de materia orgánica, calculada en oxígeno consumido, empleándo¬ 
se para el análisis el procedimiento de M. Girard”. Asimismo, que 
“el Consejo considera excesiva la cifra de 4.000 gérmenes, a que hace 
referencia el informe del Laboratorio Químico Municipal 

A esta nota siguió otra, dirigida a la Junta, procedente de la 
Empresa de Aguas Corrientes, en la que ésta manifiesta que el lí¬ 
mite de tolerancia en cuanto a potabilidad había sido fijado en 5 
miligramos de materia orgánica por litro con fecha 24 de julio de 
1888. De ahí se sigue -dice la misiva- que “nopuede [...] modificar¬ 
se arbitrariamente ese límite”. Y finaliza con esta frase, casi cómica: 
“Es, pues, sobre este hecho que no puede caber modificación, tanto más 
cuanto que no excediendo la materia orgánica de la cantidadfijada, el 
agua es de perfecta calidad. ” 216 

Debemos tener presente que en las primeras reuniones de la 
Sociedad, en octubre de 1893, un semestre antes de los hechos pre¬ 
viamente relatados, Morelli se había ocupado de “El Bacterium Coli 
comune en el agua corriente”, de Salterain, de la “Profilaxia del cólera” 
y en noviembre, Carlosena había dado lectura al trabajo titulado 
“ Observaciones sobre la composición de la leche de vaca que se expende 
en Montevideo”y, otra vez Morelli, sobre las “ Causas de la infección 
del agua corriente: preservación individual y preservación colectiva”. O 
sea que el tema ya preocupaba a médicos y farmacéuticos antes de 
plantearse la discusión. 

En julio de 1894, coincidiendo con los hechos mentados, “el 
Profesor Guglielmetti, da lectura a un trabajo sobre las aguas corrientes 
de Montevideo, hecho en unión del profesor Carlosena, y en el cual 

216 Las aguas corrientes de Montevideo. Centt Fram Urug , 1894,1(12): 165-176 y (13): 

192-199. 


218 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


se determina la existencia en el agua de apreciables proporciones de 
ázoe albuminoide y ázoe amoniacal. Toman parte en la discusión sub¬ 
siguiente, además del conferenciante y por su orden, el doctor Carafí, 
profesor Carlosena y doctores Morelli, Lamas, Vidal y Fuentes, Scoseria 
y de SalterainJ 

Podemos concluir que a punto de partida de la “ movida cien¬ 
tífica e intelectual” ocasionada por los miembros de la Sociedad de 
Medicina, con inquietudes científico experimentales y de higienis¬ 
tas, que tuvo lugar ya en las primeras sesiones y culminó con el in¬ 
cidente de marras, se avivó la discusión pública sobre el asunto. La 
misma puso de manifiesto la debilidad de las bases conceptuales de 
quienes estaban a cargo de la Junta de Salubridad y del Laboratorio 
respectivo, que, si bien quisieron arremeter valiéndose de su po¬ 
sición, debieron luego desdecirse, dejando muy mal parada a la 
Compañía de Aguas Corrientes. En otras palabras, como bien lo dice 
la primera Comisión Directiva en el Informe al final de su primer 
año de gestión, esta Corporación sirvió “para la defensa de la salud 
individual y colectiva 217 

Es altamente probable, además, que a partir de dichas in¬ 
quietudes -y por retro alimentación- surgiera del mismo seno de 
la Sociedad de Medicina, el impulso para crear en la Facultad el 
Instituto de Higiene Experimental, inquietud liderada por Morelli y 
Scoseria, que se concretaría por Ley de diciembre de 1895. 

Fin de la actuación de la primera Comisión Directiva 


Volviendo a la consideración de la primera Comisión Directiva, 
al finalizar ésta su primer año de actuación, concluye con el texto 
que va a continuación, de estilo netamente carafiano: 

Acaba de vencerse el plazo designado por nuestro Reglamento 
para el cese de las funciones que tuvisteis a bien encomendar a 
nuestras mejores voluntades, y antes de separarnos, os debemos una 
palabra de agradecimiento y una explicación, que aunque bre- 

217 Sociedad de Medicina de Montevideo, Centr Farm Urug 1895, 2 (3): 51-57. 


219 



• José Máximo Carafí • 


ve, traducirá el estado actual de la naciente asociación que recién 
cumple un año de vida. 

En el escaso tiempo transcurrido desde la fundación de la 
Sociedad de Medicina, hasta el presente no ha sido posible vigo¬ 
rizar su existencia, difícil como la de todos los organismos nuevos. 
Aceptar, como un hecho impuesto por las necesidades de nuestra 
vida intelectual, la idea de su creación; discutir las bases de su 
funcionamiento y garantizar su estabilidad; tales han sido los obje¬ 
tivos principales que han distraído vuestros Utilísimos esfuerzos. 

Gracias a vuestro celo y mal grado las dificultades de los pri¬ 
meros pasos, habéis vencido todos los obstáculos y dado resolución 
al problema, cimentando sobre sólidas bases siquiera la estabilidad 
de una sociedad que no tiene otro interés sino el interés científico. 

Sólo para obtener ese resultado, fue menester seleccionar entre 
los individuos que forman el cuerpo médico de la República, aque¬ 
llos que, merced al caráctger profesional que invisten, estuvieran 
ajenos a toda sospecha y ofrecieran positivas garantías de seriedad, 
sin negar por eso competencia suficiente a los que no reunieran 
semejantes condiciones. 

Planteado el problema de tal manera, no se podía dudar que 
el núcleo de profesores titulados de las Facultades de Medicina y 
Farmacia fuera indicado para ese fin. Por esas razones se constituyó 
la Sociedad, en sus albores, con la base antedicha: por esas razones, 
y porque la idea primitiva de su fundación había sido escogida 
especialmente con beneplácito entre el número de los señores cate¬ 
dráticos. 

Sintetiza el espíritu nuevo del grupo en estos términos: 

El descrédito, por otro lado, en que habían caído no hacía 
mucho tiempo, diversas sociedades análogas, nos aconsejaba proce¬ 
der con entera prudencia, vinculando a los intereses primordiales 
de la reciente institución a aquellas personas que, como os decíamos 
hace un momento, tuvieran directa ingerencia en las cuestiones de 
orden científico. 

Ese principio, adoptado después de reflexiones maduras, no 
ha sido un principio de exclusión, sino por el contrario, se trataba 
de constituir una sociedad científica con base de representación, 


220 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


y nadie mejor que los señores Profesores para organizaría en los 
albores de su existencia. 

Fundada ya, garantida su estabilidad, abre sus puertas hoy a 
todos los que se interesan por el progreso de los estudios científicos, 
siendo bien modestas las condiciones que exige para su ingreso, pues 
no se concibe que exista hombre de insignificante valor intelectual 
que no pueda llevar a cabo, si no la ejecución de un trabajo de 
largo aliento erudito, la exposición, al menos, de una observación 
concisa, clara y exacta. El tiempo, espero, enseñará si esas condi¬ 
ciones, bien poco exigentes por cierto, deben de permanecer incon¬ 
movibles. 

Para terminar, agregando que nada resulta desdeñable en 
Medicina cuando se trata de aprender y superarse: 

Vencidos todo género de dificultades, merced a vuestra cons¬ 
tante cooperación, la Sociedad de Medicina de Montevideo cuenta 
ya con un año largo de vida, durante el cual, según acabáis de 
verlo, numerosos han sido los trabajos presentados, activas las dis¬ 
cusiones y fecundos entrambos, sino para el público en general, 
para vosotros mismos. 

Quizás en lo futuro, nuestras reuniones deban revestir carácter 
más familiar, limitándose la mayoría de las comunicaciones a la 
simple enunciación de un hecho práctico, que si bien no se presenta 
con todos los atavíos exigidos por las obras de largo aliento, ofrezca 
el seductor incentivo de la observación y de la experiencia. 

Si así sucediera, vosotros bien lo sabéis, por reducido que fuera 
nuestro público, mucho se ganaría, que una observación bien to¬ 
mada y un hecho clínico bien analizado; no son simiente perdida 
arrojada al acaso, sino positiva enseñanza jamás olvidada en el 
trascurso del tiempo. 

Multiplicar asimismo nuestra esfera de acción, ventilando 
los problemas prácticos que se presentan, según nuestra situación, 
nuestro clima y nuestras costumbres, temas fecundos ofrecerán a 
nuestras actividades, y no dudamos que en esa noble tarea, coope¬ 
raréis como alumnos de la escuela de medicina, que enseña a hablar 
después de haber pensado y a pensar después de haber aprendido y 
observado. Carafí.- Serratosa.- Lamas. - Samarán. 


221 



• José Máximo Carafí • 


Del Movimiento de caja, que sigue al que acabamos de mencio¬ 
nar, se puede sacar en conclusión que el presupuesto ascendió a 294 
pesos por concepto de cuotas, de los que, entre gastos de imprenta, 
papelería, portería y el ayudante de secretaría (Sr. Viacaba), se gasta¬ 
ron 137 pesos, con una existencia en caja de 294 pesos. 

Segunda Comisión Directiva de la Sociedad de Medicina 


En la sesión del 28 de enero de 1895 se eligió la segunda 
Comisión Directiva. “ Resultaron electos: Presidente, doctor Samarán; 
Vicepresidente, doctor Salterain; Secretario, doctor Ricaldoni; Tesorero, 
doctor Scoseria; Bibliotecario, doctor Figari. Se resuelve agradecer al 
Señor Presidente saliente, los esfuerzos llevados a cabo en beneficio del 
progreso de la Sociedad. ” 218 

Proyecto de re al i za ción del Primer Congreso Médico 

Nacional 


En 1895 Ricaldoni presentó las bases para la organización del 
Congreso de Medicina del Uruguay, que se celebraría el 25 de agosto 
de 1897 (y que no se llevó a cabo sino hasta 1916, siendo precisa¬ 
mente la fecha propuesta en la que ocurrió el asesinato del Presidente 
Idiarte Borda, precedida por la sangrienta primera revolución enca¬ 
bezada por Aparicio Saravia y Diego Lamas). Se designó en aquella 
ocasión una Comisión encargada de la redacción del Reglamento y 
del Programa, formada por: Ricaldoni, Alfonso Lamas, Carafí, Isola 
y de Salterain. 

Dice la revista que venimos citando: 

La Sociedad de Medicina, que en su corta existencia ha 
demostrado que posee valor científico y que alcanza en cultura 


218 Memoria de los trabajos anuales y del estado de la Sociedad, presentada por la Junta Direc¬ 
tiva saliente en la sesión del 6 de marzo de 1895. CentrFarm Untg, 1895, 3 (3): 51-57. 


222 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


intelectual alto nivel, ha resuelto celebrar un Congreso Médico 
Nacional que ponga de manifiesto el grado de progreso de nuestras 
profesiones médicas y sirva de estímulo al asunto. Partió la ini¬ 
ciativa del doctor Ricaldoni, Secretario de la Sociedad, quien en 
la sesión del 4 de marzo presentó su idea en una moción verbal, 
que fue apoyada calurosamente por varios socios, encargándose al 
mismo doctor Ricaldoni que, en unión del doctor Lamas, fundase 
más ampliamente su moción, informando por escrito acerca de su 
conveniencia. 

Continúa el relato: 

Hiriéronlo así, presentando su informe en la sesión del 18 
de marzo, y votada entonces favorablemente y por unanimidad 
la moción, nombróse para redactar las bases de organización del 
futuro Congreso a los doctores Ricaldoni, Lamas, Carafí, Isola y 
Salterain, que se expidieron en breve término, sancionándose con 
algunas modificaciones por la Sociedad, en su sesión del I o de abril, 
el proyecto que dichos señores presentaron [...] 

Y a continuación viene el informe de los doctores Ricaldoni y 
Lamas: 


Señor Presidente de la Sociedad de Medicina de Montevideo, 
doctor don José Samarán: 

La Comisión designada por usted para informar sobre la mo¬ 
ción de uno de los infrascriptos relativa a la celebración de un 
Congreso Nacional de Medicina, patrocinado por la Sociedad que 
usted preside, cree que la expresada moción merece ser aprobada 
por la Sociedad. Conocidas son la importancia y la trascenden¬ 
cia de esos actos, que los pueblos cultos realizan, con el objeto de 
estimular la lucha científica, que, en todos los ramos del saber, 
pero sobre todo en medicina, equivale a la lucha por el bien de la 
humanidad. Los conocimientos que desparramados tienden a per¬ 
derse en el más completo olvido, retardando a veces de muchos años 
de progresos de considerables proporciones, se reúnen, se concentran 
y se discuten o depuran, dejando constancia notoria y perenne, de 
modo tal que pueden de ellos aprovecharse otros trabajadores para 
edificar obras de gran aliento y valer. Esos Congresos son todavía, 
si es posible, más necesarios y ventajosos en los países que, como el 
nuestro, no cuentan con un número suficiente de centros en los que 
se ofrezca campo a todas las actividades para la exposición de sus 
observaciones e investigaciones. 


223 



• José Máximo Carafí • 


Los integrantes de la Comisión señalan enfáticamente: 

Los infrascriptos creen que mucho ganaría la República, que 
mucho ganaría la Sociedad de Medicina y la colectividad médica 
con la celebración del Congreso de que vienen hablando. Muy cier¬ 
to es que nuestro país no se halla aún en condiciones de medirse, en 
el terreno de la ciencia, con las naciones que dan al mundo su sello 
de civilización; pero muy cierto es también que no hay adelanto 
posible si no hay aprendizaje. Inútil sería que los años pasasen y 
pasasen para nosotros, si nunca llegase a pronunciarse una inicia¬ 
tiva, si nunca hubiese de tentarse el ensayo. 

La inquietud por el conocimiento científico se pone de mani¬ 
fiesto en estas frases: 

Quedaríamos condenados a hacer eternamente la vida vege¬ 
tativa de la profesión. Es innegable que, a pesar de nuestra cor¬ 
ta vida como pueblo estudioso, algo debe haberse aprendido, algo 
nuevo debe haberse ofrecido a nuestra observación. Que, si así no 
fuese, habríamos de creer que constituimos una raza completamen¬ 
te inepta o que nuestro medio, contra lo que la Naturaleza en to¬ 
das partes enseña, es un medio sin caracteres propios, que no tiene 
ni atmósfera ni suelo que le den una fisonomía cualquiera. Pero, 
como esto no es ni puede ser así, hemos de admitir que también 
dentro de nuestras fronteras han nacido, muchas o pocas, algunas 
enseñanzas que merecen conocimiento y decisión. Se objetará que 
un Congreso de Medicina, con los escasos elementos de que hoy 
se dispone, será un fracaso; un fracaso por el reducido número de 
sus concurrentes; un fracaso por la pobreza de sus novedades. [...] 
Arrojemos la semilla, que nunca nadie ha podido decir que en la 
zona que riegan los tributarios del Plata, no se encuentra terreno 
capaz de fecundar las iniciativas grandes y generosas. 219 

El siguiente es el concreto esbozo de una reunión que nunca 
vería la luz: 

Bases de la organización del Congreso de Medicina del Uruguay 

Montevideo, marzo 30 de 1895. Señor Presidente de la 
Sociedad de Medicina, doctor don José Samarán. La Comisión 
nombrada para formular las bases del Congreso de Medicina tiene 
el honor de someter a la consideración de la Sociedad el siguiente 

219 Congreso de Medicina del Uruguay. Centr Farm Urug, 1895, 2 (5): 100-102. 


224 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


proyecto: Art I o . La Sociedad de Medicina resuelve la celebración 
de un “Congreso Médico Nacional del Uruguay”y tendrá su asien¬ 
to en Montevideo. Los trabajos de organización estarán a cargo 
de una Comisión ejecutiva, nombrada del seno de la Sociedad 
de Medicina. Esta Comisión presentará en tiempo oportuno a la 
Sociedad, para su aprobación, el Reglamento del Congreso. 

Art 2 a . El Congreso se declarará instalado el 25 de Agosto de 
1897. 

Art 3 o Serán considerados miembros del Congreso todos los 
que, prestando adhesión a las presentes bases, satisfagan una cuota 
de cinco pesos oro. 

Art 4 o El Congreso comprenderá cinco secciones: I a Medicina 
general, -enfermedades nerviosas y mentales, -pediatría, -te¬ 
rapéutica; -2 a Cirugía general, -ginecología, -obstetricia; -3 o . 
Dermatología y sifilografía, -oftalmología, -otología y rinolaringo- 
logía; -4 a Higiene pública y privada, -medicina legal y deonto logia 
médica, -ciencias biológicas; -5 a Farmacia. 

Art 5 o Los trabajos destinados al Congreso serán enviados por 
sus autores a la Comisión ejecutiva, con anterioridad por lo menos 
de tres meses a la época de apertura del Congreso. 

Art 6 o Los gastos que demande el Congreso se satisfarán con el 
importe de las cuotas a que hace referencia el Art 3 o y por medio de 
recursos que la Comisión ejecutiva arbitrará del modo que juzgue 
más conveniente. 

Joaquín de Salterain.- J.M. Carafí.- Alfonso Lamas.- A. 
Ricaldoni.- Albérico Isola. 220 

Carafí no asistiría a la reunión científica que tendría lugar once 
años luego de su muerte. 


220 Bases de la organización del Congreso de Medicina del Uruguay. Centr Farm Urug, 
1895, 2 (5): 103. 


225 



• José Máximo Carafí • 


Proyecto de una publicación propia 
de la Sociedad de Medicina 

En El Bien de octubre de 1895 se lee que “están adelantados 
los trabajos para iniciar la publicación de la revista de la Sociedad de 
Medicina”. La misma, bajo el título de Revista Médica del Uruguay , 
hizo su aparición en 1898, persistiendo hasta 1932. 

Carafí tampoco la conocería... 


226 



Capítulo XIX 


Trabajos científicos de Carafí 
en Montevideo 


A demás de ejercer las funciones propias de su jerarquía, 
Carafí presentó comunicaciones e intervino en las dis¬ 
cusiones de la Sociedad de Medicina. Los cinco trabajos 
que comentaremos brevemente a continuación revisten 
singular importancia en el esclarecimiento de esta personalidad mé¬ 
dica. 

El primero de ellos, el día 13 de diciembre de 1893, se refiere 
a un enfermo de bocio exojiálmico. En la discusión tomaron parte 
Isola, Serratosa, Leopold y Lamas. Se ignoran otros detalles. 

El segundo fue leído el día 4 de abril de 1894, ocasión en la 
que “el doctor De León expone sus observaciones sobre el Tratamiento 
del bocio exoftálmico [lo hacía por aplicación de corrientes eléctri¬ 
cas], replicándole luego el doctor Caraff . Tampoco hay más elemen¬ 
tos sobre el particular. 

El tercero, corresponde a la misma sesión, oportunidad en 
que Carafí presenta la comunicación titulada Un triple bimen im¬ 
perforado, , cuyo texto no nos ha sido posible localizar, si es que al¬ 
guna vez fue publicado. La bibliografía previa a esta fecha sobre el 
tema es numerosa, en diferentes idiomas e incluso alcanza la época 


227 



• José Máximo Carafí • 


de la medicina clásica. Frecuentemente el diagnóstico ocurría como 
consecuencia de una amenorrea primaria , asociada con: bematocol- 
pos, observación de la membrana bimeneal íntegra saliente entre los 
labios menores y de coloración rojo vinosa, bematometra (raramen¬ 
te acompañado de bematosálpinx), dolor abdominal espontáneo (in¬ 
termitente o continuo), palpación de una tumoración abdominal 
intraper itone al dolorosa , elementos de irritación peritoneal, anemia , 
cuadro toxi infeccioso (excepcionalmente), y, como mucho después 
se comprobó, mayor frecuencia de lesiones endometriósicas. Su solu¬ 
ción quirúrgica era y es relativamente sencilla: basta con la incisión 
de la membrana , que es seguida por la salida de abundante cantidad 
de sangre oscura y lacada y casi inmediata desaparición de los sín¬ 
tomas y signos descritos. 

No podemos suponer a qué se refiere Carafí con triple himen\ si 
hacía referencia a la existencia de más de una membrana (o tabique 
vaginal transversal) por encima del verdadero himen, o si señalaba la 
forma que adoptaba el himen o los orificios que el mismo mostra¬ 
ba. 221 Podría tratarse en la primera de las hipótesis señaladas de una 
forma de presentación del sindrome de agenenesia o atresia vaginal y 
uterina, conocido como sindrome de Rokitanski-Küstner-Hauser- 
Meyer, que fue objeto de la tesis de doctorado de Montevideo pre¬ 
sentada por José Mondino a comienzos del siglo XX 222 y tema de 
una observación publicada por Augusto Turenne. 223 

El cuarto trabajo es del 18 de abril de 1894 y en él expone 
sus ideas sobre Etiología de la fiebre tifoidea , contribución que fue 
publicada íntegramente por El Siglo, el 20 de abril del mismo año 
y que recogemos en el Anexo Documental. 224 Esta comunicación 


221 Enel/Wexcata/og'delaNLM hemos localizado 15 trabajos anteriores a 1895, en su ma¬ 
yoría en inglés, algunos en francés, uno es español y pocos en otros idiomas, referidos 
a la imperforación himeneal. http://indexcat.nlm.nih.gov/logicrouter/servlet/Logic 
Router?OUTPUTXSL=relationships_enc36ui.xslt&pm_CRC=REPOICAT4&pm. 
Consulta: 12.17.2012. 

222 Mondino, J. Contribución al estudio de las atresias congénitas de vagina. Tesis para op¬ 
tar al grado de Doctor en Medicina y cirugía, Montevideo, 1901, 56 págs. Original 
manuscrito conservado en la Biblioteca de la Facultad de Medicina de Montevideo. 

223 Turenne, A. Ausencia congénita de vagina: creación de una vagina artificial. An Fac 
Med (Montevideo), 1930;15 (9-10): 725-749. 

224 Ver Anexo Documental N° 23. 


228 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


presentada por Carafí ante la Sociedad de Medicina tiene un claro 
estilo de intención docente. Revela un conocimiento preciso de la 
etiología microbiana específica de esta grave enfermedad, epidémi¬ 
ca en ese momento en Montevideo. El autor pone en duda que la 
misma pudiera ser ocasionada por el bacilo coli comune, encontrado 
en las aguas del río Santa Lucía por Juan B. Morelli, según ya vi¬ 
mos. Hace hincapié en los diversos medios a través de los cuales el 
bacilo de Eberth puede alcanzar el tubo digestivo humano y provo¬ 
car la enfermedad. 

Seguidamente enfatiza, con espíritu de higienista , las precau¬ 
ciones que deben tomarse para evitar su propagación, al tiempo 
que afirma que “el bacilo de Eberth no se halla en el agua corriente de 
Montevideo'. Estima que para la drástica reducción o supresión de 
la enfermedad, es esencial que las ciudades cuenten con una red de 
agua potable y que se consuma exclusivamente la de esa procedencia 
(recuérdese la utilización del agua de aljibe y las habituales filtracio¬ 
nes que las contaminaban a punto de partida de pozos negros). Para 
demostrar su afirmación trae a colación las estadísicas que muestran 
la diferencia en la morbimortalidad por fiebre tifoidea que se ob¬ 
serva cuando se compara la población de Londres -que disponía de 
agua potable y donde casi no se observaba la enfermedad- con la de 
París -que carecía de tal recurso y cuyos habitantes eran severamen¬ 
te afectados por la fiebre tifoidea-. 

Enseña acerca de otros modos de contaminación de la enfer¬ 
medad, menos habituales y evidentes, que también deben tener¬ 
se en cuenta si quiere erradicársela. Pone por ejemplo la tifoidea 
contraida por la leche, ya sea por el agregado de agua o bien por 
la existencia de la enfermedad en los vacunos, que la transmiten al 
ser humano, directa o indirectamente, a través de las manos de los 
ordeñadores. 

De este modo, Carafí pone a consideración de sus colegas un 
problema que preocupaba, muy justificadamente, tanto al catedrᬠ
tico de la Facultad de Medicina como al Presidente del Consejo de 
Higiene Pública. 


229 



• José Máximo Carafí • 


Etiología' de la fiebre tifoidea 

.* ■ . pon. EJ4 DQOTOIt OARapi 

(cOMUNlGÁtlOM l.felDA EN LA 80CÍE0M) DK .MliOlCINA 

EL 18 ^UIXIL. DE 18941 

El <1 oícu brillé i on to dal microbio tic ffborth consti- 
ttiyo oí hecho mas culminan ta en la bacteriología 
do la Oobre tifoidea; on bl*ovo tiempo o.sta. no^loh 
etioh.gira hn ido tomando ol higar quo lo corro.spou- 
üiii en toiloá loa tratado*:? raoxlornod. consaKi*a<lo* al 
estudio do osa.enfermedad y on las obras tío patolo¬ 
gía Jiuorna, mas recientes. l4is Inyestilaciones- lio— 
clms, por varias misionéis higiénicas* iV efecto do estu¬ 
diar ios caus v s dol tifus; bart confirmado lo» estudios 
do Eberth con ol hallazgo de su microbio en ol o^ua 
«lo que hacia uso la población epidemiada, sin-em¬ 
bargo, la teoría dol origen focal déla liebre tifóMloa, 
comprobada por- numerosas observaciones, había 
^echado proAindas raíces on ol ospiritu do mtlóhós 
patólogos y no es de oxtTa.ími* quo algunos so hayan 
mostrado reacios ¿i admitir quo ol microbio «Jo Kboig,h 
soa la única causa bacteriológica tle la liebre tifqi- 
doft. En efertto.*désele 18Ü2, Roux, Itodot y Vallet ;.db 
j^y onl han sostenido *a opinión do que un bacilo, 
^onoralmcnte . inofensivo, el b€t<'(t**'iu7rt. otJti , poüiv 
volverse, oborthiformo, lo que, r.ognn la expresión 
do un hábil publicista módico, ^quivalUriú ve quo un 

rejív/^jvi Kf* /»v/>j.v r r>r»in.’c¿* t»n Icjíjo. • 


Su figura se yergue en este breve texto con la autoridad del que 
sabe de qué habla y de quien es capaz de expresarlo en pocos y con¬ 
tundentes conceptos. 

Lo cierto es que la fiebre tifoidea siguió siendo frecuente y de 
suma gravedad durante la primera mitad del siglo XX, hasta la apa¬ 
rición de la vacuna y del primer antibiótico efectivo, el cloramfe- 
nicol. Es digno de hacer mención que los infectados morían con 
gran frecuencia a causa de una peritonitis, muchas veces luego de 
un período de acalmia engañosa , ocasionada aquélla por las perfora¬ 
ciones de las paredes de las últimas asas ileales. Ante este desenlace 
fue un médico, Georges Dieulafoy, y no un cirujano, quien prime¬ 
ro planteó la necesidad del control clínico y térmico, cuidadoso y 
prolongado, de los enfermos, así como su eventual intervención 
quirúrgica (laparotomía) ante la aparición de signos clínicos de pe¬ 
ritonitis inminente o precoz. Esta actitud intervencionista tenía por 
finalidad suturar las perforaciones. Tal conducta fue adoptada por 
los cirujanos. 

Deseamos dejar especialmente consignados los numerosos tra¬ 
bajos sobre fiebre tifoidea en general y el tratamiento quirúgico de 
su complicación perforativa en particular, publicados en el Uruguay 
entre la Tesis de Luis Morquio en 1892 y la publicación de Medulio 
Pérez Fontana, en 1947. 


230 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


El quinto trabajo de Carafí en el seno de la Sociedad de 
Medicina es del I o de octubre de 1894. En tal oportunidad lee 
una contribución titulada Un caso de Tocología : Muerte delfeto en los 
primeros meses de embarazo y su expulsión al término normal del mis¬ 
mo. Presentación de la pieza anatómica, también transcripta, debido 
a la jerarquía que le asignamos, en el Anexo Documental . 225 Es ésta 
una presentación digna de figurar en la antología de la especialidad 
ginecotocológica. Comienza reafirmando su convicción de que es 
posible el diagnóstico del embarazo en las primeras etapas de su 
desarrollo. Pasa luego al caso clínico. Se trataba de una paciente, 
vista por el autor con anterioridad a la complicación que motivó 
este trabajo, en oportunidad de un aborto incompleto, ocasión en 
la que que realizara la extracción quirúrgica de los restos ovulares 
retenidos, que le habían ocasionado metrorragias y severa anemia, 
situación que otros médicos no habían podido resolver. 

En un nuevo embarazo, Carafí la controló en dos oportunida¬ 
des, sospechando en la segunda la muerte fetal (por la discordancia 
entre la fecha de la última menstruación normal y las dimensiones 
uterinas, así como por la ausencia de incremento de éstas últimas 
entre un control y el siguiente, unido a la no percepción por la 
mujer de movimientos fetales ni la auscultación de latidos fetales 
por parte del médico). No obstante, el estado general de la pacien¬ 
te era satisfactorio. En la fecha probable de parto, se produjo la 
expulsión completa y espontánea del contenido uterino. El mis¬ 
mo era un huevo momificado, cuya pieza Carafí presentó ante la 
Sociedad y de la que hizo una cuidadosa descripción. Comparó los 
datos cuantitativos obtenidos (dimensiones y pesos de huevo, feto y 
anexos ovulares) con los de otros casos consignados en la literatura 
internacional. 


225 Ver Anexo Documental N° 24. 


231 



• José Máximo Carafí • 


236 Centro Farmacéutico Uruguayo 


Sociedad de Medicina 


('Sesión riel /.* de Octubre de 1894) 


Muerte del feto en loa primeros meses dol embarazo y su 
expulsión al término normal del mismo 

PRESENTACION DE LA PIEZA ANATOMICA 
l*OR EL DOCTOR JOSÉ M.* CARAFÍ 

Señores: en una comunicación que tuve el honor de dirigiros, en 
la última sesión de esta Sociedad, sostuve que, á pesar de que la 


De la lectura de esta comunicación, surgen las observaciones 
de orden general que enumeramos seguidamente. En primer lugar, 
queda claramente demostrada la sólida formación ginecotocológica 
del autor, cultivada en varias maternidades parisinas durante sus 
años de Interno , junto a maestros de primer nivel. En segundo tér¬ 
mino, enseña que no obstante haber sido profesor de Anatomía, 
Carafí también actuó como docente de Obstetricia, no sólo en la 
Escuela de Parteras (lo que ya sabíamos por su foja de servicios), 
sino también en el Aula de Enfermedades de las Mujeres y los Niños, 
curso destinado a los alumnos de Medicina, en ocasión suplir inte¬ 
rinamente al titular, Alejandro Fiol de Perera. Llama positivamente 
nuestra atención el dominio que Carafí tenía de la semiología gi- 
neco obstétrica, la ponderación de los mínimos detalles, que sólo 
tomándolos en cuenta permitían acceder a un diagnóstico presun¬ 
tivo casi exacto como el que hace. Igualmente, el atinado segui¬ 
miento del caso y la terapéutica utilizada. Pocos serían en esos años 
en Montevideo los médicos que tenían tal capacidad, quizás con 
la excepción de Pouey, a esa altura ya con seis años de práctica en 
nuestra capital. Revela además la perfecta descripción y la ponde¬ 
rada interpretación de los datos observados en la pieza anatómica, 


232 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


lo que también era de esperar por su competencia en este campo, 
forjada en las innumerables autopsias hechas en París. Finalmente, 
se trata el que comentamos, de un verdadero trabajo de investiga¬ 
ción clínica, comparando los propios datos con los publicados en el 
Tratado de Obstetricia de Stéphane Tarnier. 

Esta lección de clínica ginecotocológica de Carafí es de una 
calidad superior, excelsa, tanto por su contenido como por su for¬ 
ma. En efecto, transcripta de la versión oral, todavía muestra la 
corrección de la sintaxis, la exactitud en los términos, la acertada 
adjetivación y el correcto empleo de la puntuación. Todo esto da al 
conjunto una tersura literaria digna de ser subrayada, que coincide 
con las afirmaciones que nos han llegado de testigos directos, acerca 
de la claridad y riqueza del lenguaje que Carafí empleaba, tanto en 
sus clases como en la conversación cotidiana. 

Si sumamos estos cinco trtabajos montevideanos a los que 

habían sido publicados en París , 226 totalizan veintidós los aportes 
científicos de investigación clínica realizados por Carafí que cono¬ 
cemos (además de los dos que son referidos como de su autoría en 
observaciones publicadas íntegramente por otros colegas). 

No se toman en cuenta los innumerables discursos, informes 
e intervenciones, tanto en la Facultad como en el Consejo de la 
Enseñanza Secundaria y Superior , el Consejo de Eíigiene Pública o las 
corporaciones culturales y confesionales donde Carafí tuvo destaca¬ 
dísima actuación. 


226 Ver Capítulo IX. 


233 




Capítulo XX 


Fallecimiento de José 
Máximo Carafí 


E l primero de setiembre de 1895, falleció en su domicilio 
de nuestra capital José Máximo Carafí a la edad de 42 
años. Según su partida de defunción, la causa del dece¬ 
so fue una “influenza con pleuro-pneumonía y absceso del 
hígado ” 217 . Sabemos que la enfermedad, entre sus primeras manifes¬ 
taciones y el trágico final, insumió treinta y tres días 228 . Refiere al 
respecto Piaggio Garzón: 

Enfermó gravemente a mediados de 1895. Médicos eminen¬ 
tes rodearon su lecho, celebrando consultas diarias. Visca, Soca, 
Ricaldoni, Samarán, [Rodolfo] Fonseca, [Federico de] Velasco 
[ 1859-1921 ], 229 [Enrique] Figari...Como véis era un verdadero 
cónclave de ilustres consultantes, pero sin recibir los cuidados de 
un único médico de cabecera, habiendo así exceso de asistencia. 
Distinguidos estudiantes de sexto año se desvivían para acompa- 


227 Ver Anexo Documental N° 25. 

228 Discurso de Agustín J. Aguerre, ver Anexo Documental N° 27. 

229 Federico de Velasco, era de origen español, cursó estudios en la Facultad de Medicina 
de Montevideo, se caracterizó entre sus contemporáneos por su habilidad manual 
como cirujano. 


235 



• José Máximo Carafí • 


ñarlo y se turnaban [Urbefil] Acuña , [José Agustín] Aguerre 230 y 
[Pablo] Scremini. 231 

Presumiendo lo que tenía y haciendo su propio diagnóstico, 
dejaba a los médicos consultantes que decidieran sobre su suerte, 
dando así una lección de ética médica. 

Carafí soportó con resignación estoica toda su enfermedad: 
una colección purulenta subhepática, que fue puncionada —ase¬ 
gurando el diagnóstico- por el entonces practicante Don Uberfil 
Acuña, el día antes de su deceso. El absceso era tan superficial que 
se le atribuye al Dr. Velasco, esta frase: “Hasta con un cortaplu¬ 
mas me animaría a incindirlo”. Y cuando estaba resuelto que 
Ricaldoni quedara a cargo de la asistencia, la muerte lo reclamó 
en apoteosis de dolor el primero de setiembre de 1895. 232 

A punto de partida de lo establecido en el certificado antedicho, 
podría pensarse que el proceso se hubiera iniciado por una gripe o 
influenza. No tenemos noticia, a través de la prensa diaria, que a 
fines de julio de ese año hubiera existido en Montevideo una epide¬ 
mia de dicha enfermedad. No obstante, tratándose de una afección 
estacional, a la que los clínicos estaban habitualmente expuestos, 
bien podría haberse verificado un pico coincidente con los días más 
fríos del año. La misma le podría haber ocasionado a Carafí, secun¬ 
dariamente, una infección bacteriana, tipo neumonia lobar, locali¬ 
zada del lado derecho, con compromiso pleural. Consecutivamente 


230 Hizo una pasantía en el Laboratorio de Oskar Hertwig en Berlín a fines del siglo 
XIX, donde llevó a cabo, en colaboración con Krause, estudios originales sobre la 
microglía del sistema nervioso central del ser humano, que fue el tema de su tesis de 
doctorado en Montevideo, de 1900. Trabajó luego como histopatólogo, vinculado a 
Pouey, como integrante del Laboratorio Central de las Clínicas y se dedicó finalmente 
a la actividad privada en un “Centro Electro-Radiológico”, que fundó junto a Pedro 
Barcia. 

231 Alumno de Morelli en Fisiología, se doctoró en 1896 con una tesis titulada Contribu¬ 
ciones al estudio de las funciones del cuerpo tiroides. Alumno de Visca, Soca y Ricaldoni, 
también actuó con Arturo Lussich y Juan C. Dighiero. Sucedió interinamente a Ri¬ 
caldoni en Terapéutica, luego fue catedrático de Semiología y finalmente alcanzó la 
titularidad de la Clínica Médica, sucediendo a Visca a su muerte en 1912. De impor¬ 
tante actuación universitaria, fue Decano de la Facultad. Entre sus alumnos merecen 
destacarse: Fernando Herrera Ramos, Antonio Sicco, Juan José Leúnda, Justo Montes 
Pareja y Roberto Velasco Lombardini. Como Aguerre, fue un católico militante. 

232 Piaggio Garzón, W., op cit, 1946 


236 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


pudo producirle una colección subfrénica derecha o un verdadero 
absceso hepático. 

La hipótesis que parece más fundada es, a nuestro juicio, la 
siguiente: que se tratara de un absceso o abscesos de hígado a pun¬ 
to de partida de una apendicitis aguda no tratada oportunamente 
(“hígado apendicular de Dieulafoy”). Si bien de extrema rareza, esta 
complicación se veía frecuentemente con anterioridad a la época 
en que comenzó a operarse de urgencia, en caliente, dicha afección. 
En el presente caso, nadie parece haber planteado siquiera la po¬ 
sibilidad de practicar una laparotomía exploradora, con eventual 
apendicectomía y drenaje de la cavidad peritoneal, aunque, tratán¬ 
dose (como creemos) de un caso como el señalado, ello no habría 
modificado su evolución fatal. 

Al no haberse practicado intervención quirúrgica ni necropsia, 
no tenemos datos probatorios definitivos de la hipótesis de Mañé. 
Sin embargo, el cuadro clínico, que conocemos en forma muy ge¬ 
nérica, la hace probable. En efecto, era un hombre joven y sano, 
que comenzó con manifestaciones inespecíficas, elementos toxi- 
infecciosos, síndrome pleuro pulmonar, pero con escasos o nulos 
síntomas abdominales. Tal situación desconcertó a los calificados 
y numerosos clínicos consultantes, llevándolos al diagnóstico es¬ 
tablecido en el certificado. En el curso de un mes, la situación se 
fue agravando, para manifestarse finalmente con las características 
semiológicas de un absceso hepático, que terminó con la vida del 
paciente. Es llamativo que en el grupo de quienes lo asistían no 
participara ningún cirujano de los que ya entonces practicaban la 
nueva cirugía, es decir la laparotomía, como era el caso de Enrique 
Pouey, Alfonso Lamas y sus colaboradores. 

Como antecedentes en la bibliografía nacional sobre esta com¬ 
plicación, mencionaremos dos aportes, uno referido al paciente 
adulto, que es el que más interesa en el presente estudio (al que re¬ 
lacionaremos luego con una publicación extranjera y relativamente 
reciente), y otro, no menos significativo, referido a los abscesos he¬ 
páticos en el niño, edad en la que con más frecuencia se observan. 


237 



• José Máximo Carafí • 


En 1941, Carlos V. Stajano (1891-1976) publicó un interesante 
artículo titulado El hígado supurado apendicular de Dieulafoy, 2ii en 
el que podemos encontrar muchas claves acerca del diagnóstico pre¬ 
suntivo que hemos formulado. El destacado cirujano compatriota, 
sagaz e inquieto investigador clínico en los temas de fisiopatología 
abdominal, presentó cuatro casos, ocurridos entre 1924 y 1935 (tres 
propios y el cuarto de Pedro Larghero Ybarz, 1901-1963), todos 
fueron operados y murieron al cabo de unos días. Sus historias se 
acompañan con los protocolos de las respectivas autopsias, prolijas 
y reveladoras, realizadas por Héctor Ardao (1907-1969). Tuvieron 
en común: presentarse en pacientes jóvenes y previamente sanos; 
la enfermedad se inició con un cuadro febril prolongado; síntomas 
inespecíficos (en alguna oportunidad topografiados en base de tó¬ 
rax); escasos o nulos elementos evocadores de patología abdominal. 
Este conjunto de circunstancias condujo a diagnósticos diversos. 
Al prolongarse y agravarse, los enfermos consultaron en servicios 
de emergencia hospitalarios, donde los cirujanos hicieron el diag¬ 
nóstico de apendicitis aguda (a veces con peritonitis, trombosis de 
la vena porta, etc.). Luego de la intervención, el sindrome toxi- 
infeccioso se intensificó, con fiebre en ganchos y un severo dolor 
abdominal (en ciertos casos, con hepatomegalia y subictericia). 

Stajano busca una razón que explique la extrema rareza de esta 
complicación de la apendicitis aguda en el momento de su publica¬ 
ción, que contrasta con su alta frecuencia en la época de Dieulafoy, 
lo que permitió al ilustre médico parisino hacer su magistral des¬ 
cripción, referida también en la literatura como “ absceso areolar 
múltiple de Chauffard”. Al respecto, dice Stajano lo siguiente: 

Dieulafoy vivió la época de la lucha encarnizada entre la 
abstención sistemática y la intervención decidida. Dieulafoy ins¬ 
truyó a médicos y cirujanos sobre el significado de la tan men¬ 
tada prudencia de los médicos abstencionistas, debiéndosele a él 
la simplificación de la buena conducta en las apendicitis agudas. 
Suprimió la odisea del apendicular enfriado y enseñó a los médicos 
y a los cirujanos el buen camino de la decisión salvadora. Enseñó 


233 Stajano, C. El hígado supurado apendicular de Dieulafoy. An FacMed (Montevideo), 
1941, 26: 226-238. 


238 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


además a los que recomendaban prudencia ante la intervención 
indicada, que sólo de la ignorancia de la malignidad del proceso 
apendicular, podía surgir la inconsciente indicación de la absten¬ 
ción operatoria. 

Concluye que la lesión hepática que da nombre a la entidad en 
estudio y que presumiblemente costó la vida a Carafí, es una locali¬ 
zación supurada metastática. La misma es producida en algunos casos 
por una tromboflebitis séptica que se extiende sin discontinuidad 
“entre elfoco inicial en la fosa ilíaca derecha y el interior del hígado, en 
donde cada terminación venosa es sede de un absceso”, mientras que en 
otros “no hay evidencias de proceso venoso inflamatorio intermediario 
y la luz de los vasos mesentéricosy de la porta están indemnes” , 234 Hace 
una enumeración de los elementos clínicos a tener en cuenta para 
diagnosticar este cuadro, que aparece como consecuencia de la omi¬ 
sión de la apendicectomía de urgencia, siempre indicada, “ salvo en 
los casos de peritonitis plástica ya en evolución, que debe ser respetada 
por su eficacia en la limitación del proceso ”: 

I o ) La febrícula persistente sin causa objetivable después de 
una apendicectomía severa, debe hacer pensar en una microfle- 
bitis visceral, que puede retroceder en sus etapas bien localizadas. 
En otros casos puede responder a la etapa venosa hepática con su 
evolución y pronóstico irremediablemente mortal. 2 o ) El signifi¬ 
cado del chucho y del gancho térmico en esta etapa imprecisa del 
diagnóstico, adquiere un valor extraordinario y asocia la idea de 
la complicación venosa y de su localización hepática. En algunos 
casos constituyen toda la sintomatología. 3 o ) Es inútil querer com¬ 
probar una sintomatología física hepática y mismo abdominal. Ni 
el dolor, ni la defensa de pared se hacen presentes. Si lo hacen es por 
excepción, dado que es excepcional el absceso grande y en segundo 
término es rarísima la perihepatitis, mismo en las etapas finales 
del proceso. 4 o ) El agrandamiento circunscripto del hígado, clíni- 


234 Véase que esta patología nada tiene que ver con el Síndrome de Stajano-Cnrtis-Fitz- 
Hugh y que le dio fama internacional al cirujano uruguayo, quien lo describió, en 
colaboración con su maestro Pouey en 1920, que se trata de una perihepatitis a punto 
de partida de procesos infecciosos pélvicos (en un principio de origen gonocócico o 
séptico, hoy día provocados en su gran mayoría por Clamydia trachomatis ), especial¬ 
mente en la mujer, vehiculizados por la luz de la cavidad peritoneal, de acuerdo a la 
ley de las presiones intraperitoneales enunciada luego en nuestro medio por Duomar- 
co. 


239 



• José Máximo Carafí • 


camente observable y radioscópicamente comprobado, es lo único 
físico que puede a veces consignarse, en las etapas avanzadas de 
este mal. 5 o ) Como se ve, es la clínica la que permite sospechar y 
afirmar este terrible diagnóstico que no autoriza al cirujano, sino 
a dejarlo evolucionar, hasta la muerte. La duración de la enfer¬ 
medad hepática fue de 28 días, 40 días, 7 días y un mes aproxi¬ 
madamente en los casos 1, 2, 3 y 4, respectivamente. 6 o ) Diversas 
búsquedas y exámenes de laboratorio permiten confirmar el grado 
de insuficiencia hepática y completar la documentación que exigen 
estos casos. 7 o ) Las necropsias bien observadas permiten distinguir 
dos formas anatómicas: a) la primera corresponde al hígado supu¬ 
rado metastático puro. Abscesos areolares múltiplesperivenosos, sin 
lesión visible intermediaria con el foco original. Casos N° 1 y 2; b) 
la segunda, al hígado supurado apendicular, con flebitis supurada 
intermediaria apendículo-portal. Casos N° 3 y 4. 

En 1982, aparece en Uruguay otro artículo, de Silvia Da Silva, 
Fernando Mañé Garzón y Oscar Chavarría, ésta vez referido a los 
abscesos hepáticos piógenos en el niño, 235 donde se recogen otras 
publicaciones nacionales, en su mayoría relacionadas a la patología 
pediátrica. Esta publicación es de especial interés porque cita prác¬ 
ticamente todas las fichas nacionales sobre hígado apendicular. 

Un trabajo de revisión más reciente, publicado en 1991 por 
Rade B. Vulnik, corrobora y complementa las notables aseveracio¬ 
nes de Stajano: 

Desde la antigüedad, los abscesos hepáticos han sido conside¬ 
rados como una entidad patológica asociada, con una significati¬ 
va morbilidad y mortalidad. En 1886, [Reginal Herbert] Fitz? 36 
[1843-1913, quien en 1889 acuñó el vocablo apendicitis, para 
designar el cuadro descrito en su forma completa por Charles 
Mac Burney, 1845-1913], dio cuenta que los abscesospiogénicos 
del hígado eran una complicación, que ocurría en adultos jóvenes, 
secundariamente a una apendicitis [entidad conocida como] “le 


235 Da Luz, Silvia, Mañé Garzón, Fernando, Chavarría, Oscar. Abscesos hepáticos pióge¬ 
nos en el niño. Arch Ped Urug, 1982; 53 (3): 147-153. 

236 Fitz, R.H. Perforating inflammation of the vermiform appendix, with special ref- 
erence to its early diagnosis and treatment, Transactions ofthe Association of Ameri¬ 
can Physicians, Philadelphia, 1886, 1: 107-144; Ibidem: Perforating inflammation of 
the vermiform appendix with special reference to its early diagnosis and treatment. 
Am JMedSci 1886; 91-92: 321-345. 


240 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


foie appendiculaire ” [de Georges Dieulafoy, 1839-1911]. 237 El 
estudio reciente de las tendencias de la enfermedad, muestra tasas 
de incidencia, morbilidad y mortalidad estables, aún después del 
advenimiento de nuevas modalidades diagnósticas y terapéuticas. 
Los abscesos piogénicos del hígado siguen siendo, en la actualidad, 
una enfermedad de la edad media de la vida, que ocurre como 
consecuencia de una complicación de [una apendicitis o] de una 
enfermedad biliar. El factor pronóstico más importante es el retar¬ 
do con que se formula el diagnóstico. Las manifestaciones clínicas 
más frecuentes son: fiebre de origen desconocido y colangitis , 238 

Vulnik acompaña su presentación con la descripción del caso 
clínico que la motiva: 

Hombre sano de 21 años, que presentó fiebre, malestar, náu¬ 
seas y vómitos, a quien antes se había hecho diagnóstico de: síndro¬ 
me viral, infección urinaria y prostatitis. Es frecuente que se obser¬ 
ven elementos clínicos y radiológicos de toque pulmonar y pleural 
(tos, puntada de lado, sudores nocturnos, imágenes evocadoras en 
la radiografía de tórax). En este caso, el examen por tomografía 
computada mostró que se trataba de un absceso solitario del lóbulo 
hepático derecho (de 15 cms de diámetro). La colección piogénica 
requirió punción percutánea seguida por drenaje quirúrgico abier¬ 
to, lo que implicó una satisfactoria recuperación del paciente. 

Uno de los aportes más significativos del trabajo que comen¬ 
tamos son los datos referidos a la incidencia de la afección, que 
representa el 0,008 al 0,016% de las admisiones hospitalarias y 
el 0,29 al 0,54% de los hallazgos autópsicos. El autor aclara que, 
habiendo antecedente de un viaje a regiones con escasos recursos 
sanitarios o de contacto con otro enfermo con diarrea, dolor ab¬ 
dominal, hepatomegalia y presentación insidiosa, debe tenerse en 
cuenta, especialmente en el grupo de los enfermos de menos edad, 
el diagnóstico diferencial de absceso amebiano. 

Para concluir, brinda los siguientes datos, que definitivamen¬ 
te permiten aseverar que, de tratarse como creemos en el caso de 
Carafí de un caso de hígado de Dieulafoy , su suerte estaba ya jugada 


237 Dieulafoy G. Le foie appendiculaire: abcés consécutif á l’appendicite. París Méd, 
1889: 449-452. 

238 Vulnik, R. B. Pyogenic Hepatic Abscess. Ann EmergMed, 1991, 20: 129-151 


241 



• José Máximo Carafí • 


irremisiblemente desde el comienzo, cualquiera hubiera sido la te¬ 
rapéutica empleada. El agente microbiano más común -según lo 
muestran los estudios bacteriológicos actuales- es la Escherichia coli 
(más raramente, el estafilococo o el estreptococo no hemolítico). El 
tratamiento consiste -al día de hoy- en el empleo de antibióticos y el 
drenaje quirúrgico, previa punción para obtener una muestra (con 
la finalidad de hacer estudio bacteriológico y elegir el antibiótico). 

Actualmente -concluye Vulnik- la mortalidad es del 100% en 
los casos no tratados, hasta del 25 % en los tratados y no compli¬ 
cados y del 75% en los tratados con una o más complicaciones 
ulteriores (perforación, septicemia, recurrencia). 

Volvemos ahora a Montevideo, a los primeros días de setiembre 
de 1895. Continúa Piaggio Garzón con la crónica: 

Su muerte representó una sentida nota de duelo en la socie¬ 
dad montevideana, la que acompañó su cortejo en masa, el que 
fuera presidido por el ilustre prelado Don Mariano Soler y por 
Monseñor Isasa y en el que figuraba lo más granado de nuestro 
mundo social. 

Al inhumarse sus restos, decía Ricaldoni en nombre de los 
Profesores de la Facultad: “He de ser yo, su más humilde discípulo 
que siempre ha callado ante el Maestro, quien ha de alzar su voz 
al abrirse su tumba, es decir, cuando mayor y más grande debía ser 
mi respeto hacia él [...] Lo que la Facultad de Medicina pierde, 
lo dirá mil veces mejor ese viejo edificio en el que el doctor Carafí 
se ha movido hasta ayer con extraordinaria actividad. En él se en¬ 
cuentra su sala de disección ante cuya puerta, el ciprés se inclinará 
gimiendo, -en él se encuentran los laboratorios, los libros y las mis¬ 
mas Salas por él prestigiadas [...] Ida esa Escuela y preguntad hoy, 
preguntad dentro de cien años, desde cuándo comenzó a ser digna, 
la sencilla inscripción que ostenta a su frente, y en todo momento 
oiréis decir, que ha sido desde que su decanato fue ocupado por el 
Dr. Carafí [...] Espíritu reformador, era un erudito, era un con¬ 
vencido. Se podía discutirle, pero no se podía dejar de admirarle 
[...] Había algo que daba un sello especial a su carácter, y era su 
cuidado en escoger siempre el sendero más difícil y sobre él marcha¬ 
ba, con alientos de gigante, buscando las espinas y alejándose de las 


242 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


flores, que sólo ahora, porque ya no está en su voluntad apartarlas, 
podrán dormir en paz sobre su tumba. 

En representación de la Universidad, hizo uso de la palabra el 
Decano de Medicina, Elias Regules; en el de la Unión Católica, 
Carlos A. Berro; por la Sociedad de Medicina, Joaquín de Salterain 
y como portavoz de la Asociación de Estudiantes, el bachiller José 
Agustín Aguerre. 239 La noticia fue comunicada por la revista Centro 
Farmacéutico Uruguayo en estos términos: 

Con profundo dolor habéis tenido todos vosotros noticia del 
fallecimiento del doctor José M. Carafí, primer presidente efectivo 
de la Sociedad y uno de sus más entusiastas fundadores, acaeci¬ 
do el I o de Setiembre. En la imposibilidad de reunir asamblea 
con la urgencia que el caso requería, la Junta Directiva tomó en 
esa ocasión, por su cuenta, las disposiciones necesarias para que la 
Sociedad manifestase debidamente su pena por la sensible pérdida. 
Envió una corona fúnebre a la casa mortuoria, designó al doctor 
Salterain para que tomase la palabra en el acto del sepelio y dirigió 
una nota de pésame a la señora madre del extinto. Era lo menos 
que podía merecer el doctor Carafí, lo menos que podía merecer el 
que, como presidente, supo llevar por una ruta feliz a la Sociedad, 
y el que, como miembro descolló siempre por su abundante y varia¬ 
da ciencia y su palabra fácil y llena de brillo. Cuando se recuerdan 
su amor por la Sociedad, su celo por darle la notoriedad y elevarla 
al rango que le correspondía, cuando se recuerda el entusiasmo 
con que excitaba a todos al trabajo, no se puede dejar de pensar 
que gracias, en gran parte, a él, adquirió raíces la Sociedad de 
Medicina, la que tal vez, si su fuego no hubiera durado para tanto, 
con él habría perecidoF 0 

En tal ocasión, el Rector de la Universidad, en nombre del 
Consejo de Instrucción Secundaria y Superior , envió una nota de con¬ 
dolencias a la madre de Carafí. 241 


239 Ver textos completos de todas las oraciones fúnebres en Anexo Documental N° 27 
G. 

240 Centr Farm Urug, 1896; 3 (4):71. 

241 An Univ (Montevideo), 1895; 8: 527-528. 


243 



• José Máximo Carafí • 


Haciendo una recapitulación de los acontecimientos de 
trascendencia para la institución se expresa en los Anales de la 
Universidad-. 


La Universidad ha tenido la desgracia de perder en los dos úl¬ 
timos años tres meritorios profesores: el doctor don José M. Carafí, 
inteligente e ilustrado Catedrático de Anatomía, cuya pérdida no 
será bastante lamentada por la Facultad de Medicina, a la que 
prestó importantísimos servicios como Decano y profesor; el bachi¬ 
ller don Benigno Paiva, modelo de jóvenes virtuosos y aprovecha¬ 
dos, que ha dejado un hondo vacío en la Sección de Enseñanza 
Secundaria, en la que desempeñaba el puesto de profesor de 
Matemáticas; y el doctor don Guillermo Leopold, uno de los más 
antiguos Catedráticos de la Facultad de Medicina, profundamente 
estimado por su contracción y afable carácter .: 242 

Como ya fue visto, recién en 1921, al conmemorarse los vein¬ 
tiséis años de su muerte, el Consejo Nacional de Higiene junto a la 
Asistencia Pública Nacional , ofreció el primer homenaje Carafí, que 
había sido promovido por la Sociedad de Medicina, presidida enton¬ 
ces por Bernardo Etchepare. El mismo tuvo lugar en el Cementerio 
Centraly fueron los oradores Juan Servetti Larraya, Augusto Turenne 
y José Mainginou. 243 En el Consejo de la Facultad de Medicina, ins¬ 
titución al frente de la cual se hallaba Manuel Quintela, sólo se 
trató el tema horas después de consumado el homenaje, puesto que 
por olvido (diríamos negligencia) no se informó oportunamente a 
la entidad rectora de los estudios médicos y nadie la representó. En 
esa oportunidad el Decano propuso la colocación de un busto en 
el hall de acceso, a lo que Gerardo Arrizabalaga, entonces miembro 
del Cuerpo, manifestó que primero había de procederse a hacer 
lo mismo con Visca, cosa ya decidida con anterioridad. Nunca se 
cumplió ninguno de tales propósitos. Tampoco, el de dar el nom¬ 
bre de Carafí a una de las salas del Hospital Maciel, como lo había 
decidido la Asistencia Pública. 


242 An Univ (Montevideo), 1898, 9: 46. 

243 Apartado del Boletín C.N.H.P., Montevideo, Imp Nac, 1926 y Cantón E. op cit, 
1928, 3: 330 y 345-366. 


244 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 



El sepulcro de Carafí en el Cementerio Central de Montevideo 
(fotografía del Dr. Antonio Turnes) 


Debemos consignar como elementos adicionales para la con- 
textualización del hecho antes referido, que ese mismo año, con po¬ 
cos días de diferencia, fallecía en Juiz de Fora, Brasil, a consecuencia 
de un accidente ferroviario, también a edad temprana -aunque era 
trece años mayor que Carafí- Monseñor Luiggi Lasagna, una de las 
figuras que había desempeñado un importante papel en la instau¬ 
ración de la espiritualidad salesiana en el Uruguay, particularmente 
entre los jóvenes que luego formarían las primeras generaciones de 
laicos comprometidos. 

Cuatro años después, en 1899, moría en Montevideo el amigo 
y compañero de luchas ideológicas de Carafí, Francisco Bauzá, a los 
cincuenta años de edad, en el momento en que se le suministraba 
la primera inhalación de cloroformo con la finalidad de practicarle 
una traqueotomía. 


245 





Capítulo XXI 


Carafí en la Medicina del 
Uruguay 


E n el presente ensayo biográfico hemos podido sedimentar 
algunas ideas acerca de la significación de este olvidado 
personaje de nuestra Medicina. 

Sin duda, contribuyeron a velar su figura muchos factores, 
que hemos considerado; algunos evidentes, como su muerte en ple¬ 
na juventud y sin descendencia; otros hipotéticos, tal el rechazo por 
parte de un medio anticlerical o el premeditado silencio de quienes 
no quisieron que Carafí empañara su imagen. 

Su obra magna, la reorganización de la Facultad de Medicina, 
al punto que con razón Eduardo Acevedo la calificó de nueva - 
a partir del Decanato de Carafí- se inscribió en un movimiento 
más amplio, común al resto de la Universidad, liderado por Alfredo 
Vásquez Acevedo. No obstante, Carafí puso celo, inteligencia e 
imaginación, pero más que nada introdujo una modalidad metódi¬ 
ca de encarar los temas, conforme al espíritu científico en el que se 
había formado en Europa. Esto se tradujo por el establecimiento de 
orden administrativo, disciplina estudiantil, criterios pedagógicos, 
programas y proyectos, ideas que plasmó parcialmente en hechos 
en la medida que las circunstancias se lo permitieron. Dio, como 


247 



• José Máximo Carafí • 


bien lo señala Turenne, imagen la severidad, rectitud, amor por la 
verdad, ejemplo de conducta ética, tanto en su actuación universi¬ 
taria como asistencial. Eso fue mal aceptado en un ambiente donde 
habían existido muchos talentos, pero frecuentemente imbuidos de 
cierto dilettantismo, teñidos por la bohemia propia de un roman¬ 
ticismo trasnochado, a los que les faltaba maduración intelectual. 
Contribuyó quizás también el clima de desequilibrio político y la 
polarización ideológica que aún se vivía y continuaría hasta co¬ 
mienzos del siglo XX. 

Si esa función directriz le fue encomendada demasiado precoz¬ 
mente, cuando sólo tenía poco más de 30 años y apenas un mes de 
catedrático interino, nunca podrá aseverarse. Los resultados fueron 
buenos, no sólo en hechos sino en tendencias que luego seguiría 
Regules, su verdadero sucesor en el Decanato, y que culminarían 
con el pleno desarrollo de una Facultad de Medicina que cumplió 
plenamente los tres caminos propios del espíritu universitario: la 
docencia, la investigación y la extensión, impregnados todos ellos 
por un sentido ético, propio de una institución que debe marcar las 
pautas a toda una colectividad. 

Lo que no cabe duda, y en esto no se había insistido lo suficiente 
hasta el momento, es que Carafí se había formado académicamente 
con perseverante esfuerzo e integralmente, en un medio de prime¬ 
ra categoría, como eran las Facultades de Medicina de Barcelona, 
Montpellier y París. Especialmente en este último destino, comple¬ 
mentado por la experiencia del Internado, fue el primer oriental que 
publicó, podemos decir, profusamente. Sus trabajos, presentados 
ante la consagrada Société Anatomique, aparecieron en la revista de 
esta corporación y también en otras, todas de buen nivel. Esto le 
da una jerarquía nunca sospechada (o muy bien escondida), dado 
que su nombre circuló en los más diversos ámbitos del Viejo y del 
Nuevo Mundo y continúa resonando hasta el presente, a más de 
120 años de su muerte. Esto sólo lo logra quien tiene capacidad de 
estudio, metodología intelectual, ojos para captar la quintaesencia 
en la enseñanza de los Maestros (que pasa desapercibida para tantos 
otros), sistematización en consignar todos los casos que observa. 
Esto traduce, al leer sus trabajos, incluso los más precoces, un ver- 


248 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


dadero amor por la verdad, centro neurálgico de todo aquel que 
pretenda cultivar con seriedad una ciencia, sea en el laboratorio o 
en las salas de hospital, más que nada cuando se tiene, además, la 
vocación de realizarlo con la finalidad de hacer el bien y de transmi¬ 
tirlo a otros que desean amprender. 

Llegamos así a otro de los aspectos del legado carafiano: la do¬ 
cencia. No pretendió, si bien seguramente esto hubiera colmado sus 
expectativas, ejercer la enseñanza en la clínica; en todo caso lo hizo 
honorariamente y en un medio como era la Escuela de Parteras, 
que si bien universitario, no tenía el prestigio de la Facultad de 
Medicina. Enseñó Anatomía, a cuya cátedra llegó muy joven pero 
con gran experiencia, dado el largo camino que había recorrido en 
esta disciplina. Lo hizo, dicen las pocas crónicas que al respecto han 
sido recogidas, con dedicación, durante horas consagradas, en el 
ámbito de la propia humilde Facultad de la Casa de Ejercicios, con¬ 
tando con poco material, pero aportando la claridad de su palabra, 
ayudada por las ilustraciones más notables conocidas hasta el mo¬ 
mento, haciendo comprobar a los alumnos lo dicho en el hallazgo 
con la disección. Empleó los recursos pedagógicos que luego conti¬ 
nuaron usándose en la asignatura, hasta el momento, relativamente 
reciente, en que el uso de la informática hizo posible observar la 
anatomía en los cortes tomográficos y las reconstrucciones de la 
resonancia magnética, las que ofrecieron un camino casi revolucio¬ 
nario. Enseñó, nos refieren, sin olvidar la proyección de esa ciencia 
básica a la clínica, especialmente a la cirugía, ofreciéndole el apoyo 
lógico de la embriología y la fisiología y sin dejar de repetir princi¬ 
pios éticos, que podrían parecer fuera de contexto cuando se trata 
de una asignatura básica y descriptiva. Probablemente, hizo mucho 
más de lo que sus alumnos percibieron en el momento, no tuvo re¬ 
criminaciones para quienes lo habían despedido del Decanato con 
insultos, en especial aquellos que luego se dedicarían a la cirugía. 
Se ha hablado muchas veces de las habilidades semiológicas y de 
técnica que dieron brillo a los integrantes de las diferentes escuelas 
quirúrgicas uruguayas. Se ha subrayado, con razón, las figuras de 
Pugnalin, de Pouey, de los tres Luis Pedros, de Lamas y otros. Pero, 
¿cuántos de ellos no se formaron junto al cadáver, disecando en la sa- 


249 



• José Máximo Carafí • 


la de Anatomía, guiados por las enseñanzas de Carafí? Honrémoslo, 
pues, además, como Maestro de los futuros cirujanos. 

La larga actuación de Carafí en el Consejo de Higiene Pública 
agrega otra faceta a sus contribuciones: la del higienista. Junto a su 
amigo Joaquín de Salterain, quien justificadamente debe conside¬ 
rarse nuestro primer sanitarista, Carafí estuvo presente en todas las 
circunstancias en que la salud de la población se vio amenazada e 
incluso para tomar las medidas necesarias para preservarla. Y lo hizo 
libre de compromisos políticos, por su mera conciencia de médico, 
que lo era hasta la médula, ocupando las energías y el tiempo que 
otros prefirieron volcar al cultivo de una clientela y una posición 
económica, social e incluso hasta a veces política. 

No deseamos terminar este ensayo sin destacar la participa¬ 
ción que le cupo en el inicio de la Sociedad de Medicina, verdadera 
continuadora de su casi homónima, de efímera existencia, nacida 
cuarenta años antes. Una vez más, tuvo la ocasión de acompañar a 
los jóvenes, ahora se agregan Scoseria, Ricaldoni, Morelli y varios 
farmacéuticos, para crear un medio de incubación e interacción de 
ideas, podríamos decir una pépiniére de donde recoger las nuevas 
vocaciones, que permitieron que los médicos, los cirujanos, los quí¬ 
micos, los investigadores que hoy llamaríamos básicos y los mismos 
estudiantes, se convirtieran en un conjunto orgánico, naciendo así 
una comunidad de maestros y discípulos unidos por vocación para 
crear y transmitir conocimientos y aptitudes, así como para volcar¬ 
los en beneficio de la comunidad entera. 

Unía a todo lo anterior una profunda espiritualidad religiosa 
-que no fue la de un místico ni la de un intrantransigente- la que 
le permitió quizás canalizar tanto los esfuerzos satisfactorios como 
las amarguras, al tiempo que compartir con otros laicos católicos las 
aventuras de movimientos notables, de fuerte contenido social. No 
era fácil, en épocas de profundas divisiones, transitar este camino; 
no era sin duda un modo de propiciar la fama mundana; más bien, 
de incitar enconos. Tenemos la personal certeza, sin embargo, que 
nada de lo que hemos planteado en los precedentes párrafos dejó de 
tener una vinculación con su dimensión teologal, y que, misteriosa- 


250 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


mente, se enlazó a una muerte trágica y precoz, mas no violenta ni 
súbita, como si ese tiempo de sufrimiento que Dios le concedió le 
hubiera permitido completar su total madurez personal y su santi¬ 
dad -objetivo final de toda aventura humana-. 

Pese a que nos consta que las alabanzas no deben ser el fruto de 
un trabajo como este, de pretendida objetividad científica, experi¬ 
mentamos, al término del mismo, la necesidad de no esconder las 
personales y subjetivas conclusiones a las que nos ha conducido, al 
decir de Ortega y Gasset, este diálogo y amistad que hemos enta¬ 
blado con un muerto. 


251 




Capítulo XXII 


Obra científica de José 
Máximo Carafí 

1875 

1) Carafí, J.-M. Observation sur un cas de stéatomes gan- 
glionnaires par infection, á la suite du traitement d’une lo- 
upe du cuir chevelu par les caustiques. La Frunce Médicale, 
1875;63:1-3. 


1877 

2) Carafí, J.-M. Pachimeningite avec hématome de la dure- 
mére. Bulletins etMémoires de la SociétéAnatomique (París), 
janv-avr 1877, [1878]: 325-326. 


1880 

3) Carafí, J.-M. Hernie diaphragmatique congénitale. 
Bulletins et Mémoires de la Société Anatomique (Paris), 
1880, 3 éme Série, T. V: 205. 


253 



• José Máximo Carafí • 


1881 

4) Carafí, J.-M. Anevrysme artério-veineux de l’artére et de 
la veine fémorale superficielles ayant subí les modifications 
suivantes: Communication de l’artére avec la veine et avec 
un sac; suppression de la communication avec le sac: cés- 
sation de la phlébartérie; gangréne de la poche; ouvertu- 
re; mort. Bulletins et Mémoires de la Société Anatomique 
(París), 1881, 4 éme Série, T.VI: 706-713. 

5) Carafí, J.-M. Monstre anencéphale présentant plusieurs 
vices de conformation- Bec de liévre commissural génial á 
gauche- Bec de liévre latéral. Coloboma de la paupiére et de 
l’iris a droite. Bulletin et Mémoires de la Société Anatomique 
(París), 1881, 4 éme Série, T. VI: 733-736. 

6) Carafí, J.-M. Calcul salivaire du canal de Warthon ex¬ 
pulsé spontanément. Bulletins et Mémoires de la Société 
Anatomique (París), 1881, 4 éme Série, T. VI: 736-737. 

7) Carafí, J.-M. Ligature de la verge á l’áge de sept ans; section 
presque complete de l’organe ayant intéressé l’urétre; rétré- 
cissement de l’urétre avec fistule; sclérose de l’urétre. Mort 
par urémie dyspnéique. Bulletins et Mémoires de la Société 
Anatomique (París), 1881, 4 eme Série. T.VI: 750-52. 

8) Carafí, J.-M. De quelques légéres modifications du procédé 
de Kocher, ayant pour but de le rendre applicable á la ré- 
duction des luxations intra - coraco'idiennes de l’humérus. 
Revue de Chirurgie (París) 1881: 922-925. 

9) Carafí, J.-M. Traitement des fractures indirectes récentes 
du rachis, Thése, París, 1881. 

10) Carafí J.-M. Fracture indirecte de la neuviéme vertebre 
dorsale; déformation; réduction; mort au 8 eme jour par 
hémorragie cérébrale traumatique. Progrés Médical, 1882; 
X: 635 y Bulletins et Mémoires de la Société Anatomique 
(París), 1882; 4 éme Série, T. VI: 752-756. 


254 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


1882 

11) Carafí, J.-M. Tremblement hystérique d’origine trauma- 
tique du membre inférieur droit; élongation du sciatique; 
guérison. La Frunce Médicale, 1882; I: 121-128 y Bulletins 
et Mémoirs de la Société clinique de París, 1883: 24-30. 

12) Carafí, J.-M. Lithotritie rapide par la méthode Bigellow; 
calcul phosphatidique de 2 cms et demi broyé dans une 
seule séance ayant duré vingt-trois minutes; guérison. 
Observation du Professeur Le Fort. La Frunce Médicale, 
1882: 195-198. 

13) Carafí, J.-M. Des accidents du chloroforme chez les fem- 
mes en travail. Archives de Focologie et Maladies des Femmes 
et des Enfants Nouveau-nés, 1882; 9: 193-197. 

14) Carafí, J.-M. Bassin rachitique tres rétrécie (51 millimétres). 
Opération de Porro. Mort. Bulletins etMémoires de la Société 
Anatomique (París), 1882; 5 eme Série, T.VII: 29-32. 

15) Carafí, J.-M. Opération de Porro. Progrés Médical, 1882: 
633-637. 

16) Carafí, J.-M. Luxation du coude en dehors, réduite par 
l’impulsion directe combinée á l’extension. La Frunce 
Médicale, 1882: 268-269 y Bulletins et Mémoires de la 
Société clinique de París, 1883: 42. 

17) Carafí, J.-M. Hernie inguinale étranglée; fistule stercora- 
le: guérison. La Frunce Médicale, 1882; 1 (22): 253-256 y 
Bulletins et Mémoirs de la Société clinique de París, 1883: 
44. 

18) Dos observaciones de Carafí incluidas en obras de otros 
autores: 

A) Kleisis vaginale par fistule vésico-vaginale. 
Observación incluida en: Le Double, Anatole. Du 
Kleisis Génital et principalement de l’occlusion vagi¬ 
nal et vulvaire dans les fistules uro-génitales, París, 
Delahaye éd, 1876: 71-72. 


255 



• José Máximo Carafí • 


B) Escares de la région lombaire produites par com- 
pression chez un albuminurique. Tétanus. Mort. 
Autopsie. Incluida en: Mantey, Baptiste-Albert. Essai 
sur le traumatisme chez les albuminuriques, París, A. 
Derenne éd, 1881: 19-19. 


1893 

19) Carafí, J.M., Enfermo de bocio exoftálmico, Sociedad de 
Medicina (Montevideo), 13 de diciembre de 1893 (no pu¬ 
blicado). 


1894 

20) Carafí, J.M. y De León, J. Observaciones sobre el tra¬ 
tamiento del bocio exoftálmico. Sociedad de Medicina 
(Montevideo), 4 de enero de 1894 (no publicado). 

21) Carafí, J. M. Un triple himen imperforado. Sociedad de 
Medicina (Montevideo), 4 de abril de 1894 (no publica¬ 
do). 

22) Carafí, J.M. Etiología de la fiebre tifoidea, Sociedad de 
Medicina (Montevideo), 18 de abril de 1894, El Siglo, 20 
de abril de 1894: 1. 

23) Carafí, J.M. Un caso de Tocología: Muerte del feto en 
los primeros meses de embarazo y su expulsión al térmi¬ 
no normal del mismo. Presentación de la pieza anatómi¬ 
ca, Sociedad de Medicina (Montevideo), I o de octubre de 
1894, Centro Farmacéutico Uruguayo, 1894; 1 (3): 236- 
238 y 284-287. 


256 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


Bibliografía sobre la vida y obra de José Máximo Carafí 

1895 

1) El fallecimiento del doctor José M. Carafí, El Siglo/Edición 
de la mañana! Montevideo, Año XXXII, N° 9050, 3 de se¬ 
tiembre de 1895. 

2) Editorial, El Bien, Montevideo, Año XVIII, N° 494, 3 de 
setiembre de 1895. 

3) El fallecimiento de José M. Carafí, La semana Religiosa, 
Montevideo, 8 de setiembre de 1895. 

4) El doctor don José M. Carafí, El Bien, Montevideo, 8 de 
setiembre de 1895. 

5) El doctor don José M. Carafí. Montevideo Católico, Año I, 
N° 8, 8 de setiembre de 1895. 

6) Corona fúnebre. El Bien, Montevideo, Año XVIII, N° 
516, 25 de setiembre de 1895. 

1915 

7) La Facultad de Medicina, Memoria del Decanato del Dr. 
Manuel Quíntela, Montevideo, Tip Moderna, 1915: 69- 
74. 

1921 

8) Acto de Homenaje al Dr. José M. Carafí, realizado en el 
Cementerio Central, el primero de setiembre de 1921, al 
cumplirse veintiséis años de su fallecimiento. Boletín del 
Consejo Nacional de Higiene, Montevideo, Imp Nacional, 
(apartado), 1921. 


257 



• José Máximo Carafí • 


1928 

9) Cantón, Elíseo. Historia de la Medicina en el Río de la Plata 
desde su descubrimiento hasta nuestros días (1512-1925), 
Madrid, Bibl Hist Hispano-americana, 1928; 3: 345- 
385. 


1935 

10) Turenne, A. Historia de la Facultad de Medicina de 
Montevideo (1875-1935). Los precursores. Anales de la 
Facultad de Medicina (Montevideo), 1935; Tomo XXI, 
N°. 1, 2 y 3. 


1946 

11) Piaggio Garzón, Walter. Nuestra Facultad de Medicina en 
su primera época. Los iniciadores. Evocación de la gran fi¬ 
gura médica del Profesor Carafí. El Día Médico Uruguayo, 
1946; 159: 467, 469, 487, 489-92. 

1989 

12) Visca Visca, Pedro. Partidas de nacimiento y defunción de 
José Máximo Carafí. Sesiones de la Sociedad Uruguaya de 
Historia de la Medicina, 1989; 11:71. 

13) Herrera Ramos, F.; Gorlero Bacigalupi, R. José María [sic] 
Carafí (1853-1895). En: Horacio Gutiérrez Blanco (ed): 
Médicos Uruguayos ejemplares, Montevideo, 1989; 1:1-6. 


258 



Anexos Documentales 


259 




Anexo N° 1. 


Partida de Nacimiento de José 
Máximo Carafí. 


Procedencia: Visca Visca, Pedro. Ses Soc. Urug Hist Med, 1989, 11: 71. 

Acta de la Parroquia de San Francisco, tomo 2, folio 222, partida 229 
Con el nombre de José Máximo, nacido en Montevideo, el 15 de abril de 1853, 
bautizado el 28 de agosto de 1853. Hijo legítimo de Ramón Carafí (natural de Buenos 
Aires [lo correcto es que nació en Barcelona]jj/í/e LauraZás (deMontevideo). Abuelos 
paternos: Gaspar Carafí y Antonia Pey; Abítelos maternos; José Zas y Manuela Días. 
Cura Párroco: Zenón Aspiazú 


261 



Anexo N° 2. 


Elenco profesoral de la Facultad 
de Medicina de la Universidad de 
Barcelona. 


Procedencia: Siguan, Miguel. Textos y Documentos. La Universidad de 
Barcelona, 1872 

Anatomía Descriptiva y General (Primer curso): D. José de Letamendi. 
Anatomía Descriptiva y General (Segundo curso): D. Carlos Silóniz Ortiz. 
Ejercicios de Osteología y Disección: D. Ignacio Pusalgas y Guerris (1790- 
1874) 244 (auxiliar). 

Fisiología: D. Juan Magaz y Jaime, marqués de Magaz (1821-1901). 

Higiene privada: D. Juan Giné y Partagás (1836-1903). 

Patología General con su Clínica y Anatomía Patológica: D. Francisco de Paula 
Folch y Amich (1780-1890). 

Terapéutica, Materia Médica y Arte de Recetar. D. Narciso Carbó y d’Aloi 
(£1898). 

Patología Quirúrgica: D. Joaquín Gil (¿?) 

Patología Médica: D. Antonio Coca y Cicera (1817-1872) 

Anatomía quirúrgica, Operaciones, Apósitos y Vendajes: D. Antonio Mendoza 
y Rueda (1811-1874). 

Obstetricia. Patología Especial de la Mujer y el Niño: D. Juan de Rull y Xuriach 
(£1891) 

Clínica Quirúrgica (Primero y Segundo Cursos): D. Nicolás Homs y Pasquéis. 
Clínica de Obstetricia: D. Lorenzo Vidal y Auté (f.1876) 245 
Higiene Pública: D. Juan Giné y Partagás. 

Medicina Legal y Toxicomanías: D. Ramón Ferrer y Garcés (1803-1872). 

244 Personaje interesante y multifacético que ha sido estudiado hace unos años por un 
historiador de la ciencia; véase: García González, Armando. Ignacio Pusalgas, un mé¬ 
dico romántico del siglo XIX, Asclepio, 2003; 55 (2): 201-230 

245 Autor de un reputado “Manual del sangrador”, Madrid, 1849. 


262 



Anexo N° 3 


Foja de estudiante de José Máximo 
Carafí en la Faculad de Medicina 

DE MONTPELLIER. 


Procedencia de: Archives de la ville de Montpellier. 


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Anexo N° 4 


Foja de ingreso de José M. Carafí 
a la Facultad de Medicina de París 


Procendencia: Archives Nationales de Frunce 



FACULTÉ DE MÉDECINE DE PARIS. 

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GRADES UNIVERSITAIRES 


Diplome de Baohelier es-lettres, dólivró a ^ /> „ le 

¡ ou. <rf4-/fo 

Diplome de Baohelier és-sclenoes, délivró ix ' lo-' 


Gertlflcat de Grammaire, délivró á 
Jiléoe de W 


lo 


Demeure el profession des párente: i™. 3t». 


Nom, jtro/ession tt adresse du répowUuU : 


y- / 


Signatura de l'Éiudiaut: 




Signatura du pire ou tuteur 
ou du répo&dant : 



i ou BeoW «te iléik&uo 



264 




Anexo N°5, 


Fojas de exámenes de José M. 
Carafí, en la Facultad de Medicina 
de París 


Procedencia: Archives Nationales de Frunce. 



INSCRIPTIONS 


llilL IB 


XxImu úm titylLaux. oaatuira <n 


Jnu [)•» U;U»tx, ctaojun dU Vi 


265 






• José Máximo Carafí • 


t 


EXAMENS 



266 



















Anexo N° 6. 


Foja del examen de Tesis doctoral 
de José Máximo Carafí, en la 
Facultad de Medicina de París. 


Procedencia: Archives Nationales de France. 


KXAMIBATBÜRS. 


THÉSE. 


Procés-verbal 


.stcc ir*. 

■U 1 U.Y. 

IOISIKH. 


LOI dn 10 Mars 1803 (19 Vem&se anXI) et AríiOtSs db l’Um- 
vbrsitB du 20 Seplembro 1837 ot du 7 Saptambre 1846. 


N” // 


L’an 18 %/ le A ~ 

Noue, Professeurs et Agrigés, nommés par la 
FacuIté^hy^íédecine. de paria jjour interroyer 


M 


¿y 




sur sa Trése intilulée: 


u i" ¡«lireclV.1 


'¿cuate* du rachla. 


Ayant élé satísfails de 

ses répomes, tunta propositas á la Faculté de 
lui faire délivrer le üiplúme de Pocleur cu 




I 



267 



Anexo N° 7. 


Carafí, ].-M- Observation sur un 

CAS DE STÉATOMES GANGLIONNAIRES 
PAR INEECTION, Á LA SUITE DU 
TRAITEMENT DUNE LOUPE DU CUIR 
CHEVELU PAR LES CAUSTIQUES. 


Procedencia: La Frunce Médicale, 1875; 63: 1-3. 


Sábado, 7 de agosto de 1875, año XXII, N° 63 


Trabajos originales 


Hótel-Dieu. Sr. Profesor Richet 


Observación a propósito de un caso de esteatomas ganglionares por infección, 
luego del tratamiento por cáusticos de un lupus de cuero cabelludo. 

Por J.-M. Carafí. Externo de los Hospitales 


Sra Alaé M...., de 40 años de edad, de ocupación labores, nacida en Epernay 
(Mamé), entró en el Hótel-Dieu el 20 de mayo de 1875, siendo ubicada en la cama 
N a 14 de la sala Saint-Cbarles. 

En abril de 1873, la enferma consultó a su médico para tratar un lupus del volu¬ 
men de una cereza grande que tenía desde dos años atrás en la región parietal dere¬ 
cha, a dos centímetros de la sutura sagital. La lesión fue tratada por aplicación de un 
cáustico (cuya naturaleza la paciente ignora) y que, luego de evolucionar hacia una 
éscara, ésta cayó; no pudiendo saberse si el quiste se desprendió al mismo tiempo, 
pero lo cierto es que la caída de la escara fue seguida por la aparición de crecimientos 
carnosos muy voluminosos que se extendieron alrededor del sitio ocupado por la 
parte del tumor mortificada por el cáustico. 


268 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


Luego de unos días de tratamiento, la enferma, que estaba impaciente por no 
haberse curado aún, dejó de ver al médico y, desde esa época hasta abril de 1874, 
no hizo ningún tratamiento. Durante ese período, las vegetaciones se hicieron más 
considerables y tomaron un aspecto fungoso. 

En abril de 1874, vino a consultar al Profesor Richet en el Hótel-Dieu. 

En esa época, según dice Richet, operó a la enferma durante una lección clínica 
que dictó ese día; las vegetaciones tenían aspecto canceroso, pero descartó esta idea 
ante los antecedentes. 

La aplicación de una ancha capa de pasta de cloruro de zinc fue suficiente para 
determinar la caída de la masa fungosa. Un mes más tarde, la curación se había pro¬ 
ducido y la cicatriz se había cerrado. 

Hasta el mes de febrero de 1875, la enferma no tuvo ningún accidente consecu¬ 
tivo a la operación; había engordado y su salud era excelente. En febrero, percibió en 
la parte superior del cuello y a la derecha, varias tumoraciones, como nudosidades, 
que se extendían desde el borde posterior de la rama montante del maxilar inferior, 
hasta el músculo esterno-mastoideo. La piel del cuello no estaba alterada, los movi¬ 
mientos de la cabeza se acompañaban de cierta molestia, que luego se convirtió en 
verdadero dolor. 

Hacia el mes de marzo, los dolores, que primero sólo se manifestaban con los 
movimientos, se volvieron espontáneos y continuos. Los percibía día y noche, a 
veces con un carácter lacerante. Su violencia era tal que la enferma sólo podía dor¬ 
mir bajo el efecto de píldoras de extracto tebaico, que tomaba todas las noches. El 
tratamiento local consistió en la aplicación de cataplasmas de fariña en grano sobre 
la zona afectada. El mismo no determinó ninguna mejoría; por el contrario, la zona 
se volvió más roja, caliente, lustrosa y exquisitamente dolorosa. 

Leve movimiento febril, astenia tan considerable como para obligar a la paciente 
a guardar cama, inapetente e insomne. 

La herida se había convertido en una vasta úlcera que ocupaba toda la región pa- 
rotídea derecha y la parte superior de la región esterno-mastoidea del mismo lado. 

Se extendió luego en sentido horizontal, del borde posterior de la rama montante 
del maxilar inferior hasta la mitad superior del borde posterior del esterno-mastoi¬ 
deo y en sentido vertical, desde la mitad inferior del borde adherente del cartílago 
auricular hasta una línea horizontal imaginaria que pasara por el ángulo de la man¬ 
díbula. La úlcera presentaba una cavidad profunda, anfractuosa; su diámetro vertical 
era de 3 centímetros aproximadamente; su diámetro antero posterior era menor; la 
profundidad era de 2 centímetros y medio a 3 centímetros. El fondo de las paredes 
y sobre todo los bordes estaban ocupados por vegetaciones carnosas, fungosas, de 
coloración rosada y que segregaban pus de buen aspecto. Los intersticios formados 
por las vegetaciones que ocupaban el fondo de la herida desprendían, espontánea¬ 
mente o bajo ligera presión, materia sebácea, igual a la que anteriormente habíamos 
extraído. M. Lannelonge, encargado interino del servicio, confirmó el diagnóstico 
realizado a partir de los caracteres observados a ojo desnudo. Los fragmentos que 
asentaban en los bordes cutáneos de la herida tenían similitud con las fungosidades 
de los cancroides vegetantes. De no haber contado con los antecedentes clínicos, el 


269 



• José Máximo Carafí • 


profesor habría planteado dicho diagnóstico. Con más razón aún porque las fungo¬ 
sidades tenían aspecto invasor, lo que quedaba demostrado por la perforación del 
cartílago auricular, que permitía el pasaje de un estilete. Además, por la aparición de 
lesiones similares, también vegetantes, en el conducto auditivo externo. El pus tenía 
un olor muy desagradable, aunque no la fetidez del icor canceroso. 

Las regiones vecinas, especialmente la región supra-hioidea y la parte superior de 
la región esterno-mastoidea del mismo lado presentaban considerable tumefacción. 
La enferma no podía separar las arcadas dentarias más allá de una distancia de dos 
a dos centímetros y medio, pero la deglución y la fonación estaban poco compro¬ 
metidas. 

Se comprobaron, por otra parte, todos los síntomas propios de una parálisis 
facial incompleta del lado enfermo, cuya causa fue fácil de explicar: la destrucción 
del tronco del nervio facial en su trayecto parotídeo. Esta parálisis se traducía por los 
síntomas habituales de esta entidad cuando obedece a una lesión periférica. La mitad 
derecha de la cara estaba traccionada hacia el lado opuesto; los pliegues de la frente 
y sobre todo el naso-geniano, casi habían desaparecido completamente; la abertura 
bucal tenía una dirección oblicua de abajo hacia arriba y de derecha a izquierda; la 
comisura labial izquierda estaba muy elevada. El ojo del lado enfermo podía cerrarse 
casi completamente; los movimientos de la masticación no determinaban ningún 
cambio en la mejilla del lado paralizado, lo que era debido probablemente a una 
especie de tensión producida por la tonicidad del lado sano, que no hallaba ninguna 
resistencia del lado enfermo; este aplastamiento de la mejilla por tracción era muy 
acusado. La lengua no ofrecía desviación alguna, lo que estaba plenamente justificado 
por el lugar en que asentaba la lesión del facial, por fuera del acueducto de Lalopio. 
Cuando la enferma hablaba, todos los elementos de desviación se acentuaban. 

Prescripción. Vendaje con agua alcoholizada dos veces por día. Comprimido de 
cinco centigramos de extracto tebaico por la noche. Vino y régimen ad libitum. 

El 20 de mayo, el estado general no había cambiado, la herida se encontraba 
igual, la parálisis facial era más acusada, la mitad paralizada ofrecía una desviación 
más notoria, y el orbicular no alcanzaba a cerrar el ojo derecho (lagoftalmos); los 
músculos paralizados respondían, aunque débilmente a la acción de una corriente 
farádica; esta exploración permitió localizar, con la mayor exactitud posible, el efecto 
de la corriente intermitente, cuando se aplicaba sobre cada músculo en particular. 

El corrimiento de saliva comenzaba a partir del momento en que la enferma se 
colocaba en posición sentada. 

El primero de junio se observó, durante las comidas, corrimiento de materias 
alimentarias en el momento de la deglución. 

El 2 la enferma salió del hospital. 

Creemos poder sacar de esta observación las conclusiones siguientes: I o Nos 
hemos visto enfrentados a un lupus que se ha reproducido luego de la operación 
realizada sobre el mismo con cáusticos, en los ganglios donde drenan los vasos lin- 


270 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


fáticos de la región afectada. La lectura de la descripción operatoria no deja, pienso, 
ninguna duda sobre el sitio de la recidiva ganglionar. 

2 o Esta recidiva se caracterizaba histológicamente por la presencia, en los gan¬ 
glios, de un tejido idéntico al que habitualmente se observa en los quistes sebáceos. 

3 o Los síntomas de la infección ganglionar sebácea han sido clínicamente iguales 
a los de la adenitis caseosa, caracterizándose, en esta enferma, en sus etapas finales, 
por fenómenos reaccionales sumamente agudos. 

4 o Nos debemos preguntar cuál ha sido el efecto de la cauterización del quiste 
sebáceo primitivo sobre los accidentes posteriores que hemos observado. 

Desde el punto de vista histórico, agregamos lo que sigue: 

Richet ha visto en la Pifié el caso de un hombre viejo que ofrecía, luego de la 
operación de un lupus por cáusticos, una verdadera generalización en los ganglios, 
donde había esteatomas que lo llevaron a la muerte. 

Lannlongue ha buscado en vano en libros y revistas periódicas algún caso de 
recidiva ganglionar de un quiste sebáceo luego de la operación. 

Nosotros hemos investigado también, por nuestra parte, en las obras más recien¬ 
tes y tampoco hemos encontrado algo similar. 


271 



Anexo N° 8. 


Carafí, ].-M. Ligature DE LA VERGE Á 
L AGE DE 7 ANS. SECTION PRESQUE COMPLETE 
DE L ORGANE AYANT INTÉRESSÉ L URÉTRE~ 
RÉTRÉCLSSEMENT DE L ’URÉTRE AVEC FLSTULE. 
SCLÉROSE RÉNALE. MORT PAR URÉMLE AVEC 
FLSTULE SCLÉROSE CERÉBRALE. MORT PAR 
URÉMIE DYSPNÉLQUE 


Procedencia: Bulletins et Mémoires de la Société Anatomique de París. 

1881. 


Antecedentes. Nuestro enfermo, de unos 21 años de edad, presenta todos los 
caracteres del infantilismo prologado. Tiene el desarrollo de un niño de 14 años. 
Afectado de incontinencia nocturna de orina, a la edad de 7 años, tuvo la idea de 
ligarse el pene para evitar orinar en la cama y para escapar a las amenazas de sus 
padres. Esta ligadura determinó erecciones mecánicas, y consecutivamente, el estre¬ 
chamiento con sección parcial. La cicatrización de esta ulceración circular no ha po¬ 
dido ser obtenida sin que el calibre de la uretra haya sido notablemente reducido. El 
estrechamiento del tejido de cicatrización ha llevado a un estrechamiento progresivo 
del conducto de la uretra, que tuvo por consecuencia retenciones de orina repetidas. 
Sin embargo, no había tenido jamás necesidad de ser sondado. Luego de muchas 
horas de retención, lograba vaciar lenta pero enteramente la vejiga. 

Antes de entrar al hospital, se había presentado a la consulta de M. Tillaux y 
había sido sondado. Se reconoció, por medio de este cateterismo explorador, la exis¬ 
tencia de una estenosis muy marcada de la porción peneana de la uretra a cuatro o 
cinco centímetros del meato urinario. El punto preciso donde se alojaba este estre¬ 
chamiento estaba indicado por la presencia de una pequeña fístula uretro penenana 
que desembocaba en la cara dorsal del pene y a través de la cual salían algunas gotas 
de orina durante la micción. 

El 25 de noviembre el enfermo ha orinado espontáneamente luego que estuvo 
en el hospital. La cantidad de la orina es casi normal, contiene un poco de mucus 


272 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


y no es albuminosa. El enfermo, por otra parte, jamás había presentado fenómenos 
que pudieran relacionarse con albuminuria. El cateterismo es practicado por M. Le 
Fort, quien logra pasar una bujía muy fina que es dejada durante diez minutos. 

30 de noviembre. Nueva sesión de cateterismo, pasando una bujía más volumi¬ 
nosa que la primera y M. Le Fort propone hacerle una sesión de dilatación rápida 
por ese método. 

2 de diciembre. Por la noche, el enfermo se queja de disnea. La auscultación no 
da nada, tampoco la percusión; se supone una disnea urémica. 

3 de diciembre. La disnea es mucho mayor, la secreción urinaria es casi nula, el 
enfermo cuya temperatura es normal o un poco inferior, está en un estado de abati¬ 
miento muy pronunciado. 

4 de diciembre. El enfermo no ha orinado desde ayer de noche. La vejiga está 
vacía. La disnea urémica ha progresado y no da lugar a ninguna esperanza. Se pres¬ 
cribe un enema drástico, jarabe de pera y agua de vida alemana. El enfermo muere 
en la tarde 

Autopsia. Flecha 18 horas después de la muerte. Pulmones generalmente conges¬ 
tionados, corazón hipertrófico, no ha sido conservado. Los riñones son lobulados, 
presentan este carácter en forma muy pronunciada. Al corte, se comprueba que están 
muy esclerosados, que la sustancia cortical está muy atrofiada, se comprueba en los 
riñones los signos de la retención urinaria, es decir una dilatación de los cálices y de 
las pelvis renales, que se han establecido a expensas del riñón. 

Los uréteres están extremadamente hipertrofiados y dilatados; ofrecen un calibre 
que sobrepasa al del meñique. 

La vejiga está enormemente hipertrofiada, sus paredes tienen siete a ocho milí¬ 
metros promedialmente, la mucosa está perfectamente sana. Contiene un poco de 
orina, muy rica en mucus. La uretra está muy roja detrás del estrechamiento. Su 
calibre está algo dilatado. El estrechamiento se caracteriza por una brida circular que 
rodea casi enteramente la uretra, saliendo hacia la luz. Detrás del estrechamiento, se 
ve el orificio interno de la fístula que hemos señalado antes. El trayecto de esta fístula 
es muy oblicuo, casi de un centímetro de largo. El orificio cutáneo se abre en la cara 
dorsal del pene. La uretra, por delante del estrechamiento, no está muy modificada 
ni en su calibre ni en su estructura. 

Reflexiones. Es curioso comprobar en este enfermo la existencia de una nefritis 
esclerosa atrófica, de origen mecánico, habiendo terminado por determinar la ure¬ 
mia disneica que fue rápidamente mortal, sin que haya sido posible hallar albúmina 
en la orina, ni fenómenos que aparecen como consecuencia de la albuminuria. La 
anemia ha sido muy tardía, visto el estado de las lesiones, y ha precedido inmedia¬ 
tamente la muerte. 


273 



Anexo N° 9. 


Carafí, J. Des accidents du chloroforme 

CHEZ LES FEMMES EN TRAVAIL 


Procedencia: Archives de tocologie, maladies des Femmes et des Enfants 
Nouveau-nés (París), 1882. 


Entre las cuestiones que se vuelven a considerar periódicamente ante las socie¬ 
dades científicas, entre las más interesantes, está el tema de los accidentes debidos al 
cloroformo. 

A medida que el uso de la anestesia se expande, los casos normales son más nu¬ 
merosos, y es bueno que la atención de todos los prácticos se dirija a los trabajos en 
los que se estudian estos hechos. Pero, hay un punto de vista muy controvertido que 
todo el mundo tiene el deber de aclarar en la medida de sus efuerzos, es el del peligro 
inherente a la anestesia misma, en el caso en que se administra a personas cuya salud 
general es buena. Esta condición se da más a menudo en las mujeres en trabajo de 
parto que en los enfermos que se duermen para someterlos a una operación quirúr¬ 
gica, que no sea la reducción de una luxación u otros accidentes que pueden ocurrir 
en individuos sanos. 

Ya sea a consecuencia de condiciones de salud de las parturientas, o porque en 
general no se acostumbra publicar las “calamidades obstétricas”, para utilizar la ex¬ 
presión de Sir James Paget, el hecho es que se ha extendido lentamente una noción 
que nos parece peligrosa y en contra de la que, cada cual, debe reaccionar según 
mejor le parece, en la medida de sus medios; deseo hablar de la pretendida inocuidad 
del cloroformo químicamente puro, administrado a dosis quirúrgica en las mujeres 
en trabajo de parto sanas. Pensamos que esta cuestión es lo suficientemente impor¬ 
tante para que sea útil publicar todos los hechos que puedan contribuir a arrojar 
alguna luz. Es con este propósito que nos hemos decidido publicar la observación 
que se presenta más adelante. 

Muchos parteros enseñan que el cloroformo está desprovisto de peligro en las 
parturientas; y bien, o esta proposición no tiene ningún sentido o quiere decir que 
las parturientas sanas poseen en tal estado, cierta inmunidad contra los accidentes 
del cloroformo. Campbell, habiendo puesto al día las investigaciones de Claude 
Bernard sobre el efecto del cloroformo en los animales, había admitido que la situa¬ 
ción de esfuerzo en la cual están las parturientas combatía los efectos anemizantes del 
cloroformo sobre el cerebro y el bulbo. Destaquemos primero que esta explicación 


274 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


no es admisible más que si se considera el estado de las parturientas durante el perío¬ 
do expulsivo, cuya duración es relativamente corta, por regla general, pero mucho 
más prolongada, es verdad, en la generalidad de los casos en que es preciso intervenir 
operatoriamente y recurrir en consecuencia a la anestesia. Se ve pues, que fuera del 
período de expulsión, la única condición favorable es la que deriva del estado de sa¬ 
lud de las parturientas, por lo general mejor que el de los sujetos a los que se somete a 
la acción del cloroformo con un propósito quirúrgico. Ir más allá de esta conclusión, 
parece tan temerario como peligroso. 

Pero, en suma, el peligro del cloroformo en las personas perfectamente sanas no 
nos parece haber sido puesto nunca en tela de juicio; los numerosos casos de muerte 
durante la reducción de una luxación o durante una operación insignificante, en 
sujetos sanos, sometidos a la cloformización, prueba que la salud más floreciente 
no pone al abrigo de los accidentes de una manera absoluta. También, pensamos, 
es mejor no dejar que esta opinión que combatimos se propague, y decir que el clo¬ 
roformo, administrado a dosis quirúrgica, es tan peligroso en las parturientas como 
en otras personas, y en lugar de contar en una pretendida inocuidad, redoblar los 
cuidados y precauciones a fin de evitar los accidentes 

He aquí ahora nuestra observación: 


Anestesia clorofórmica en una mujer en trabajo de parto en período expulsivo; 
asfixia; respiración artificial; curación.- Catalina L, de 21 años de edad, primípara 
a término, entra al Servicio del Dr. J. Lucas-Championniére en la Maternidad de 
Cochin el 13 de diciembre de 1880. 

El embarazo ha sido normal; la parturienta está muy bien constituida, con una 
estatura por encima de la media. Presenta todas las apariencias de la salud más flo¬ 
reciente. 

El trabajo de parto ha comenzado en la noche del 14. El niño se presenta por el 
vértice en occípico-izquierda-anterior. 

El 15, a las 9 horas de la mañana, los dolores son muy intensos; la mujer profiere 
gritos violentos; la dilatación cervical es del tamaño de una moneda de un franco, la 
presentación está muy encajada; algunos vómitos durante la mañana. 

A la hora 10, los dolores son intolerables, la parturienta está muy agitada; co¬ 
mienzo las inhalaciones de cloroformo, a dosis de analgesia primero, pero esta mujer 
era muy sensible y sentía gran repugnancia al cloroformo, que le provoca náuseas y 
vómitos; me veo forzado a aumentar progresivamente la dosis del narcótico a fin de 
aliviarla eficazmente. Conviene hacer notar que, desde las primeras inhalaciones de 
cloroformo, la respiración era muy irregular, tanto precipitada como muy lenta, en 
una palabra, era difícil inducir a la mujer para que respirara naturalmente; desde que 
se logró inducir el sueño, el ritmo respiratorio se regularizó y, algunas gotas de clo¬ 
roformo, vertidas de tanto en tanto sobre una compresa, bastaron para mantenerla 
dormida hasta el mediodía. En ese momento la dilatación era completa y se rompió 
la bolsa de aguas. 


275 



• José Máximo Carafí • 


Inmediatamente después que cesó la administración de cloroformo, la parturien¬ 
ta se despertó y reinició sus gritos desgarradores. El trabajo de parto, que estaba muy 
avanzado durante la anestesia, sufrió un tiempo de detención. 

A la hora 1, los dolores eran a tal extremo intensos que me veo forzado a reco¬ 
menzar la administración de cloroformo; la tensión del útero persistía en el inter¬ 
valo entre las contracciones; la cabeza estaba en el estrecho inferior, la rotación era 
completa y la alta frecuencia de los latidos cardíacos fetales indicaba la pronta ter¬ 
minación del parto; entonces me propuse aplicar el fórceps si el parto no terminaba 
espontáneamente en el espacio de media hora. 

Luego del reinicio del cloroformo, las inhalaciones eran primero hechas con do¬ 
sis bajas, luego las aumenté gradualmente. La enferma se dormía enseguida sin la 
menor excitación hasta la 1 y 15, cuando la compresa estaba casi seca, a causa del 
escaso cloroformo que contenía. En ese momento, la parturienta cesó lentamente de 
respirar, sin estertor, sin tragarse la lengua. La cara, principalmente los párpados y los 
labios se volvieron lívidos, luego la respiración y la circulación cesaron enteramente. 
Di vuelta de inmediato la cabeza de la paciente sobre el borde de la cama, para com¬ 
batir lo que podía haber de sincopal en su estado y comencé la respiración artificial, 
boca a boca, ayudado por las parteras del servicio, que comprimían alternativamente 
la base del tórax luego de cada insuflación. Se comprende que las ventanas fueron 
abiertas para disminuir la concentración de cloroformo en el ambiente. 

Al cabo de más de un minuto y medio de respiración artificial, tuve la dicha in¬ 
mensa de comprobar, primero, un débil movimiento de expiración; luego, algunos 
segundos después, una inspiración. Entusiasmado por el signo, continué la respi¬ 
ración artificial, lo que fue coronado por el éxito, porque al cabo de dos minutos 
aproximadamente la respiración se había restablecido por completo. 


276 



Anexo N° 10. 


Carafí, J.-M- Lihotricie rapide par la 

MÉTHODE DE BlGELOW. CaLCUL PHOSPHATIQUE 
DE 2 CENT. 172 DE DIAMÉTRE BROYÉ DANS 
UNE SELILE SÉANCE AYANT DURÉ VINGT~TROIS 
MINUTES. GlIERISON 


Procedencia: La France Medícale (París), 1882. 


Hospital Beaujon- Servicio del Profesor Le Fort. 


Litotricia rápida por el método de Bigelow Cálculo de fosfato de 2 centímetros y 
medio aplastado en una sola sección que duró veintitrés minutos. Curación. La France 
Médicale (París), 1881. 


Por M. Carafí. Interno de los hospitales 


El llamado Pain (Charles), de 33 años, doméstico, nacido en Jumeau, departa¬ 
mento de Deux-Sévres, entra el 21 de octubre de 1881 en el servicio del profesor Le 
Fort, hospital Beaujon, Sala Saint-Denis, N° 36. 

En 1871 el enfermo comenzó a observar expulsión de arenilla fosfática; su pro¬ 
blema persistió sin modificación apreciable hasta 1875. 

El enfermo supone, a partir de los síntomas experimentados, que su cálculo exis¬ 
tía ya en esa época; sufrió ya entonces interrupciones bruscas de la micción. 

De 1871 a 1878, el enfermo fue sometido al tratamiento por agua de Vichy 
artificial. 

En 1879, hizo en Vichy una cura de 25 días de duración (Fuentes del Hospital y 
Célestins). 

En 1889, segunda temporada en Vichy. 


277 



• José Máximo Carafí • 


Bajo la influencia de este tratamiento, la pesadez en el perineo y la cistalgia se 
atenuaron; durante la cura, la arenilla había desaparecido para reaparecer luego de 
dejar Vichy. 

Agreguemos que en la segunda temporada, el tratamiento fue menos eficaz y el 
enfermo logró un alivio mucho menos duradero. 

Los dolores perineales continuaron aumentando durante la marcha y los despla¬ 
zamientos en vehículo; a veces, durante la micción, observa que el chorro de orina 
se interrumpe bruscamente, lo que se acompaña de sensación dolorosa aguda, que se 
propaga a lo largo de la uretra hasta el glande. 

Los dolores perineales han ido aumentando, así como los trastornos miccionales, 
por lo que fue enviado a Le Fort por su médico tratante. 

Nunca había sido sondado. Luego de tomar las precauciones necesarias se le 
practicó el primer cateterismo explorador el 28 de octubre; el diagnóstico de cálculo 
se confirmó. La cantidad de orina era normal, entre 1500 y 1800 gramos; contienía 
un poco de mucus pero nada de albúmina. 

El 3 de noviembre, Le Fort decide operarlo por la litotricia de Bigelow. Pero 
como el calibre de la uretra era bastante estrecho y el meato de pequeñas dimensio¬ 
nes, comienza el tratamiento por la dilatación progresiva por medio de sondas de 
Béniqué. 

El 5. Se introducen las números 35 a 39 de la serie de Béniqué. 

El 7. Se introduce el litotritor y se comprueba la existencia de un cálculo único 
de 2,5 centímetros de diámetro. 

El 12. Se continúa con las sesiones de Béniqué; llegándose a la número 48. El 
único obstáculo a la introducción de las de número superior es la estrechez del mea¬ 
to. Le Fort practica su debridamiento. Esta sesión fue seguida de un acceso febril, 
combatido por un gramo de sulfato de quinina. 

El enfermo tomó un baño simple cada dos días. 

El 24 se practicó la litotricia luego de anestesia completa. 

El cálculo es aplastado sin mucha dificultad; cada fragmento es retomado y aplas¬ 
tado a su vez. 

Se introduce la sonda de Bigelow; se adapta el aparato para inyectar agua en la 
vejiga y reaspirarla; los fragmentos de cálculo se recogen en el reservorio. 

Se introduce de nuevo el litotritor para tomar y aplastar los fragmentos que pu¬ 
dieran haber escapado al primer tiempo de la operación. Se concluye con un nuevo 
lavado de la vejiga. 

La duración total de la operación ha sido de 23 minutos. A la noche, el enfermo 
está sin fiebre ni dolor y nota una micción mucho más fácil. 

El 25, apirexia; el enfermo se halla muy bien. Ha despedido algunos fragmentos 
muy pequeños de su cálculo. La orina contiene un poco más de moco que el habi¬ 
tual. 


278 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


El 30, se hace un lavado suplementario con el aparato de Bigelow, para asegurar¬ 
se que no quede nada del cálculo en la vejiga. A pesar de los cuidados, no se obtiene 
el más mínimo fragmento. La vejiga está limpia. 

Este cateterismo y este lavado fueron seguidos de un violento acceso febril que 
duró 24 horas. Sulfato de quinina, 1 gramo, otro al día siguiente. 

I o diciembre. Apirexia. 

El 5. Escalofrío, fiebre intensa por la noche, dolor perineal vivo. Al tacto rectal, 
se comprueba la próstata muy dolorosa. El enfermo sufre mucho al orinar. 

El 9. Por la mañana, el absceso prostático se abre espontáneamente en la uretra; 
una cantidad apreciable de pus sale por el meato. El alivio es inmediato y completo; 
la micción no causa dolor. El corrimiento de pus ha sido abundante durante 24 
horas. Luego, ha disminuido notoriamente. 

El 15. El corrimiento se reduce a una gota de pus. El enfermo no tiene más mo¬ 
lestias al orinar; sólo cuando retiene la orina por largo tiempo, presenta leve dolor. 

El 16. Dolor nulo; estado general muy bueno. El enfermo se levanta y camina sin 
dolor. La curación es definitiva. 

El 19. Cateterismo explorador. No resta la más pequeña traza de cálculo en la 
vejiga. 

El 20. Deja el hospital perfectamente curado. 


Reflexiones. Ele ahí, me parece, una prueba para agregar a las otras, sobre la 
simplicidad del tratamiento de los cálculos de la vejiga por el método de Bigelow, 
todas las veces que, por una preparación conveniente, se tenga a un enfermo en las 
mejores condiciones operatorias. Es evidente que es importante asegurarse del estado 
de la vejiga y de los riñones por el examen bien hecho de la orina. Cuando las vías 
urinarias están en buen estado, el resultado de la operación será satisfactorio. En 
cuanto a la duración de la sesión única, hemos oído decir a Le Fort que con un poco 
de costumbre con el instrumento, se la puede reducir todavía más; y la cloroformi¬ 
zación es una condición favorable, de la que no debe privarse; el peligro de pinzar las 
paredes de la vejiga entre las ramas del litotritor es una complicación que sólo puede 
ocurrir a un cirujano desatento o inexperimentado. 


279 



Anexo N°ll. 


Carafí, J.-M- Fracture indirecte de la 

NEUVIÉME VERTEBRE DORSALE: DÉFORMATION, 
RÉDUCTION. MORT LE 8 ÉME JOUR PAR 
HÉMORRAGLE CÉRÉBRALE TRAUMATIQUE 


Procedencia : Bulletins et Méinoires de la Société Anatomique de París, 

1882. 


Tengo el honor de presentar a la Sociedad Anatómica la columna de un hombre 
de 25 años, muerto en el servicio del Profesor Le Fort, en el Hospital Beaujon, a 
consecuencia de una hemorragia cerebral traumática en el curso de una fractura del 
raquis. 

Este hombre, carpintero, estaba en su trabajo el 16 de noviembre de 1881, cuan¬ 
do cayó sobre la cabeza, de una altura de alrededor de 10 metros. Enseguida fue 
conducido al hospital Beaujon. Fue admitido por nuestro colega M. Petit, quien ha 
tenido la amabilidad de darlos la nota siguiente sobre el estado del herido y la inter¬ 
vención a la cual fue sometido, de común acuerdo con nosotros. 

El enfermo, acostado sobre un banco, estaba en decúbito dorsal, presentaba una 
agitación marcada, repitiendo sin cesar el mismo grito: “Marie!”, se debatía cuando 
se pretendía examinarlo, pero ejecutaba movimientos en la parte superior del cuerpo 
y principalmente del brazo derecho; el brazo izquierdo estaba afectado por una con- 
tractura en semiflexión muy marcada. 

Descubriéndolo, se pudo comprobar el estado de sus miembros interiores; se 
percibe que el pene está en erección; no hay trazas de emisión de esperma, orina ni 
materias fecales. Los dos miembros inferiores están en estado de paraplejia fláccida 
y con anestesia a ese nivel, así como sobre la parte inferior del tronco, la que parece 
absoluta. 

Procediendo al examen de la región raquídea, se comprueba aproximadamente 
a nivel de la segunda vértebra dorsal, una deformación muy acentuada. La porción 
del raquis por encima de este punto parece hundida en una extensión de algunos 
centímetros, en tanto que por debajo, se percibe una saliencia brusca que limita la 
depresión a ese nivel, en la cual se podría alojar una nuez gruesa. No se comprueba 


280 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


en ese sitio, ni movilidad anormal de los fragmentos vertebrales, ni crepitación, pero 
la palpación, aún la más ligera, resulta dolorosa. 

Algunas horas después de la entrada del enfermo, se procede a efectuar tracciones 
progresivas sobre los miembros inferiores, en tanto que la contratracción se hace por 
medio de un lazo pasado bajo las axilas. Estas maniobras parecen poco dolorosas y se 
obtiene fácilmente la desaparición de la deformación raquídea. En ese momento, la 
erección desaparece, el enfermo cae en un estado semicomatoso y, permanece en de¬ 
cúbito dorsal, con una ligera tracción ejercida sobre la parte superior del tronco, me¬ 
diante un lazo pasado bajo las axilas y que fueron fijados a la cabecera de la cama. 

El diagnóstico no presentaba dudas: se trataba a la vez de una fractura indirecta 
de la columna vertebral y de una hemorragia cerebral: porque era difícil explicar 
de otro modo que por una hemorragia cerebral la contractura estuviera limitada al 
brazo izquierdo y el estado intelectual del paciente. 

17 de noviembre. El enfermo está un poco agitado. 

18 de noviembre. El enfermo no responde más a las preguntas que se le dirigen. 
Está siempre agitado. Se aplican seis sanguijuelas en la oreja derecha. Se coloca el 
enfermo en una gotera de Bonnet. A la visita nocturna la temperatura es normal, 
el enfermo está muy agitado y hace movimientos violentos con el brazo derecho, el 
único miembro que no está paralizado. Estado semicomatoso. El brazo izquierdo 
está siempre contracturado. Como los esfuerzos del enfermo parecen originados bajo 
la influencia del dolor, se le hace una inyección de un centigramo de clorhidrato de 
morfina. 

19 de noviembre. Desde ayer, han aparecido convulsiones epilépticas en el brazo 
izquierdo y en la cara; se presentan bajo la forma de verdaderas crisis, con detención 
respiratoria inicial, movimientos tónicos, y movimientos clónicos sin cesar. El coma 
progresa siempre, sin que la respiración sea ruidosa, tampoco hay ruido traqueal. La 
parálisis sensitiva y motriz persiste sin ninguna modificación; es la conmoción o más 
bien la contusión cerebral que domina los accidentes y comanda el pronóstico. 

La constipación y la retención de orina persisten. 

Visto el estado comatoso del herido, se suprime la poción con extracto tebaico, 
5 centigramos, y se prescriben seis nuevas sanguijuelas detrás de la oreja derecha. 
A la noche, el mismo estado. Los ataques epileptiformes han sido más frecuentes 
durante la jornada, sobrevienen casi a todas las horas y duran de 20 a 30 segundos. 
Temperatura 38 ° 2. 

20 de noviembre. El mismo estado. Cateterismo dos veces por día. La orina es 
abundante y no está alterada. 

21 de noviembre. El mismo estado. La respiración conserva siempre el mismo 
carácter con ronquido. 

22 de noviembre. El enfermo muere a mediodía. 

Autopsia, practicada el 24 de noviembre en presencia de mis excelentes colegas 
los Sres. Petit y Gautier. Lo que nos llama la atención primero es la perfecta correc¬ 
ción de la reducción. No habiendo visto la fractura antes de la reducción, me ha sido 


281 



• José Máximo Carafí • 


necesario recorrer en tres ocasiones la línea de las apófisis espinosas para reconocer el 
intervalo del callo que se había formado sobre la fractura. 

La autopsia de la cabeza nos permite reconocer una equimosis extendida a una 
gran parte de la región parietal. Los huesos de la calota craneana están intactos. La 
misma, una vez elevada, permite observar ausencia de toda hemorragia fuera de la 
duramadre. Se veía abombar en la región parieto frontal del cerebro derecho una 
saliencia que era fácil de relacionar a la verdadera causa: una hemorragia en foco. 
Este foco ocupaba los lóbulos frontal y parietal, a nivel de las circunvoluciones que 
limitan el área de Rolando. Es un verdadero foco constituido por un coágulo negruz¬ 
co como un huevo de gallina, rodeado de serosidad, de un rojo vivo. Todo alrededor, 
la sustancia cerebral estaba desflecada. El foco no estaba separado de la superficie del 
cerebro sino por una capa fina de sustancia nerviosa, no comunica con el ventrículo 
lateral. 

La fractura del raquis afecta el cuerpo de novena dorsal, que está dividido en 
dos fragmentos, el superior cóncavo, comprende la lámina superior y la mitad su¬ 
perior de la lámina del tejido compacto que recubre la cara anterior del cuerpo de 
la vértebra; el fragmento inferior comprende el resto del cuerpo de la vértebra. En 
este fragmento, el tejido óseo está tan laxo a causa del traumatismo, que la altura 
del cuerpo de la vértebra está reducida a 13 mm, en tanto que las vértebras dorsales 
situadas por encima y por debajo tienen un tercio más de altura. La apófisis espinosa 
se ha desprendido en su base, pero no se ha desplazado, las apófisis articulares y 
transversas están fracturadas en fragmentos pequeños a nivel de su cabeza. Los dos 
fragmentos, formados por el cuerpo de la novena vértebra dorsal se introducen uno 
en el otro como un cóndilo en una cavidad glenoidea. El aplastamiento del cuerpo 
de la vértebra no ha afectado el calibre del canal vertebral. 

La médula no parece haber sufrido a consecuencia del desplazamiento que ha 
provocado la fractura, pero es preciso destacar que ha sido examinada 19 días des¬ 
pués de la muerte y que había quedado en el raquis, mientras la pieza anatómica 
había sido conservada en una solución de doral durante ese tiempo. Señalamos de 
todos modos que las meninges raquídeas están intactas y que no hemos encontra¬ 
do ninguna de las lesiones groseras que alejan toda esperanza de curación. No se 
observan hemorragias en el canal vertebral. Había una hemorragia celular bastante 
abundante, expandida en el mediastino posterior, bajo la pleura mediastínica. 


Reflexiones. Hemos presentado nuestra pieza anatómica para probar la posibili¬ 
dad de una reducción completa y regular en las fracturas aisladas del raquis. Muchos 
cirujanos que admiten la reducción como tratamiento de los traumatismos con des¬ 
plazamiento del raquis, sostienen que es en las luxaciones que la reducción resulta 
útil y suponen que la reducción no es de gran ayuda en las fracturas aisladas, las 
fracturas sin luxación, en las que el desplazamiento se produce entre dos fragmentos 
del cuerpo de una vértebra y no a nivel del menisco intervertebral. 

Esta pieza anatómica prueba justamente que la reducción es tan útil y eficaz en 
las fracturas aisladas como en las complicadas por luxación. 


282 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


No diremos más que una palabra sobre la hemorragia cerebral traumática, es 
que, a pesar de la poca frecuencia de este tipo de accidentes, es evidente que la causa 
de nuestro caso ha sido el traumatismo; todas las precauciones, y éstas eran bien sen¬ 
cillas, se han tomado para evitar errores. Es el propio traumatismo, caída de cabeza 
de un sitio elevado, la que ha fracturado indistintamente el raquis y desgarrado los 
vasos cerebrales, de los que se ha originado la hemorragia. El diagnóstico de esta 
complicación había sido hecho por M. Le Fort desde los primeros días y se lo había 
encarado terapéuticamente en forma adecuada. 


283 



Anexo N° 12. 


Designación interina de los Dres. 
José M. Carafí y Elías Regules para 

DESEMPEÑAR LAS AULAS DE ANATOMÍA 

e Higiene y Medicina Legal, 

RESPECTIVAMENTE, 1884 . 


Procedencia: Archivo Facultad de Medicina de Montevideo, s/f. 


Ministerio de Justicia, Culto e Instrucción Pública 


Montevideo, Noviembre 21 de 1884. 

Comunico a Ud. que el Gobierno, con fecha de ayer, ha aprobado los nombra¬ 
mientos efectuados por el H. Consejo Universitario, en las personas de los Doctores 
Don José M. Carafí y Dn. Elías Regules, para desempeñar en esa Universidad inte¬ 
rinamente, el primero el Aula de Anatomía y el segundo la de Higiene y Medicina 
Legal. 

Dios gde. a Ud. muchos años 

J. L. Cuestas 

Al Señor Rector de la Universidad Dr. Don Alfredo Vásquez Acevedo 


284 



Anexo N° 13. 


Nota de la Comisión de Caridad 
y Beneficencia Publica, por la 

QUE ACEPTA QUE LOS ESTUDIANTES DE 

Medicina de quinto y sexto año 

ACCEDAN A LA SALA DE PARTOS DEL 

Hospital de Caridad, 1886 . 


Procedencia: Museo Histórico Nacional: Carpeta Hospital de Caridad, 

1886 


Enero 5 de 1886 


Sr. Rector de la Universidad Mayor de la República Dr. D. Alfredo Vásquez 
Acevedo. 

A debido tiempo tuvo el honor de recibir esta Junta la atenta comuniación del Sr. 
Rector de la Universidad, del 19 de Noviembre ppdo. contraída a obtener la aquies¬ 
cencia necesaria para que los alumnos de la Facultad de Medicina puedan concurrir 
a la sala de partos del Hospital de Caridad. 

En contestación, cumplo con transcribir a Ud., el informe del Director del 
Hospital de Caridad aprobado de acuerdo por esta Corporación, a fin de que tanto 
los estudiantes como los catedráticos, en conocimiento de sus principales conclu¬ 
siones, puedan asistir a la Sala que al efecto se les indique en la oportunidad que se 
considere por conveniente: 


“Dirección del Hopital de Caridad. Montevideo, diciembre 12 de 1885. Cumple 
esta Dirección al evacuar el informe que solicita esa H. Corporación manifestar que 
considera atendible el pedido que hace el Sr. Rector de la Universidad acerca de 
que se permita a los Estudiantes de Medicina de quinto y sexto año, libre entrada 
a la sala destinada a parturientas. Es innegable que para adquirir los conocimien- 


285 



• José Máximo Carafí • 


tos que abarca la obstetricia es menester estudiar prácticamente dicha dolencia a la 
cabecera de la enferma, observar las alteraciones que pueda tener y examinar dete¬ 
nidamente las diversas complicaciones que lleguen a presentarse en el trascurso de 
la enfermedad. Así es que nada tan plausible que acceder a lo que se solicita, pues 
así aprovecharán su tiempo y acopiarán mayor caudal de observaciones los que a la 
carrera médica se consagran. Sin embarto, en un Establecimiento de Caridad, al cual 
acuden voluntariamente los enfermos, no se les puede obligar a que sus afecciones 
o males sean conocidos por los estudiantes, a no ser que espontáneamente quisieran 
prestarse a ello, lo que no ocurriría si este hospital fuese clínico. Con todo, como 
esta Dirección comprende la urgente necesidad de dar mayores facilidades a los es¬ 
tudiantes de Medicina para que logren ensanchar sus conocimientos en la materia 
de obstetricia, cree que podría destinar en la sala de parturientas un departamento 
especial, en el que estarían a disposición de los Estudiantes de quinto y sexto año, 
aquellas enfermas que no tuvieran reparo en que sea público el secreto médico de 
las dolencias que allí las tiene postradas. A ese Departamento especial podrían tener 
acceso los estudiantes y sus catedráticos y en él encontrarían parturientas que les ser¬ 
virían para conseguir la práctica indispensable en obstetricia. Dejando así evacuado 
lo que esa H. Corporación pide, saludo al Sr. Presidente con toda consideración. 
Julio Rodríguez, Director, Héctor Lacueva, Secretario.” 


Saludo al Sr. Rector con este motivo muy atentamente, Fdo., Oscar 
Hordeñana. 


Montevideo, enero 16 de 1886. Acúsese recibo y comuniqúese al Decano de la 
Facultad de Medicina. Fdo. Vásquez Acevedo. 


286 



Anexo N° 14. 


Nota del Catedrático de 
Clínica Quirúrgica y Medicina 
Operatoria, Dr. José Pugnalin, al 
Decano Carafí, 1887 . 


Procedencia: Arch. Fac Med Montevideo, 2 folios manuscritos s/n, 1887. 


Sr. Decano de la Escuela de Medicina Dr. J. M. Carafí, 


Animado el que suscribe del más vivo deseo de procurar a los Sres. Estudiantes 
de Clínica Quirúrgica el que puedan, en cuanto sea posible, cursar con mayor pro¬ 
vecho esta importante asignatura, pide encarecidamente al Sr. Decano, que siempre 
celoso se mostró del decoro y buen nombre de la Escuela de Medicina, se dirija a 
quien corresponde, para conseguir con urgencia, lo que abajo se indica, siendo hoy 
de absoluta necesidad para que dicha Clínica pueda prestar sus modernos y grandes 
beneficios, a la humanidad doliente. 

La Sala Maciel, destinada al estudio de la Clínica Quirúrgica, es de dimensiones 
demasiado pequeñas para contener 18 camas, y además aglomerando en ella, un 
número de enfermos, que no está en proporción con la capacidad cerca de la sala; 
y estando mezcladas toda clase de afecciones -infecto contagiosas- como están // 
no es posible muchas veces obtener los resultados que se desea, practicando graves 
operaciones, así como tratando los más simples casos de Cirugía. 

Necesítase, por consiguiente, sacar de la sala cierto número de camas -y re¬ 
comendar a los Médicos del establecimiento, no destinen a ellas los enfermos de 
erisipelas, gangrena, pioemia, tuberculosis, sarna, etc. Para cuyas enfermedades, es 
preciso establecer en el Hospital, cuartos apartados donde curarlas, sin peligro para 
los demás enfermos. 

Faltando una sala para operaciones, que esté próxima a la de Cirugía, pues es 
impropio y penoso el deber de practicar operaciones de toda clase, en presencia de 
los demás enfermos, es del parecer del peticionante que podría servir a tal objeto el 
segundo cuarto de baños, sacando de él las camas que contiene- para dejar sola, la 
de operaciones, un armario con arsenal quirúrgico y los diferentes aparatos de irriga¬ 
ción. En dicho cuarto convendrían algunas mejoras materiales//que se indicasen de 


287 



• José Máximo Carafí • 


voz -pudiendo servir al mismo tiempo para las lecciones clínicas. El primer cuarto 
de baños mejorado también en sus condiciones higiénicas, puede convenir para de¬ 
jar en él, los recién operados, que nunca se encuentran bien, en una sala grande y 
con muchos enfermos. 

Reducido del modo indicado el número de camas y con él, los enfermos co¬ 
rrespondientes a la Clínica Quirúrgica -10 ó 12 en la Sala Maciel y 3 en el primer 
cuarto de baños- bien comprenderá el Sr. Decano que es insuficiente e imposible el 
indicado número para que puedan los estudiantes hacerse siquiera una idea de las 
más frecuentes afecciones quirúrgicas. La Cirugía moderna, que ha llegado al apogeo 
de las Ciencias Médicas, y que tanto ennoblece a aquel que a ella se dedica - necesita 
de un vasto campo para estudiarla y practicarla convenientemente. 

Por lo expuesto comprenderá el Sr. Decano, cómo es necesario haga todo empe¬ 
ño con el Sr. Director del Hospital, para que destine a la Clínica Quirúrgica 12 ó 15 
camas del reparto quirúrgico de mujeres, proporcionando así un nuevo e importante 
contingente a los jóvenes estudiantes, a los cuales hasta la fecha no le fue permitido 
poder estudiar clínicamente las afecciones quirúrgicas de las mujeres. 

Para el mejor servicio, y en conformidad con el reglamento, es indispensable 
también el nombramiento de un Jefe de Clínica Quirúrgica, que tenga disposición y 
pueda auxiliar al Catedrático en su pesada tarea; así como es necesario que el alumno 
interno se quede día y noche en las Salas de las Clínicas - siendo un hecho tanto 
doloroso como conocido- la indiferencia y casi abandono en que son dejados por el 
personal sanitario del Hospital, los enfermos asistidos en las indicadas salas. 

Debiendo ser que los alumnos internos - uno para cada clínica- podrían estos 
alternarse para hacer el servicio de guardia constante en las salas Clínicas. Para que 
se acostumbren los Señores Estudiantes a un severo y minucioso examen //de los 
enfermos, debería obligárseles a tomar apuntes de todas las observaciones clínicas de 
los pacientes a cada uno asignado - para leerlas a pedido del Catedrático en la hora 
de visita, y presentarlas a fin de año a la mesa examinadora. 

El Sr. Decano, que bien sabe, que las salas destinadas a objeto de estudios clíni¬ 
cos, deben tener continuamente enfermos nuevos, para poder estudiar el mayor nú¬ 
mero y variedad posible de afecciones - espero se dirigirá a quien corresponde, para 
obtener lo expuesto y además conseguir el permiso de pasar a otras salas del Hospital 
los casos de enfermedades crónicas que no presenten interés para los Estudiantes. 

Faltando al Hospital un buen arsenal quirúrgico y útiles de medicación para 
poder practicar cualquier operación, es de urgencia que el Sr. Decano provea lo ne¬ 
cesario para que la Clínica Quirúrgica pueda cumplir su cometido. // 

La reconocida competencia del Sr. Decano suplirá en lo posible cuanto pueda 
faltar a las indicaciones hechas - y en la esperanza que no omitirá esfuerzos para 
conseguir lo que de justicia se solicita, le es grato saludar a Ud. atentamente, 

Dr. José Pugnalin 
Catedrático de Clínica Quirúrgica y Operaciones 


288 



Anexo N° 15. 


Nota del Decano de la 
Facultad de Medicina al Rector 
de la Universidad, respecto a 

RESOLUCIONES PARA EL MEJOR SERVICIO 
DE DICHO ORGANISMO, 1887 . 


Procedencia: Arch Fac Med Montevideo, 3 folios manuscritos s/n, 1887. 


Facultad de Medicina 


Asunto: Nota pasada por el Decano de la Facultad respecto a algún punto refe¬ 
rente al mejor servicio. 


Montevideo, Abril 11 de 1887. 


Sr. Rector de la Universidad Dr. Don Alfredo V. Acevedo 

Señor: 

Creo de mi deber llamar la atención de Ud. sobre algunos puntos referentes al 
mejor servicio de la Facultad de Medicina. 

Durante el transcurso del año pasado, el anfiteatro de Anatomía fue abundan¬ 
temente provisto de sujetos, para la disección y la medicina operatoria. Habíamos 
llegado, pues, a creer que la provisión de los cadáveres para el anfiteatro era un punto 
definitivamente resuelto, pero desgraciadamente no ha sido así, puesto que hará 
próximamente un mes que se han abierto los cursos de Anatomía y de Medicina 
Operatoria, y todavía no hemos recibido un solo cadáver en el Anfiteatro. Suplico, 
pues, al Señor Rector tenga a bien gestionar acerca de los Señores que componen la 
Comisión de Caridad y Beneficencia Pública, con el fin de que no pongan obstáculo 
alguno a que los cadáveres, de los individuos que mueran -sin ser reclamados por 
sus parientes- en el Hospital de Caridad y en el Manicomio, sean entregados para los 
trabajos de disección y de Medicina Operatoria, como se venía haciendo, en estos 
últimos años, con los cadáveres del primero de los establecimientos mencionados y 


289 



• José Máximo Carafí • 


como se resolvió se hiciera, el año pasado, con aquellos del segundo establecimiento 
citado. 

Al hacer las gestiones precedentes, el Señor Rector tendrá a bien recabar de la 
Comisión de Caridad y de Beneficencia Pública, autorización para establecer en 
dos pequeñas piezas del Hospital de Caridad, la Clínica de enfermedades de los 
ojos. Estos cuartos deben contener; el uno cuatro camas para aquellos enfermos que 
después de operados deban permanecer en el Hospital, estableciéndose en el otro, 
una sala para exámenes del fondo del ojo en la cual serán depositados los aparatos, 
cáusticos, colirios, etc., necesarios para atender diariamente a los enfermos que de¬ 
seen continuar habitando en sus domicilios y recibir el tratamiento en la Clínica 
Externa, la cual, lo mismo que la Interna, estará bajo la dirección del Catedrático de 
Oftalmología y su Clínica. 

Me veo también en la necesidad, Sr. Rector, de llamar la atención de Ud. sobre 
la conveniencia de que visto el número reducido de camas de que dispone la Clínica 
Quirúrgica de la Facultad, estas sean escasamente ocupadas por aquellos enfermos 
que ofrezcan padecimientos que sean útiles para la enseñanza de la asignatura, y 
aquellos enfermos que por ofrecer padecimientos crónicos o que carezcan de interés 
para la enseñanza, puedan pasar a otras salas del Hospital. Es fácil de apercibir que 
este funcionamiento de la Clínica es necesario para que sea llenado el fin con que 
ha sido creada, quedando además armonizadas las exigencias de la enseñanza, con 
los cuidados asiduos y minuciosos a que tienen derecho todos aquellos que vienen a 
implorar una cama en el Hospital. 

En la Clínica Médica de la Facultad, se hace notar cada día más el vacío que 
deja en la enseñanza práctica de las enfermedades internas, su estudio limitado al 
hombre. Las enfermedades comunes a ambos sexos deben estudiarse también en en¬ 
fermos del uno y del otro sexo y en este sentido, sería de desear que la Clínica Médica 
tuviera bajo su dirección una pequeña sala con quince o veinte camas del servicio 
de mujeres. Solamente cuando la Clínica Médica posea enfermos de ambos sexos, 
podrán los alumnos sacar todo el fruto necesario de este servicio nosocomial. 

Lo que hemos dicho relativo al reclutamiento de los enfermos para la Clínica 
Quirúrgica, debe decirse igualmente con respecto al reclutamiento de los mismos 
para la Clínica Médica. 

Para asegurar la elección de los enfermos para las Clínicas de la Facultad, sería 
conveniente que los Internos, de las dichas Clínicas, hicieran guardias en el Hospital, 
alternándose cada veinte y cuatro horas como se practicaba en los Hospitales más 
adelantados de Europa. Estos Internos necesitaban, para llenar debidamente su co¬ 
metido, tener una sala de guardia en el Hospital. Provista de una mesa en donde 
almorzarán todos los Internos y comerá el Interno de guardia, y una cama para este 
último. Poseyendo así el Hospital el local conveniente para los Internos y estable¬ 
ciéndose -de una manera clara- cuáles son sus atribuciones, estoy seguro, Sr. Rector, 
que no faltarán competidores en los Concursos de Oposición para la provisión de 
estos puestos, lográndose así que los alumnos más distinguidos de la Facultad, sean 
aquellos llamados a ejercer estas funciones, que tanta importancia tienen para asegu- 


290 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


rar la buena, continua y rigurosa asistencia de los enfermos confiados a las Clínicas 
de la Facultad. 

La creación del internado, para los servicios de la Clínica en el Hospital, asegu¬ 
rando la visita de la tarde en esas salas, tendrá como consecuencia, los dos resultados 
siguientes: en primer lugar, se prestigiará mucho el Hospital, puesto que los enfermos 
podrán tener la seguridad de que recibirán en él, cuidados médicos tan asiduos como 
pudieran procurárselos en su domicilio, la persona que tuviera los mayores recursos; 
y en segundo lugar, porque estos jóvenes que hayan desempeñado las funciones de 
Interno habrán adquirido durante este tiempo, una experiencia y una reputación 
que les asegurará un pronto y legítimo éxito en el ejercicio de su profesión. 

Me es grato aprovechar esta oportunidad para saludar al Señor Rector, con mi 
mayor consideración. 


Fdo, José Máximo Carafí 


291 



Anexo N° 16. 


Discurso del Decano José 
Máximo Carafí en ocasión de 

LA INAUGURACIÓN DE LOS CURSOS 
CORRESPONDIENTES AL AÑO 1887 . 


Procedencia: Memoria presentada por el Decano Doctor Manuel Quíntela, 
Montevideo, Tip Moderna, 1915: 69-74 y Elíseo Cantón: Historia de la 
Medicina en el Río de la Plata , 1928, 3: 362-366. 


Señores: 

Antes de abordar el estudio de nuestra asignatura, vamos a pasar, someramente, 
en revista todos los progresos hechos por nuestra Escuela, en el transcurso del pre¬ 
sente año, y luego enumeraremos aquellas reformas que sólo esperan, para plantear¬ 
se, que la situación del erario público sea más holgada y puedan consagrarse algunas 
sumas, sin las cuales no es posible llevarlas al terrerno de la ejecución. 

Desde la fundación de la Facultad de Medicina, y, más especialmente, de la 
Cátedra de Partos, nuestros predecesores habían gestionado repetidas veces la crea¬ 
ción de una Clínica Obstétrica y Ginecológica, absolutamente indispensable en la 
Facultad de Medicina. Todas las gestiones que se hicieron en este sentido quedaron 
infructuosas. Este inmenso vacío recién ha sido llenado el año pasado. La Clínica de 
Partos ha funcionado por la primera vez, durante el año anterior, con gran provecho 
para los alumnos, que terminaban su escolaridad, lo mismo que para las alumnas 
parteras que antes se presentaban a rendir sus exámenes sin el estudio de la Clínica 
Obstétrica. 

La enseñanza de la Medicina legal se venía haciendo de una manera puramente 
teórica, y los alumnos, como es natural, no sacaban el provecho que debían del estu¬ 
dio de tan delicada asignatura. 

Preocupados, el señor rector y yo, de los inconvenientes que presentaba esta 
enseñanza como se hacía, gestionamos ante el Ministerio del ramo la autorización 
necesaria para que el catedrático de la asignatura y los alumnos tuvieran entrada 
libre en el Manicomio Nacional. El señor catedrático de Medicina Legal ha podido 
explicar prácticamente a sus alumnos todas las formas de las enfermedades mentales, 
que tanta importancia tienen en el estudio de la Medicina Legal. 


292 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


El anfiteatro de disección, inaugurado en el penúltimo curso, ofrecía, a pesar de 
sus cualidades higiénicas y de su comodidad, algunos inconvenientes en cuanto a la 
provisión de sujetos para la disección y la conservación de los mismos sujetos. 

El primer inconveniente ha sido salvado, gracias a una instancia promovida ante 
el Ministerio de Instrucción Pública, por el señor Rector, instancia que tuvo por 
consecuencia una resolución ministerial disponiendo que los cadáveres del Hospital 
y Manicomio deberán ser remitidos a la sala de disección, siempre que no medie una 
reclamación formal, hecha por los parientes del fallecido. 

La conservación de los sujetos de disección se ha obtenido en perfectas condi¬ 
ciones, durante el último año escolar. El segundo disector fue a principios de 1886 
a París, a tomar conocimiento del modo práctico como se hacen las inyecciones 
conservadoras en los anfiteatros de aquella Escuela. Seguimos, pues, el mismo mé¬ 
todo en nuestro anfiteatro. Recordarán ustedes, sin duda, señores, los ensayos de 
embalsamamiento de cadáveres que se han venido practicando en el anfiteatro que 
han dado resultados tan inesperados como inseguros. 

A mediados del año académico, se realizó otro progreso de alguna importancia, 
creándose, a pedido del señor Catedrático de Botánica Médica, un Laboratorio de 
Bacteriología. Los alumnos de primer año han podido ser ejercitados prácticamente 
en el uso de las preparaciones microscópicas, y han podido comprobar de visu los 
caracteres morfológicos de los más importantes de los organismos inferiores, cuyo 
estudio promete una reforma en el conocimiento etiológico de muchas enfermeda¬ 
des infecciosas. Si bien es cierto que la bacteriología médico es hoy todavía más un 
medio de exploración que un medio de demostración, a nadie se le oculta la extrema 
utilidad de que nuestros estudiantes se familiaricen con este género de estudios., 
Ustedes deben saber, por haber cursado ya la botánica, que ciertas afecciones tienen 
sus bacterias y bacilus característicos y durante la epidemia de cólera se han podido 
estudiar, en el laboratorio, los bacilus coma que caracterizan la infección colérica, 
según Koch. 

La cátedra de Oftalmología que solo funcionó durante un par de meses em el 
año de 1885, habiendo estado clausurada durante el año pasado, funciona regular¬ 
mente este año, habiendo sido nombrado Catedrático el señor doctor Isola. 

Entre las reformas proyectadas se encuentran sucesivamente: la creación de los 
Laboratorios de Química, de Fisiología y Terapéutica experimentales, el gabinete de 
Física y un Jardín Botánico. 

El Laboratorio de Química deberá ser vasto y provisto de doce a veintte mesas, 
dotadas de sus correspondientes reactivos, a fin de que los estudiantes de Medicina 
y de Farmacia tengan a su disposición todos los medios necesarios para habituarse 
a todas aquellas manipulaciones y análisis que puedan hacerse individualmente, co¬ 
operando, por series, a los análisis e investigaciones químicas, que por su dificultad, 
requieren la dirección del Catedrático. 

Por medio de estos trabajos prácticos, la enseñanza de la Química Médica y 
Biológica será desarrollada de una manera conveniente, para que una vez entrados en 
el ejercicio de la profesión, sepan nuestros estudiantes practicar, por sí mismos, todos 
los análisis clínicos que puedan necesitar en el curso de su carrera. 


293 



• José Máximo Carafí • 


La creación del gabinete de Física, ampliamente provisto de todos los instru¬ 
mentos de exploración y de tratamiento, y en cuyo manejo sean los estudiantes 
familiarizados, simplificará el estudio de todos aquellos capítulos consagrados a la 
descripción y empleo de estos instrumentos que se encuentran, sea en los tratados de 
Fisiología y de Patología General, sea en los de Terapéutica. 

Se comprende fácilmente que cuando el gabinete esté fundado, el programa de 
la asignatura de Física Médica, comprenderá el estudio de todos los aparatos e ins¬ 
trumentos empleados en Medicina y Farmacia, limitándose a tratar, de una mane¬ 
ra suscinta, todas las cuestiones de Física General que comprende el programa del 
Bachillerato. 

El doctor Piaggio, Catedrático de Fisiología, fue a París con el objeto de pre¬ 
parar un curso de Fisiología experimental. La viruela que contrajo al poco tiempo 
de haber llegado a aquella ciudad puso obstáculo a la realización de sus deseos, 
postergándose todavía por algún tiempo la creación de un curso complementario de 
experimentos fisiológicos, tan necesarios hoy para la enseñanza de la Fisiología. Así 
que el Laboratorio de Fisiología y de Terapéutica esté creado, se llenará un vacío cuya 
urgencia se hace sentir cada día más. 

Todo lo que pudiéramos decir para justificar la conveniencia y hasta la necesidad 
de que la Facultad posea un Jardín Botánico, donde sean cultivadas las plantas me¬ 
dicinales, es en extremo obvio. En efecto, las plantas secas que posee el herbario de 
la Facultad, lo mismo que la colección de láminas iluminadas de plantas medicinales 
que adquirió la Facultad el año pasado, no podrían nunca suplir completamente al 
estudio directo de los vegetales frescos. Esperamos que los Poderes Públicos oirán 
favorables la voz de la Facultad dotando a la Universidad de un jardín de plantas. 

El estudio de la Oftalmología, privado de su clínica, ofrecería tantas deficiencias 
como el estudio de la Patología interna sin su clínica correspondiente. Para subsanar 
este inconveniente, nos proponemos gestionar, en unión con el señor Rector, la crea¬ 
ción de una sala de Clínica Oftalmológica en el FJospital de Caridad. Añadiendo a 
la clínica un servicio regular de Policlínica, para los enfermos externos, podemos es¬ 
perar, con sobrado fundamento, que esta clínica dará óptimos frutos de experiencia 
para los alumnos de esta asignatura. 

Si la Facultad ha encontrado en estos últimos años algunas dificultades para el 
desarrollo de su enseñanza, si hasta ha llegado a encontrar prevención y obstáculo 
de parte de aquellas corporaciones que debieran naturalmente favorecer y fomentar 
todos sus medios de enseñanza, es de esperar que no ocurrirá lo mismo en lo sucesivo 
y que el legítimo crédito que nuestra Escuela va adquiriendo, convencerá a todas las 
personas y corporaciones que están llamadas por su misión a tener relaciones con la 
Facultad, que es una obra patriótica y esencialmente moral, prestarle un concurso 
decidido en todo aquello que se relaciona con su progreso y adelanto. Caídas las 
barreras que impedían el progreso de nuestra Escuela de Medicina y perseverando 
ésta en su propósito de perfeccionamiento, no es presunción esperar, que dentro de 
pocos años, su reputación no solamente se hará extensiva a todo el país, sino que 
franqueando sus límites, será extensiva en todo el continente americano. 


294 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


Es una verdad vulgar que no se realizan progresos materiales en instrucción pú¬ 
blica sin grandes recursos. Los que posee la Universidad son únicamente suficientes 
para la adquisición de libros, instrumentos y aparatos. Necesita, pues, la ayuda del 
Gobierno para la construcción de los laboratorios que dejamos mencionados, para 
la creación de un rico y vasto Museo y para la fundación y mantenimiento del Jardín 
Botánico. 

La situación económica del país y los propósitos esencialmente patrióticos y pro¬ 
gresistas del Gobierno, nos hacen esperar, en breve tiempo, se destinen los fondos 
necesarios para el fomento de nuestra Facultad, imitando así nuestro Gobierno a 
los demás, que de quince años a esta parte han aumentado considerablemente el 
presupuesto de Instrucción pública, seguro de que obtendrá el aplauso de todos los 
hombres progresistas del país, puesto que los fondos que se invierten en la enseñan¬ 
za superior son tan útiles a la sociedad como son útiles al labrador las semillas que 
siembra en la tierra. 

Una palabra más antes de terminar. La Escuela de Medicina ha abierto los cursos 
de primer año de Farmacia el año 1886. Los cursos de Obstetricia han continuado 
durante todo el año para las parteras. La Escuela de Odontología, la única que falta 
crear, será inaugurada probablemente en el transcurso del año. 

De manera que, en nuestra Escuela de Medicina, se dan todos los cursos com¬ 
pletos hasta el doctorado en Medicina y Cirugía; están creadas todas las cátedras de 
la Escuela de Parteras (esta enseñanza no cuesta ni un centésimo al Estado); están, 
además, fundadas las cátedras de los dos primeros años de Farmacia y se fundarán 
las demás sucesivamente, a medida que los actuales alumnos vayan entrando en los 
siguientes años de la carrera. 


295 



Anexo N° 17. 


Carátula del expediente por el 

QUE SE CONCEDE PRÓRROGA A VARIOS 

Profesores de la Facultad de 
Medicina, 1892 . 


Procedencia: Arch Fac Med de Montevideo, 1 folio manuscrito, s/n, 1892. 


Universidad de Montevideo 


Montevideo, Octubre 22 de 1892 

Comunico al Señor Decano, que el Consejo de Enseñanza Secundaria y 
Superior, que presido, en sesión celebrada el 21 del corriente, ha autorizado al Señor 
Catedrático de Terapéutica y Materia Médica, Doctor D. Américo Ricaldoni, para 
continuar explicando la asignatura que profesa durante el mes de Diciembre próxi¬ 
mo, debiendo verificarse los exámenes de sus alumnos, en los últimos días del ex¬ 
presado mes; al Señor Catedrático de 2 o año de Anatomía y del curso de Obstetricia 
para parteras, Doctor Carafí, para mantener sus cursos hasta el 30 de Noviembre 
entrante; y al Señor Catedrático de Química Médica, Dr. Scoseria, para prorrogar 
sus enseñanzas hasta el 15 del mencionado mes de Diciembre. 

Saludo al Señor Decano atentamente 


Alfredo Vásquez Acevedo 

Señor Decano de la Facultad de Medicina, Dr. D. Elias Regules. 


296 



Anexo N° 18. 


Carátula del expediente por el 

QUE SE CONCEDE LICENCIA AL Dr. 

Piaggio, Catedrático de 1er año 
de Anatomía y se designa a Carafí 
COMO INTERINO, 1893 . 


Procedencia: Arch Fac Med Montevideo, 1 folio manuscrito s/n, 1893. 


Universidad de Montevideo 
Montevideo, Julio 21 de 1893. 

Comunico al Señor Decano que el Consejo de Enseñanza Secundaria y Superior 
que presido, en sesión celebrada el 23 de junio próximo pasado ha acordado al Señor 
Catedrático de 1er año de Anatomía Doctor Don Eugenio Piaggio una nueva licen¬ 
cia hasta la terminación del corriente año para permanecer en el extrajera atendien¬ 
do al cuidado de su salud, y nombrado al Señor Catedrático Doctor Don José M. 
Carafí para sustituir interinamente al Profesor ausente, entre tanto que permanezca 
en el goce de aquella licencia. 

Saludo a Ud. Atentamente, 

Alfredo Vásquez Acevedo 
Enrique Azaróla 


Señor Decano de la Facultad de Medicina, Dr. D. Elias Regules 


297 



Anexo N° 19. 


Carátula del expediente del 

NOMBRAMIENTO INTERINO DE CARAFÍ 

en la Cátedra de primer año 
de Anatomía mientras dure la 
LICENCIA DEL Dr. PlAGGIO, 1894 . 


Procedencia: Arch Fac Me Montevideo, 1 folio manuscrito, s/n, 1894. 


Ministerio de Fomento 


Montevideo, 28 de febrero de 1894. 

Comunico a Ud. a sus efectos que el Gobierno ha aprobado el nombramien¬ 
to del Doctor Don José María (sic) Carafí para sustituir al Doctor Don Eugenio 
Piaggio en la Cátedra de 1er año de Anatomía mientras dure la licencia que le ha 
concedido el Consejo de Enseñanza Secundaria y Superior, debiendo disfrutar del 
beneficio de la acumulación de sueldos, de acuerdo con lo dispuesto por el art. 39 de 
la Ley del 14 de Julio de 1885. 


Dios guarde a V.S. 


Alfonso Pacheco 


Al Señor Rector de la Universidad 


298 



Anexo N° 20. 


Carátula del expediente por el 

QUE SE CONCEDE PRÓRROGA DE LA 
LICENCIA DEL Dr. PlAGGIO Y DEL 
INTERINATO DE CARAFÍ, 1894 . 


Procedencia: Arch Fac Med Montevideo, 1 folio manuscrito s/n, 1894. 


Universidad de Montevideo 


Montevideo, Marzo 5 de 1894 


Comunico al Señor Decano que el Consejo de Enseñanza Secundaria y Superior, 
al acordar al Doctor Don Eugenio Piaggio, Catedrático de primer año de Anatomía, 
una nueva licencia para atender el cuidado de su salud en el extranjero, ha nombrado 
para sustituir internamente al Profesor Doctor Piaggio en la regencia del aula que 
desempeña, al Señor Catedrático de segundo año de Anatomía Doctor Don José M. 
Carafí. 


Saludo a Ud. Atentamente 

Pablo De María 
Enrique Azaróla 

Montevideo, Marzo 6 de 1894 
Téngase presente y archívese 
Elias Regules 


299 



Anexo N° 21 


Discurso de José Máximo Carafí 

EN LA CEREMONIA INAUGURAL DEL 

Primer Congreso Católico del 
Uruguay, Montevideo, abril de 
1889 . 


Procedencia: Congreso Católico Uruguayo, Montevideo, 1889:12-14 


Investido por la Comisión Organizadora de la honrosa Comisión de dirigir al¬ 
gunas palabras de bienvenida a las personas que han acudido solícitas a su llamado, 
no tengo otro pesar sino el de que la elección haya recaído en mi, para tal objeto, 
habiendo personas más autorizadas y más elocuentes para este fin. 

Ilustrísimo Señor: 

Vuestra presencia en medio de nosotros, en momentos tan solemnes, es un mo¬ 
tivo de júbilo y de confianza. Miramos como un favor especial el reunimos bajo 
vuestra paternal presidencia y nos felicitamos de que hayáis acogido con vuestra 
aceptación la celebración de este Congreso, que nos hayáis alentado, con ella, du¬ 
rante la preparación del mismo y como si todas estas bondades no fueran suficientes, 
que hayáis querido honrarnos con vuestra presidencia de honor y con vuestra auto¬ 
rizada palabra. En nombre de los señores de la Comisión Organizadora y en el mío 
propio, permitidme Ilustrísimo Señor, inaugurar las sesiones del primer Congreso 
Católico del Uruguay, cuyos trabajos coloco bajo los auspicios de la gran Madre de 
Dios la Inmaculada Virgen María y de los Santos apóstoles San Felipe y Santiago, 
patronos de esta República. 

Una vez empezados los trabajos del Congreso imploramos igualmente vuestros 
sabios y prudentes consejos para resolver, con acierto, las cuestiones que serán objeto 
de las deliberaciones de esta distinguida Asamblea y creo ser el intérprete de los senti¬ 
mientos de todos, pidiéndoos encarecidamente que os dignéis continuar dispensán¬ 
donos vuestra protección y alentándonos con vuestra elevada aprobación. 

Es uno de los mayores títulos de honor y de gloria para las Asambleas del laicado 
cristiano el reunirse bajo la presidencia de uno de los Obispos, ungidos, por Dios 
como están, y puestos por el Espíritu Santo, para a gobernar y dirigir las iglesias, 


300 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


y a nosotros nos ha cabido la inestimable dicha de tener a nuestro frente al digno 
Prelado que ha sabido sostener con ese espíritu, a la vez grande y prudente, que 
habéis mostrado en tantas circunstancias, los derechos inconcusos é inalienables de 
la Iglesia Católica. 

Muchas han sido las dificultades suscitadas por las potestades adversas, al ejerci¬ 
cio de vuestro augusto ministerio, las pruebas más dolorosas no os han faltado, pero 
habéis salido siempre engrandecido de esos combates por la fe y por las prerroga¬ 
tivas del episcopado, y motivo por el cual hoy—en tiempos más apacibles para el 
catolicismo, vuestros hijos fieles, tienen a honor reconocer y manifestar que la guía 
puesta a la cabeza de la iglesia uruguaya, por la gracia divina ha conquistado títulos 
extraordinarios a la veneración, al respeto, a la consideración y al cariño de los fieles, 
y que ha merecido los elogios de la Iglesia universal. 

En efecto, Ilustrísimo Señor, vuestro episcopado ha sido durante muchos años, 
lleno de ímprobos trabajos y de penosas contradicciones que os han hecho sufrir 
amargamente; por eso es justo que en desagravio, haya escogido yo este momento, 
el más oportuno, para deciros, aún a riesgo de herir vuestra modestia, que el pueblo 
uruguayo está orgulloso de su Obispo, probado como ha sido con la adversidad, 
habiendo salido victorioso en cuanto cabe en lo humano, de las dificultades de los 
tiempos presentes. 

Dignaos recibir, pues, Ilsimo. Señor, en cambio de todos los méritos que habéis 
adquirido, y, que he someramente recordado, la expresión de nuestra sumisión filial, 
de nuestro sincero cariño y gratitud y dadnos vuestra episcopal bendición. 

Señores Congresales: 

Habéis venido desde los diferentes departamentos de la República, venciendo to¬ 
das la dificultades a contribuir con vuestras luces y vuestra catolicidad a una empresa 
noble, digna y patriótica, os felicito cordialmente por ello y sois tanto más dignos de 
estos parabienes, en cuanto vuestra presencia en medio de nosotros demuestra que 
el corazón de todos los católicos del país late al unísono y que nos unen los vínculos 
de la misma fe y de la misma caridad. 

Concurriendo numerosos, como lo habéis hecho, dais una imponente demostra¬ 
ción de la sinceridad de la fe de los uruguayos y probáis que la creencia religiosa no 
ha desaparecido en nuestro viril país. 

Recordareis, señores, que hace poco tiempo espíritus ilusionados llegaron a sos¬ 
tener que la fe menguaba, que languidecía entre nosotros y por poco hubieran afir¬ 
mado que agonizaba habiéndose refugiado en el corazón de algunas señoras. Eso, 
a Dios gracias, no es cierto y vuestra presencia aquí es una prueba irrefutable de lo 
contrario. Apenas algunas semanas han bastado para la convocación de los congre¬ 
sales y en tan buen tiempo se ha reunido esta numerosa y distinguida asamblea, re¬ 
presentación genuina, de todos los departamentos, que como hermanos en la fe y la 
caridad, han esperado unánimemente los mismos frutos del congreso católico. Que 
por vuestro celo religioso y por la legítima ostentación de vuestras creencias habéis 
merecido bien de la causa católica esto no deja la menor duda. El respeto humano es 
hoy, como en épocas anteriores, un gran obstáculo para la propagación del catolicis¬ 
mo. Muchas personas que pudieran dar ejemplo de edificación y de piedad tienen un 


301 



• José Máximo Carafí • 


pusilánime temor de parecer buenas y creyentes: vosotros, al contrario, convencidos 
de la dignidad de la noble empresa que acometéis, no hacéis caso del escudo de la 
debilidad, de ese respeto humano que tiraniza tantas almas buenas. 

Señores: Estamos seguros de que durante las discusiones, en sesión privada, nos 
haréis conocer las condiciones particulares en que se encuentran los departamentos 
que representáis, y así podrá el Congreso extender la acción eficiente del cristianismo 
a cada uno de ellos en la medida de sus necesidades y cuando terminados vuestros 
trabajos volváis a vuestros hogares, podréis narrar, como testigos oculares, las mani¬ 
festaciones dadas por la población de Montevideo en favor del Congreso y podréis 
difundir la idea cierta de que son muchos los que se interesan por la regeneración 
moral y religiosa de nuestro país, y que la mayoría continúa siendo profundamente 
católica. 

En este primer congreso, ha debido forzosamente limitarse el programa, por 
diferentes motivos. La premura del tiempo, la conveniencia de concentrar todos 
vuestros esfuerzos a los más urgentes asuntos, y el corto número de sesiones. Liemos 
pensado que estaríais contestes en que era preferible someter a vuestras meditacio¬ 
nes, un número restringido de asuntos. Un programa demasiado vasto hubiera sido 
un escollo visto los pocos días que durará el Congreso. 

Señoras y señores: 

De ninguna manera podíais demostrar mejor la simpatía que os inspira este 
Congreso que acudiendo a sus sesiones solemnes para participar así de sus trabajos. 
Estoy convencido que todos reconocéis la importancia que tendrán sus deliberacio¬ 
nes para la difusión de las buenas doctrinas, sin embargo, como podrían encontrarse 
algunas personas que se preguntaran el objeto de los congresos católicos y sus resul¬ 
tados prácticos, he creído conveniente trazar, aunque sea ligeramente, la historia de 
estas asambleas. En cada época de la historia ha cabido un papel principal a tales o 
cuales acontecimientos, o tales o cuales manifestaciones para avivar la fe y corregir 
las costumbres de los pueblos. Las cruzadas, la fundación de órdenes religiosas con 
sus múltiples objetos, las misiones apostólicas, los concilios universales, generales 
o provinciales y otros muchos medios que seria prolijo enumerar, han tenido su 
utilidad decisiva en ciertas épocas. Entonces todo el trabajo pesaba sobre el clero 
secular y regular y los laicos se limitaban a sostener la fe en las guerras religiosas por 
la conquista de los Santos Lugares, o por la conservación de la autoridad religiosa 
amenazada y perseguida. Al fin del siglo pasado cuando la Revolución Francesa hu¬ 
bo hecho tantos destrozos en el orden moral y religioso, empezaron los seglares a 
contribuir con su ilustración y saber a sostener las buenas doctrinas. El conde José 
de Maistre, de Chateaubriand primero y luego una pléyade de apologistas católicos, 
entre los cuales figuran Donoso Cortés, Ozanam, el fundador de las Conferencias 
de San Vicente de Paul, el conde de Montalambert, M. de Falloux, el conde de 
Mun, fundador de los Círculos Católicos de Obreros, Augusto Nicolás y tantos 
otros en sus tratados y en sus discursos empezaron a reconciliar el laicato mina¬ 
do por la revolución con el catolicismo. Estos generosos atletas no contentos con 
los brillantes resultados que obtenían por su acción individual resolvieron hacerla 
colectiva y así nacieron los Congresos Católicos. Desde el memorable Congreso 
de Malinas, de que formaron parte las primeras ilustraciones católicas de aquel en- 


302 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


tonces: Monseñor Dupanloup, obispo de Orléans, el R. V. Félix, el R. P. Gratry, el 
conde de Montalambert y M. Falloux y además muchos ilustres católicos de Bélgica, 
se han venido celebrando con una frecuencia cada vez mayor, Congresos Católicos 
en Bélgica, Francia y Alemania. 

Es gracias a estas asambleas que se debe en gran parte el prodigioso desarrollo 
de las obras piadosas y caritativas en aquellos Estados y la reivindicación de los de¬ 
rechos de los católicos en sus respectivos países. Todo el mundo conoce la situación 
angustiosa porque pasó el catolicismo en Alemania después de la promulgación de 
las demasiado célebres leyes de Mayo, que establecieron el Kulturkampf, por an¬ 
tonomasia. Pues bien, los católicos alemanes no desmayaron; y por medio de sus 
congresos anuales de Fulda, emprendieron una campaña tan tenaz que acabó por 
obtener, primero la inaplicación de las leyes de Mayo y después una modificación 
tan radical de ellas, que puede decirse están hoy, enteramente derogadas. Los resulta¬ 
dos obtenidos en Alemania, en presencia de un adversario tan poderoso, como sagaz 
político y profundo estadista, pueden alcanzarse en todas partes, pues la opinión 
pública acaba por vencer todos los obstáculos y es ella quien establece esas corrientes 
de opinión irresistibles, ante las cuales, los que más afirman que no irán a Canosa, 
son los que se ven en la imprescindible alternativa de dimitir o ir a Canosa, que vale 
decir, someterse. 

Los católicos uruguayos no queremos violentar a nadie, pedimos solamente que 
se nos dé, en cumplimiento de la Constitución del Estado, amplia libertad para el 
ejercicio de nuestro culto, leyes católicas para los católicos y bajo el régimen de la 
libertad que trajo Jesucristo del cielo, y que sólo vive próspera en la tierra bajo la 
inspiración de sus ministros, como ha dicho Donoso Cortés, haya paz religiosa en 
nuestro país y florezcan todas las instituciones caritativas y de beneficencia. 

Fíe dicho. 


303 



Anexo N° 22: 


Nota dirigida por laicos 

CATÓLICOS URUGUAYOS A S. S. LEON 

XIII, 1893 


Procedencia: Gaudiano, Pedro: El primer antecedente de la creación del 
Arzobispado de Montevideo en el Archivo Vaticano. Soleriana [Montevideo], 
1998; 9:87-91. 


Montevideo, 15.6.1893 

Eminentísimo Señor Cardenal Rampolla, Secretario de Estado de S. S. León 

XIII. 

Montevideo, Junio 15 de 1893. 

Eminentísimo Señor: 

El Directorio Central de la Unión Católica, o sea la Junta permanente de los 
Congresos Católicos del Uruguay, elegida por el voto unánime y colectivo de todos 
los Católicos de la República, tiene el honor de dirigirse a V. Eminencia para que, en 
su nombre y el de sus Comitentes, se digne presentar una humilde súplica a Nuestro 
Santísimo Padre León XIII, cuya preciosa vida Dios guarde y conserve para bien de 
la Iglesia y los grandes intereses de la causa católica. 

Este Directorio, en el asunto que motiva la presente, no deja de reconocer que 
solo le es dado apelar, como hijos, a la benignidad paternal del Padre común de los 
fieles y a la benévola mediación de V. Eminencia. 

Los propósitos de este Directorio Central de la Unión Católica sólo responden 
al progreso, gloria y honor de la Iglesia en el Uruguay y al amor de hijos para con 
su Padre y Pastor, por cuya razón no trepida en llegar hasta el Vicario de Cristo en 
demanda de una gracia. 

Los Católicos del Uruguay veneramos con amor y entusiasmo crecientes a nues¬ 
tro Obispo Diocesano Monseñor Doctor Don Mariano Soler pues, como bien sabe 
V. E., Monseñor Soler ha sido para esta República el hombre suscitado por Dios, un 
verdadero apóstol enseñándonos y guiándonos con las luces de su profundo saber 
y arrastrándonos al cumplimiento de los deberes cristianos con el ejemplo de sus 
virtudes. 


304 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


Tendríamos que molestar a V. E. si descendiéramos a enumerar las obras impor¬ 
tantísimas y de aliento que Monseñor Soler ha realizado, luchando en todo terreno 
por conquistar el reinado de Dios, defender la religión, conseguir el triunfo de la 
causa religiosa y formar un vigoroso partido católico. 

Con tan noble y santo fin Monseñor Soler no ha malgastado tiempo, no ha per¬ 
donado vigilias, no ha excusado sacrificios, siempre en la brecha, peleó como soldado 
y dirigiéndonos como Jefe. A Monseñor Soler se le ha visto activo y denodado en el 
parlamento, en la tribuna, en la cátedra, en la prensa, en el estudio de las cuestiones 
mas trascendentales, en el Ministerio Sacerdotal, fundando y promoviendo escuelas, 
asociaciones, Club, Unión y Congresos Católicos consagrándoles, sin reserva, su 
vasta erudición, su inteligencia vigorosa y su gran corazón. 

Por estos antecedentes Mor. Soler ha sido y es el factor principal del movimiento 
católico en esta República, y con toda propiedad el alma y vida de nuestras institu¬ 
ciones. 

Los Católicos del Uruguay, quisiéramos dar a Mor. Soler un testimonio impere¬ 
cedero de gratitud por los inapreciables bienes que nos ha reportado y nos parece un 
medio adecuado pedir al Santo Padre se digne promover a Mor. Soler a la dignidad 
Arzobispal con el nombramiento de Arzobispo titular y Obispo de Montevideo. 

Tenemos conocimiento que existen varios Obispos en igual condición de 
Arzobispo-Obispo Diocesano, por cuya razón nos atrevemos a implorar de Su 
Santidad gracia y privilegio semejantes para nuestro dignísimo Prelado. 

Por otra parte, una circunstancia especialísima favorece esta súplica; en toda la 
República es único Obispo Diocesano, con dos Obispos Auxiliares e independientes 
del Arzobispado más próximo, que lo es el de Buenos Aires. 

La República del Uruguay, nación independiente con un solo Obispo Diocesano 
y dos Auxiliares, teniendo por vecinas dos Repúblicas, la Argentina y la de los E. U. 
del Brasil, con sus respectivos Arzobispos, parece reclamar la organización de la je¬ 
rarquía eclesiástica en un orden más elevado; y ya que este Gobierno no puede por el 
momento llenar las condiciones que serían del caso para negociar con la Santa Sede 
la erección de un Arzobispado, los Católicos nos permitimos implorar del Santo 
Padre supla, por un acto de magnanimidad, esa necesidad de honra nacional para la 
Iglesia de Montevideo, en la forma que hemos manifestado a V. Eminencia. 

Por el cariño que debemos a los méritos y virtudes de Mor. Soler quisiéramos que 
él fuese el primero que en la Diócesis invistiese la dignidad Arzobispal. 

Abonan en favor de esta súplica otras consideraciones que no escapan al elevado 
criterio de V. E.: el Santo Padre elevando a Mor. Soler a la dignidad Arzobispal, en 
premio a sus méritos, realza la personalidad de nuestro Prelado, dándole más auto¬ 
ridad, prestigio e influencia en el desempeño de su pastoral misión, como asimismo 
en las relaciones con el Gobierno. 

Además, al otorgar el Santo Padre gracia tan especial y extraordinaria, demostra¬ 
ría particular estima á la República del Uruguay, que ha de producir una saludable 
y más estrecha correspondencia filial al Supremo Jerarca de la Cristiandad, en la 
Nación, su Gobierno y pueblo. 


305 



• José Máximo Carafí • 


Veneramos con amor filial al Vicario de Cristo, protestamos incondicional ad¬ 
hesión a la Cátedra de Pedro, reclamamos el dominio temporal del Sumo Pontífice, 
admiramos y amamos la persona de S. S. León XIII, providencialmente dada a la 
Iglesia Católica, pero el otorgamiento de esta gracia obligará todo nuestro afecto y 
adhesión a la Silla Apostólica. 

Reconocemos que no nos asiste derecho alguno, pero dirigimos al Santo Padre 
por intermedio de V. E. un pedido como gracia especial, demostración de su pater¬ 
nal bondad y un recuerdo de su jubileo episcopal para la Iglesia de Montevideo. 

No dudamos que Nuestro Santísimo Padre León XIII nos concederá la gracia 
pedida y será el recuerdo imperecedero de su jubileo episcopal en la República del 
Uruguay. 

Confiamos, Eminentísimo Señor, que interpondrá su eficaz mediación para que 
Su Santidad; acoja benigno esta súplica y la persona de V. E. será para los católicos 
del Uruguay de cariñosos y gratos recuerdos. 

Haciendo votos por la felicidad de V. E. le protestamos las seguridades de todo 
respeto y estima. 

[Firmado y rubricado:] José M Carafí, Carlos A. Berro, Francisco Dará, Miguel 
Martínez, Nicolás Luquese, Héctor Pareja, Eugenio Zoa O’Neill, José Rodolfo [?], Jacinto 
Darán, Vocal Secretario. 


306 



Anexo N° 23. 


Trabajo presentado por J. M. 
Carafí ante la Sociedad de 
Medicina, titulado Etiología de la 
FIEBRE TIFOIDEA, 1894 . 


Procedencia: El Siglo, Montevideo, viernes 20 de abril de 1894, portada. 


Gacetilla 

Etiología de la fiebre tifoidea 
Por el Doctor Carafí 


(Comunicación leída en la Sociedad de Medicina el 18 de abril de 1894) 


El descubrimiento del microbio de Eberth constituye el hecho más culminante 
en la bacteriología de la fiebre tifoidea; en breve tiempo esta noción etiológica ha ido 
tomando el lugar que le correspondía en todos los tratados modernos consagrados 
al estudio de esa enfermedad y en las obras de patología interna, más recientes. Las 
investigaciones hechas, por varias misiones higiénicas, a efecto de estudiar las causas 
del tifus, han confirmado los estudios de Eberth con el hallazgo de su microbio en 
el agua de que hacía uso la población epidemiada. Sin embargo, la teoría del origen 
fecal de la fiebre tifoidea, comprobada por numerosas observaciones, había echado 
profundas raíces en el espíritu de muchos patólogos y no es de extrañar que algunos 
se hayan mostrado reacios a admitir que el microbio de Eberth sea la única causa 
bacteriológica de la fiebre tifoidea. En efecto, desde 1892, Roux, Rodet y Vallet 
(de Lyon) han sostenido la opinión de que un bacilo, generalmente inofensivo, el 
bacterium coli, podía volverse eberthiforme, lo que, según la expresión de un hábil 
publicista médico, equivaldría a que un cordero se transformase en lobo. 

Las consecuencias de esta transformación, si fuera posible, las comprenderá fácil¬ 
mente el lector. La fiebre fitoidea tendría un microbio virulento, el bacilo de Eberth, 
y un microbio ordinariamente no virulento, el bacterium coli comnne, el cual en 
circunstancias especiales, se volvería también virulento y podría, a su vez, engendrar 
la fiebre tifoidea; este dualismo bacteriológico está en contradicción con todas las 


307 



• José Máximo Carafí • 


nociones de la microbiología y sin tener la pretensión de resolver en absoluto la 
cuestión pensamos que, una vez admitida la especificidad del bacilo de Eberth, sólo 
después de un número considerable de observaciones bacteriológicas y epidemioló¬ 
gicas, muy circunstanciadas, sería prudente modificar la noción, hoy admitida, del 
origen morfológico del tifus. No conocemos los hechos que pudieran hacer vacilar 
nuestra manera de pensar, en esta cuestión. 

Hasta tanto, pues, que nuevas observaciones no hayan probado de un modo 
indiscutible la posibilidad de que el bacterium coli commune pueda transformarse 
en germen tifógeno, persistiremos en no admitir su acción patógena en la fiebre 
tifoidea. 

Hay que advertir, en cuanto concierne a nuestra epidemia, que el bacilo coli 
commune no se ha encontrado siempre en las aguas del río Santa Lucía y solamente 
de una manera accidental y pasajera, aún cuando, careciendo de las observaciones 
necesarias, no podemos decir cuántos días en el año se ha demostrado su presen¬ 
cia en el agua y si sólo ha sido después de las crecientes del río Santa Lucía o de 
alguno de sus afluentes, o por otras causas de alteración en el estado higiénico de 
esa agua. Todo hace suponer que la cantidad del bacilo coli comune se hallaba en 
pequeño número, lo que según los principios bacteriológicos admitidos hoy, atenúa 
grandemente su acción patógena. Los experimentos del doctor Morelli, que dieron 
tema a una interesante comunicación a la Sociedad de Medicina, fueron practicados 
haciendo inyecciones con la materia orgánica, obtenida por la filtración de grandes 
cantidades de agua, para obtener la infección de conejillos de Indias así tratados, y 
luego después, practicó inyecciones con culturas puras de bacterium coli comune, 
determinando fenómenos infecciosos que mataban en dos ó tres días a los conejillos. 
En la serie de experimentos a que acabamos de hacer referencia, se comprueba, en 
determinadas circunstancias, que el bacterium coli puede dar lugar a fenómenos de 
infección que no tienen identidad con los que demuestran la anatomía y la bacterio¬ 
logía patológicas de la tifoidea. 

Por otra parte, si la presencia de bacterium coli commune, en las condiciones en 
que se encuentra en el agua de Montevideo, pudiera determinar una epidemia de 
tifus o de otra enfermedad cuya forma clínica fuera parecida, se contarían en esta 
ciudad, millares de enfermos de fiebre tifoidea ya no la cifra de 60 a 100 enfermos, 
que es aproximadamente el máximum de los que han sido denunciados en un mes, 
debiendo advertirse que no es exagerado afirmar que la mitad de la población (es 
decir, algo más de 100,000 personas) beben exclusivamente el agua corriente tal cual 
sale de la canilla. 

Ya se ha dicho que el agua viciada por la presencia del microbio de Eberth no so¬ 
lamente es dañina cuando se bebe pura, sino también cuando penetra en el estómago 
mezclada con alimentos: leche, ensaladas crudas, etc. 

Hart y Auerbach han demostrado que durante la primera infancia, la fiebre ti¬ 
foidea ha sido observada no solamente en niños que beben agua, sino también en 
aquellos que sólo tomaban leche mezclada con agua en las mamaderas. 


308 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


El agua que los lecheros emplean para lavar los recipientes en que traen la leche 
a la ciudad, puede toda vez que esté infestada, comunicar sus propiedades patógenas 
a la leche. 

Mucho peor es lo que sucede cuando a la leche le añaden agua con objeto de 
adulterarla. 

No es únicamente la leche aguada la que puede transformarse en vehículo del 
microbio de Eberth. Existe otro medio de transmisión que ha causado varias epide¬ 
mias y del que vamos a ocuparnos dentro de un instante. 

La patología comparada nos enseña que la fiebre tifoidea no es exclusivamente 
una antroponosis, observándose también en algunos animales, con la particularidad 
que la fiebre tifoidea de las bestias es, según su origen, transmisible o no transmisible 
al hombre. Vamos a dar un ejemplo de este último caso. 

El tifus de los ratones, cuyo microbio ha sido descubierto por Loeífler, no es 
transmisible al hombre. 

Podemos impunemente comer pan mojado en un caldo concentrado del bacilo 
que lo produce. Basado en este dato, el profesor Loeífler, llamado por el gobierno 
griego y acompañado por el doctor Pampuki, director del Laboratorio bacteriológi¬ 
co de Atenas, se trasportó a Larisa, capital de la Tesalia, para destruir por medio de 
una epizootia provocada de tifus, una plaga de ratones que había invadido aquella 
provincia amenazando devorar las cosechas. En un artículo publicado en La Natnre 
del 10 de noviembre de 1892 (pág. 585) el señor Danyse, jefe del Laboratorio de 
Parasitología de la Bolsa de París, da noticia de los datos bacteriológicos y de su apli¬ 
cación agrícola con el objeto indicado. 

La fiebre tifoidea de los rumiantes: del buey y de la vaca, es en cambio transmi¬ 
sible al hombre. Por sus deposiciones en los estanques y ríos estos animales pueden 
infestar las aguas que se vuelven tifógenas. Este es otro retorno a la vehiculización 
hídrica. 

Elay otro medio más sencillo de contagio de la fiebre tifoidea de las vacas al 
hombre. Sabido es que en aquellos animales el tifus ofrece poca gravedad y se carac¬ 
teriza por una diarrea abundante y algo fétida. 

El estado líquido de las heces y los movimientos incesantes de la cola ensucian 
diferentes regiones de la piel del animal y la parte posterior de la ubre. Si el lechero 
no toma la precaución de lavarse las manos y de desinfectar la ubre antes de ordeñar, 
durante ese acto, partículas de estiércol podrán fácilmente deslizarse en la leche in¬ 
festándola y convirtiéndola en un agente de transmisión del tifus. 

Nótese que la leche de esas vacas no contiene ni el bacilus de Eberth ni ningún 
otro microbio al atravesar los orificios de los conductos lacticíferos, la infección se 
produce por el contacto con los pezones sucios o con las manos sucias de los que 
ordeñan. 

Como se ha visto, varias son, pues, las vías y distintos los vehículos que puede 
seguir el bacilo de Eberth para penetrar en el aparato digestivo del hombre y produ¬ 
cir la fiebre tifoidea, siendo de notar que la vía del agua es indiscutiblemente la más 
frecuente y si debiéramos presentar los cuadros estadísticos, sería fácil de una simple 


309 



• José Máximo Carafí • 


ojeada comprobar la resaltante exactitud de nuestro aserto; de ahí que con razón los 
higienistas sostengan que las aguas potables, puras, abundantes y baratas tienen en 
una ciudad todo el valor de un signo revelador del estado de salubridad de esa pobla¬ 
ción en lo referente a las enfermedades contagioisas y particularmente a la tifoidea. 

Basta comparar bajo este punto de vista lo que ocurre entre Londres y París: 
la primera con un coeficiente mínimo de enfermos y de fallecidos de tifoidea y la 
segunda con casi un máximum en la morbilidad y en la mortalidad por la misma 
causa. 


Conclusiones 

1. El microbio de Eberth es el único agente patógeno de la fiebre tifoidea. 

2. El Bacterium coli comune puede determinar, en ciertos casos, fenómenos 
graves, infecciosos, pero jamás la fiebre tifoidea. 

3. No se ha comprobado hasta hoy, la presencia del bacilo de Eberth en el 
agua corriente. 

Líay que buscar en el agua de otro origen la causa de la actual epidemia. La causa 
es, pues, el agua adulterada, por la presencia del microbio de Eberth en los malos 
aljibes, pozos, arroyuelos y estanques. 


310 



Anexo N° 24. 


Trabajo presentado por J. M. 
Carafí ante la Sociedad de 
Medicina, titulado Muerte del 

FETO EN LOS PRIMEROS MESES DEL 
EMBARAZO Y SU EXPULSIÓN AL 
TÉRMINO NORMAL DEL MISMO, 1894 . 


Procedencia: Centro Farmacéutico Uruguayo. Revista mensual. Organo de 
la Sociedad de su nombre, de julio de 1893 a diciembre de 1894; I: 236-238 y 


284-287. 


Muerte del feto en los primeros meses del embarazo y su expulsión al término 
normal del mismo. 


Presentación de la pieza anatómica. 
Por el Dr. José Ma. Carafí 


Señores: 

En una comunicación que tuve el honor de dirigiros, en la última sesión de esta 
Sociedad, sostuve que, a pesar de que la generalidad de los tratados de obstetricia 
están acordes en que “no existen signos positivos de embarazo antes del cuarto, y, por 
regla general, del quinto mes, contados desde la última menstruación, es decir, que 
los primeros signos seguros son los movimientos del feto o sus latidos cardíacos”. 

Hace diez años, decía, que en mis cursos de distocia vengo sosteniendo todo lo 
contrario, y la experiencia adquirida antes en las Maternidades de París, Caridad 
(1878), Piedad (1879), Cochin (1880) y Beaujeon (1881) -y la adquirida después 
en mi práctica cuotidiana obstétrica, me permiten confirmar hoy, con numerosas 
observaciones, la exactitud de mis observaciones. 

En el curso de Obstetricia que estuvo a mi cargo, interinamente, durante la au¬ 
sencia del catedrático titular, nuestro estimado colega, el señor Fiol de Perera, tuve 


311 



• José Máximo Carafí • 


oportunidad de insistir de una manera más especial sobre esta interesante y, a mi 
juicio, hoy resuelta cuestión. 

Varias veces había pensado ocuparme de este asunto, cuando una observación 
que voy a tener el honor de comunicaros, dentro de algunos instantes, y un artículo 
del doctor Landau, de Berlín, aparecido en el número 11, pág. 385, del mes de 
Mayo del presente año, de la Revista Médico Farmacéutica de Nueva York, me ha 
determinado a hacerlo. 

No es mi ánimo repetir los signos y el valor diagnóstico que les atribuyo, según 
lo he formulado en la pasada sesión; hoy me voy a limitar a uno de los casos que, por 
ser excepcionales y raros, merece ser citado y conocido, y además porque, aún en él, 
las ideas que sostendré han salido victoriosas en medio de dificultades nada comunes 
para el diagnóstico de embarazo en los primeros meses y en los subsiguientes. 

He aquí la observación: N.N., de 34 años de edad, multípara, tuvo, a conse¬ 
cuencia de un aborto de cinco meses, una retención casi total de la placenta. El 
aborto tuvo lugar en los últimos días de octubre de 1891. Después del aborto, y a 
los pocos días, empezaron las metrorragias, que fueron aumentando cada vez más en 
duración y en cantidad hasta llegar a amenazar gravemente la vida de la paciente. 

Después de haber solicitado la asistencia de dos facultativos, la enferma cada 
vez más alarmada por la repetición casi diaria de las metrorragias y en un estado 
de profunda anemia, pálidos los labios, amarilla la piel, con un pulso frecuente y 
depresible y con hemorragias casi siempre matinales, a pesar de guardar cama hacía 
varias semanas; solicitó mis servicios en los primeros días del mes de enero de 1892, 
más de dos meses después del aborto. Después de haber observado el estado que 
dejo descripto, procedí a su examen local, y basándome en el volumen excesivo del 
útero, aún cuando todos los antecedentes fueron negativos, diagnostiqué una reten¬ 
ción placentaria. 

El día que le observé por vez primera, el cuello uterino estaba poco dilatado, a 
penas permitía la introducción del pulpejo del dedo y la hemorragia había dismi¬ 
nuido un poco. Esto me dio una tregua para preparar la enferma a la operación que 
fue practicada siete días después, cuando el cuello permitía el acceso del dedo y el 
diagnóstico evidente de retención placentaria. 

Practiqué la operación con las precauciones antisépticas ordinarias, extraje en 
pequeños pedazos, la placenta en su totalidad, dejando la superficie uterina lisa por 
partes y sin relieve apreciable en donde existían las adherencias parciales. Las conse¬ 
cuencias de la operación fueron normales y solamente la profunda anemia exigió el 
empleo prolongado de tónicos y reconstituyentes, durante más de seis meses. Cesó 
el tratamiento de una ligera endometritis cervical a los nueve meses de la operación. 
La menstruación se restableció y se regularizó. 

Hacía ya varios meses que no veía a la señora N.N., cuando un día se presentó en 
mi consultorio manifestándome que hacía más de un mes y medio que había cesado 
la menstruación y que deseaba saber si estaba encinta o tenía alguna enfermedad. No 
acusaba ningún otro síntoma de gravidez. 

El examen local, al tacto, me demostró la existencia de un tumor arredondeado 
que hacía relieve en el fondo de saco anterior vagino-uterino, el cuello uterino estaba 


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■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


algo resblandecido alrededor del orificio externo y el cuello ligeramente entreabier¬ 
to. Estos signos me permitieron afirmar la existencia del embarazo en sus primeras 
semanas. El tacto combinado con la palpación demostraba el aumento simétrico 
del útero -y el tacto demostraba que el tumor arredondeado, blando, resistente, 
indoloro que se sentía en el fondo del saco anterior de la vagina, era susceptible de 
endurecerse de tiempo en tiempo (contracción de la musculosa del útero). 

Pasaron dos meses y la enferma se presenta nuevamente en mi consultorio que¬ 
jándose de algunos síntomas insignificantes. 

Pasado cierto tiempo, que no puedo precisar exactamente, la señora vino nueva¬ 
mente a mi consultorio manifestándome dudas sobre su embarazo, porque no sentía 
ni aumento del vientre, ni movimientos fetales, ni otros fenómenos que había expe¬ 
rimentado en sus embarazos anteriores. Siendo la hora algo avanzada y en atención 
a lo que me acababa de manifestar, le pedí que volviera a la semana siguiente para 
proceder a un reconocimiento prolijo y minucioso que me permitiera contestarle 
categóricamente sobre si estaba o no encinta. 

Este examen tuvo lugar en el tiempo fijado -y me convenció de que el útero 
contenía un producto de concepción, a pesar de su blandura particular; la no exis¬ 
tencia de movimientos activos ni de latidos cardíacos- si bien el soplo uterino era 
manifiesto. 

Mi diagnóstico fue de embarazo, con el feto probablemente muerto y además 
desproporción entre el volumen del útero y la época presumida del embarazo (más 
de seis meses). 

Debo añadir, que el estado general de la grávida era satisfactorio; no había expe¬ 
rimentado ni escalofrío, ni subida de la leche. 

El 9 de Julio de 1894, después de nueve meses de cesación menstrual, dio a luz 
el feto que tengo el honor de presentar a la Sociedad. 

Voy a tener el honor de presentaros las piezas anatómicas relativas a la precedente 
observación. 

El feto y los anexos han sido conservados en alcohol desde el día de su expul¬ 
sión. 

El óvulo fue expulsado casi entero; sólo encontré una pequeña rasgadura que tu¬ 
ve que agrandar para poder observar su contenido: no hallé casi líquido amniótico. 

El feto está reducido de volumen, endurecido, desecado, en una palabra, momi¬ 
ficado; su consistencia es bastante considerable, casi corchácea. 

La actitud que presenta le da en conjunto una forma arredondeada, que llama la 
atención por su regularidad. La cabeza muy voluminosa relativamente, está aplicada 
sobre la cara anterior del tórax y del abdomen, deprimiendo las regiones con las 
cuales se halla en contacto, de tal suerte, que se ha creado una foseta que la aloja en 
parte. 

De ahí resulta que el límite de esa depresión hace relieve y se confunde gradual¬ 
mente con el relieve que forma el contorno de la cabeza. Pero la cabeza no está en 


313 



• José Máximo Carafí • 


flexión directa sobre el tronco, sino que además, ha girado sobre su eje vertical, de 
tal suerte, que uno de sus lados corresponde al plano anterior del tronco ocupando 
la mejilla izquierda la parte central del huevo que la aloja. 

El feto tiene unos 24 centímetros de longitud. La piel del feto es casi lisa y ofrece 
muy escasas arrugas. 

Los miembros inferiores están apelotonados. El feto pesa 95 gramos. El cordón 
endurecido, ofrece cierta rigidez, su calibre es el de una pluma de gallina. Ofrece dos 
circulares flojas: una alrededor del tobillo izquierdo y otra rodea el puño del mismo 
lado. Su inserción placentaria es central. Su longitud es de 25 centímetros. 

La placenta abultada, gruesa, seca, corchácea, ofrece por su cara amniótica una 
depresión que se aplica a la superficie del feto y aloja en parte. La superficie uterina 
es muy convexa y las vellosidades placentarias presentan un aspecto estoposo que 
está de acuerdo con la consistencia de la placenta. Esta es bastante voluminosa y pesa 
105 gramos, existiendo una marcada discrepancia entre el volumen y el peso, lo que 
se explica por la disminución de la densidad. 

Vamos a dar, en resumen, el peso de los óvulos, de los fetos, y de las placentas en 
las dos observaciones del Tratado de Mr. Tarnier y de la nuestra: 

I o ) 640 gramos: feto, 385 gramos; placenta, 255 gramos 
2 o ) 325 gramos: “ , 175 “ ; “ 120 

En nuestra observación: 

200 gramos: feto, 95 gramos; placenta, 105 gramos. 

Lo que prueba que la momificación estaba mucho más avanzada en nuestro caso, 
porque el feto ha muerto antes, siendo expulsado en las tres observaciones al término 
normal del embarazo. 

Reflexiones: -Con respecto a esta observación, lo que más llama la atención es la 
tolerancia tan prolongada del útero para el óvulo muerto - y las modificaciones que 
éste ha experimentado por la absorción del líquido amniótico y de las partes líquidas 
de la placenta y del feto. 

La retención anterior tan prolongada de la placenta, en el aborto que precedió a 
este embarazo, no justifica la opinión de una tolerancia habitual de la matriz, puesto 
que la placenta que extraje estaba casi completamente adherente a la cavidad uterina, 
por las ligas celulosas y vasculares, explicándose así naturalmente su permanencia sin 
que sea menester invocar una tolerancia excepcional en este caso. 

Pero si nos referimos al embarazo último con muerte del feto en los primeros 
meses (sin que sea posible afirmar aún después de un minucioso examen de la pieza 
anatómica en qué mes del embarazo cesó el feto de vivir), la observación ofrece 
bastante interés. Son poco numerosos, relativamente, los casos de esta clase y no es 
posible apreciar a qué grado llevan las reducciones de la momificación el volumen 
que primitivamente tenía el feto, lo mismo que la disminución de su peso. Muerto 
el feto, está sujeto a dos acciones importantes: la absorción de sus elementos líqui¬ 
dos y la compresión continuada que la musculosa del útero ejerce sobre todos los 
elementos del óvulo. 


314 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


Teniendo en cuenta el segundo factor, nos explicamos la actitud del feto del 
siguiente modo. Lo primero que ocurre es la absorción del líquido amniótico, en su 
casi totalidad. Esto disminuye la capacidad uterina, pero modifica también su forma; 
en efecto, de ovoideo pasa a ser esferoidal. 

El feto modifica su actitud primitiva porque se encuentra demasiado largo para 
ocupar el claustro materno y disminuye su diámetro longitudinal por la flexión de 
la cabeza sobre el tronco y el apelotonamiento de las extremidades. La flexión es 
primeramente directa, pero la disminución creciente de la cavidad uterina obliga a la 
cabeza, ya doblada, a girar sobre su eje vertical, de tal suerte, que una de las mejillas 
corresponde al plano anterior del tronco y la otra a la cara amniótica de la placenta. 
Esta segunda posición la ocupa forzosamente la cabeza porque los diámetros trans¬ 
verso y antero posterior del útero se achican también a medida que la reabsorción 
aumenta y, finalmente, ya no es simplemente la aplicación de la mejilla sobre el 
plano anterior del tronco lo que ocurre, sino también la formación de una fosa, en 
razón de la mayor dureza ósea de la cabeza reducida en la cara anterior del tórax y 
abdomen. Así se llega a la forma esferoidal del óvulo acomodado a la forma igual de 
la cavidad uterina. 

No es permitido sacar de un solo caso conclusiones generales, pero si tenemos 
en cuenta las dos observaciones publicadas en el Tratado de los Partos del profesor 
Tarnier (Tomo I, pág. 541 y 542, nota) y la nuestra, podemos deducir que a la muer¬ 
te del feto durante el embarazo sigue el cambio de forma del útero, la cual traduce los 
cambios que se operan en su interior, de acuerdo con lo que dejamos expuesto. 

Podríamos, pues, decir que: tan pronto la resistencia del feto vivo y del líquido 
amniótico que lo rodea y cuya secreción aumenta diariamente cesan de actuar sobre 
la superficie interna de la matriz, ésta pierde la forma ovoidea y busca la forma esfe¬ 
roidal. Puede ser que la presión abdominal contribuya también, en parte, al mismo 
resultado. 

Hay también lugar a poner en claro otros puntos de interés. Es lo relativo al 
diagnóstico del embarazo en los primeros meses, puesto que hemos visto que este 
problema se ha presentado dos veces en el curso de la observación. No vamos a ex¬ 
poner aquí los signos que nos han permitido formular este diagnóstico, cuando el 
feto vivía, porque sería repetir lo dicho en el curso mismo de nuestra historia clínica. 
Ampliar más el estudio metódico y razonado de estos signos, es materia muy vasta 
para ser tratada en este momento. Sólo nos limitaremos, pues, a hacer constar con 
las pruebas en la mano, que con los signos que hemos descubierto y enseñado en 
nuestra cátedra no solamente es posible formular el diagnóstico de embarazo en los 
primeros meses, sino que él puede llegar a un grado de certeza suficiente en casi to¬ 
dos los casos cuando vive el embrión. Además, como se ha podido ver, aún la muerte 
del feto y las modificaciones experimentadas, si bien aumentan en sumo grado las 
dificultades, no han constituido, en nuestro caso, un escollo insuperable. 

Resumiendo, diremos, que es al útero, sobretodo, a quien hay que interrogar 
por el tacto, la palpación y ambos medios combinados cuando haya que proceder 
al diagnóstico del embarazo sin por eso omitir los demás signos llamados de proba¬ 
bilidad. 


315 



Anexo N° 25. 


Partida de defunción y 

DOCUMENTO DE SEPELIO DE JOSÉ 

Máximo Carafí. 


Procedencia: Visca Visca, Pedro. Sesiones de la Sociedad Uruguaya de 
Historia de la Medicina, 1989; 11: 71. 


Con fecha 2 de setiembre de 1895, acta N° 939. Se presentaron los Sres. Alberto 
Castellsy Vicente Fabio a declarar que el día anterior (I o de setiembre de 1895), a las 
11 A.M., en la calle Cerrito N° 30, falleció José Máximo Carafí, oriental, nacido en 
Montevideo, de 42 años de edad, soltero, de profesión médico cirujano, hijo legítimo de 
Ramón Carafí y Laura Zás. Abuelos Paternos: Gaspar Carafí y Encarnación Pey. Abuelos 
Maternos: José Zas y Manuela Días. Certificado firmado Dr. Fonseca; causa de defun¬ 
ción: Infltienza con pleuro-pnemonía y absceso del hígado. 


En el Registro del Cementerio Central, con fecha 2 de setiembre de 1895, figura el 
entierro de José Máximo Carafí, oriental, de 42 años, soltero. Fue sepidtado en el Nicho 
N° 118 del Primer Cuerpo, propiedad de la familia Montestruc. [sic] 

En el duplicado del títido correspondiente, archivado en el Dirección de Necrópolis 
(Intendencia Mtmicipal de Montevideo), consta que el 30 de mayo de 1898 los restos 
fueron trasladados al Nicho N° 11. Este se encuentra en el interior de la Rotonda; es 
el primero a la derecha de la entrada. Su lápida, sin adorno alguno, lleva la siguiente 
inscripción: 

José Máximo Carafí 
1853-1895 


El nicho anterior, no existe en la actualidad. (Ver foto del actual) 


316 



Anexo N° 26. 


Retrato de José M. Carafí, 

PUBLICADO CON MOTIVO DE SU 
FALLECIMIENTO, 1895 . 

Procedencia: Montevideo Católico , 1895 año 1, N° 8, setiembre 8 de 1895 
(reproducido de Ses Soc Urug Hist Med, 1989). 



317 














Anexo N° 27. 


Artículos publicados con motivo 

DEL DECESO DE JOSÉ M. CARAFÍ 


A) Nota de El Bien. 

Procedencia: El Bien , Año XVIII, n° 494, Montevideo, 3 de setiembre de 
1895, editorial. 


El doctor don José M. Carafí 


“Disciplina medici exaltabit caput illius et in conspecto magnatorum coliauda- 
bitus » (Ecclesiastico, XXXVI1I-3) 

Aunque se conocía la gravedad del mal que había postrado al doctor Carafí, 
aunque se le había visto prepararse como buen cristiano para el terrible tránsito, su 
muerte ha sorprendido, y sorprendido con dolor a todos. 

Ya no es de este mundo aquel espíritu selecto, aquella inteligencia enriquecida 
por las ciencias, que en una edad en que todavía hay largo porvenir, ha roto las liga¬ 
duras corporales y ha volado a su Creador. 

Con el doctor Carafí pierde la patria un noble ciudadano, la causa católica un 
elemento distinguidísimo, la ciencia nacional uno de sus factores más importantes. 

Para los que apreciaban así, su muerte hubiera sido siempre inoportuna; porque 
en todo tiempo habría dejado un vacío grande y muy difícil de llenar en la sociedad 
uruguaya. 

No hemos tenido tiempo de recordar hechos y fechas para trazar su biografía. 

No puede aplicársele a él aquella frase de Séneca (en el tratado de la brevedad de 
la vida): que todo lo que ha trabajado ha sido para el epitafio del sepulcro. Muchas 
de las obras a que ha contribuido le sobreviven y serán su alabanza, otras son de las 
que han de fructificar en el futuro y que procuran galardón superior a los de la fama 
mundanal. 

Porque así como es imposible separar en la vida del doctor Carafí la fe y la ciencia, 
imposible es también reducir su acción a la propaganda y a la práctica científica. 


318 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


En admirable consorcio, la fe y la ciencia eran en él (según la frase de un inspi¬ 
rado apologista) dos gemelos que se desarrollaron en su espíritu para no separarse 
durante toda la vida, dos flores que brotaron del mismo tallo. 

Cuando joven, ansioso de saber y viendo delante de sus pasos el camino de la luz, 
se fue a Europa a estudiar, llevaba ya como guía, este pensamiento de San Anselmo, 
que fue norma y compendio de toda su vida: 

“Cuanto más nos alimentemos de la fe, mayores serán las riquezas intelectuales 
que llegará a atesorar nuestro espíritu”. 

Para su bien tuvo la suerte de frecuentar en Barcelona donde estuvo algún tiem¬ 
po, comunicaciones con un profesorado ilustre, cuando todo estaba dominado por 
el krausismo en España, mantenía alta y resplandeciente en la capital de Cataluña la 
preeminencia de la filosofía cristiana. 

Y cuando fue a Francia a completar sus estudios, mientras seguía los cursos de la 
Facultad de Medicina, no dejaba de asistir a las sesiones de la Conferencia Ozanam 
en el Club Católico de París, donde el R. P. Gratry y otros insignes oradores, soste¬ 
nían brillantemente la inseparable unidad de la fe y la ciencia y la inmutable verdad 
de los Libros Santos y de la doctrina católica. 

Estudiaba medicina siguiendo su decidida vocación, pero, por sus ansias crecien¬ 
tes de saber, era también asiduo concurrente de las clases de filosofía y letras de la 
Sorbona. 

Y así, cuando volvió a su patria, con un diploma de médico avalorado por las 
más altas clasificaciones, no era solo un médico abundante de ciencia bebida en las 
Cátedras y practicada en los hospitales, sino también un aficionado de la filosofía y 
de las bellas letras, que unía todos sus conocimientos y todas sus ideas con el lazo de 
oro de la fe católica. 

Pronto sus méritos y su saber se conocieron y se estimaron. Colaboró en la or¬ 
ganización de la Facultad de Medicina, que le debe sin duda una gran parte del 
prestigio honroso que ha llegado a adquirir. 

Y en esa Facultad, ha venido durante muchos años enseñando anatomía ge¬ 
neral, con tal acopio de ciencia, con tan elevado discernimiento, que esa cátedra 
podía compararse por muchos conceptos, con la fisiología de Claudio Bernard en el 
Colegio de Francia. 

En el progreso de la fisiología a que tanto contribuyó aquel ilustre autor, se 
requiere para enseñarla debidamente un conjunto de cualidades y una suma de co¬ 
nocimientos que difícilmente se hallan reunidos tan cabalmente como lo estaban en 
Carafí. 

La filosofía le servía admirablemente para esa enseñanza, y en sus lecciones, que 
desgraciadamente no se conservan, la ciencia del alma era auxiliar eficaz para la del 
cuerpo. Por eso no titubeamos en repetir lo que Paul Bert dijo de Claudio Bernard 
reconociendo una complejidad semejante. “Aficionado a la literatura, al arte y a la 
filosofía, no perdió nada como fisiologista en esas nobles pasiones, por el contrario, 
le sirvieron para el desarrollo de la ciencia con que se había identificado”. 


319 



• José Máximo Carafí • 


Desde los estudios ya clásicos de Fechner, los de Flourens, Bernard y Wundt, 
hasta los más recientes de Surbled y Binet, todo lo más importante de la fisiología en 
sus relaciones con la psicología era de su dominio. 

Su clase era y no era de anatomía, pues en ocasiones, como cuando trataba del 
cerebro y de los sentidos, parecía a la vez cátedra de fisiología y cátedra de psicología. 

Así se explica que a sus lecciones hayan acudido con frecuencia, estudiantes de 
preparatorios deseosos de adquirir mayor suma de conocimientos para completar el 
estudio de la filosofía. 

Las convicciones espiritualistas del profesor presentaban entonces este contras¬ 
te singular: que mientras en la cátedra de filosofía, confiada a un materialista, se 
bastardeaba con fisiología mal aprendida y peor usada la psicología, en la cátedra 
de anatomía se levantaba hasta la psicología el estudio de las funciones del cerebro 
y el de los sentidos; con la ventaja de que lo que faltaba en el profesor materialista 
de ciencia médica, abundaba en el profesor de anatomía de sana filosofía unida a la 
ciencia médica por el vínculo del talento. 

No nos extenderemos respecto de la faz científica, pero diremos todavía que la 
ciencia nacional le debe al doctor Carafí, a más de esas lecciones notables, una parte 
importantísima en la iniciativa y en la fundación de la Sociedad de Medicina, que 
tanto promete, y de la cual fue él primer presidente y el alma de las sesiones durante 
el más difícil período. 

Fue miembro del Consejo Universitario, siempre asiduo y laborioso; y por estas 
cualidades, como también por sus conocimientos generales y su contracción, intervino 
siempre con preparación y con saludable rectitud, en casi todas las cuestiones de pro¬ 
gramas, revalidación de títulos y demás que se suscitaron en los últimos tiempos. 

La nación le es deudora por otra parte, de servicios importantes prestados en la 
presidencia del Consejo de Fíigiene, donde ejercitó siempre un celo y una energía 
ejemplares. FJasta su renuncia, de la que por ser reciente bien se recuerdan las causas, 
fue digna y realzó los méritos que había ganado en aquel cargo honorífico. 

Y si esto hizo como ciudadano y hombre de ciencia, como creyente dejó recuer¬ 
dos no menos dignos. 

Fue presidente del Club Católico, Presidente del Primer Congreso Católico y 
actualmente formaba parte del Directorio de la Unión Católica. 

En toda su vida pública procedió como creyente y hasta en la muerte ha dado 
ese valioso ejemplo del hombre de ciencia a quien la mayor sabiduría ha servido para 
comprender mejor a Dios y para estimar más la gracia sobrenatural. 

Al morir como piadoso cristiano, iluminado por la esperanza, entreviendo el 
infinito más allá de la muerte, ratificaba el hermoso pensamiento de Schlegel: 

“La ciencia es la estrella esplendorosa de la fe, pero la oración es la base de la 
ciencia”. 

Demos a su alma el tributo cordial de nuestras oraciones, mientras en el mundo 
se recuerdan los hechos del ciudadano que ya no existe. 


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■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


B) Segunda nota necrológica de El Bien 

Procedencia: El Bien, Montevideo, martes 8 de setiembre de 1895. 


El fallecimiento del doctor Carafí. 


El triste desenlace de la enfermedad que venía padeciendo el doctor don José M. 
Carafí, impresionó dolorosamente a toda nuestra sociedad. 

La casa mortuoria se ha visto invadida por las personalidades más conspicuas. El 
Cuerpo Médico, los alumnos de la Facultad de Medicina, los catedráticos, han esta¬ 
do allí para depositar su firma en el álbum y para expresar su pésame a los deudos. 

Dos, tres veces al día iban los alumnos del doctor Carafí durante su enfermedad 
a enterarse de la marcha de ésta, con la aflicción en el alma. 

Los doctores Visca, Soca, Samarán, Fonseca, Ricaldoni, Figari y otros, celebra¬ 
ban dobles consultas junto a la cabecera del enfermo y concurrían a su asistencia 
los estudiantes de sexto año Arregui, Scremini, Acuña, Aguirre, Ferreyra, Martínez, 
González, Viacaba y otros. ¡Qué no hubieran dado todos por salvar aquella vida 
preciosa y útil! 

El Club Católico, del cual había sido Presidente el doctor Carafí, invitó a todos 
sus socios para el entierro, lo mismo hizo el Directorio de la Unión Católica del cual 
formaba parte. 

El domingo y ayer multitud de familias pobres domiciliadas en la ciudad vieja 
invadieron la casa mortuoria para orar y llorar frente al cadáver de aquel médico 
querido y caritativo que les prodigaba su ciencia y atenciones desinteresadamente. 

En la Universidad por disposición del Rector interino se fijó el siguiente aviso: 

“Elabiendo fallecido en el día de ayer el señor vocal del Consejo de Instrucción 
Secundaria y Superior doctor don José M. Carafí, el señor Rector interino de la 
Universidad de la República, doctor don Eduardo Brito del Pino ha dispuesto: 

I o Que se suspenda en el día de hoy el funcionamiento de las aulas de la 
Universidad. 

2° Invitar en su nombre a los señores catedráticos y estudiantes para el sepelio de 
dicho finado que tendrá lugar en el día de la fecha a las 4 p.m. partiendo el cortejo 
de la casa mortuoria calle Cerrito n° 30- Montevideo, Setiembre 2 de 1895.- El 
Secretario general” 

La Comisión Directiva de la Asociación de los Estudiantes invitó a todos 
sus compañeros para el entierro. 

Este tuvo proporciones imponentes. Todo lo más notable y distinguido 
de Montevideo figuraba en el cortejo. 

La Universidad, el Club Católico y el cuerpo médico tenían brillante 
representación. 

Antes de cerrarse su tumba, el senador don Carlos A. Berro, presidente de la 
Unión Católica, pronunció en nombre de la misma el siguiente discurso: 


321 



• José Máximo Carafí • 


Señores: 

El Directorio de la Unión Católica del Uruguay de que era digno vice-presidente 
el Dr. Carafí me ha confiado la penosa misión de dar en su nombre la eterna despe¬ 
dida al distinguido correligionario, al esclarecido ciudadano, al inolvidable amigo, 
cuyos restos mortales yacen en ese féretro, y vengo a cumplir ese triste cometido con 
el dolor que dejan en el alma y el estupor que producen los acontecimientos tan 
inesperados y terribles como aquel que nos convoca en este recinto. 

Todos sabemos, señores, que de las mil expectativas de la existencia, la única 
segura, la única infalible es la muerte; pero a pesar de que la muerte sea el fenómeno 
que a diario y por todas partes nos rodea, no podemos sin embargo, sustraernos a 
una violenta impresión de sorpresa, de pasmo y aún de protesta cuando vemos que 
también caen en su camino para no alzarse jamás seres a quienes nuestro afecto o 
sus propios méritos parecía que les habían infundido alas para llegar a las más altas 
cumbres de la vida. 

Esa es la impresión que ha dejado en mi ánimo y probablemente en el de voso¬ 
tros la inesperada pérdida del doctor Carafí. 

Elombres como él no deberían morir tan pronto. Era joven aún, y si la vida fuera 
un premio, podría decirse que había conquistado como bueno el derecho de vivir. 

La frente iluminada por los destellos de una inteligencia clara y serena, la mente 
bien nutrida de verdadera ciencia, la memoria poderosa convertida en inmenso y 
ordenado depósito de conocimientos y experiencias, el espíritu todo saturado en una 
atmósfera de bien y de progreso, ocupando ya en su patria envidiable posición social 
y científica, lleno de salud y de vida, nadie habría pensado hace apenas algunos días 
que el doctor Carafí había llegado al término de su breve, pero noble existencia. 

Cuéstanos convencernos de que quien ha sabido atesorar en su mente tanta cien¬ 
cia y en su alma tales virtudes, quien ha sabido conquistar tanto de lo que levanta 
la personalidad humana sobre el fango de la tierra, no haya alcanzado siquiera la 
facultad de detener por un momento más la hora en que el propio polvo ha de volver 
al polvo. 

El doctor Carafí era una descollante personalidad en nuestro centro de hombres 
de ciencia. No era sólo un médico competentísimo y un distinguido profesor de 
nuestra Universidad, sino también un hombre de instrucción tan general y positivo 
que sorprendía siempre a los que lo trataban por sus conocimientos y extraordinaria 
erudición en materias ajenas por completo a la profesión que ejercía. Así, la filosofía 
y la historia, la literatura y la economía política eran tema frecuente de sus estudios 
y su amena conversación revelaba de continuo el vasto caudal de conocimiento que 
acumulaba incesantemente, con un poder intelectual y una laboriosidad sorpren¬ 
dentes. 

Era un espíritu que se enriquecía constantemente, que avanzaba siempre, que 
atesoraba ciencia sin descanso, con ansiedad de avaro y que parecía llamado a ser en 
nuestro país foco de intensas radiaciones científicas. 

Pero el doctor Carafí no era sólo un hombre de ciencia; era también un carácter, 
un sincero católico y un digno ciudadano, de levantado ideal y de noble propósito. 


322 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


El catolicismo uruguayo pierde en él una de sus más distinguidas personalidades. 
Ocupaba en nuestras filas el puesto a que le hacían acreedor sus talentos, servicio y 
virtudes. El Club Católico le vio más de una vez ejercer su presidencia y los correligio¬ 
narios todos no olvidarán que fue él quien presidió y supo dirigir con tanto celo como 
acierto el segundo y último Congreso Católico. El Directorio de la Unión Católica, 
surgida de ese Congreso, no podía olvidar tampoco los servicios que le debe. 

Deja entre nosotros un vacío difícil de llenar. 

Elombre de fe, tenía el valor de sus convicciones, Elabía estudiado y no había 
hallado en el libro de la ciencia la condenación del sagrado libro que encierra los 
dogmas y las esperanzas del cristiano. 

Había profundizado la ciencia médica y en ese estudio, al querer arrebatar a la 
materia el secreto de la salud y de la vida, aunque su escalpelo no había tropezado 
con el espíritu, la mente del pensador no había necesitado negar la existencia del 
alma ni maldecir de los destinos inmortales. 

Había consagrado muchos días de su vida al estudio de la filosofía y la historia 
había vigorizado sus creencias y tonificado su espíritu de ciudadano. 

Hombre eminentemente culto, ni sus creencias filosóficas o religiosas, ni sus 
opiniones políticas fueron jamás un obstáculo a sus vastas relaciones sociales, a la 
consideración que le rodeaba, a los afectos que despertaban su ameno trato y las 
relevantes condiciones que poseía. 

Su fe y sus opiniones políticas merecían el respeto de sus adversarios, porque 
detrás de ellas se divisaban la frente serena del pensador y el sano corazón de un 
hombre sin odios y lleno de amor y caridad. 

El doctor Carafí ha bajado a la tumba como había vivido, luchando, creyendo y 
esperando, luchando con la muerte creyendo en el Dios-Hombre y confiando en sus 
promesas de vida eterna. 

Su vida de estudio y de incesante labor, sometida siempre a la lógica inflexible, 
ha terminado como debía concluir; con la última plegaria dibujada sobre el labio 
ya inmóvil, con la última mirada dirigida a la mansión de las postreras e infinitas 
esperanzas. 

Inclinémonos con respeto ante ese cadáver; digamos el último adiós al amigo 
inolvidable los que abrigáis también esas esperanzas inmortales, los que creéis como 
él en esa justicia de ultratumba, abandonad con menos dolor este lúgubre recinto 
pensando en que ese espíritu selecto ha de haber alcanzado al fin y para siempre el 
premio que debe corresponder a los que cruzaron la tierra amando la verdad y bus¬ 
cando sin descanso y practicando el bien. He dicho. 

Después habló el doctor don Elias Regules, Decano de la Facultad de Medicina, 
en representación de ésta; el doctor Joaquín de Salterain como amigo y compañe¬ 
ro de larga e íntima relación personal y profesional, el doctor Ricaldoni, haciendo 
resaltar los méritos científicos del que había sido su primer maestro y después su 
compañero de profesorado; y el bachiller Agustín Aguerre, en nombre de los estu¬ 
diantes y con particulares elogios de las prendas morales y de la fe religiosa del finado 
maestro. 


323 



• José Máximo Carafí • 


Todos los discursos, como el cortejo que acompañó los restos del doctor Carafí 
hasta la última morada, son prueba bien elocuente del alto aprecio en que se le tenía 
en nuestra sociedad. 

El Club Católico mandará celebrar estos días un funeral en sufragio de este dis¬ 
tinguido consocio y se verá en ese acto piadoso una nueva demostración de la estima 
en que se le tenía y de los sentimientos que suscitó su muerte. 

C) Corona fúnebre. 

Procedencia: El Bien, Montevideo, Miércoles 25 de setiembre de 1895. 


Corona fúnebre. La familia del malogrado ciudadano doctor don José M. Carafí, 
ha recibido entre otras manifestaciones de pésame, las siguientes: 


a) Club Católico- Montevideo, setiembre 20 de 1895.- Señora doña Laura Zás 
de Carafí.- Distinguida señora: La Junta Directiva del Club Católico se dirige a Ud. 
por mi intermedio para hacerle presente sus sentimientos de condolencia y asociarse 
al pesar que la embarga con motivo del fallecimiento de su inolvidable hijo, el doctor 
don José M. Carafí. 

El doctor Carafí era una personalidad descollante en nuestras filas. Por su talento 
poderoso, por su ilustración vastísima, por sus virtudes y por su carácter, se había 
elevado muy alto sobre el nivel de la generosidad, y su muerte que para usted habrá 
sido un golpe dolorosísimo y terrible, ha sido para nosotros una pérdida irreparable, 
pérdida que nunca deploraremos bastante y que nunca tampoco podremos olvidar. 

El Club Católico tiene motivos especiales para recordar siempre al doctor Carafí 
con gratitud y cariño no sólo por el valioso concurso y por los importantes servicios 
que le prestó sino también por la predilección y amor con que siempre miró esta 
asociación por cuyo engrandecimiento y prosperidad tanto se preocupaba. 

Al hacerle presente a nombre de la Junta Directiva estos sentimientos, aprovecho 
la oportunidad para invitar a Ud. y familia a la misa que en cumplimiento de una 
disposición reglamentaria se celebrará el lunes 23 del corriente en la Catedral a las 8 
y media de la mañana, en sufragio de su finado hijo el doctor don José M. Carafí. 

Con este motivo me es grato saludar a Ud. con mi consideración más distingui¬ 
da. Miguel V. Martínez, Presidente. Jorge Sierra, Secretario. 

b) Universidad de Montevideo. Montevideo, setiembre 7 de 1895. Señora: 
He recibido especial encargo del Consejo de Instrucción Secundaria y Superior que 
presido para presentar a Ud. en nombre de la Corporación, su más sentido pésame 
por la irreparable pérdida que acaba usted de sufrir en la persona de su hijo, el doctor 
don José M. Carafí. Profesor eminente de la Facultad de Medicina de la República, 
Decano de la misma en un período dificilísimo para su laboriosa organización, pu¬ 
so siempre a su servicio, sin limitaciones, su claro talento, su vasta ilustración y su 
infatigable buena voluntad. Miembro por repetidas veces del Consejo que estimaba 
debidamente sus relevantes cualidades, la Corporación comprende bien el profundo 


324 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


vacío que ha dejado en su seno quien por tantos títulos fue en los últimos años uno 
de sus vocales más distinguidos. A los elevados sentimientos del Consejo, asocio los 
míos en estos instantes de infortunio. Quiera usted, señora, aceptarlos como testi¬ 
monio sincero de los que embargan al Consejo en trance tan doloroso. 

Dígnese usted, señora, recibir con benevolencia las protestas de mi más alta con¬ 
sideración y respeto. Eduardo Brito del Pino. Enrique Azaróla, Secretario general 


c) Academia Literaria del Uruguay 

Señora doña Laura Zás de Carafí. 

Montevideo, Setiembre 18 de 1895. Señora de todo mi respeto: La Academia 
Literaria del Uruguay a cuya legión honoraria pertenecía su llorado hijo el doctor 
don José M. Carafí, llena el alma de dolor se ha asociado a las honras fúnebres que 
Montevideo entero tributó al ilustre extinto, orgullo del cuerpo médico y del laicato 
católico. 

El doctor Carafí era nuestro: nos pertenecía a los católicos y a la Academia. 
Apreciadora ésta de sus méritos intelectuales y de las virtudes de su corazón am¬ 
bicionó contarlo en el número de sus miembros y le nombró socio honorario. El 
doctor Carafí demostró con su conducta que el nombramiento había sido acertado: 
su presencia nos animaba en nuestras fiestas y su ejemplo nos fortalecía en los actos 
de piedad. Era ilustrado y modesto, caritativo sin ostentación, culto sin serviles com¬ 
placencias, severo en los juicios sin odios personales, amante de la justicia, del bien y 
de la sabiduría, en manera especial de esa sabiduría que, buscada con afán elevará y 
glorificará cuantos la hayan abrazado, según el Libro de los Proverbios. 

Pero si el doctor Carafí era nuestro, era también del Señor a quien plugo llamarle 
para premiar sus méritos. Al entregarlo en manos del Creador, la Academia cubre la 
tumba con siemprevivas cristianas, con fervientes emociones, única ofrenda que ha 
encontrado dignas de su ex socio honorario. 

Unido al profundo pésame que la Academia Literaria del Uruguay me ha encar¬ 
gado presentarle, acepte, señora, la expresión más sincera de mi justificado dolor. 
Arturo Sonería, Presidente. Bernardo Ferrés, Secretario. 

D) Aviso encuadrado, participación de la familia. 

Procedencia: El Bien, Montevideo, Domingo 20 de octubre de 1895 


+ / Dr. JoséM. Carafí (Q.E.P.D.) /Falleció el2 (sic) de Septiembre de 1895. / Laura 
Z. de Carafí, madre; hermanos, hermanos políticos y demás deudos, invitan para el fu¬ 
neral que por el eterno descanso de su alma tendrá lugar en la iglesia de San Francisco 
el miércoles 23 del corriente a las 10 de la mañana, favor a que quedarán eternamente 
agradecidos. El dtielo se despedirá por tarjeta en el atrio de la iglesia. 


325 



• José Máximo Carafí • 


E) Nota con motivo del fallecimiento de José M. Carafí. 

Procedencia: La semana Religiosa, Montevideo, 8 de setiembre de 1895, 
págs 6337-6338. 

El fallecimiento del doctor Carafí. El triste desenlace de la enfermedad que venía 
padeciendo el doctor don José M. Carafí, impresionó dolorosamente a toda nuestra 
sociedad. 

La casa mortuoria que ha visto invadida por personalidades más conspicuas: El 
Cuerpo Médico, los alumnos de la Facultad de Medicina, los catedráticos, han esta¬ 
do allí para depositar su firma en el álbum y para expresar su pésame a los deudos. 

Dos, tres veces al día iban los alumnos del doctor Carafí, durante su enfermedad 
a enterarse de la marcha de ésta, con la aflicción en el alma. 

El Club Católico, del cual había sido Presidente el doctor Carafí, invitó a todos 
sus socios para el entierro; y lo mismo hizo el Directorio de la Unión Católica del 
cual formaba parte. 

El domingo y lunes multitud de familias pobres domiciliadas en la ciudad vieja 
invadieron la casa mortuoria para orar y llorar frente al cadáver de aquel médico 
querido y caritativo que les prodigaba su ciencia y atenciones desinteresadamente. 

El Club Católico mandará celebrar en estos días un funeral en sufragio de este 
distinguido consocio y se verá en ese acto piadoso una nueva demostración de la 
estima en que se le tenía y de los sentimientos que suscitó su muerte. 

LA SEMANA RELIGIOSA, envía su pésame a la distinguida familia de Carafí, 
y pide a sus lectores las oraciones por el eterno descanso de su alma. 


F) Invitación del Club Católico para una misa. 

Procedencia: La Semana Religiosa, Montevideo, 20 de setiembre de 1895, 
pág 6400. 

Dr. D. José M. Carafí. El lunes 23 del corriente a las 8 y media el Club Católico 
mandará celebrar en la Iglesia Catedral una misa en sufragio de su consocio el Dr. 
D. José Carafí. 

Aparte de cumplirse una disposición reglamentaria, el Dr. Carafí por sus relevan¬ 
tes méritos ha sido digno de tal manifestación de condolencia. 


G) El entierro del doctor Carafí 

Procedencia: El Siglo! Edición de la mañana/ Montevideo, Martes 3 de se¬ 
tiembre de 1895, año XXXII, Núm 9050. 


El entierro del doctor Carafí 

Pocas veces se ha visto en Montevideo una manifestación de duelo tan solemne 
como la que tuvo lugar ayer. Más de ochocientas personas entre las que podía pre- 


326 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


guntarse no quién estaba sino quién faltaba de los más conocidos que tiene esta capi¬ 
tal en ciencias, letras, foro, comercio, etc., se congregaron a las cuatro de la tarde en 
el domicilio del malogrado doctor Carafí y siguieron su féretro cuando salió llevado 
por algunos médicos y estudiantes de medicina. 

Detrás iba el duelo formado por los hermanos del finado, señores Arturo 
y Ramón Carafí, a quienes acompañaba el doctor Soler, obispo de Montevideo. 
Inmediatamente marchaban más de cien estudiantes que recorrieron todo el trayecto 
con la cabeza descubierta. Después iba el resto de la concurrencia por el centro de 
la calle. 

El féretro fue conducido a pulso hasta la esquina de Zabala y 25 de Mayo. Al 
llegar allí fue colocado en el magnífico carro fúnebre y el cortejo siguió a pie hasta el 
cementerio. Detrás iban varios carruajes descubiertos llenos de coronas. Había más 
de ciento cincuenta, algunas de ellas espléndidas. 

Cuando el carro fúnebre llegó al cementerio, el vestíbulo y parte de la calle cen¬ 
tral estaban ya llenos de gente. A duras penas consiguieron abrirse paso entre ella los 
que llevaban el féretro, penetrando con él en la Rotonda. 

Cumplidos los últimos ritos de la ceremonia religiosa y colocado el féretro en la 
plataforma que se extiende ante la puerta principal de la Rotonda, se retiró el Obispo 
de Montevideo, y empezó la ceremonia civil. 

Hicieron uso de la palabra el Dr. Elias Regules, Decano de la Facultad de 
Medicina, en nombre de la Universidad; el Dr. Carlos A Berro, en el de la Unión 
Católica; en el de la Facultad, el Dr. Américo Ricaldoni; el Dr. Joaquín de Santerain 
en el de la Sociedad de Medicina; y el Sr. Agustín Aguerre, en el de los discípulos del 
Dr. Carafí y la Asociación de Estudiantes. 

Publicamos a continuación esos discursos que fueron recibidos con generales 
muestras de aprobación. Una vez terminados, fue conducido el féretro al sepulcro de 
la familia situado en la esquina interior de la fachada que mira al Sur. 

Allí quedó depositado el cuerpo del que fue hombre de ciencia distinguido, mé¬ 
dico de los pobres y buen ciudadano, mientras la luna asomaba su faz melancólica 
entre los cipreses batidos por el viendo. La noche caía y la naturaleza parecía querer 
asociarse con sus sombras al duelo general. 

DISCURSOS 
Del doctor Elias Regules 

Cuando la naturaleza, cumpliendo sus leyes, impone la terminación de una 
existencia que ha pisado las fronteras cronológicas de la vida, pueden encontrarse re¬ 
flexiones y frases que atemperen las fatales depresiones del sentimiento herido; pero, 
cuando circunstancias accidentales aparecen en la mitad del camino para tronchar 
la marcha de una vitalidad exuberante, es difícil hallar conceptos que aminoren la 
enormidad del desastre. 


327 



• José Máximo Carafí • 


Este es el caso actual, no hay palabras que puedan vestir ingenuamente un pensa¬ 
miento de consuelo para las afecciones lesionadas, pero existen deberes que obligan 
a una franca y merecida manifestación de reconocimiento, en el solemne instante de 
la definitiva despedida. 

La Universidad ha recibido del Dr. Carafí los brillantes servicios de una inteli¬ 
gencia poderosa y bien nutrida, y el continuado esfuerzo de una voluntad siempre re¬ 
suelta para la fatigosa empresa de la enseñanza. Miembro del Consejo de Instrucción 
Secundaria y Superior, durante muchos años concurrió de una manera eficaz a la 
realización de las principales reformas efectuadas en la época de su cometido, y con 
su actividad inquebrantable fue un obrero ejemplar en la pesada tarea de todos los 
momentos. Su decanato en la Facultad de Medicina fue mano salvadora para una 
institución que ya dejaba vislumbrar en su horizonte señales evidentes de próximo 
derrumbe y sus magistrales lecciones justifican indiscutiblemente el fúnebre crespón 
con que hoy se atavía la cátedra de sus triunfos. 

No es un misterio que su personalidad levantó resistencias, como tienen que 
producirla y soportarla los encargados de convertir en hechos las consecuencias de 
modificaciones radicales; pero, por encima de susceptibilidades e impresiones más o 
menos fundadas, está la serena voz de la justicia que corrige las exageraciones de una 
opinión poco estudiada. 

En nombre de esa voz, y en representación de la Universidad de Montevideo, 
dejo sobre esta tumba una corona de siemprevivas. 


Del doctor Carlos A. Berro 


Ya se ha reproducido en el anexo correspondiente a El Bien. 


Del doctor Américo Ricaldoni 


Señores: 

El cerebro de nuestra sociedad ha sido herido. La lesión ha sido profunda y do- 
lorosa. La tierra, ávida del elemento noble, ha querido llevar a su seno una víctima 
selecta. 

Es allí donde se trabajaba por la difusión del saber, por el progreso del país, por 
la salud de nuestro suelo y de los que en él viven; era allí donde se hace menester 
pensar y donde se prescinde del propio bienestar para consagrar todas las energías al 
bienestar de los demás; era allí, en los laboratorios de la civilización, en la Facultad 
de Medicina, en la Sociedad de Medicina, en el Consejo Universitario, en el Consejo 
de Higiene...; era allí, donde el doctor Carafí, hora por hora, empleaba los días de 
su vida, prodigando, distribuyendo sin economías, los tesoros de ciencia que él, 
mediante sus solos esfuerzos, había recogido. 

Y es en nombre de los Profesores de la Facultad de Medicina, que yo debía ex¬ 
presar lo que significa la muerte del Dr. Carafí, -del Dr. Carafí que, en todo su vigor, 


328 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


cuando en su dura lucha más se erguía, ha sido abatido por germen, de irremediable 
mal.- Honrosa, honrosísima, pero singular designación! He de ser yo, su más hu¬ 
milde discípulo, que siempre he callado ante el maestro, quien ha de alzar la voz al 
abrirse su tumba, es decir cuanto mayor, cuando más grande debía ser mi respeto 
por él. Quisiera rendirle el homenaje que se merece, pero temo que mi oración valga 
mucho menos que mi silencio. Y deben perdonarme mis compañeros de la Facultad 
de Medicina, porque al fin no es culpa mía si lo que en mi corazón nace en mi co¬ 
razón quiere quedar. 

Lo que la Facultad de Medicina pierde no puede decirlo mi palabra, que no sabe 
vibrar ni puede durar. Lo que la Facultad de Medicina pierde lo dirá mil veces mejor 
ese viejo edificio en el que el Dr. Carafí se ha movido hasta ayer con extraordinaria 
actividad. En él se encuentra su sala de disección, ante cuya puerta hoy el ciprés se 
inclinará gimiendo, en el que se encuentran los laboratorios, los libros y las mismas 
aulas, por él prestigiadas, que en todo tiempo recordarán la obra inteligente, asidua 
y tenaz del Dr. Carafí. Id a esa escuela, y preguntad hoy, preguntad dentro de cien 
años, desde cuándo comenzó a ser digna de la sencilla inscripción que ostenta a su 
frente, y en todo momento oiréis que ha sido desde que su decanato fue ocupado 
por el Dr. Carafí. 

Fuera de la Facultad, el Dr. Carafí ha sido siempre también el mismo espíritu 
severo y más que con nadie consigo mismo, el mismo espíritu reformador e inde¬ 
pendiente. Era un erudito; era un convenido; se podía discutirle, pero no se podía 
dejar de admirarle. 

Había algo en el doctor Carafí que daba un sello especial a su carácter, y era su 
cuidado en escoger siempre el sendero más difícil, el terreno más árido y penoso. 
Sobre él marchaba, con alientos de gigante, gustando las espinas, alejándose de las 
flores. Sí, alejándose de las flores, que solo ahora, porque ya no está en su voluntad 
apartarlas, podrán dormir en paz sobre su tumba. 

Señores: Con corazón encogido por el dolor, los profesores de la Facultad de 
Medicina se inclinan reverentes ante los despojos del doctor Carafí. 


Del doctor Joaquín de Salterain 


Señores: 

La Sociedad de Medicina de la que fue el doctor Carafí uno de sus fundadores, 
primer presidente y activo colaborador, hasta hace muy poco tiempo, me ha hecho 
el honor de designarme para representarla en esta dolorosa ceremonia. 

Permitid, pues, que, antes de separarme, yo, el menos autorizado de entre vo¬ 
sotros, interrumpa, por breves instantes, la melancólica monotonía del silencio que 
acompaña las tristes sepulturas, si no con acento elevado, ni profundos conceptos, 
con el sentimiento que nos produce la desaparición del compañero, que deja hondo 
vacío en su desolado hogar y dolorosa impresión en la sociedad de su patria. 

Joven y ardiente, se alistó, desde temprano, en esa doble milicia que sin otras 
armas sino las de la observación y del estudio, celebra sus victorias cuando enjuga 


329 



• José Máximo Carafí • 


una lágrima, mitiga un dolor o da rumbos a una esperanza. En ese ejército, que no 
retrocede ante las derrotas previstas y en los que dejamos a veces pedazos del corazón, 
sin recoger más lauros, ni más coronas que las ideas, no de continuo, por la gratitud 
de los desgraciados. 

Trabajó como discípulo y prodigó más tarde como maestro, desde las bancas del 
anfiteatro, la doctrina severa y triste que descubre a la curiosidad humana el meca¬ 
nismo entero de la organización, la estética del individuo y que, si no siempre, las 
más de las veces, explica, en las anomalías o perturbaciones del desenvolvimiento, las 
decrepitudes físicas, las degradaciones morales! 

Médico, fue creyente y sin pretender discutir la razón de su fe en los dinteles de 
su sepulcro, constatamos el hecho que prueba una vez más, cómo la verdadera cien¬ 
cia que enseña e ilumina los horizontes de la vida, ni apaga, ni entibia la explosión 
del sentimiento humano, por torcida que sea la ruta. 

En el ejercicio de tan nobles tareas, a pleno campo centró su actividad para or¬ 
ganizar con lazos sólidos nuestra entonces naciente Escuela, fundar la Sociedad de 
Medicina, presidirla y con ella presidir asimismo varias otras sociedades y corpora¬ 
ciones científicas, sin olvidar jamás, el primero de todos los deberes, el deber de un 
ciudadano para con su patria. 

Se multiplicó por doquiera -se opuso con energía ante todos los obstáculos; y si 
no coronó su obra....delante de nosotros está, muda y silenciosa la explicación del 
enigma. 

Señores: dialoguen perpetuamente alrededor de su lecho de muerte, con los ge¬ 
midos de los cipreses y el murmullo indistinto del océano inmenso, los cariñosos 
recuerdos de sus compañeros de casa. 


Del señor Agustín J. Aguerre 


Señores: 

Si no me sintiese animado de las convicciones que vivificaron el espíritu del 
doctor José M. Carafí, al hablar ante su tumba en nombre de mis compañeros de es¬ 
tudio, tal vez dando rienda suelta al dolor que me embarga, comenzaría increpando 
de esta manera a la muerte: 

Triunfaste, muerte; con golpe certero y traidor has puesto fin a la penosa lucha 
que treinta y tres días ha, empeñaste con la Naturaleza y con la Ciencia. Por eso ésta 
y todos, arrasados los ojos en lágrimas y hechos trizas de dolor el corazón quedamos 
hoy inconsolables, llorando, mientras tú, con aire triunfador, te alejas con tu presa 
camino de la Eternidad. 

Pero, señores, ofendería la resignación cristiana con que el doctor Carafí acató los 
designios de la Providencia, de lo cual soy testigo, si no acatara también yo reverente 
la Divina Voluntad. 

Pocos hombres merecen con estricta justicia el elogio de sus contemporáneos 
como el doctor Carafí. 

¡Cuántos títulos para nuestra admiración y agradecimiento! 


330 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


¿Ciencia? El sólo nombre del doctor Carafí, la sintetiza. 

Decidlo si no vosotras, Facultades de Barcelona, Montpellier y Paris que arru¬ 
llasteis los primeros albores de su privilegiada inteligencia que presenciasteis su cre¬ 
cimiento y desarrollo, y que más de una vez os visteis obligadas a discernir a sus 
desvelos notas brillantes y honoríficos títulos. 

Dilo tú, Facultad de Medicina de Montevideo, tú que en la aurora de tu existen¬ 
cia, te sentisteis animada de nuevo vigor, ora cuando como Catedrático, te ilustró 
con las luces de su preclaro talento, ora cuando como Decano lanzó por una nueva 
senda de verdadero y científico progreso. 

Dilo también tú, Flonorable Consejo de Fligiene, cuyos destinos presidió mucho 
tiempo dejando siempre en pos de sí los destellos luminosos de su saber. 

Y qué diré, si lo considero como fundador y primer presidente de la Sociedad de 
Medicina en cuyo seno resonó más de una vez su fácil y elocuente palabra; qué de su 
prudencia y acierto en el Consejo Universitario que en las más arduas cuestiones de 
enseñanza siguió frecuentemente su dictamen; qué de su entereza de carácter que no 
quiso doblegarse a exigencias para él incompatibles con la dignidad. 

No me toca a mí considerar al doctor Carafí de otros puntos de vista, como 
miembro del Club Católico, como presidente de éste y como presidente también del 
Segundo Congreso Católico Uruguayo. Pero sí quiero recordar de paso, su caridad, 
desinterés. ¡Cuántas lágrimas enjugadas, cuántas vidas arrancadas a la muerte! 


Doctor Carafí: 

Cuando todos esperábamos verte recoger el fruto dulce y suave de tus fatigas, 
te acuestas a dormir en frío lecho bajo mudo y triste ciprés que velará tu sueño con 
lúgubre sombra. 

A darte el último adiós vengo yo también. 

Estudiante: Cumplo aunque indignamente, la misión que la Asociación de 
Estudiantes me ha confiado, depositando a tus pies la siempreviva del recuerdo y 
de la gratitud, por tus actitudes por la juventud estudiosa, tus sabias lecciones y tus 
prudentes consejos. 

Uruguayo: Agradézcote por vez postrera en nombre de mis conciudadanos los 
servicios que con tu ciencia y abnegación has prestado. 

Católico: en fin, elevo humilde al cielo mi plegaria por tu descanso eterno. 

Ele dicho. 


331 



Anexo N° 28. 


Acto de Homenaje al Dr. José M. 
Carafí, realizado en el Cementerio 
Central, el primero de setiembre de 
1921 , AL CUMPLIRSE VEINTISÉIS AÑOS DE 
SU FALLECIMIENTO. 


A) Consejo Directivo de la Asistencia Pública Nacional. 


Procedencia: Boletín de la Asistencia Pública Nacional, 1921, año XI, N° 94 
y 95, págs 186 y sig. 


Acta N° 1057.- Sesión ordinaria del 31 de Agosto de 1921. 

En Montevideo, a las diez y ocho horas del día treinta y uno de Agosto de mil 
novecientos veintiuno, reunidos en el Salón de Sesiones del Consejo Directivo de la 
Asistencia Pública Nacional, el señor Director General, doctor don José Martirené, 
en su carácter de Presidente de la Corporación, los señores vocales doctor don Juan 
Carlos Munyo, doctor don Agustín Sanguinetti, don Leopoldo Caravia, doctor don 
Gerardo Arrizabalaga, doctor don Pablo Scremini, doctor don Miguel Becerro de 
Bengoa y el infrascripto secretario, faltando por hallarse en uso de licencia el doctor 
don Manuel Pacheco, el señor Presidente declara abierto el acto. 

De inmediato, el señor Presidente manifiesta que según es notorio, diversas ins¬ 
tituciones médicas preparan un homenaje a la memoria del doctor José Máximo 
Carafí con motivo del aniversariob de su muerte. 

Cree, dados los indiscutibles méritos que reunió la personalidad del doctor Carafí 
y los servicios que ha prestado, que la Asistencia Pública debe adherir al homenaje, 
así como lo ha hecho el Consejo Nacional de Higiene. 

Tras de un breve cambio de ideas se aprueba la indicación bdel señor 
Presidente. 

Por moción del señor Caravia se resuelve, además, que un miembro del Consejo 
haga uso de la palabra en el acto del homenaje. 

El señor Presidente designa entonces al doctor G. Arrizabalaga. 


332 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


Aprobadas las actas de las sesiones del 29 y 30 del corriente, se lee una lista de 
22 asuntos de trámite: 

Antes de considerar la orden del día el doctor Arrizabalaga manifiesta que hubie¬ 
ra aceptado gustoso el encargo del Consejo Directivo de hacer uso de la palabra en el 
homenaje que se prepara al doctor José Máximo Carafí, en primer término porque 
reconoce sus indiscutibles méritos y además por la circunstancia de haberlo sucedido 
en la cátedra que aquel tenía en la Facultad de Medicina. 

Pero para llenar esa tarea cumplidamente hubiera necesitado tiempo, del que no 
ha podido disponer, por lo que se limitará a concurrir al acto. 


Acta N° 1058.- Sesión extraordinaria del I o de setiembre de 1921. En 
Montevideo, a las diez y ocho horas y diez minutos del día primero de Setiembre 
del año mil novecientos veintiuno, reunidos en el salón de sesiones del Consejo 
Directivo de la Asistencia Pública Nacional, el señor Director General doctor don 
José Martirené, en su carácter de Presidente de la Corporación, los señores voca¬ 
les doctor don Agustín Sanguinetti, doctor don Juan Carlos Munyo, doctor don 
Gerardo Arrizabalaga, arquitecto don Mario Moreau, y el infrascripto secretario, 
faltando por hallarse en uso de licencia el doctor don Manuel Pacheco, el señor 
Presidente declara abierto el acto. 

Resuelto el asunto, el señor Director General teniendo en cuenta el homenaje 
que en el día se ha tributado a la memoria del doctor José Máximo Carafí, homenaje 
al que adhirió la Asistencia Pública, y dados los méritos de aquel facultativo, emi¬ 
nente decano y distinguido profesor de la Facultad de Medicina, pide que se le dé el 
nombre de “Doctor José M. Carafí” a una de las salas del Hospital Maciel. 

El Consejo así lo resuelve. Comuniqúese. 

B) Consejo de la Facultad de Medicina 

Procedencia: Libro de actas de las Sesiones del Consejo de la Facultad de 
Medicina (manuscrito). 


Sesión del 6 de setiembre de 1921 
Acta 


En Montevideo, a seis de setiembre de mil novecientos veinte y uno, bajo la 
presidencia del Decano, Dr. Dn. Manuel Quíntela y actuando el Secretario que sus¬ 
cribe, siendo las horas 18 pasa a celebrar sesión el Consejo Directivo de la Facultad 
de Medicina y Ramas Anexas. Concurren los Dres. Gerardo Arrizabalaga, Elias 
Regules, Eduardo Blanco Acevedo, Abel Y. Zamora, Pablo Scremini y Francisco Juan 
Antognazza-, Excusaron su inasistencia los Dres. Eugenio Lasnier y Enrique Pouey 
// Homenaje a Carafí. El Decano da cuenta de que recibió la visita del Presidente de 
la Sociedad de Medicina, Dr. Etchepare, quien le solicitó la adhesión de la Facultad 


333 



• José Máximo Carafí • 


al homenaje proyectado al Dr. Carafí, realizado hace unos días. Como en el tiempo 
comprendido entre el pedido del Dr. Etchepare y la fecha del homenaje no celebró 
sesión el Consejo Directivo, por olvido no hizo lo que hubiera podido hacer: con¬ 
sultar a los miembros del Consejo al respecto así como la designación de orador. A 
fin de subsanar la omisión propone se envíe una nota a la Sociedad de Medicina, 
de adhesión al homenje efectuado. Propone además se coloque en la Facultad un 
busto del Dr. Carafí. Así se resuelve. El Dr. Arrizabalaga, a propósito de este asunto 
manifiesta que hace años el Consejo resolvió también la colocación de un busto del 
Dr. Visca formulando moción, que se aprueba, para que el Decano se informe del 
estado de ese asunto y de cuenta al consejo. 


C) Discurso del Dr. Juan Servetti Larraya. 

Procedencia: Cantón, E. Historia de la Medicina en el Río de la Plata, 3: 
351-354 y Boletín del Consejo Nacional de Higiene, 1921. 


Señores: 

La Sociedad de Medicina de Montevideo me ha dispensado el alto honor de 
designarme para que en su nombre haga uso de la palabra en este acto solemne, 
justo homenaje, que recuerda en el XXVI aniversario de su muerte, a una de las más 
robustas inteligencias que ha tenido el profesorado de nuestra Facultad de Medicina, 
y que en vida se llamó José Máximo Carafí. 

El Doctor Carafí nació en Montevideo el 15 de abril de 1853. El año 1870, 
cuando el país sufría el injusto castigo de la guerra civil, estuvo de practicante inter¬ 
no en el Hospital Militar, a cargo del doctor Germán Segura. En febrero de 1871 
partió para Barcelona, donde se recibió de Bachiller en Ciencias y Letras el 3 de 
noviembre del mismo año. Cursó allí los primeros estudios de medicina, pasando en 

1873 a Montpellier, donde revalidó los cursos que había ganado en Barcelona, y en 

1874 ingresa en la Facultad de Medicina de París, ganando el concurso de alumno 
externo de los Hospitales. En 1877 sacó la medalla de bronce del externado, ganan¬ 
do en el mismo año el concurso de alumno interno de los Hospitales de París, siendo 
laureado con medalla de bronce por la Asistencia Pública. 

Recibió el título de Doctor en Medicina y Cirugía en París el 27 de diciembre 
de 1881, y lo revalidó en Montevideo el 27 de octubre de 1882. Era miembro de las 
Sociedades de Anatomía y de Clínica de París. 

Aquí sirvió a su patria con verdadera abnegación en los importantes puestos que 
le fueron confiados: Profesor de Anatomía, Decano de la Facultad de Medicina, 
Presidente y Miembro del Consejo Nacional [sic] de Higiene, Miembro del Consejo 
Universitario, Socio fundador y primer Presidente de la Sociedad de Medicina de 
Montevideo, donde prescindió del propio bienestar para consagrar todas sus ener¬ 
gías al bienestar de los demás, considerándosele desde el primer momento como una 
de las más ilustres personificaciones de la ciencia médica. 


334 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


El profesor Carafí fue uno de esos hombres privilegiados que, sin esfuerzo, bri¬ 
llan. En él todo era espontáneo y natural; cualidades de inteligencia, cualidades de 
palabra, parecían que le eran facultades instintivas, que no habían tenido necesidad 
de perfeccionarse con la educación. 

Porque las dos cualidades en que se reconoce un maestro de primera fila: manera 
magistral y perfecta elocución, Carafí las poseía como pocos. Su manera de fijar la 
atención sobre las cuestiones más arduas, sus descripciones animadas y el tono fami¬ 
liar de una conversación cualquiera, con que expresaba los hallazgos más ingeniosos, 
demostraban hasta qué punto poseía el don de enseñar. 

En los diez años que fue profesor de Anatomía en nuestra Facultad de Medicina, 
han pasado por su cátedra muchos alumnos, algunos de ellos reputadísimos médicos 
y profesores que honran al maestro. 

Los que recibimos sus enseñanzas y apreciamos sus trabajos, los que tuvimos 
el honor de conocer al hombre y al profesor, conservamos el culto y la veneración 
merecida a uno de los profesores que, sabiendo conservar indiscutible su puesto en 
el mundo científico, ha honrado a su patria. 

Pero es en el Decanato de la Facultad de Medicina -años 1884-87- donde su 
obra de reformas radicales se presenta como salvadora de un inminente derrumbe, 
y colocándola en la senda del verdadero progreso científico hace de ella una valiosa 
institución, actualmente reconocida por propios y extraños. 

Fue entonces que su personalidad levantó resistencias, las que no lo hicieron 
desmayar, y oponiéndose con energía ante todos los obstáculos, trató de marchar por 
el camino que se había trazado para conseguir la anhelada finalidad que se proponía, 
seguro de obtener, como recompensa, la gratitud de los beneficiados -que fuimos to¬ 
dos-; pues quería formar médicos que honraran al país, por eso subordinó siempre su 
doctrina al principio siguiente: la cabecera del enfermo debe ser el punto de partida 
y el objeto final de toda investigación del clínico. Espíritu prudente y práctico, no 
empujó hacia los estudios puramente teóricos la inteligencia del alumno, sino que 
lo que él quería era formar, a su imagen y semejanza, excelentes prácticos, porque, 
nos decía, la clínica ha engrandecido sus dominios y perfeccionado sus métodos 
de investigación, y reclama, para ser debidamente conocida, un estudio más difícil 
y prolongado, siendo el diagnóstico la parte que ofrece mayores dificultades, pues 
constituye el fundamente de la Medicina práctica. Sin diagnóstico será imposible el 
pronóstico; sin diagnóstico será la terapéutica incierta. Para triunfar de todos los obs¬ 
táculos de que están rodeados los estudios patológicos y comprender oportunamente 
las indicaciones, es indispensable estar dotado de muy recto juicio, de sentidos finos, 
y dedicarse, con toda actividad y perseverancia, a la observación de los enfermos. 
Por eso nos repetía, con frecuencia: no hay, ni puede haber, libro que equivalga a la 
clínica; faltando ésta, falta la verdadera educación médica, porque únicamente del 
estudio clínico dimana el sólido y fecundo saber; y, nos agregaba, que no consiste en 
estar enterados de lo que dijeron los demás, sino en ser capaces de juzgar por sí solos, 
porque la ciencia impersonal es posible para todo el mundo, pero la clínica, arte muy 
personal, solamente a algunos es posible poseerla. 


335 



• José Máximo Carafí • 


El profesor Carafí, que, por el inmenso caudal de su ciencia, era sabio, y porque 
manejaba admirablemente el arte de la Medicina, era eminente clínico, no se con¬ 
tentaba solamente con dirigir la educación científica de sus alumnos, sino que, a la 
vez, se preocupaba de formarlos moralmente, haciendo de ellos verdaderos prácticos, 
capaces de llenar todos sus deberes, de aceptar y comprender toda la extensión de 
sus responsabilidades. 

Este fue el gran servicio que prestó a su patria; fue también la obra vivificante que 
produjo la gran figura intelectual, soberbia y luminosa de José M. Carafí, que fue 
gran lumbrera de la ciencia y una de las más esclarecidas inteligencias de su época, 
que, al rendir tributo a la tierra, ha dejado la imperecedera memoria de su genio, 
luminoso foco que habrá de irradiar eternamente sobre la Medicina nacional. 

En las más arduas cuestiones de enseñanza, el Consejo universitario -del que for¬ 
maba parte-, teniendo en cuenta su prudencia y acierto, aceptaba frecuentemente sus 
dictámenes. Presidió por mucho tiempo el H. Consejo de Eligiene, donde dejó impre¬ 
sas las huellas de su acción benefactora, con los destellos luminosos de su saber. 

Fue uno de los fundadores, primer presidente y activo colaborador de la Sociedad 
de Medicina de Montevideo, en cuyo seno resonó, más de una vez, su fácil y elo¬ 
cuente palabra. 

Vivió a un mismo tiempo consagrado a la enseñanza y al ejercicio de la profesión, 
que él consideraba como inseparables, y, como en todo hombre superior, se aunaban 
en su persona la ciencia y la filantropía, que hacían un consorcio poco común en el 
noble postulado de la Medicina. 

En nombre de la Sociedad de Medicina de Montevideo, deposito en esta tumba 
que guarda sus restos, una corona de siemprevivas. 


D) Discurso del doctor Augusto Turenne. 

Procedencia: Cantón, Elíseo. Historia de la Medicina en el Río de la Plata, 
3: 354-356 y Bol. Cons. Nac. Hig. Púb, 1921. 


Señores: 

Con el acto que hoy nos congrega, en breve espacio de tiempo el Cuerpo médico 
nacional habrá dado dos resonantes ejemplos de justicia distributiva. 

Ayer rodeábamos todos al profesor Morquio, a quien, en plena robustez mental, 
dábamos el preciado goce de contemplar en vida una apoteosis de su labor científica. 

Melancólica es la comparación. El doctor Carafí, muerto oscura e injustamente, 
ha necesitado casi un tercio de siglo para que se alzara la voz justiciera que le colocará 
entre las figuras de un pasado borroso para los jóvenes de hoy, pero en el que surge 
nimbado de luz para los que vivimos la Edad heroica de nuestra Facultad. 

La aparición del doctor José M. Carafí en nuestro medio fue casi un anacro¬ 
nismo. Inteligente, culto, poseedor de una ilustración médica poco común y muy 
superior a la de sus contemporáneos profesionales, moldeado su cerebro en esa ad- 


336 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


mirable Escuela de Montpellier, perfeccionado su saber en la entonces incomparable 
de París, su vida y su acción tenían que desentonar en Montevideo. 

Señorial y distinguido en sus maneras, pulcro y atildado en el vestir, era su exte¬ 
rioridad fiel reflejo de una vida interior que debía molestar a los que encubrían con 
desgaire que quería parecer bohemio una gran proporción de incultura y de bravia, 
casi salvaje, resistencia a los halagos de la civilización. 

Surgido de un ambiente de orden y refinamiento en el espectáculo de nuestra 
Facultad, debió serle doloroso y despertar en él, con ansia patriótica, el invencible 
deseo de encauzar energías y capacidades que veía perderse en el rutinario ejercicio 
profesional o esterilizarse en las fáciles molicies de una vida sin freno. 

Su ingreso a una cátedra de Facultad fue una pincelada de luz sobre un fondo 
mezquinamente pardo. 

Lejos de mí la idea de empequeñecer la obra de los constructores de nuestra 
Facultad, su acción modesta, pero hondamente sentida, su incansable fe en los des¬ 
tinos de la Institución apenas nacida, sin que ninguna hada benéfica hubiera derra¬ 
mado venturas ni siquiera adelantado presagios favorables en las tablas cronológicas 
de su Fíistoria. 

Pero el respeto, la veneración, la gratitud que debemos a nuestros precursores 
no debe llevarnos a desconocer que casi por vez primera con el doctor Carafí, un 
verdadero profesor, dictó cursos magistrales e incorporó los resultados de su labor y 
de su observación al acervo mental de sus alumnos. 

Ascendiendo al alto sitial de Decano, Carafí no podía encontrar sino resistencias. 
Ni profesores ni estudiantes estaban acostumbrados al orden ni preparados al respeto 
de las disciplinas científicas. 

Aquel hombre, que tan a menudo hablaba de París, tenía que chocar con los que 
hacían gala de un misoneísmo muy charrúa. 

Dura fue la lucha e incompletos los resultados. Aún recuerdo la violencia de la 
campaña que provocó la imposibilidad de su reelección. Me sonrojo al pensar en los 
excesos con que mis compañeros festejaron su victoria. 

Victoria, sí, como las victorias de Pirro; esos mismos que transmitían como tra¬ 
dición oral, nunca documentada, la versión de las injusticias del Decano Carafí, 
llevaban en sí el germen que su acción habrá sembrado. 

Ellos, sus más crueles detractores, serían más tarde los vectores de una orien¬ 
tación que su muerte prematura le impidió realizar, pero que tal vez en las horas 
postreras de su vida se le apareció como el legítimo galardón que la posteridad habría 
de discernirle. 

Si como Profesor y como Decano José M. Carafí fue un reformador, como pro¬ 
fesional fue un modelo. Duros son los tiempos y de prueba para la Ética Médica. 
Factores encontrados, rachas de anarquía moral, amarguras y dificultades envuelven 
con demasiada violencia en sus vórtices al médico de hoy. 

Justo y necesario es que a menudo, con energía, con intensa convicción de la 
importancia de los “imponderables”, destaquemos en plena luz la figura noble y des- 


337 



• José Máximo Carafí • 


interesada de los que supieron mantener enhiesto el penacho gallardo de la probidad 
profesional. 

José M. Carafí fue el prototipo del médico integral; su inteligencia, su cultura, 
su honradez acrisolada, fueron puestas al servicio de la sociedad en la que desarrolló 
sus actividades con tal altruismo, con tal abnegación, que bien podemos invocar sus 
características para incorporarlo a la falange desaparecida de nuestros más preclaros 
antecesores. 

Por esta razón, el Sindicato y el Club Médico se adhirieron sin restricciones al 
homenaje proyectado. 

El doctor José M. Carafí, al caer vencido por la muerte, mereció, por su inmacu¬ 
lada vida, por su actuación profesoral, por el fermento de renovación científica que 
aportó al país, el homenaje unánime y espontáneo aunque tardío de sus contempo¬ 
ráneos. 

Con el alejamiento, que permite apreciar fríamente a los hombres, con el desapa¬ 
sionamiento, que da base a los juicios imparciales, hoy el Cuerpo médico nacional 
celebra un acto de reparación al colega desaparecido. 

Respetuoso alumno del doctor Carafí, desarmado entonces y casi solitario ad¬ 
versario de sus enemigos, cumplo hoy una deuda que contraje conmigo mismo en 
aquellas épocas turbulentas. 

Honrado con la representación del Sindicato Médico Nacional, que hoy com¬ 
prende a la mayoría de los médicos del país, al aportar a los manes del doctor Carafí 
la expresión de su homenaje, tráigole también uno personal, de afecto y veneración, 
que desde la alta situación a que me ha encumbrado la voluntad de mis colegas, 
exteriorizo como un tributo justiciero al hombre, al médico, al ciudadano. 


E) Discurso del doctor José Mainginou. 

Procedencia: Cantón, Elíseo. Historia de la Medicina en el Río de la Plata, 
3: 356-358 y Bol. Cons. Nac. Hig. Púb, 1921. 


Señores: 

El Consejo Nacional de Higiene, cuya representación asumo en este acto, me 
encarga expresar sus sentimientos de respeto por la memoria esclarecida del doctor 
José M. Carafí. 

Y, cumplir tan honroso cometido, debo significar que “no es el tributo del dolor 
que paga el corazón humano a la memoria de los seres que amó”, lo que aquí nos 
reúne en este solemne instante. 

Es la posteridad agradecida quien nos convoca delante del pasado a deponer con 
devoción evangélica sobre la tumba que guarda unas cenizas veneradas, la corona de 
rosas y de siemprevivas de su admiración y simpatía. 

El Consejo Nacional de Higiene consideró un deber ineludible adherirse a este 
merecido homenaje -acto de justicia postuma- no sólo porque el doctor Carafí for- 


338 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


mó parte del antiguo Consejo de Higiene Pública, aportando el valioso y desintere¬ 
sado contingente de su labor y de su vasta ilustración a la causa de la defensa sanitaria 
del país, sino también porque fue una figura descollante, de relieves propios, que 
se destacó en su medio y en su época con los rasgos característicos de los varones 
ilustres. 

Varón benemérito, porque fue un abnegado que sacrificó su tranquilidad y su 
reposo al ideal que perseguía: crear una Escuela de Medicina digna de su país y en 
armonía con el desarrollo cultural de la época. 

Yo, que tuve la fortuna de ser su discípulo, de formar parte del primer grupo de 
estudiantes con que el doctor Carafí inaugurara sus clases en la vieja Facultad, puedo 
afirmar -y con ello afirmo una verdad que bien la conocen algunos de los que me 
escuchan- que la obra realizada por el inolvidable maestro desaparecido, fue fecunda 
en bienes. 

Labor fatigosa y proficua, misión altamente patriótica, fue la que como Decano 
y profesor se impuso el doctor Carafí, al forjar, con las ruinas de la vieja Facultad, 
una Escuela de Medicina. 

A fines de 1884, la Facultad de Medicina estaba en plena bancarrota. 

Sin dirección técnica, sin orientación definida, falta de profesores, y sin medios 
de enseñanza. 

Tal era, señores, la situación en que halló la Facultad el doctor Carafí, cuando a 
ella ingresó como profesor y tomó su dirección. 

Eran menester los talentos de una mentalidad superior, las energías de un ca¬ 
rácter inquebrantable, la firmeza de una voluntad dispuesta al sacrificio y toda la 
abnegación de un apostolado, para acometer, como acometió, resuelto, el doctor 
Carafí, su obra redentora. 

¡Cuántos esfuerzos generosos puso al servicio de su tarea ardua y enojosa! 
¡Cuántos propósitos nobles impulsaron su corazón abierto al amor y a la justicia, 
y movieron su alma austera y severa, pero siempre justa! Sufrió las amarguras de la 
diatriba; sufrió las ingratitudes de sus contemporáneos y gustó resignado el acíbar 
de la impopularidad. 

El destino ha querido así, sin duda, darnos en ese ejemplo de una existencia tan 
útil como infortunada, tan pura como laboriosa y fecunda, una lección viva que 
muestre de lo que es capaz el amor a las causas grandes y “aliente, en la escabrosa 
senda del deber, a los que marchan tras sus huellas luminosas.” 

Bello destino, que estimulará a las almas fuertes, modeladas para la práctica cons¬ 
ciente del bien, que no ven la felicidad en las satisfacciones de groseros apetitos, 
sino cumpliendo la alta misión de vivir noble y dignamente la vida y de morir en la 
serenidad que depara una existencia sin mancha y sin remordimiento. 

Tal ha sido la obra meritoria y la vida del eminente maestro. 

“Así tuvo que ser para que el sacrificio magnánimo y la noble abnegación brillara 
en todo su esplendor.” 


339 



• José Máximo Carafí • 


Bien merece, pues, este homenaje, quien fue maestro incomparable en la cátedra, 
apóstol en el ejercicio de su profesión y obrero incansable en la realización de su alto 
ideal. 

Labró las piedras sillares, y, más afortunado que Sísifo, alcanzó a llevarlas a los 
muros de la escuela que él creara y de la cual había de surgir la actual Facultad de 
Medicina que honra a la República por los prestigios de su ciencia y la cultura de 
sus maestros. 

De ella salen años tras años, armados caballeros para las luchas de la vida, una 
parte de nuestra gallarda juventud, libre y consciente, que encarna esa fuerza renova¬ 
dora que lleva en germen el futuro de la raza digna y altiva: gentil y austera juventud, 
que bien puede, parodiando a un celebrado tribuno, gritarle a esta peligrosa cortesa¬ 
na, la ignorancia: “paso para mí; yo pertenezco a la Agora de Atenas...” 

Paso para mí; yo soy un apóstol de la ciencia, de esa divina y piadosa ciencia, 
que para ejercerla con amor, es preciso tener alma de artista, dispuesta a recoger en 
“ingratitudes lo que se siembra en abnegaciones.” 

Señores: 

Cumplida la misión que me encargara el Consejo Nacional de FJigiene, sólo me 
resta inclinarme reverente sobre esta tumba que encierra los despojos de tan preclaro 
maestro, y, al rendir este tributo de mi particular reconocimiento y admiración, lo 
hago con el profundo respeto de los grandes cariños. 


340 



ÍNDICE ONOMÁSTICO 


A 


Acevedo, Eduardo 

XI 

Ackernecht, Erwin H. 

38 

Acuña, Urbefil 

146, 236, 321 

Aguerre, José Agustín 

146, 235, 236, 243, 323, 327, 330 

Aguirre y Hernández, Amadeo 

18 

Aguirre, Martín 

158, 159, 321 

Agustí y Saladrigas, Eduardo 

18, 

Aigre, Noel 

44 

Alfonso XII de Borbón 

16 

Alvarez de Navía y Durán 
de la Calle, José 

8 

Alvarez y Pérez, Juan A. 

138 

Amadeo I de Saboya 

16 

Anger, Théophile 

111, 112 

Aparicio, Timoteo 

13 

Aragone, Juan Francisco 

206, 208 

Araúcho, Francisco 

8 

Ardao, Arturo 

12, 58, 131, 157, 158, 160, 188, 194, 

Ardao, Héctor 

238 

Ardao, María Julia 

130 

Arechavaleta, José 

128, 138, 140, 145, 158, 171, 177, 181, 214 

Areta Platero, Concepción 

8 

Arredondo Areoso, Sara 
Arrizabalaga, Gerardo 

128, 264, 332, 333, 334 

Artigas, José Gervasio 

188 

Azaróla, Enrique 

176, 297, 299, 325 

B 

Baena, José Luis 

109 

Baker, Sara Josephine 

116 

Ballantyne, J-W. 

70 

Bar, Paul-Jean 

113 

Barattini, Luis 

177 

Barcia, Pedro, 

236 


341 



• José Máximo Carafí • 


Batlle y Grau, Lorenzo 

13 

Batlle y Ordóñez, José 

XI, 58, 188 

Bauzá, Francisco 

11, 134, 157, 178, 194- 198, 200, 202-205 

Bayle, Antoine 

192 

Beaunis, Henri-Etienne 

128 

Béclére, Antoine-Louis 

44 

Behring, Emil Adolf von 

166 

Bénard, Marie-Henri 

45 

Benoit, Justin 

28 

Beraza, Agustín 

171 

Beraza, Joaquín 

171 

Bergmann, Ernst von 

166 

Bergson, Henri 

157, 160 

Berinduague, Martín 

158 

Bernard, Claude 

274, 319, 320, 325 

Berro, Carlos Arturo 

157, 158, 169, 171, 177, 178, 181, 196, 197, 

198, 201, 204, 218, 243, 306, 327, 341, 328, 

Berro, Prudencio Bernardo 

188, 

Berro, Roberto 

205 

Bert, Paul 

319 

Berthellot, Marcelin 

46, 141 

Bertheux, Pierre-Marie 

44 

Blanes, Pedro 

177, 198, 202, 

Blin, Adolph-Louis 

44 

Blum, Marcel 

69, 85, 

Bosch, Isabelino 

21, 117, 137, 168, 169, 171 

Bosco, San Juan 

194 

Bouchardat, Apollinaire 

57 

Boudet de Paris, Pierre 

48 

Bouillaud, Jean-Baptiste 

46 

Bouilly,Georges 

105, 109 

Boulay, Ellie-Pierre 

44 

Bourges, M. 

68 

Brazeiro Diez, Héctor 

7 

Brendel, Cari 

117, 211 

Brian y Ríos, Cipriano 

170 

Brian, Angel 

116 


342 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


Brid, José 

Brito del Pino, Eduardo 
Broca, Paul 

Brown-Séquard, 
Charles-Edouard 
Brunel, Louis 
Buckey, Duncan 
Budín, Pierre-Constant 
Buisson, Etienne-Frédéric 
Buño, Washington 
Burggraeve, Adolphe 


187 

130, 159, 163, 321,325 
46, 77 

106 

30 

62 

113, 114, 116, 117 
28 

7, 179 
7 


C 


Caffera, Francisco A. 

XVIII 

Cahier, L. 

81 

Canabal, Joaquín 

8, 128, 168, 169, 176 

Canstat, Rodolfo 

127 

Cantó y Más, Agustín 

18 

Cantón, Elíseo 

XII, 137, 140, 141, 150, 244, 258, 292, 334, 

336, 338 

Capdehourat, Pedro 

13 

Carafí Tarrida, José 

6 

Carafí Tórrelas, Gaspar 

6 

Carafí Tórrelas, José 

6 

Carafí Tórrelas, Ramón 

6 

Carafí y Pey, Ramón 

6 

Carafí y Zás, Arcadio 

8 

Carafí y Zás, Arturo 

8 

Carafí y Zás, Consuelo 

8 

Carafí y Zás, Laura 

8 

Carafí y Zás, Ramón 

8 

Caravia, Leopoldo 

332 

Carbó y d’Aloi, Narciso 

262 

Carié y Calzada, F. 

198 

Carlosena, Antonio P. 

140, 216, 217, 218, 219 

Casaravilla, Jacinto 

Castells Montestruch, 

197, 198 

Juan Miguel 

8, 9, 316 


343 



• José Máximo Carafí • 


Castro, Juan Pedro 

130, 159 

Castro, Nicomedes 

170 

Ceppi, E. 

80 

Cerné, Alfred-Eugéne 

44 

Champetier de Ribes, 

Louis-Antoine 

113, 114 

Charcot, Jean-Martin 

44, 69, 77, 84 

Chatelin, Charles 

44 

Chauffard, Anatole 

44, 238 

Chauliac, Guy de 

28 

Cibemont, Alphonse-Ambroise 113 

done, Pascual 

178 

Coca y Cicera, Antonio 

262 

Colombo, Juan 

177 

Comby, Jules 

44 

Courty, Amédée 

29, 30, 99, 100 

Crispo Brandis, Juan Antonio 

XIV, 138, 176 

Cubiló, José María 

126, 176 

Cuestas, Juan Lindolfo 

135, 181,284 

D 

D’Argent, Eugéne 

90 

Danyse, M. 

309 

Darder, Cándido 

195 

De Feo, R. 

177 

De María, Pablo 

158, 159, 160, 299 

De Pena, Carlos María 

155 

De Pena, Prudencio 

177 

Debré, Patrice 

45,46 

Dechambre, A. 

80 

Delbet, P. 

81 

Delorme, P. 

80 

Depaul, Elenri 

111, 112, 113 

Desnos, Ernest-Louis 

45 

Días Noble, Manuela Guiomar 6 

Días, Joaquín Ignacio 

6 

Diás, Manuela 

8 


344 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


Díaz, Pedro 
Dieulafoy, Georges 
Doléris, Jacques-Amedée 
Domenech, José 
Donoso Cortés, Juan 
Dulieu, Louis 
Duplaix, Jean-Baptiste 
Duplay, S. 

Durá, Francisco 
Durán, Carlos D. 
Dutertre, Emile 


196 

237, 238, 241, 250, 261 
40, 51, 55 
19 

302, 303 
31 
44 
81 

196, 197, 198,201,306 

197 
87,88 


E 

Egger, Eugenio 
Ehrlich, Paul 
Enke, F. 

Errazquin, Dorotea B. de 
Escriú Torradelas, Margarita 
Espalter, José P. 

Espinosa, Manuel 
Estrázulas y Lamas, Santiago 
Etchepare, Bernardo 

Eugenia de Montijo, 
Emperatriz 


126 

166 

68 

170 

6 

195, 201, 217 
124 

187,215 

XVIII, 129, 244, 333 
88 


F 

Faisans, Michel-Léon 44 

Falloux, M. 302, 303 

Felippone, Florentino 141, 176 

Félix, R. V. 303 

Féré, Samson 44 

Fernández Espiro, Ernesto 169 

Fernández Viñas, Secundino 123 

Fernández, Elbio (h) 195 

Fernández, Lorenzo 187 

Ferreira, Fermín 4, 168 

Ferrer y Garcés, Ramón 262 


345 



• José Máximo Carafí • 


Ferrés, Bernardo 325 

Figari, Enrique 54, 109, 128, 137, 214, 235, 242, 321 

Fiol de Perera, Alejandro 116, 117, 127, 136, 232, 311 
Fitz, Herbert 239, 240, 

Fleury, Luis 116 

Flores, Venancio 188 

FolchAmich, Francisco 

de Paula 262 

Folch, Francisco de Paula 262 

Foniols y Anglada, Agustín 18 

Fonseca, Rodolfo 235, 316, 321 

Forgue, Emile 83 

Fort, Joseph-Auguste 122 

Fredericq, Léon 128 

Freitas, Juan P. de 176 

Freixas y Abreu, Juan 18 

Furtado, Juan F. 8 


G 


Galliard, Lucien 

44 

Gallinal de Arce, Hipólito 

196, 197 

Gallinal, Alejandro 

195 

Gallinal, Hipólito (hijo) 

197, 198,201,203 

García de Zúñiga Diago, Javier 57 

García Otero, Julio C. 

208 

Gastaud, Charles 

44 

Gastesi, Martín 

125, 126 

Gauchas. Alfred-Charles 

44 

Gaucher, Ernest-Charles 

44 

Gaudiano, Pedro 

207, 208, 304 

Gautier, Arthur-Léon 

44, 77 

Gaveta, José 

202 

Geífrier, Paul 

83 

Gennari, José 

176, 177 

Gerona, Eusebio 

13 

Gil Pérez, Juan 

7, 12 

Gil, Joaquín 

262 


346 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


Giné y Partagás, Juan José 

23, 262 

Giner de los Ríos, Francisco 

189 

Giralt, Pedro 

12 

Godchaux Worms, M. 

140 

González Roca, Antonio 

198 

Gorlero Bacigalupi, Rubén 

182 

Gosselin, Léon-Athanase 

111 

Grandal, Juana 

8 

Gratry, R. P. 

303, 319 

Greene, O. G. 

177 

Grolero, Juan FL 

176 

Grynfelt, Casimir 

29 

Guelliot, Octave-Antoine 

44 

Guermonprez, F. 

83 

Guglielmetti, Juan 

216, 217, 218 

Gurruchaga, Javier 

198, 202 

H 

Hannequin, Joseph-FFector 

44 

Flardy, Alan G. 

84 

Flausmann, Barón de 

106 

Flayem, Georges 

80 

Héguy, Juan L. 

33, 109, 168, 169, 171, 

Fierbelin, Georges 

44 

Flerrera y Obes, Julio 

120, 131, 157, 158, 159 

Flerrera y Obes, Lucas 

158, 179 

Fíerrera, Luis A. de 

205 

FFerrero y Espinosa, Manuel 

207 

FFerrero y Salas 

176 

FFerrrera Ramos, Fernando 

236 

FFertwig, Oscar 

236 

Hirst Barton, N.C. 

70, 87 

Homs y Floms, Juan 

19 

Homs y Pasquets, Nicolás 

262 

Hormaeche, Pedro 

124, 126 

FFughes-Zás 

8 


347 



• José Máximo Carafí • 


Idiarte Borda, Juan 
Irazusta, Cándido 
Irazusta, Monseñor 
Isabel II de Borbón 
Isola, Albérico 
Iturriaga, Nereo 
Izcua Barbat, Marcelino 


122, 159, 222 

207 

176 

16 

XVIII, 137, 142, 222, 223, 225, 227, 293 

126, 141, 178 

130 


J 

Jacobsen, Gustavo 
Jacquemet, Pierre-Michel 
James, William 
Jenner, Edward 
Jiménez de Aréchaga, Justino 
Jover y Marquet, Eusebio 
Juhel-Rénoy, Jean-Edouard 
Jurkowski, Julio 

K 

Kehrer, Adolf 
Kemmerich, Eduardo 
Kirmisson, Edouard. 

Knapp, H. 

Koch, Robert 
Kocher, Theodor 


9 

29 

157 

166 

158, 159 

18 

44 

XI, 30,31,123, 124, 145 


113 

XIV 

85 

70, 84 

65, 141, 165,293 
53, 81, 82 


L 

Labesque, Adrien 
Laborde, Louis 
Lacordaire, Pére 
Lacueva, Eléctor 
Lafone-Quevedo 
Lafourcade, M.-EI. 
Lagrange, Félix 
Lamas, Alfonso 
Lamas, Diego 


51 

83 

192 

286 

8 

35,41, 

84, 85 

126, 213, 219, 222, 223, 225, 227, 237, 249 

222 


348 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


Lamas, José Benito 
Lannelonge, Odilon 
Larghero Ybarz, Pedro 
Larralde y Zavala, Manuel 
Larrañaga, Damaso Antonio 
Larravide-Zás 
Lasagna, Luiggi 
Laségue, Ernest-Charles 
Latorre, Lorenzo 
Latour, A. 

Laugier, Stanislas 
Laurand, Georges-Daniel 
Laurent, Auguste-Eugéne 
Lavin-García, Manuel 
Lawrie, Tomás D. 

Le Dentu, A. 

Le Double, Félix-Anatole 
Le Fort, Léon-Clément 


Le Soudier, Henri 
Ledoux-Lebard, Marie-Eugéne 
Legoust, Juan 

Léjars, Francois-Marie-Louis 
Leloir, Fienri-Camille 
Lenguas, Antonio 
Lenguas, Luis P. 

León XIII 

Leopold, Guillermo 
Letamendi y Manjarrés, 

José de 

Leúnda, Juan José 
Leypoldt, F. 

Lezama, Pedro 
Lister, Joseph 
Littré, Emile 
Lleó y Moy, Guillermo 


151, 187, 188, 221 
63, 269 
238 
126 
187 
8 

194, 245 
105 

135, 138, 188 

87 

55 

45 

44 

45 
177 
81, 83 

29, 30, 99, 255 

45, 54, 55, 66, 69, 72, 74, 76, 79, 82, 85, 86, 
95, 98, 105, 107, 109, 255, 273, 277, 278, 
279, 280, 283, 

83 

44 

160, 161, 162, 163 
80 
44 
8 

138, 175, 176, 178, 195, 201,205 

192, 194, 198, 204, 207, 208, 304, 306, 359 

XIV, 124, 126, 138, 177, 227, 244, 332 

23, 24, 262, 

68, 70, 72 
198, 203 
50, 165 

46 
18 


349 



• José Máximo Carafí • 


Llobeteras, Santiago 

12 

Llorens i Barba, Francisco 

Javier 

23 

Llorens y Rius, José 

18 

Loeffler, Friedrich 

173, 309 

López y Martí, Juan 

18 

Loviot, Louis-Ferdinand 

113, 114 

Lucas-Championniére, Just 

45, 46, 50, 52,: 

Lusk, William T. 

90 

M 

Mac Burney, Charles 

240 

Mac Donnell, Robert 

107 

Magaz y Jaime, Juan 

262 

Mainginou, José 

XII, 244, 338 

Malgaigne, Joseph-Fran^ois 

54 

Mantey, Baptiste-Albert 

100, 256 

Margarit y Coll, Felipe 

19 

Marotta Mario 

177 

Márquez, Froilán M. 

169, 171 

Marsillach y Lleonart, Joaquín 

18 

Martel, Joannis 

113, 114 

Martí y Coll, José 

18 

Martínez Durán, Marcelino 

8 

Martínez y González, Antonio 

18 

Martínez, Miguel 

306 

Martirené, José René 

332, 333 

Martorell, Luis 

18 

Maseras, Elena 

21 

Masramón, Antonio 

12 

Massabuau, G. 

83 

Mata, Francisco 

12 

Mata, Pedro 

23 

Maygrier, Eugéne-Charles 

113, 114 

Melián Lafinur, Luis 

158 

Ménard, Pienri 

83 

Méndez, Gualberto 

4, 57, 123, 168 


350 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


Mendilaharsu, Domingo 158 

Mendoza y Rueda, Antonio 262 

Mendoza, Gabriel 168 

Mendoza, José Román 158 

Menéndez y Pelayo, Marcelino 21 


Mondino, José 
Monod, Charles-Edmond 
Montalambert, Charles de 
Monteverde, Eduardo 
Morelli, Juan B. 


Morquio, Luis 
Mullin, Alberto 
Mun, Albert de 
Muñoz y Romarate, José María 135, 138 
Muñoz, Henrique 4 

Munyo, Juan Carlos 332, 333 

Murray Butler, Nicholas XIX 


228 

46, 47, 66 

191, 199, 302, 303, 

130, 159 

XVIII, 128, 181, 205, 216, 217, 218, 219, 
229, 236, 250, 308 
44, 61, 148, 230, 336 
177 

191, 195 


N 


Navarro y Contreras, Antonio 
Navarro, Alfredo 
Netter, Arnold-Just 
Nicola, Teodorico 
Nicolás, Augusto 
Nilsivoccia, Vicente 
Noble, Isabel María 
Nuel, Jean-Pierre 


19 

XVIII, 123 
44 
126 
302 
175 
6 

128 


O 

O’Neil, Juan 
Obiol, Juan 
Oddone, Juan Antonio 
Oliveira Nery, Carlos de 
Oliveira, Pedro de 
Ors y Rosal, José 
Ors, Eugenio D’ 


195, 197, 198, 306 
171, 177 
5 

129 

167, 168 

19 

19 


351 



• José Máximo Carafí • 


Ortega y Espinos, José 

18 

Ortega y Gasset, José 

1, 18, 153, 271 

Ortega, Florentino 

7, 33, 171 

Otero, Gabriel 

195 

Ovion, Louis-Pierre 

44 

Ozanam, Antoine 

192, 199, 302, 319 

P 

Pacheco, Alfonso 

298 

Pacheco, Manuel 

332, 333 

Paget, James 

274 

Paiva, Benigno 

244 

Pajot, Charles 

113 

Pampuki, Dimitri 

309 

Paré, Ambroise 

69, 85, 106, 

Pareja, Héctor 

197, 236, 306 

Paseyro, Tomás 

168, 169 

Pasteur, Louis 

45, 46, 47, 51, 65, 141, 165, 166, 181 

Pavía, Manuel 

16 

Pereira, Gabriel Antonio 

188 

Peretti, Adela 

Pérez Castellano, José Manuel 

6, 187 

Pérez Fontana, Velarde 

151,230 

Pérez Gorgoroso, Eugenio 

197, 203 

Pérez Gorgoroso, Pantaleón 

198 

Pérez, Benita 

6 

Pérez, Diego 

176 

Petit, Michel 

76, 77, 280, 281 

Piaggio Garzón, Walter 

X, 12, 31, 40, 121, 122, 126, 127, 128, 143, 

147, 235, 236, 242, 258, 

Piersol, F.A. 

70 

Pinard, Adolphe 

113-117 

Piñol y Perramón, Antonio 

18 

Pío IX 

190 

Pivel Devoto, Juan E. 

205 

Plans, Fructuoso 

22 

Poirier, Paul-Julien 

45, 121 


352 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


Polaillon, Joseph- 

Francois- B enj amin 

45, 48, 49, 50, 101, 109 

Pons y Pía, Baltasar 

19 

Pons, Lorenzo 

196, 198, 

Porak, Charles-Auguste 

113, 114, 117 

Porro, Edoardo 

93 

Pou Orilla, Juan 

161 

Pou y Cardoner, José 

16 

Pou y Cardoner, Juan 

16 

Pouey, Enrique 

178, 181, 182, 214, 232, 236, 237, 239, 249, 333 

Pozzi, Samuel 

55 

Pugnalin, José 

XIV, 117, 138, 177, 249, 287, 288 

Puig y Girau, Gustavo 

18 

Puig y Villasau, Enrique 

18 

Puppo, Santiago 

126 

Pusalgas y Guerris, Ignacio 

262 


Q 

Quénu, Edouard 
Quíntela, Ernesto 
Quíntela, Manuel 


R 


Raige. A. 

80 

Ramírez, José Pedro 

123, 129, 158 

Ramos, Salvador 

8 

Rampolla, Cardenal 

198, 204, 207, 304 

Rappaz, Víctor 

7, 171 

Raputova, R. 

81 

Raymondaud, Gilbert 

44 

Réclus, Paul 

81, 83 

Reeve, John Charles 

87 

Regules, Elias 

XI, XVIII, 124, 125, 130, 137, 138, 156, 159, 

243, 248, 284, 296, 297, 299, 323, 327, 333 

Regules, Pedro 

169, 178, 179 

Requena, Joaquín 

196, 197, 198, 204 

Ricaldoni, Américo 

X, XVIII, 61, 127, 156, 157, 161, 213, 222, 223, 

225, 235, 236, 242, 250, 296, 321, 323, 327, 328 


46 

129 

XI, 126, 136, 214, 244, 257, 292, 333 


353 



• José Máximo Carafí • 


Richet, Alfred- 

Louis-Dominique 

Rius, Antonio J. 

Rivero y Maza, Ignacio 
Robert, Paul-Adhémar 
Robin, Albert 
Rodó, José Enrique 
Rodríguez, Antonio María 
Rodríguez, Julio 
Rodríguez-Arango, Marcelino 
Roget, Jean-Charles 
Rossier, Alain B. 

Roux, Entile 
Rouxeau, Alfred 
Rull y Xuriach, Juan de 


42, 63, 65, 66, 268, 269, 271 
197, 198, 203 
175 
44 

66, 121 
157, 160 
133 

122, 168, 286 

18 

31 

84 

166, 173, 307 

44 

262 


S 

Sabatier, Paul- 

Dieudoné-Armand 

Saint-Germain, 

Louis-Alexandre de 
Salterain, Joaquín de 

Samarán, José 
Sánchez Comendador y 
Pagnucci, Antonio 
Sanguinetti, Agustín 
Santos, Máximo 

Sappey, Philibert-Constant 
Saravia, Aparicio 
Sastre y Abricio, Manuel 
Schiaffino, José J. 
Schiaffino, Juan B. 
Schweich, Michel 
Scoseria, José 

Scremini, Pablo 


29 

112 

123, 141, 178-182, 205, 210-213, 215, 218, 219, 
222, 223, 225, 243, 250, 323, 329 
171, 177, 213, 221-224, 235, 321, 

22 

332, 333 

119, 120, 122, 123, 129, 130, 135, 138, 146, 

181, 188, 195, 205 

25, 126 

120, 222 

19 

197, 198 
195 

113, 114 

XI, XVIII, 137, 156, 159, 175, 181, 210, 212, 
219, 222, 250, 296 
146, 208, 236, 321-333 


354 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


Segura Villademoros, Germán 

13 

Semería, Arturo 

325 

Senat e Izquierdo, Francisco 

18 

Senator, Antonio 

177 

Serra y Bennasar, Guillermo 

24 

Serratosa, Antonio 

XIV, 213, 214, 221, 227 

Servetti Larraya, Juan 

244, 334 

Sicco, Antonio 

236 

Sierra, Jorge 

324 

Silóniz Ortiz, Carlos de 

24, 25, 262 

Simpson, James Young 

87 

Smith, Daniel 

140 

Snow, John 

88 

Soca, Francisco 

XVIII, 22, 61, 123, 128, 150, 167, 181, 235, 

236, 321 

Soler, Casimiro 

177 

Soler, Mariano 

134, 151, 159, 187-189, 193 -198, 200, 

203, 204,206, 207, 208, 242, 304, 305, 327, 

Stajano, Carlos V. 

238, 239, 240 

Stapfer, Horace-Jules 

113 

Stedman, Thomas L. 

80 

Stuart Mili, John 

157 

Suñer y Capdevila, Francisco 

XI, XIV, 16, 145 

Surraco, Luis 

171 

Susviela Guarch, Federico 

140, 141, 171 


T 


Tagle, Vicente 

176, 177 

Tajes, Máximo 

120, 173, 196 

Tardío, Luis 

179 

Tarnier, Stéphane 

233, 314, 315 

Terra, Duvimioso 

133 

Terrier, Louis- Félix 

47 

Terrillon, Octave-Auguste 

45-48 

Testaseca, Juan 

138 

Tiberghien, Guillaume 

189 

Tillaux, Paul-Jules 

56, 69, 74, 272 


355 



• José Máximo Carafí • 


Tomé, Miguel A. 

197, 198 

Tomkinson-Navía 

8 

Tour du Pin, René de la 

191 

Touyá, Eduardo 

208 

Troisier, Emile-Charles 

44, 105 

Turenne, Augusto 

XIII, XIV, XV, XVII, XVIII, 7, 61, 113, 116, 136, 

137, 146, 147, 148, 149, 150, 163, 210, 211, 

228,244, 248, 258, 336 

Turnes, Antonio 

167, 245 

U 

Ugaric, Miguel 

198 

Ugarte, Miguel 

201 

Urquinaona, José María 

195 

V 

Valdez García, Ramón 

7, 135 

Valude, Julien 

45 

Varela Berro, José Pedro 

202 

Varela, José Pedro 

202 

Varela, Luis 

195, 197, 198, 

Vásquez Acevedo, Alfredo 

XVII, 4, 129, 130, 131, 133, 135, 145, 155, 158, 

159, 202, 247, 284, 285, 286, 296, 297 

Vaz Ferreira, Carlos 

157, 160 

Vázquez y Vega, Prudencio 

189 

Vázquez, Tabaré 

151 

Velasco Lombardini, Roberto 

236 

Velasco, Federico de 

235, 236 

Vera y Durán, Jacinto 

151, 188, 193, 194, 195 

Vermeil, Jean-Baptiste 

113 

Verneuil, Stanislas 

46 

Verrier, Joseph-Charles 

113 

Victoria, Reina 

88 

Vidal y Auté, Lorenzo 

262 

Vidal y Fuentes, Alfredo 

XVIII, 126, 219 

Vidal, Francisco Antonino 

7, 42, 66, 119, 150 

Vilardebó, Teodoro Miguel 

4, 15, 57, 168, 


356 



■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón • 


Virchow, Rudolph 
Visca Visca, Pedro 
Visca, Pedro 

Vivas Cerantes, Damián 
Viza y Martí, Vicente 
Vulnik, Rade B. 


25, 65, 105, 141, 165, 

258,261,316 

XVIII, 3, 4, 15, 42, 109, 122, 137, 146, 168, 170, 
171, 235, 236, 244, 321, 334 
197 
18 

240, 241, 242 


W 

Winckel, F. 92 

Wonner, Esteban 171 


Y 

Yéregui, Inocencio María de 195, 196, 197, 198, 204, 207 


Z 


Zás y Carbia, Buenaventura 
Zás y de Villa, Gabriel 
Zás y González, 

José Encarnación 
Zás y Pérez, José Encarnación 
Zás-AUende 
Zás-Paz 
Zás-Penino 
Zás-Thode 
Zoa O’Neil, Eugenio 
Zorrilla de San Martín, Juan 


6 

6 

6 

6 


306 

158, 159, 181, 189, 194, 196, 197, 198, 204, 
205, 206 


357 




ÍNDICE GENERAL 

Contenidos 


Proemio .IX 

Dedicatoria .5 

Agradecimientos .7 

Capítulo I Introducción.1 

Capítulo II Orígenes familiares.5 

Capítulo III Infancia y juventud.11 

Capítulo IV Viaje a Barcelona y culminación del Bachillerato.15 

Capítulo V Estudios de Medicina en la Facultad de Barcelona.21 

Capítulo VI Continuación de los estudios médicos en Montpellier 

Ayudante de Anatomía y de Medicina operatoria.27 

Capítulo VII Establecimiento de Carafí en París 

Externo e Interno Provisorio de los Hospitales.33 

Capítulo VIII Interno Titular de los Hospitales y Hospicios 

de la Asistencia Pública de París.43 

Capítulo IX Trabaj os científico-médicos presentados por 

Carafí durante su permanencia en París.59 

Capítulo X Tesis de doctorado en París.105 

Capítulo XI Concurso para Acconcheur des Hópitaux de París .111 

Capítulo XII Retorno de Carafí a Montevideo. Miembro del 

Consejo de Higiene Pública. Profesor de Anatomía .119 


359 


















Capítulo XIII Decano de la Facultad de Medicina.133 

Capítulo XIV Reelección frustrada de Carafí para el Decanato.145 

Capítulo XV Integrante del Consejo de Enseñanza Secundaria 

y Superior.155 

Capítulo XVI Miembro y Presidente del Consejo de Higiene Pública . . . 165 

Capítulo XVII Actuación de Carafí como integrante del 

laicado católico uruguayo de entre-siglos.187 

Capítulo XVIII Cofundador y primer Presidente de la Sociedad de 

Medicina de Montevideo.209 

Capítulo XIX Trabaj os científicos de Carafí en Montevideo.227 

Capítulo XX Fallecimiento de José Máximo Carafí.235 

Capítulo XXI Carafí en la Medicina del Uruguay.247 

Capítulo XXII 2 Obra científica de José Máximo Carafí .253 

Anexos Documentales.259 

Anexo N° 1. Partida de Nacimiento de José Máximo Carafí.261 

Anexo N° 2. Elenco profesoral de la Facultad de Medicina de la 

Universidad de Barcelona.262 

Anexo N° 3 Foja de estudiante de José Máximo Carafí 

en la Faculad de Medicina de Montpellier.263 

Anexo N° 4 Foja de ingreso de José M. Carafí a la 

Facultad de Medicina de Paris.264 

Anexo N°5. Fojas de exámenes de José M. Carafí, en la 

Facultad de Medicina de Paris.265 

Anexo N° 6. Foja del examen de Tesis doctoral de José 

Máximo Carafí, en la Facultad de Medicina de Paris.267 

Anexo N° 7. Carafí, J.-M- Observation sur un cas de 
stéatomes ganglionnaires par infection, a 
la suite da traitement d’une loupe da ciar 

chevelu par les caustiques .268 


360 




















Anexo N° 8. Carafí, J.-M. Ligature de la verge a l’dge 

de 7 ans. Section presque complete de l’organe ayant 
intéressé l’urétre- Rétrécissement de l’urétre avec fistide. 

Sclérose rénale. Mortpar urémie avec fistide. Sclérose 
cérébrale. Mort par urémie dyspnéique .272 

Anexo N° 9. Carafí, J. Des accidents du chloroforme chez les 

femmes en travail .274 

Anexo N° 10. Carafí, J.-M- Lihotricie rapidepar la méthode 
de Bigelow. Calculphosphatique de 2 cent. 

172 de diamétre broyé dans une seide séance 

ayant duré vingt-trois minutes. Guérison .277 

Anexo N°ll. Carafí, J.-M- Fracture indirecte de la neuviéme 

vertebre dorsale: déformation , réduction. Mort le 8 

jourpar hémorragie cérébrale traumatique. .280 

Anexo N° 12. Designación interina de los Dres. José M. Carafí 
y Elias Regules para desempeñar las Aulas de 
Anatomía e Higiene y Medicina Legal, 
respectivamente, 1884. 284 

Anexo N° 13. Nota de la Comisión de Caridad y Beneficencia 
Pública, por la que acepta que los estudiantes 
de Medicina de quinto y sexto año accedan a la 
sala de partos del Hospital de Caridad, 1886. 285 

Anexo N° 14. Nota del Catedrático de Clínica Quirúrgica 
y Medicina Operatoria, Dr. José Pugnalin, al 
Decano Carafí, 1887. 287 

Anexo N° 15. Nota del Decano de la Facultad de Medicina 

al Rector de la Universidad, respecto a resoluciones 

para el mejor servicio de dicho organismo, 1887. 289 

Anexo N° 16. Discurso del Decano José Máximo Carafí 
en ocasión de la inauguración de los cursos 
correspondientes al año 1887. 292 

Anexo N° 17. Carátula del expediente por el que se 

concede prórroga a varios Profesores de la 

Facultad de Medicina, 1892. 296 

Anexo N° 18. Carátula del expediente por el que se 

concede licencia al Dr. Piaggio, Catedrático 

de 1er año de Anatomía y se designa a Carafí 

como interino, 1893. 297 


361 














Anexo N° 19. Carátula del expediente del nombramiento 
interino de Carafí en la Cátedra de primer 
año de Anatomía mientras dure la licencia 
del Dr. Piaggio, 1894. 298 

Anexo N° 20. Carátula del expediente por el que 

se concede prórroga de la licencia del Dr. Piaggio 
y del interinato de Carafí, 1894. 299 

Anexo N° 21 Discurso de José Máximo Carafí en 
la ceremonia inaugural del Primer 
Congreso Católico del Uruguay, Montevideo, 
abril de 1889. 300 

Anexo N° 22: Nota dirigida por laicos católicos 

uruguayos a S. S. León XIII, 1893 . 304 

Anexo N° 23. Trabajo presentado por J. M. Carafí 

ante la Sociedad de Medicina, titulado 

Etiología de la fiebre tifoidea, 1894. 307 

Anexo N° 24. Trabajo presentado por J.M. Carafí 

ante la Sociedad de Medicina, titulado 

Muerte del feto en los primeros meses del 

embarazo y su expidsión al término normal 

del mismo, 1894. 311 

Anexo N° 25. Partida de defunción y documento 

de sepelio de José Máximo Carafí.316 

Anexo N° 26. Retrato de José M. Carafí, publicado 

con motivo de su fallecimiento, 1895. 317 

Anexo N° 27. Artículos publicados con motivo del 

deceso de José M. Carafí.318 

Anexo N° 28. Acto de Homenaje al Dr. José M. Carafí, 

realizado en el Cementerio Central, el primero 

de setiembre de 1921, al cumplirse veintiséis años 

de su fallecimiento.332 

ÍNDICE ONOMÁSTICO.341 


362 

















ISBN: 978-9974-1 




RQQ74 




Este libro, fruto de una larga y minuciosa investigación, presenta la vida y obra de José Máximo 
Carafí, figura casi desconocida, pese a su trascendental importancia en la historia de la Medicina 
uruguaya. 

Formado en Europa, Interno y Doctor en Medicina en París, cumplió una destacada actuación, 
en su breve afincamiento en Montevideo -entre el retorno en 1882 y su fallecimiento, a los 42 
años, en 1895-. 

Fue el octavo Decano de la Facultad de Medicina de Montevideo y el primero de nacionalidad 
oriental, que reorganizó la Institución, otorgándole el rango que haría de ella una de las más 
prestigiosas de América del Sur. 

También tuvo destacada actuación en el Consejo de Enseñanza Secundaria y Superior, así como 
en el Consejo de Higiene Pública. Fue cofundador y primer presidente de la Sociedad de 
Medicina de Montevideo, benemérita institución de promoción científica. 

En un medio intelectual y académico dominado por el positivismo, Carafí fue un militante del 
laicado católico de su época. 

Se da a conocer en esta biografía, su importante obra édita de investigación clínica, que hace de 
Carafí el único uruguayo que, desde su etapa de estudiante en París, presentó y publicó 
proficuamente trabajos originales citados, aún hoy, en la literatura internacional. 

El presente libro es un homenaje -en el 160° aniversario de su nacimiento- a esta figura de nuestra 
Medicina que había sido, hasta ahora, relegada a un enigmático olvido. 


I